Defender
la familia, ¿es de izquierdas o de derechas? ¿O tal vez es de ambos? La Teoría
de Género ¿es de izquierdas o de derechas? ¿Cómo incide en la estructura social
contemporánea la liberalización de las prácticas sexuales? Preguntas sobre las
que tan vez convendría repensar.
Amor y anticapitalismo
El Viejo Topo
9 febrero, 2023
Diego Fusaro visitó España para presentar su libro “El nuevo orden erórico.
Elogio del amor y de la familia”. Vidal Arranz le hizo para Vozpópuli la
entrevista que reproducimos aquí.
El filósofo
italiano Diego Fusaro había dado ya muchas muestras de ser un pensador a
contracorriente dentro de la izquierda, pero podría decirse que su nuevo libro, El
nuevo orden erótico (El Viejo Topo), es su afirmación de disidencia
más formidable. Fusaro no sólo describe las claves de ‘desregulación’
sentimental y afectiva que marcan a nuestra sociedad desde los años sesenta,
sino que las interpreta como un ‘neoliberalismo de las costumbres’ que sirve a
los intereses de la fase actual capitalista. Y, desde ahí, arremete contra la
izquierda dominante, la izquierda fucsia, por ser la avanzadilla ideológica de
este movimiento y cómplice de los procesos de destrucción social que provoca.
En lo que Fusaro se revela marxista ortodoxo es en su convicción de que tales
problemas sólo se resolverán con la destrucción del capitalismo –no concibe la
posibilidad de nuevas modulaciones– aunque vuelve a resultar provocador cuando
alienta a superar el marco de la división izquierda/derecha en busca de nuevas
formas de pensar los conflictos en los que estamos inmersos. Hace unos días
visitó España para presentar su ensayo, que, con toda seguridad, dará mucho que
hablar.
Pregunta: Su libro es original por muchos motivos. El primero de
ellos: siendo usted marxista, se desmarca de forma radical de lo que es el
discurso dominante en la izquierda sobre sexualidad, identidad y afectividad.
¿Cómo llegó a esa posición personal?
Respuesta: No creo que sea una posición personal, porque si lo fuera sería poco
interesante. Creo que es una posición filosófica basada en fundamentos sólidos.
La paradoja de la izquierda fucsia y neoliberal de hoy radica en el hecho de
que ha aceptado plenamente el mercado y el clasismo que lo acompaña, y también
las consecuencias dañinas del mercado. Aceptó la desregulación económica y la
desregulación antropológica, la precariedad laboral y el precariado
sentimental.
P: ¿Qué es el nuevo orden erótico al que se refiere su
libro?
R: El nuevo orden erótico no es más que liberalismo aplicado a la esfera
sentimental, la fluidificación y precarización del amor acorde con la fase
flexible de acumulación capitalista. Si la izquierda deja de interesarse por
Marx, hay que dejar de interesarse por la izquierda y seguir con Marx.
P: Usted denomina, provocadoramente, neolibertinaje al
discurso de la izquierda actual, y lo considera de naturaleza neoliberal e
individualista.
R: La izquierda fucsia y neoliberal representa la traición completa a Marx y
a Gramsci, así como a la clase obrera. Comparte la perspectiva neoliberal,
según la cual la sociedad es una serie de átomos que deben realizarse de
acuerdo con sus caprichos individuales. En el terreno de los sentimientos, esto
se desarrolla como un nuevo orden erótico de soledades que buscan el goce
usando al otro como herramienta. El libertino utiliza al otro para disfrutar
sin límites y ve en la familia al enemigo principal porque la familia regula el
amor. De un modo análogo a como el liberal usa al otro para obtener ganancias
ilimitadas y ve al estado como el principal enemigo porque el estado regula la
economía.
P: La segunda sorpresa, no menos radical, es su defensa
del amor desinteresado y comprometido.
R: El amor es una fuerza revolucionaria y podríamos decir que anticapitalista
por definición. Amar significa querer la plenitud del ser del otro, sin
compensación, sin interés egoísta, sin interés personal. Volo ut sis, quiero
que seas: ésta es la fórmula del amor según Agustín de Hipona. En el amor de
una madre por un hijo, o de un padre por una madre, hay un amor desinteresado
que vuelca la lógica mercantil que hoy pretende ser la única válida en todos
los ámbitos. El turbocapitalismo sin fronteras reduce la sociedad a un mercado
global: no acepta padres y madres, ciudadanos y ciudadanas, quiere ver siempre,
y en todas partes, consumidores desarraigados que se relacionan entre sí según
la lógica del do ut des, doy para que des, del mercado.
P: El amor ha sido visto siempre, y todavía hoy, como
lo único que puede salvarnos de la tragedia de vivir, pero ahora está también
bajo sospecha.
R: El amor es una fuerza vivificante, porque nos permite completarnos
gracias al otro, alcanzar una plenitud para ser superiores a través de la
síntesis dual con el ser amado. Entre otras cosas, también nos muestra cómo la
antropología neoliberal es falsa: el amor revela cuán incompletos somos en
nuestra individualidad pues para realizarnos necesitamos una relación vital con
el otro. Es por eso que hoy el capital no quiere amor, sino solo disfrute, que
es más bien una forma de individualismo egoísta.
P: Es especialmente lúcida su idea de que el amor ha
sido reducido al placer, al plusgoce, y con ello se ha convertido en mercancía.
R: Por supuesto, el amor tiene que ver con el disfrute, pero no se reduce al
disfrute. La sociedad neoliberal separa totalmente el amor del goce y sólo
permite que sobreviva el segundo. ‘Debes gozar’, el imperativo del Marqués de
Sade, se convierte en el imperativo categórico de la civilización neoliberal.
El amor es incompatible con el capital, mientras que el goce lo expresa
plenamente. El goce y el consumismo se influyen dialécticamente: el libertino y
Don Juan son consumidores eróticos, que ven al otro solo como un instrumento y
que siempre buscan nuevos placeres según la lógica que Hegel habría llamado el
«infinito del mal».
P: Otra sorpresa es su apología del matrimonio como
institución sólida a defender, en tiempos de promoción del poliamor.
R: En Italia y en Francia en los años 30, 40 y 50 del siglo XX había carteles
del Partido Comunista que decían «vota comunista, defiende a la familia».
Después de todo, el proletariado era la clase basada en la descendencia. Hoy la
izquierda neoliberal fucsia, complementaria de la derecha neoliberal azulada,
se opone al matrimonio al igual que se opone al Estado, viendo en ambos límites
con respecto a la desregulación económica y antropológica propia del capital.
P: ¿Y por qué es importante defender el matrimonio?
R: El matrimonio representa el corazón de la vida familiar ética, el amor
que se transforma en un proyecto estable y que, al engendrar hijos, se
estructura en una nueva vida. El hecho de que la izquierda se ría del
matrimonio revela la pequeñez de la propia izquierda, que se ha convertido en
un baluarte del nihilismo relativista de la civilización del capital y se ha
convertido aún más en el tonto útil de los jefes sin fronteras. Todo lo que
quieren los amos de la derecha del dinero, los tontos útiles de la izquierda
fucsia lo defienden.
P: ¿Por qué querría la derecha del dinero debilitar a
la familia?
R: La derecha del dinero quiere individuos sin familia, es decir, sin
ataduras éticas, y la izquierda fucsia de las costumbres dice que la familia es
homofóbica y represiva y que debe ser superada. Pero es que la derecha del
dinero quiere la economía sin la soberanía democrática del Estado, y la
izquierda fucsia dice que debemos vencer al Estado porque es naturalmente
fascista. Y así hasta el infinito.
La izquierda se
convierte en la avanzadilla ideológica de la justificación del capital y, por
lo tanto, de la derecha del dinero. Incluso en la discusión sobre el
matrimonio. Hoy el Cuarto Estado se vuelve revolucionario en el matrimonio, es
decir, resistiendo la lógica del capital. Da risa, pero al mismo tiempo pena,
ver a jóvenes precarios y explotados que nunca podrán formar una familia y que
salen a las calles a manifestarse contra la familia, revelando así su total
subordinación al proyecto capitalista.
P: No sé si esta defensa del matrimonio no entra en
conflicto con el libro de Engels sobre el origen de la propiedad privada y la
familia, que es una de las fuentes de la ideología sexual dominante.
R: Mi libro ciertamente entra en conflicto con Engels, pero mi
interpretación de Marx a menudo entra en conflicto con Engels. Como traté de
mostrar en mi libro «Marx otra vez», también traducido al español, Marx y
Engels no son gemelos monocigóticos. Y, de hecho, voy tan lejos como para decir
que Engels es para Marx lo que San Pablo es para Cristo. Engels es ciertamente
un gran pensador, pero no idéntico a Marx. También sobre el tema de la familia,
en mi opinión, Engels dice cosas interesantes, pero no compartibles y que no se
pueden extender a Marx.
P: Deduzco que no considera que la izquierda dominante
actual sea la verdadera izquierda.
R: Por supuesto que no. La verdadera izquierda era la de la hoz roja y el
martillo de Marx, Gramsci y Lenin. Me identifico con aquello porque se basaba
en la lucha por la emancipación de la sociedad y contra el imperialismo. La
nueva izquierda, la izquierda simplemente representa la evaporación de la
izquierda hacia el neoliberalismo.
Esta es la
razón por la cual la izquierda no puede ser la solución hoy, sino que es una
parte integral del problema. Hoy no se trata de refundar la izquierda, se trata
de ir más allá de la derecha y la izquierda para fundar una nueva geografía de
la política y un nuevo proyecto de emancipación socialista que lleve adelante
el discurso de Marx y Gramsci en el contexto cambiante de la globalización
neoliberal. Derecha e izquierda son hoy sólo los mayordomos del capital. Hoy en
España el mayordomo lleva delantal fucsia, mientras en Italia es azul. Pero
absolutamente nada cambia para los de abajo, es decir, para las clases
trabajadoras y las clases medias. Por eso necesitamos fundar una política de
abajo y para abajo, para el pueblo y los trabajadores.
Desde los años
sesenta, el turbocapitalismo tiene como objetivo superar tanto a la familia
como al estado nacional soberano para producir un modelo anarquista.
P: La izquierda realmente existente interpreta ese
neolibertinaje como la máxima expresión de la libertad, y como una conquista.
Usted lo ve como una trampa y un problema.
R: El neolibertinismo, que es el neoliberalismo aplicado a la erótica, no
representa la libertad sino el triunfo del capricho individualista del consumo:
el capricho individual es la forma más baja de libertad, como ya dijo Hegel. La
verdadera libertad se da en una sociedad de individuos igualmente libres que se
relacionan en solidaridad y comunidad. La monadología neoliberal defendida
tanto por la derecha como por la izquierda nos presenta en cambio un agregado
de átomos que se relacionan entre sí de acuerdo con la lógica del beneficio
económico y erótico. Como nos enseña la historia de Don Juan estudiada por Kierkegaard,
Don Juan se cree libre cuando en realidad es una contradicción viviente porque
busca algo nuevo que es siempre lo mismo, y está atrapado en esta mecánica de
goce continuo que nunca puede encontrar la paz. Por tanto, en mi opinión, es
preferible la vida ética del padre de familia estudiada por Kierkegaard, que
estabiliza su propia vida en el amor y hace una elección estructurada y
planificada: la precariedad, el precariado, nos obliga a vivir como Don Juan
sin estabilidad en ningún ámbito, ni siquiera el sentimental.
P: Llama también la atención su contundente crítica al
transgenerismo, que, como sabrá, ha dividido al movimiento feminista en España,
con una parte que se opone a la Ley de Autodeterminación de Género que acaba de
aprobarse.
R: Es significativa la exaltación mediática permanente de las personas
transgénero en la sociedad de mercado: el capitalismo no tolera la existencia
de reglas y normas fijas, ni siquiera las naturales, porque su esencia hoy es
la desregulación. El capitalismo de hoy ya no es autoritario, sino anárquico y
de consumo liberalizado, como Pasolini ya había comprendido. El transgénero es
celebrado como la quintaesencia del individuo anarquista que rompe todas las
fronteras y que también representa la esencia de un capitalismo sin fronteras.
Además,
representa la esencia de un individuo unisex que, como un superhombre, tiene
una voluntad ilimitada de poder y que decide todo soberanamente, sin tener que
respetar tabúes, leyes, límites ni fundamentos. La idea de que el individuo
pueda decidir su propio sexo es un simple disparate, ya que el sexo nos es
asignado por la naturaleza, incluso antes de que nazcamos, a través de los
cromosomas. La violencia contra la naturaleza y el ser como tal representan la
esencia de la visión capitalista de que todo está disponible para la voluntad
tecno capitalista de poder.
P: Llega a decir que el trans es la figura que mejor
define el marco ideológico del capitalismo actual. ¿Sería una de las razones
por las que está siendo tan apoyada y promocionada?
R: Sí, precisamente por eso lo transgénero se convierte en objeto de
permanente celebración mediática: mientras que el padre de familia o la madre
de familia son burlados por la sociedad del espectáculo y presentados como
modelos anticuados y ridículos, el transgénero es presentado como la vanguardia
de la sociedad libre de individuos progresistas que han traspasado todas las
fronteras y que ya no tienen leyes de la naturaleza a las que referirse. Se
presenta el movimiento trans como revolucionario simplemente porque sirve a la
lógica del turbocapitalismo.
P: En su libro distingue dos momentos en el desarrollo
del capitalismo en relación con el asunto de la sexualidad y la familia.
R: Sí, mi libro distingue dos momentos fundamentales: el capitalismo en la
modernidad se basa en la familia y el estado nacional soberano, pero el
turbocapitalismo desde los años sesenta tiene como objetivo superar tanto a la
familia como al estado nacional soberano para producir un modelo de
turbocapitalismo anarquista basado en el ius sive potentia, el derecho como
poder, a escala planetaria. Ya no necesita la familia, ni el Estado y todo lo
que Hegel llamó las raíces éticas, porque reduce el mundo entero a un mercado,
a un ‘espacio abierto’ de libre circulación de mercancías y personas
mercantilizadas, el condominio exclusivo de la clase plutocrática internacional
sin fronteras.
P: Pero, en última instancia, todo es una deriva del
hecho de que somos la primera civilización estrictamente materialista de la
historia…
R: Ciertamente nos hemos convertido en una civilización de puro materialismo
ateo y cínico. La cantante Madonna cantó ‘I am a material girl/ in a material
world’ (soy una chica material en un mundo material), describiendo así
perfectamente la esencia del materialismo capitalista.
P: Adam Smith reconocía que el capitalismo es un
sistema ciego, sin moral, y por eso era importante que la sociedad tuviera
convicciones morales y religiosas firmes que hicieran de freno.
R: En Adam Smith ya encontramos plenamente lo que, en mi opinión, es el
error del pensamiento conservador de derecha contemporáneo, y que podemos ver,
por ejemplo, en un pensador interesante como Roger Scruton. El pensamiento
conservador quiere defender tradiciones, identidades y culturas: y estoy totalmente
de acuerdo con ello. Sin embargo, acepta el libre mercado, que es precisamente
lo que causa la destrucción de la identidad de las tradiciones y culturas. En
otras palabras, el pensamiento conservador de la derecha combate los efectos y
cultiva las causas. La única manera de ser verdaderamente conservador es luchar
contra el libre mercado. Por esa razón, hoy debemos ser revolucionarios en las
ideas políticas y económicas y conservadores en los valores éticos y morales.
Más allá de la derecha y la izquierda, o si lo prefiere, tanto de derecha como
de izquierda, tomando lo mejor de cada una y descartando lo peor.
P: ¿En qué medida el derrumbe de la Cristiandad
(entendida como cosmovisión dominante en Occidente) ha contribuido a la deriva
en la que nos encontramos?
R: Reflexioné sobre el cristianismo en mi último libro, titulado El
fin del cristianismo. La muerte de Dios en el tiempo del mercado global y el
Papa Francisco. Mi tesis básica es que la sociedad del capitalismo global o
turbocapitalismo ya no necesita la religión de la trascendencia y debe
descartarla como un elemento perturbador para su reproducción. En la
modernidad, el poder capitalista ha utilizado el cristianismo para legitimarse
de varias maneras. Hoy el capitalismo se basa en el nihilismo relativista y,
por lo tanto, debe matar a todas las figuras de lo sagrado y lo trascendente.
El cristianismo
nos enseña que el otro es un hermano porque, como nosotros, es una criatura de
Dios, nos enseña que el templo es sagrado porque no está a la venta, nos enseña
que Dios da leyes que los hombres deben respetar, nos enseña que somos seres
comunitarios hechos para la fraternidad. Para el discurso neoliberal nada debe
ser sagrado porque todo debe estar a la venta, el otro no es un hermano sino un
competidor, la sociedad no existe, sino que solo existen los individuos, la
hermandad es una ficción porque en realidad hay competencia. Es por eso que hoy
no estamos en una guerra de religión, sino que estamos en una guerra contra la
religión librada por el nihilismo capitalista contra la religión de
trascendencia, que en Europa es el cristianismo.
P: ¿Qué papel cree que puede jugar la religión en el
escenario actual, en el que incluso un papel como Benedicto XVI auguraba que la
Iglesia Católica volvería a ser pequeña?
R: En mi opinión, la Iglesia Católica se enfrenta ahora a una encrucijada
fundamental: la neoiglesia postcristiana de Bergoglio representa la evaporación
del cristianismo, o si se prefiere, la disolución del cristianismo en la
civilización relativista del consumo, ya que en Bergoglio ya no hay ninguna
referencia a la trascendencia y lo Divino, sino que solo existe el discurso
único de la globalización capitalista. La alternativa es la iglesia de
Ratzinger, el pequeño remanente que quiere agradar a Dios y no al mundo y que,
por lo tanto, éste es el punto fundamental, entra en conflicto con el mundo, se
encuentra en oposición y se ve obligado a luchar contra un mundo nihilista que
ya no quiere el cristianismo. El verdadero cristiano de hoy debe oponerse al
capitalismo y al nihilismo, o no ser ya cristiano, como ocurre con gran parte
del cristianismo que sigue a Bergoglio hacia el precipicio del nihilismo
relativista. Este es el tema fundamental que desarrollé en mi libro, El fin del
cristianismo.
Mayo del 68 fue
un movimiento capitalista de emancipación, no un movimiento de emancipación del
capitalismo
P: En varias ocasiones ha hablado de la necesidad de
acabar con la economía de mercado y apostar por el socialismo, pero los
resultados del socialismo real no han sido demasiado satisfactorios, y los
ejemplos actuales (Cuba, Venezuela…) resultan muy poco estimulantes, para
empezar por su falta de respeto de la libertad y los derechos humanos.
R: El hecho de que las curas para la enfermedad del capitalismo no hayan
sido del todo satisfactorias no debería impedirnos intentar de nuevo curar el
capitalismo. Al igual que el hecho de que los tratamientos contra el cáncer a
veces no tengan buenos efectos no debería impedirnos buscar nuevos
tratamientos. Usted menciona Cuba y Venezuela, ciertamente no estados perfectos
y en gran medida perfectibles: pero el hecho de que no sean perfectos no puede
usarse como argumento para justificar la sociedad de mercado, o los gobiernos
occidentales en general, serviles como están al imperialismo estadounidense y
la cosificación capitalista. Al menos Cuba y Venezuela son estados soberanos,
mientras que los estados europeos son ahora colonias de Washington, simplemente
obedeciendo como esclavos las órdenes del imperialismo estadounidense.
P: Usted parece prestar insuficiente atención a las
causas culturales, e ideológicas, que pueden estar detrás de la mutación del
modelo de economía de mercado. Estoy pensando en la revolución cultural, que
coloca al deseo del individuo en el centro; la cultura juvenil y
antiautoritaria que surge en torno al rock; la revolución sexual auspiciada por
el invento de la píldora; y la gran explosión de Mayo del 68.
R: En mi opinión, Mayo del 68 fue un movimiento capitalista de emancipación,
no un movimiento de emancipación del capitalismo: el capitalismo estaba pasando
de la fase autoritaria burguesa a la fase hedonista del libre consumo y la
liberalización individualista de las costumbres y el consumo. El 68 propone un
modelo de liberación que coincidía con el nuevo espíritu del capitalismo:
prohibido prohibir, disfrutemos ilimitadamente, todo y ya. Son los mismos lemas
de la sociedad de mercado contemporánea. 68 representa el año en que no se
golpea al capitalismo, sino a la burguesía como clase con su conciencia infeliz
potencialmente anticapitalista, y con su propio panteón de valores no
mercantilizables y puntos sólidos incompatibles con un capitalismo de libre
consumo indiferenciado.
P: Dadas las fuertes raíces que soportan esta ideología
neolibertina y su utilidad para el sistema actual ¿Cómo ve el futuro? ¿Hay
motivos para la esperanza?
R: Para impugnar la globalización capitalista primero debemos pensar de otra
manera, como dice el título de mi libro Pensar diferente. No creo
que la salvación venga ni de la derecha ni de la izquierda. La única salvación
consistirá en ir más allá para proponer nuevos mapas filosóficos y políticos.
Su estructura fundamental se basa en la dicotomía arriba y abajo: derecha e
izquierda representan el interés de lo de arriba frente a lo de abajo,
escenificando una alternancia sin alternativa en la que el camarero azulado y
el fucsia se alternan para llevar a cabo las órdenes impuestas desde arriba por
la plutocracia neoliberal.
Gramsci diría
que hay que ir al pueblo, es decir, mirar desde abajo y hacia abajo. Hoy
debemos ser revolucionarios en economía y política y conservadores en ética y
valores. Las dos categorías políticas fundamentales deben ser soberanía y
pueblo. Pero la soberanía del Pueblo existe en el Estado, así que para que
exista la soberanía del Pueblo debe existir la soberanía del Estado. Esta es la
razón por la cual los amos liberales han estado deconstruyendo la soberanía
popular durante años deconstruyendo la soberanía de los estados nacionales. Y
esto es para que los lugares de decisión soberana pasen de los parlamentos
nacionales a organismos supranacionales como el BCE o el Fondo Monetario
Internacional.
P: ¿O la Unión Europea?
R: La Unión Europea representa un ejemplo de libro de esta
supranacionalización mediante la cual se quita la soberanía del Estado nación
para eliminar la soberanía del pueblo en el Estado nación. Por esta razón, como
también dice Manolo Monereo, la lucha de clases en Europa hoy es ante todo una
lucha contra la Unión Europea y sus instituciones neoliberales. El proyecto es
ambicioso y solo estamos al principio.
P: Esa lucha ¿pasa por el desmantelamiento de la Unión
Europea o por su reforma?
R: Mi posición respecto a la Unión Europea la he dejado escrita en mi libro
Europa y el capitalismo. Allí sostengo que debemos abandonar la Unión Europea y
la eurozona lo antes posible. Cuando un rinoceronte comienza a correr y se
prepara para cargar, lo único inteligente que se puede hacer es apartarse de su
camino, en este caso salir de la Unión Europea lo antes posible, antes de verse
abrumado y seguir el camino de la desventurada Grecia. La Unión Europea es un
proyecto de simple dominación del capital financiero contra las clases medias y
trabajadoras, el triunfo del capitalismo financiero. La Unión Europea niega la
idea de Europa. Cualquiera que ame la historia y la civilización europeas debe
oponerse a la Unión Europea y a su destrucción de identidad y derechos.
Fuente: vozpópuli.
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