En el mejor de
los casos las sanciones harán que China asuma más lentamente el liderazgo
global de la fabricación de chips. En el peor, aumentarán las probabilidades de
que la “guerra del chip” alcance las esferas económicas o físicas.
¿Prohibir el envío de chips de EEUU a China es una
declaración de guerra?
El Viejo Topo
17 noviembre, 2022
Los Estados Unidos han hecho una gran apuesta con sus últimas sanciones globales a empresas chinas de la industria de los semiconductores, creyendo que puede disparar en la rodilla a China y retener la dominación global. Desde los eslóganes de la globalización y el “libre mercado” de los neoliberales 90, Washington ha regresado a “la vieja idea confiable” de los actos de denegación tecnológica que, junto a sus aliados, prosiguieron durante la Guerra Fría. Mientras que en el corto plazo pueda ser efectivo para disminuir la velocidad de los avances chinos, en el largo plazo, para la industria del semiconductor estadounidense, el costo de perder a China (su mercado más grande) tendrá consecuencias importantes. En el proceso, las industrias de semiconductores de Taiwán y Corea del Sur, más los fabricantes de equipos en Japón y la Unión Europea, tienen más probabilidades de acabar siendo un daño colateral. Algo que nos recuerda de nuevo lo que una vez dijo el ex secretario de Estado Henry Kissinger: “Ser enemigo de los Estados Unidos puede ser peligroso, pero ser su amigo es fatal”.
El propósito de
las sanciones estadounidenses (de segunda generación luego de las primeras en agosto de 2021)
es restringir la capacidad de
China para importar chips de computación, desarrollar y mantener
supercomputadores, y fabricar semiconductores avanzados. Aunque las sanciones
se esconden bajo términos militares –negarle a China el acceso a tecnologías y
productos que pudieran ayudar al
ejército chino– en realidad, apuntan contra todos los principales actores del
semiconductor en China y, por lo tanto, también a su sector civil. La ficción
de “excluir el uso militar” solamente le ofrece una débil cobertura de acceso a
todos al tener que proporcionar acceso al mercado a todos los miembros de la
OMC. La mayoría de las aplicaciones militares emplean chips de viejas
generaciones y no las últimas versiones.
Las sanciones específicas que
los Estados Unidos impusieron incluyen:
- Chips logic avanzados, requeridos en inteligencia artificial y
computación de alto rendimiento
- Equipos de 16nm logic y otros chips avanzados como FinFET y
Gate-All-Around
- La última generación de chips de memoria: NAND con 128 capas o más y
DRAM con 18nm half-pitch
En las
detalles, las prohibiciones de equipos específicos
van aún más allá, incluyendo muchas tecnologías de vieja data. Por
ejemplo, un comentarista señaló que
la prohibición de herramientas es tan amplia que incluye tecnología usada por
IBM a finales de los años 90.
Las sanciones
también abarcan cualquier
compañía que emplee tecnología o productos estadounidenses en esa cadena de
suministro. Esta es una cláusula en sus leyes: cualquier empresa que “toque”
Estados Unidos mientras se fabrican sus productos será llevada automáticamente
al régimen de sanciones estadounidense. Es una extensión unilateral de la
jurisdicción legal del país y puede ser empleada para castigar y destruir a
cualquier entidad –una empresa o cualquier otra institución– que esté vinculada
directa o indirectamente a los Estados Unidos. Estas sanciones están diseñadas
para desconectar por completo la cadena de suministros de los
Estados Unidos y sus aliados –países de la Unión Europea y del este asiático–
con China.
Además de las
últimas sanciones contra compañías que ya se encuentran en la lista de empresas
chinas sancionadas, unas 31 compañías adicionales han
sido añadidas a su “lista sin verificar”. Estas empresas deben
suministrar toda la información a las autoridades estadounidenses en dos meses,
o de lo contrario también serán excluidas. Aún más, ningún ciudadano
estadounidense o nadie domiciliado en los Estados Unidos podrá trabajar para
compañías sancionadas o en la lista sin verificar, ni siquiera para mantener o
reparar equipos entregados con anterioridad.
Actualmente el
tamaño de la industria global de los semiconductores es de más de 500 mil millones de
dólares y es probable que para 2030 se duplique hasta un billón. Según un
informe de la Asociación de la Industria de los Semiconductores y el Boston
Consulting Group de 2020 (“Cambiando la marea para la
fabricación de semiconductores en Estados Unidos”) se espera que
China llegue a dar cuenta del 40% del crecimiento de la industria en 2030,
desplazando a los Estados Unidos como el líder global. Este es el
desencadenante inmediato para las sanciones y su intento de frenar a la
industria china quitándole el liderazgo a los Estados Unidos y sus aliados.
Mientras que las medidas mencionadas más arriba tienen la intención de
aislar a China y limitar su crecimiento, hay una desventaja para los Estados
Unidos y sus aliados al sancionar al país asiático.
El problema
para los Estados Unidos –aún más para Taiwán y Corea del Sur– es que China
es su mayor socio comercial.
Imponer este tipo de sanciones a equipos y chips también significa destruir una
buena parte de su propio mercado sin perspectivas de un reemplazo inmediato.
Esto es cierto no solo para los vecinos de China en el este asiático sino
también para fabricantes como la compañía holandesa ASML, el único proveedor
del mundo de máquinas de litografía de ultravioleta extrema (EUV) que produce
los chips más recientes. Para Taiwán y Corea del Sur, China no solo es el destino de exportación más
grande para su industria de semiconductores, como también de
otras industrias, sino que además es uno de sus mayores abastecedores de una
gama de productos. Es probable que la separación forzada de China de la cadena
de suministros venga también acompañada de la ruptura con otros sectores.
También es
probable que las empresas estadounidenses reciban un golpe a sus balances,
incluyendo fabricantes de equipos como Lam Research Corporation, Applied
Materials y KLA Corporation; las herramientas de diseño automático electrónico
(EDA, por sus siglas en inglés) como Synopsys y Cadence; y proveedores de chips
avanzados como Qualcomm, Nvidia y AMD. China es el mayor destino para todas
estas compañías. El problema para los Estados Unidos es que China no sólo es la
parte del mundo con mayor crecimiento de su industria de semiconductores, sino
que también es su mercado más grande. Así que las últimas sanciones no sólo
perjudican a las empresas chinas en la lista, sino también a las firmas de semiconductores estadounidenses,
secando una parte importante de sus ganancias y, por lo tanto, su futuro en
inversiones para investigación y desarrollo en tecnología. Algunos de los
recursos para inversiones provendrán del Gobierno estadounidense –por
ejemplo, el subsidio de 52,7 mil millones
de dólares para la fabricación de chips– pero no son comparables con
las pérdidas en su industria que sufrirá como resultado de las sanciones a
China. Por todo esto, la industria de semiconductores ha sugerido sanciones
más limitadas constriñendo su objetivo a
la industrias de defensa y seguridad chinas, no con las sanciones amplias que
ahora introdujo Washington: el escarpelo en vez del martillo.
El proceso de separar el régimen de sanciones y la cadena de suministros
global no es un concepto nuevo. Los Estados Unidos y sus aliados tuvieron una política similar
con la Unión Soviética durante y después de la Guerra Fría, vía el Comité
Coordinador para el Control Multilateral de las Exportaciones (COCOM, por sus
siglas en inglés) (reemplazado en 1996 por el Acuerdo de Wassenaar), el Grupo de
Abastecedores Nucleares, el Régimen Tecnológico de Control de Misiles y otros
centros de la misma naturaleza. En esencia, fueron regímenes de denegación
tecnológica que se aplicaron a cualquier país que los Estados Unidos
considerase “enemigo”, con sus aliados siguiendo –entonces y ahora– lo que
dictase Washington. Los objetivos en la lista de prohibición de exportación no
sólo fueron los productos específicos sino también las herramientas que
pudieran ser empleadas para fabricarlos. No únicamente en los países del bloque
socialista sino también en otros que también, como India, fueron excluidos de
acceder a tecnología avanzada, incluyendo supercomputadores, materiales
avanzados y herramientas para maquinaria de precisión. Bajo esta política, el
equipo crítico que India requería para sus industrias espacial y nuclear fueron
puestas bajo completa prohibición. Aunque el Acuerdo de Wassenaar todavía
existe, con países incluso como Rusia e India ahora dentro del ámbito del
Acuerdo, no representa una amenaza. La verdadera amenaza proviene de
enfrentarse con el régimen de sanciones estadounidenses y la interpretación de
sus leyes suplantando a la legislación internacional, incluyendo las reglas de
la OMC.
La ventaja que
tuvieron antes los Estados Unidos y sus aliados militares dentro de la
Organización del Tratado para el Atlántico Norte (la Organización del Tratado
del Sureste Asiático, y la Organización del Tratado Central) fue que EEUU y sus
aliados europeos eran los mayores fabricantes del mundo. Estados Unidos también
controló los hidrocarburos de Asia occidental (petróleo y gas), un recurso
vital para todas las actividades económicas. La actual guerra del chip contra
China está siendo librada en un momento en el que China se ha convertido en el
mayor centro manufacturero del mundo y el mayor socio comercial del
70% de los países del mundo. Con la Organización de Países Exportadores de
Petróleo desobedeciendo los dictámenes de
los Estados Unidos, Washington ha perdido el control del mercado
energético global.
Así que, ¿por
qué los Estados Unidos comenzó esta guerra del chip contra China en un momento
en que sus posibilidades de ganar son limitadas? En el mejor de los casos,
puede aplazar el ascenso de China como potencia militar de primer orden y la
mayor economía del mundo. Una explicación yace en lo que algunos historiadores
militares llaman “la trampa de Tucídides”:
cuando un poder emergente rivaliza con un poder militar dominante, la mayoría
de este tipo de casos conducen a la guerra. Según el historiador ateniense
Tucídides, el ascenso de Atenas llevó a que Esparta, en el momento el poder
militar dominante, fuera a la guerra con ella, proceso que destruyó a ambas
ciudades-estados; por lo tanto, la trampa. Mientras tales alegatos han sido cuestionados por otros
historiadores, cuando un poder militar dominante enfrenta a otro en
ascenso, sí aumenta la posibilidad de una guerra bien sea física o económica.
¡Si la trampa de Tucídides entre China y Estados Unidos se restringe a una
guerra económica –la guerra del chip– deberíamos considerarnos afortunados!
Con la nueva
serie de sanciones estadounidenses, un tema queda claro: se acabó el mundo del
libre comercio neoliberal. Mientras más rápido otros países lo entiendan, mejor
será para su pueblo. Y la autosuficiencia no significa simplemente la falsa autosuficiencia de apoyar la
manufactura local, sino más bien crear los medios para desarrollar la
tecnología y el conocimiento para sostenerla y hacerla crecer.
Fuente: Globetrotter. Este
artículo ha sido producido en colaboración con Newsclick y Globetrotter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario