¿No a la
guerra…? ¿Pero a qué guerra?
DIARIO
OCTUBRE / marzo 7, 2022
Petri Rekabarren.—
Los y las vascas nos negamos a entrar en la OTAN pero el Estado español nos
metió a patadas en esa organización terrorista y ahora el gobierno que dice ser
el más «progresista» de la historia nos ha metido en la guerra que la OTAN ha
iniciado en Ucrania con las repúblicas populares del Donbass, que también es contra
la clase trabajadora ucraniana que rechaza el nazismo y el régimen corrupto
impuesto por un golpe de Estado organizado por el imperialismo, y contra Rusia
como primera frontera a destrozar para intentar llegar hasta China. Mientras
tanto, al proletariado, al pueblo trabajador, se le impone el pacifismo
absoluto como única forma lícita de responder a las injusticias que sufre cada
vez más.
Recientemente,
un editorial del diario El País se titulaba así: La legitimidad de las armas.
No hace falta explicar aquí cómo retuerce la historia y qué «legitimidad»
defiende: es «legítimo» armar a un régimen tirano impuesto por un golpe de
Estado dirigido por la CIA para que consiga por fin y tras ocho años de ataques
aplastar al pueblo del Donbass y hacer hincar la rodilla a Rusia para que,
derrotada, no se resista al saqueo de sus recursos por el imperialismo. Este es
uno de los cuatro frentes mundiales en los que el imperialismo está movilizando
sus fuerzas, siendo los otros tres: Taiwan para provocar a China, Irán y
Venezuela-Cuba, pero «la legitimidad de las armas» vale también para el resto
de la casi inacabable lista de pueblos bajo presiones de Occidente.
Lo
que ahora más nos interesa analizar es la belicosidad de la burguesía vasca y
el pacifismo de algunas izquierdas a la luz de la experiencia histórica, del
contexto y de la estrategia revolucionaria. La consiga abstracta «No a la
guerra» favorece objetivamente a la OTAN porque oculta el hecho de que ya
existía otra guerra anterior que continúa y continuará si no es parada por la
intervención militar rusa y por la independencia del Donbass: las repúblicas
populares del Donbass eran aterrorizadas con bombardeos indiscriminados durante
ocho años, el pueblo ucraniano sometido a un régimen corrupto y de extrema
derecha vendido a Estados Unidos y la OTAN, y Rusia y Bielorrusia cada vez más
amenazadas económica y militarmente por el imperialismo otanista.
Que
la burguesía vasca, integrada en la lógica imperialista franco-española, apoye
el rearme masivo de los nazis ucranianos enseña qué modelo socio-económico y
político quiere para Euskal Herria aunque no puede imponerlo del todo porque se
lo impide el pueblo trabajador: la derechización y la violencia crecientes de
sus fuerzas represivas en Vascongadas y Nafarroa, así como el peso de la
derecha en Iparralde, lo confirma. El pacifismo de las fuerzas soberanistas y
reformistas impide o retrasa la concienciación revolucionaria, facilita la
pasividad ante la explotación y pulveriza la ética humana reduciéndola a una
papilla insípida, inerme e inerte.
Nosotros
ni estamos ni debemos estar contra «todas» las guerras: apoyamos las guerras
defensivas de las clases y naciones explotadas, estamos a favor de las justas
resistencias populares contra las opresiones e injusticias que sufren las
clases trabajadoras, legitimamos el derecho y la necesidad de la resistencia,
de la rebelión y de la revolución. Las repúblicas populares del Donbass tienen
el derecho de defenderse, más aún, tienen la necesidad de defenderse con
cualquier medio que estimen conveniente contra el terror ucraniano, contra su
lengua y cultura, contra bombardeos indiscriminados, atentados selectivos, guerra
económica permanente, mentira y manipulación sistemática… Esos y todos los
pueblos agredidos tienen la necesidad y el derecho de recibir ayuda solidaria
internacional, pero los nazis y contrarrevolucionarios no tienen en absoluto el
derecho a asesinar y a recibir ayudas para que sigan asesinando.
Sin
mayores precisiones ahora, asumimos el derecho de Rusia, Bielorrusia,
Nicaragua, Siria, Venezuela, Argelia, Corea del Norte, México, Cuba, Palestina,
Sáhara, Vietnam, Perú, China, Bolivia, Líbano, Kazajistán, Armenia, Irán,
Honduras, Yemen, Irak, Mali…, todos ellos pueblos con Estado propio, para
defenderse como crean necesario de ataques y amenazas exteriores y sus
respectivas formas de agresión interna, de golpes militares, de provocaciones
de toda índole, etc., organizadas por el imperialismo. Sobre todo asumimos la
dialéctica entre derecho a la resistencia y necesidad de la resistencia para
las naciones oprimidas a las que se les impide por la fuerza de las armas tener
un Estado propio que garantice su independencia.
La
burguesía borra la historia, tergiversa, falsea y descontextualiza las
agresiones permanentes contra el Donbass y la multiplicación de sus amenazas
contra Rusia y antes contra la URSS. No puede permitir que se conozca que la
razón de sus crímenes no es otra que aumentar su capital a costa de estos
pueblos. Además, les responsabiliza de los efectos terribles que esa prolongada
estrategia está provocando en el agravamiento de la crisis mundial: la
carestía, la inflación, el desabastecimiento creciente, el desempleo… no son
debidos a una crisis que se arrastra desde 2007 provocada por la codicia del
capital, sino a la resistencia del Donbass y ejercicio de Rusia del derecho de
ayudarle y de defenderse a sí misma. Por lo tanto, dice la burguesía, hay que
suprimir esos derechos, hay que seguir oprimiendo al Donbass y hay que obligar
a rendirse a Rusia. Así están anunciando lo que nos espera si incrementamos
nuestras movilizaciones y luchas para reconquistar los derechos que nos están
arrebatando desde hace años.
El
reformismo, el soberanismo «transformador», cierra ojos y oídos e intenta
convencernos de que la diplomacia, la paz y los acuerdos en base a la
legislación vigente es la única alternativa en este y en todos los demás
«problemas», como si la opresión de los derechos fuera un mero «problema», y
ocultando sobre todo que esa ley es la impuesta por el opresor para servirle a
él. De esta forma, el reformismo se posiciona objetivamente en la defensa del
capital, del imperialismo, de la OTAN. Independientemente de sus ilusiones y
fantasías subjetivas, es un pilar del sistema como se aprecia en su apoyo al
gobierno belicista español, que ha implementado el mayor gasto militar desde la
llamada transición, que es el gobierno de la Unión Europea que más gasta en
fuerzas represivas, que recorta derechos elementales, que es una pieza clave de
la OTAN… Defensa de este gobierno y por tanto defensa del Estado español tanto
más dañina para el pueblo cuanto que, además, este debe renunciar al derecho
sacrosanto e inalienable a la rebelión contra la injusticia.
Nuestro
SÍ contundente a la justa guerra defensiva de los pueblos va más allá que la
simplona consigna de «OTAN no. Bases fuera» porque no va a la raíz del
problema: las bases de la OTAN no pueden irse a ningún lado porque el Estado
español es en sí mismo una base de la OTAN y porque el gobierno del Estado
español es solo el despachito dentro de la base otánica para comunicar a los
súbditos de su Majestad las órdenes provenientes del Pentágono o de cualquier
cabo del ejército yanqui. «OTAN no. Bases fuera» solo tiene sentido si se
transforma en «España no. España fuera».
Nos
enfrentamos, por tanto, a una tarea dura, prolongada, peligrosa pero necesaria
en su sentido pleno, es decir, de necesidad de practicar el derecho elemental a
la libertad y a la vida. Mientras exista la OTAN y unida a ella la monarquía
militar inherente al Estado español, no seremos libres y estará en peligro
nuestra vida. Ahora bien, superar esta necesidad vital, que por ello es más que
un simple derecho abstracto, nos exige una praxis comunista e independentista
que, por un lado, se base en las más recientes expresiones de la lucha de
clases y, por otra parte, integre las lecciones positivas y las victorias
obtenidas durante la larga lucha nacional de clase de nuestro pueblo y especial
en los últimos setenta años. Uno sin otro no se sostiene la praxis comunista.
Por
ejemplo, de cara a la intensificación de la lucha de clases en respuesta al
endurecimiento de la explotación, es necesario conocer mediante la práctica
sostenida en el tiempo la complejidad de las fracciones del proletariado vasco,
de sus niveles y ramificaciones que dan forma al pueblo trabajador en su
conjunto, y a la vez conocer las formas que adquiere el movimiento popular en
el capitalismo actual bajo la actual opresión nacional franco-española bajo la
dominación imperialista. Cualquier confusión o dogmatismo en estas y otras
cuestiones, resulta mortal.
De
entre los muchos problemas que se han agudizado recientemente y sobre todo
desde la intervención preventiva de Rusia en defensa del Donbass, adquieren más
relevancia aún los de la solidaridad internacionalista, los de defensa del
derecho a la rebelión y la denuncia teórica y ética del pacifismo y en especial
de la mitología de la «mujer pacífica», los del papel de la cultura y la prensa
en la guerra psicopolítica, los de la lucha contra el empobrecimiento y la
represión, los de prefigurar prácticas proto-socialistas de emancipación que
demuestren que el comunismo es una necesidad imperiosa y también un deseo
factible, etc. Es urgente avanzar en estas reflexiones y en estas prácticas.
Avancemos.
Petri Rekabarren Euskal
Herria, 6 de marzo de 2022
FUENTE: boltxe.eus
No hay comentarios:
Publicar un comentario