Las
informaciones sobre las conversaciones bilaterales sostenidas en Ginebra entre
Rusia, Estados Unidos y la OTAN no dan cabida por ahora al optimismo sobre un
posible entendimiento. Y la propaganda mediática oculta y falsea la realidad.
Rusia-EE.UU: quién amenaza a quién
El Viejo Topo
20 enero, 2022
Si uno se deja
llevar por la alharaca de los medios hegemónicos imperialistas, llega a la
conclusión de que las tropas rusas están a punto de ocupar Ucrania y plantar en
el corazón de Kiev la bandera de las franjas blanca, azul y roja. Y hasta puede
imaginar, que como ocurrió con la Alemania nazi ante el contragolpe soviético,
sus divisiones motorizadas estén calentando los motores para repetir lo mismo
en Europa. Si hace años podíamos hablar con rigor de una histeria
anticomunista, hoy podemos hacerlo por igual de una rusofobia, que considera al
Kremlin como una grave amenaza para la civilización occidental. A ese
extremo ha llegado la catarata de mentiras, calumnias y especulaciones, casi
siempre sin fundamento, que se tejen sobre la política exterior e interna de la
Federación Rusa. En efecto, todo indica que Moscú ha concentrado un fuerte
dispositivo militar en la frontera con Ucrania, pero a la vez no se ha cansado
de asegurar, por boca del propio presidente Vladimir Putin, del canciller
Serguei Lavrov y de otros diplomáticos importantes que no se propone invadir
Ucrania. En otras palabras, las unidades militares de la potencia eslava están
en la frontera entre los dos países con otros objetivos. No es difícil suponer
que constituyen una baza negociadora ante EU en vista de la constante expansión
de la OTAN hacia Rusia y una herramienta de disuasión ante la agresiva
presencia de tropas ucranias en el este de ese país con asesores y armamento
enviados por EU y otros países de la OTAN en violación de los acuerdos de
Minsk. Mucho más cuando entran en una etapa muy importante las negociaciones de
Moscú con Washington, la OTAN y la Unión Europea sobre garantías de seguridad
para Rusia y ésta busca distender la situación político-militar con los aliados
occidentales.
La realidad es
muy distinta del ruido mediático imperial y un examen sereno de los hechos así
lo confirma. Tras la pantalla de la OTAN, Estados Unidos no ha hecho otra cosa
que extenderse militarmente hacia el este desde el derrumbe soviético (1991),
incluidas agresiones militares. Contrariamente a lo prometido verbalmente por
el entonces presidente de EU George H.W. Bush y su secretario de Estado James
Baker a Mijail Gorvachov, de que la OTAN no se expandiría en dirección a las
fronteras de Rusia, también asegurado a éste por el canciller alemán de la
época, Helmut Kohl. Resulta que no sólo no ha parado de crecer en ese rumbo,
sino que ya en 2004 incorporó a su membresía a los tres países bálticos ex
soviéticos fronterizos con Rusia: Estonia, Letonia y Lituania, donde, al igual
que en Polonia, mantiene permanentemente misiones de combate.
Cuatro años
después de la disolución de la URSS, EU, con bandera de la OTAN, bombardeó las
posiciones serbias en Bosnia durante la guerra de Kosovo y, no conforme con
ello, procedió a la secesión del enclave, de un enorme simbolismo para Rusia y
los pueblos eslavos en general. En 1995 llevó a cabo una criminal campaña aérea
contra la ex Yugoslavia y cuatro años más tarde sumó como miembros a Hungría,
Polonia y República Checa. A lo que siguieron los ingresos de Bulgaria,
Eslovaquia y Eslovenia. En resumidas cuentas, incumpliendo la palabra dada a
Gorvachov por EU, todos los países del ex campo socialista europeo, los
integrantes –excepto Serbia– de la ex Yugoslavia y tres repúblicas ex soviéticas
engrosaron las filas de la OTAN luego del colapso soviético. A ello deben
añadirse las revoluciones de colores y provocaciones en el área ex soviética.
Entre ellas, la provocación antirrusa montada por EU e Israel en 2008 al armar
y empujar a Georgia contra las tropas de paz de Moscú en Osetia del Sur, que
llevó a un duro contragolpe del Kremlim. También, sumamente grave y preludio de
la extraordinaria tensión existente hoy entre Rusia y EU, el golpe de Estado,
con muy activa participación de formaciones paramilitares neofascistas, contra
el presidente electo de Ucrania, Víctor Yanukovich (2013), favorable a una
relación amistosa con Rusia, que condujo a reintegrar a Crimea a la potencia
eslava. Durante el golpe y las manifestaciones del llamado Euromaidan, animaban
los disturbios en Kiev la entonces y ahora subsecretaria de Estado de EU,
Victoria Nuland –asociada de George Soros–, y el difunto senador estadounidense
John MacCain.
El año pasado
publiqué en estas páginas un artículo en dos partes titulado ¿Nueva guerra
fría? ( La Jornada, 1º y 8 de abril). Pero hoy, ante la escalada
antirusa –y también, antichina– que presenciamos, no me cabe duda de que
procede usarlo de modo afirmativo. El informe ante los medios, tanto de los
voceros rusos como estadunidenses sobre las conversaciones bilaterales
sostenidas en Ginebra el 10 de enero y las declaraciones del viceministro ruso
Alexandr Grushko sobre la reunión Rusia y OTAN dos días después no dan cabida
por ahora al optimismo sobre un posible entendimiento.
Fuente: La Jornada.org.
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