La
desertificación está dejando la Tierra estéril, pero hay una solución que todavía
está a nuestro alcance
Por
Rebelion
05/01/2022
Fuentes: The Guardian [Imagen: En España aproximadamente un quinto de toda la tierra está en alto riesgo de desertificación. Fotografía: David Ramos/GettyImages]
Traducido por Eva Calleja
La
expansión de las tierras áridas está dejando a países enteros enfrentados a la
hambruna. Es hora de cambiar la manera en la que pensamos sobre la agricultura.
Este verano las olas de calor sin precedentes y los
dramáticos incendios en el sur de Europa y en el oeste norteamericano fueron duros
recordatorios de que la crisis climática está aquí. Pero mientras el
mundo se calienta, también hay una crisis más silenciosa y menos conocida
desarrollándose bajo nuestros pies. La desertificación, durante mucho
tiempo vista como una crisis que principalmente afecta a las naciones en desarrollo,
está llegando también a Europa y Norteamérica, a medida que las sequias cada
vez extremas tuestan los suelos ya degradados por las prácticas agrícolas y de
pastoreo convencionales.
En España, por ejemplo, aproximadamente
un quinto de toda la tierra está ahora en alto riesgo de
desertificación, como también lo está la tierra agrícola en Italia, Grecia y el oeste de Norteamérica.
La desertificación es un proceso que
convierte las tierras fértiles en tierras áridas debido a la interacción
entre los efectos de la actividad humana y los extremos climáticos.
La degradación del suelo es la disminución de su
capacidad para mantener cultivos y ganado, ya sea por la erosión de su capa
superficial fértil o por la pérdida de su capacidad de retener el agua, materia
orgánica rica en nutrientes y la vida que lo mantiene. Las praderas semiáridas
como el Sahel y las llanuras del oeste de Norteamérica son las más vulnerables
debido a que la perdida de la vegetación nativa resistente a las sequias puede
desencadenar una degradación rápida del suelo y una pérdida de
productividad agrícola.
Sin embargo, un clima cambiante no es la
única causa detrás de la desertificación.
Cómo tratamos la tierra, cómo cultivamos y pastoreamos, también importa. Los
suelos sanos y llenos de vida retienen mejor la humedad que cae sobre los
campos agrícolas.
La desertificación es un problema
creciente. Una auditoria de la UE de 2018 encontró que, solo en Europa, un área
dos veces la superficie de Portugal había entrado en un alto riesgo de desertificación en la década
anterior. En décadas recientes 13 estados de la EU se declararon afectados debido a que
la región mediterránea experimentó una expansión significativa de las tierras áridas (regiones con baja
pluviometría). Se estima que la degradación del suelo cuesta decenas de miles de millones de euros
al año en la UE, y sin embargo, la manera en la que los agricultores tratan el
suelo sigue prácticamente sin regular en ambos lados del Atlántico en lo que se
refiere a la salud del suelo.
La amenaza de desertificación y de la
degradación del suelo aumentará a medida que progresa la crisis
climática. Un informe de 2018 encontró que la
degradación de la tierra ya afecta al bienestar de al menos 3.2 miles de
millones de personas, más de un tercio de la humanidad. Entre 1982 y 2015 las
prácticas insostenibles de uso de la tierra ya desertificaron
un 6% de las tierras áridas del mundo. Globalmente, se
estima que el área de tierras áridas aumente en un 23% este siglo.
Ya se prevé que el aumento de temperatura
reducirá las cosechas de cultivos básicos como el trigo, el arroz, el maíz y la
soja en un 3-7% por cada 1ºC de aumento. En el
estado de Washington, por ejemplo, este año las cosechas de trigo han
disminuido a la mitad debido a una sequía
devastadora. Madagascar se enfrenta ahora a una hambruna provocada
por el cambio climático.
Pero no son solo las sequias las que
provocan el problema. Las prácticas agrícolas que degradan el suelo reducen la
resiliencia de los cultivos debido a que el empeoramiento de las condiciones
afecta las cosechas. Las tierras áridas son particularmente sensibles a la
degradación por el laboreo y
el sobrepastoreo. Si continua, la degradación del suelo aumentará
aún más la amenaza a la producción agrícola en regiones de las que la humanidad
depende para alimentarse.
Mirando atrás en la
historia, es claro que la desertificación y la degradación del suelo
no son problemas nuevos. Desde la llegada de la agricultura, la humanidad
ha degradado hasta un tercio de
la tierra potencialmente cultivable del mundo. Este patrón refleja tanto
una larga historia de erosión provocada por el arado, como la adopción más
reciente de prácticas agrícolas modernas que agotan la materia orgánica y
perturban los ecosistemas del suelo. Desafortunadamente, estamos
repitiendo el problema a escala global.
Las prácticas ahora convencionales de
cultivo y pastoreo que degradan el suelo dejan a los agricultores de todo el
mundo cada vez más dependientes de grandes cantidades de fertilizantes y
plaguicidas químicos. El declive de la salud del suelo debido al agotamiento
dela materia orgánica y de la vida del suelo es un problema crítico cada vez
más reconocido.
Según un informe de la
EU de 2015 vamos camino de degradar otra tercera parte de la
tierra cultivable global en el curso de este siglo. Estamos dejando la
tierra más frágil y a nuestros cultivos más vulnerables al mismo tiempo que el
cambio climático está creando presiones medioambientales sin precedentes.
Para combatir y revertir la creciente
amenaza de desertificación y degradación de los suelos necesitamos reducir las
emisiones de carbono y cambiar la manera en la que cultivamos. No tenemos
que reaprender lecciones de las sociedades pasadas que degradaron sus
suelos. Pero para evitar su suerte necesitamos reorientar nuestra
agricultura en torno a prácticas de cultivo y pastoreo que regeneren la salud
del suelo.
Hace varios años, visité y escribí sobre
granjas y ranchos de todo el mundo que habían restaurado la fertilidad de
tierras antes degradadas. Vi como la agricultura y el pastoreo
regenerativo basado en prácticas de creación de suelos pueden
revertir su degradación, reconstruir la salud del suelo y hacer que
las granjas sean más resilientes ante fenómenos meteorológicos extremos,
mientras que se mantienen buenas cosechas. Pero se necesita reemplazar
las prácticas agrícolas convencionales que dependen de un laboreo intensivo y
del uso masivo de fertilizantes químicos por prácticas que priorizan la salud
del suelo.
Además de los intensos esfuerzos para
reducir las emisiones de carbono derivadas de los combustibles fósiles,
necesitamos un impulso global sostenido para reconstruir la salud de los suelos
agrícolas del mundo. Afortunadamente, esto último puede ayudar con
lo primero. Las prácticas agrícolas que crean suelos sanos convierten el
dióxido de carbono capturado de la atmosfera en materia orgánica para el suelo.
Mientras que el potencial de los suelos para secuestrar carbono sigue siendo intensamente
debatido, incluso las estimaciones más prudentes ayudarían
a ralentizar el cambio climático.
El suelo es el cimiento de la vida en la
Tierra. A medida que nos enfrentamos a un siglo con condiciones meteorológicas
cada vez más volátiles y con una población en aumento, lo necesitamos en
sus mejores condiciones para sustentarnos. La humanidad debe tomarse en serio
nuestra responsabilidad colectiva intergeneracional para conservar la salud y
la fertilidad de nuestra tierra, sin importar donde vivamos.
David
R. Montgomery es profesor de geomorfología en la Universidad de Washington, y
autor de Tierra: La erosión de la civilizaciones (Dirt: TheErosion of
Civilizations ) y Cultivando una revolución: Devolver la salud a nuestros
suelos (Gorwing a Revolution:Bringingoursoil back tolife).
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