La vicepresidenta Yolanda Díaz está obligada a ganar los debates de la reforma laboral y las pensiones y, en paralelo, construir una esperanza realista en un proyecto de país: programa, alianzas y fuerza política. Los desafíos son enormes.
¿Debería dejar Yolanda Díaz el Gobierno?
El Viejo Topo
22 noviembre, 2021
En política las
relaciones entre necesidades y expectativas son contradictorias y ambivalentes.
Yolanda Díaz conecta claramente con las necesidades de una parte de la
población que vive el presente y, sobre todo, el futuro con esperanza y -no hay
que olvidarlo- con mucho temor. Se puede decir que la expectativa que genera la
Ministra de Trabajo estará muy marcada por este conflicto entre esperanza y
miedo. Dicho de otra forma, el proyecto de esta dependerá de su
capacidad para construir una esperanza realista, social y política organizada.
No es poco. Tendrá que vencer enormes obstáculos internos y, no hay que
confundirse, externos.
El acto del
pasado día 13 ha dado de sí más de lo esperado, demostrando hasta qué punto las
gentes, nuestras gentes, reclaman unidad, pluralidad y, sobre todo,
programa. La clave la dio Yolanda: proyecto de país; es decir,
reconstruir el imaginario social, dar coherencia y homogeneidad a un sentido
común demasiado contradictorio y con importantes antagonismos internos. Lo que
dramáticamente está en juego es, nada más y nada menos, el horizonte de sentido
de las clases subalternas y específicamente de las y los trabajadores. En el
centro, ese mundo complejo y heterogéneo de los jóvenes. El objetivo es un
programa alternativo de país desde el punto de vista del mundo del trabajo.
Después de los
abrazos, de los reconocimientos y demás felicitaciones estamos obligados a
aterrizar en la realidad; es decir, asegurar la viabilidad de una esperanza que
venza al miedo. Lo primero que habría que tener en cuenta es que la
recuperación económica se está poniendo especialmente complicada; las cifras
que da el gobierno empiezan a no ser creíbles y la presión que ejerce la
Comisión Europea va rayando en lo inaceptable. Por mucho que se insista desde
UP, no hay cambio de paradigma; los fondos -escasos y tardíos- están claramente
condicionados políticamente. La imagen de una pinza entre la Comisión y su
representante en el gobierno, la ministra Calviño, contra Yolanda Díaz reflejan
muy bien la realidad. Por otro lado, el covid19 emite señales negativas en una
Europa en la que los conflictos migratorios se están convirtiendo en
político-militares.
No creo que sea
exagerado decir que el impulso reformista del gobierno se está agotando; mejor
dicho, está en cuestión. Cada vez que el fenómeno Díaz se hace más fuerte, la
preocupación del PSOE se incrementa. Esto significa que las negociaciones en el
gobierno serán cada vez más difíciles en un contexto en el que la presión de la
UE crece, la patronal y los poderes económicos se envalentonan y refuerzan y,
bueno es reconocerlo, con una situación económica que limita mucho los márgenes
de maniobra. Dicho con más claridad: el conflicto -toda unidad es
conflicto- se traslada a un espacio acotado y reservado como el Consejo de
ministros; es decir, el peor territorio posible para UP. Si
intervienes públicamente, desacreditas al gobierno y si te callas, acabas por
fortalecer al PSOE. Esto ya lo vivió Pablo Iglesias y al final no le quedó otra
que irse del gobierno y hasta de la política.
Esperanza y
temor. Las encuestas, sus tendencias básicas, nos dicen que las derechas pueden
ganar y que Vox está en un proceso de construcción, de
movilización y de ampliación de espacios electorales. La izquierda está estancada
y el PSOE, a pesar de los esfuerzos de Pedro Sánchez, no se recupera. Empieza a
haber una asimetría entre la expectativa que genera la vicepresidenta segunda y
los votos de UP que marcan las encuestas, asimetría que hemos conocido en otras
épocas. Las encuestas evidencian un humor social muy contradictorio en las que
la rabia y la frustración conviven con una potente aspiración a que la crisis
acabe y que volvamos a la normalidad. Este juego tiene un tiempo limitado y al
final se impondrá una u otra tendencia. Lo que falta en la izquierda es
una esperanza posible, realista, que pueda afrontar unos riesgos sociales
que, de una u otra forma, están en la conciencia colectiva. Ese es el
territorio de Yolanda Díaz.
El gobierno
entra en un proceso difícil y extremadamente contradictorio. Las derechas van a
continuar con una política de acoso y derribo contra una coalición que da
señales de agotamiento y un escenario internacional marcado por una fortísima
crisis de oferta, el incremento de la inflación y el miedo a la subida del tipo
de interés por los bancos centrales. El PSOE no acaba de encontrar una táctica
adecuada y actúa contradictoriamente. Su aspiración es la de siempre, volver
a ser el partido del régimen; conforme la situación económica se hace más
difícil, tiene menos capacidad de maniobra para satisfacer a la vez a los
poderes económicos (apoyados siempre por la UE) y las demandas de los
sindicatos de clase y los movimientos sociales. No es casualidad que sean la
reforma laboral y las pensiones el centro del conflicto en el
gobierno. Lo menos que se puede decir es que las presiones sobre Pedro Sánchez
son enormes y que esta vez está obligado a definirse.
El proyecto que
encabeza Yolanda Díaz, hay que insistir, tiene un tiempo fechado. La dialéctica
entre expectativa y necesidades tiene límites mediados siempre por la coyuntura
política. No se puede eternizar en el tiempo ni quedarse solo en gestos. No es
la primera vez que una situación política dada cambia expectativas y arruina
proyectos, mucho más en un mundo en el que los medios tienen una influencia tan
determinante como ahora. La vicepresidenta está obligada a ganar los
debates de la reforma laboral y las pensiones y, en paralelo, construir un
proyecto; es decir, programa, alianzas sociales y electorales y fuerza política.
Los desafíos son enormes y los dilemas estratégicos, determinantes. La pregunta
es si es compatible ser vicepresidenta de un gobierno en estas específicas
condiciones y ser la cabeza visible de un proyecto que requiere dedicación,
tiempo y una fuerte autonomía del PSOE.
Artículo publicado originalmente en Nortes.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario