La COP26 crea el mercado
mundial del fuego y se lo ofrece a los pirómanos capitalistas a costa del
pueblo
Por Daniel Tanuro
Rebelion / España
22/11/2021
Fuentes: A
l'encontre
La Conferencia
de Glasgow (COP26) debería haber dado prioridad a:
– Concretar la
promesa de los países desarrollados de aportar al Fondo Verde
para el Clima, a partir de 2020, al menos cien mil millones de dólares al año
para ayudar al Sur global a hacer frente al desafío climático [1].
– Obligar a estos
mismos países a intervenir financieramente para cubrir las enormes pérdidas
y daños causados por el calentamiento, especialmente en los países
menos desarrollados y los pequeños estados insulares
– Incrementar las ambiciones climáticas de los
gobiernos para alcanzar el objetivo de la COP21 (París, 2015) de «mantener el
aumento de la temperatura muy por debajo de los 2°C, al tiempo que se continúa
con los esfuerzos para no superar los 1,5°C en comparación con el periodo
preindustrial».
El balance es
inapelable: sobre el papel, Glasgow clarifica el ambiguo objetivo de París
haciéndolo más radical (ahora el objetivo es 1,5°C) y menciona la
responsabilidad de los combustibles fósiles; pero en la práctica, la
Conferencia no ha definido ninguna medida para detener la catástrofe.
Un «paso en la
dirección correcta», dijeron algunos. Nada de eso: obsesionados con la
recuperación neoliberal postcovid y sus rivalidades geoestratégicas, los amos
del mundo decidieron:
– aplazar la
promesa de cien mil millones para el Fondo Verde;
– decir niet a
las compensaciones por «pérdidas y daños»;
– dejar el
campo casi completamente libre a los combustibles fósiles;
– considerar la
estabilización climática como un mercado de «compensaciones de carbono» y
tecnologías;
– dotar a este
mercado de un mecanismo global de comercio de «derechos de contaminación»;
– por último,
confiar la gestión de este mercado a las finanzas… cuyas inversiones y estilos
de vida son la causa fundamental del calentamiento global.
El informe especial sobre 1,5°C, una bomba con consecuencias para la AIE
El Informe
Especial del IPCC sobre 1,5°C (2019) había demostrado la imperiosa necesidad de
mantenerse por debajo de 1,5°C [2].
Se habían subestimado los peligros del calentamiento. Más allá de 1,5°C, las
cascadas de retroalimentación positiva amenazan con llevar a la Tierra a un
régimen de planeta invernadero [3].
Esto tendría consecuencias nefastas (entre ellas, una subida del nivel del mar
de 13 metros o más). La temperatura media de la superficie ha aumentado entre
1,1 y 1,2°C en comparación con la era preindustrial. Al ritmo actual, la marca
de 1,5°C se superará en 2030… Conclusión: las emisiones globales netas de
CO2 deberían reducirse al menos en un 50% antes de 2030, en un
100% antes de 2050 y llegar a ser negativas en la segunda mitad del siglo.
El informe cayó
como una bomba. Los dirigentes de la clase capitalista no pueden seguir
escondiendo la cabeza bajo tierra. Los que tienen un mínimo de cerebro tienen
que admitir que el calentamiento global puede escapar a todo control hasta el
punto de poner en peligro su sistema. En este contexto, incluso cuando es impulsada
por neoliberales como Boris Johnson, una política capitalista que dice estar
«basada en la mejor ciencia», no podía mantener la ambigüedad [entre 1,5℃ y 2℃] del acuerdo
de París. La presidencia británica de la COP26 propuso que se definiera el
objetivo máximo en 1,5°C, lo que fue ratificado por la conferencia.
El IPCC es explícito: la quema de combustibles fósiles
desempeña un papel fundamental en el calentamiento. Por ello, la onda de choque
del informe sobre los 1,5°C se dejó sentir incluso en la Agencia Internacional
de la Energía (AIE). En 2021, esta agencia publicó un informe en el que se
afirma claramente que la «neutralidad en carbono» en 2050 requiere medidas
drásticas a muy corto plazo: prohibir, a partir de 2021, el desarrollo de
nuevos yacimientos de petróleo y gas, así como la apertura de nuevas minas de
carbón o la ampliación de las existentes y la autorización de la construcción
de nuevas centrales eléctricas de carbón. También plantea el abandono del
carbón a partir de 2030 en las economías avanzadas y el cierre
de todas las centrales eléctricas de carbón y petróleo del mundo a partir de
2040… [4]
Este informe
también cayó como una bomba. La Agencia siempre había desarrollado una visión
muy progresiva de la transición. De repente, ahora aboga por un
cambio radical hacia un capitalismo verde organizado en torno
a las energías renovables. De ese modo, al igual que no podía mantener la
ambigüedad de París, la cumbre de Glasgow no podía seguir ocultando la
responsabilidad de los fósiles. ¡Esta cuestión jamás se había tratado en todas
las COP celebradas desde 1992 por la presión ejercida por el sector energético
y de los grandes usuarios! Este silencio ya no se podía mantener. La
Presidencia británica presentó a los delegados un proyecto de declaración en el
que se pide a las partes que «aceleren la eliminación del carbón y el fin de
las subvenciones a los combustibles fósiles». Más adelante se mostrará cómo se
neutralizó esta fórmula, aunque la mención a los fósiles se mantiene en la
versión final.
Reducir el desfase, un reto más difícil cada año
El acuerdo de
París abrió una gran brecha entre el objetivo («mantener el aumento de la
temperatura muy por debajo del etc.») y los planes climáticos nacionales, o
«Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional» (NDC). Sobre la base de estos
planes nacionales, el IPCC proyectó un aumento de la temperatura de unos 3,5°C
para 2100. Para reducir el desfase (o «brecha de emisiones»), la COP21 adoptó
el principio de revisar los planes cada cinco años, para «incrementar la
ambición».
En septiembre
de 2020, la brecha, tomando en cuenta todos los gases, se estima entre 23 y 27
Gt de CO2 equivalentes [5].
Esta brecha debe eliminarse imperativamente antes de 2030 para mantenerse por
debajo de 1,5°C. Por tanto, las emisiones globales deben reducirse a la mitad.
Con la cumbre de 2020 cancelada (pandemia), los gobiernos decidieron hacer un
esfuerzo renovado para «incrementar las ambiciones» de cara Glasgow. El
resultado: entre 3,3 y 4,7 Gt de CO2 adicionales de reducción.
Sobre esta base, la red científica Climate Action Tracker prevé un calentamiento
de +2,4°C (rango: +1,9 a +3°C)[6].
Johann
Rockström, director del Instituto de Potsdam, transmitió a la COP los diez
mensajes clave más recientes de la ciencia. El primero, que las emisiones
mundiales de CO2, por sí solas, deben reducirse cada año en 2Gt/año
(5%) de aquí a 2030 para tener una posibilidad sobre dos de mantenerse por
debajo de 1,5°C, y en 4Gt/año (10%) para tener dos posibilidades sobre tres de
mantenerse por debajo de 1,5°C. Se requiere una reducción similar para el
metano y el óxido nitroso[7].
No hay esperanza de conseguirlo con un ritmo de revisión quinquenal de los
planes nacionales. Por ello, Glasgow decidió pasar a un ritmo anual. Visto de
lejos, esto parece dejar una pequeña posibilidad de éxito. Visto de cerca, es
una ilusión.
En primer
lugar, hay que tener en cuenta la justicia climática. Las reducciones del 5% y
del 10% son objetivos globales, que deben modularse para tener en cuenta
las responsabilidades diferenciadas de los países. Rockström
presentó la evaluación más reciente de esta cuestión: el 1% más rico de la
población mundial debe dividir sus emisiones por treinta, mientras que el 50%
más pobre puede multiplicarlas por tres. Esto demuestra claramente que el clima
es una cuestión de clase, una cuestión importante en el conflicto entre una
minoría poseedora y la mayoría desposeída.
En segundo
lugar, una reducción lineal de 2 ó 4 Gt/año en términos matemáticos no es, en
absoluto, lineal en términos económicos, sociales y políticos. Cuanto más se
reduzcan las emisiones (o se intenten reducir), y cuanto más corto sea el
plazo, más chocará la reducción de emisiones con las exigencias capitalistas de
crecimiento y beneficio. Esto es muy concreto: en el sector energético, la
patronal está frenando las inversiones en combustibles fósiles, para limitar
los activos devaluados [stranded assests]. Como los
combustibles fósiles cubren más del 80% de las necesidades, un pico de
suministro de energía precederá probablemente al pico de demanda. Mientras
tanto, los precios son altos[8],
lo que es bueno para las empresas de combustibles fósiles, pero alimenta la
inflación, frustra la recuperación postcovid y pesa mucho sobre las clases
trabajadoras. Éstas pueden luchar o votar a los nacional-populistas. Ambas
opciones frustran la estabilidad. Para calmar los precios y evitar la escasez
habría que impulsar la producción de combustibles fósiles. China lo ha hecho
con el carbón y Biden ha pedido (sin éxito) a Arabia Saudí y Rusia que lo hagan
con el petróleo. Pero potenciar los combustibles fósiles = potenciar las
emisiones…. Es la cuadratura del círculo.
Una contradicción insuperable, una fuente de caos
China y Estados
Unidos han emitido una declaración conjunta en la COP. No servirá de nada para
salir del atolladero. Se trata principalmente de una declaración para guardar
las apariencias. Las dos grandes potencias tienen interés en presentarse juntas
como garantes de la estabilidad del mundo y de su clima. Quizá intenten
colaborar en algún aspecto parcial de la política climática (¿emisiones de
metano?). Pero las tensiones subyacentes son muy fuertes y tienden a agravar
los conflictos. En Estados Unidos, la mayoría demócrata pende de un hilo:
Manchin [el senador demócrata que frena la lucha contra el cambio climático],
un fiel amigo del carbón. Los republicanos han ganado las elecciones en
Virginia, esperan ganar las elecciones de mitad de mandato y están haciendo
campaña contra la subida del precio de los combustibles. ¡Su victoria cambiaría
muchas cosas!. En China, la estabilidad de la burocracia depende del progreso
del nivel de vida medio, por un lado, y de la exaltación nacionalista, por
otro. La reactivación del carbón no impide la subida del precio del petróleo.
Hay muchas razones para que Pekín siga replegándose para dentro y acelerando
sus planes de recuperación de Taiwán. Todo esto es muy inestable.
Se mire por
donde se mire, el problema choca con la imposibilidad de la transición
energética capitalista: no se puede reactivar una economía de crecimiento
basada en un 80% en combustibles fósiles y al mismo tiempo sustituir los
combustibles fósiles por renovables y reducir drásticamente las emisiones a muy
corto plazo. Es físicamente imposible. O reducimos la producción para lograr la
transición, o sacrificamos la transición por el crecimiento del PIB. Sin
embargo, «el capitalismo sin crecimiento es una contradicción» (Schumpeter).
Conclusión: la contradicción es insoluble, salvo mediante un cambio sistémico
revolucionario. Mientras esta posibilidad histórica no se convierta en una
posibilidad concreta, la contradicción se agravará con cada intento de reducir
las emisiones.
Cada
capitalista intenta trasladar la responsabilidad a sus competidores y a los
trabajadores. Cada clase capitalista utiliza su Estado para trasladar la
responsabilidad a los Estados rivales y a las clases trabajadoras. Y los
Estados más contaminantes son los Estados imperialistas que dominan a los más
pobres. En consecuencia, la crisis ecológica/climática se combinará con graves
convulsiones económicas, sociales y políticas (e incluso militares) en torno a
los siguientes ejes:
–
Profundización de las tensiones sociales que conduzcan a una importante crisis
de legitimidad del poder, a la inestabilidad política y a una mayor tendencia
al autoritarismo;
– políticas
neocoloniales de creciente brutalidad hacia los pueblos del Sur, especialmente
hacia las personas migrantes y, sobre todo, las mujeres;
– una rivalidad
más aguda entre los capitalistas y entre los Estados capitalistas; y en
particular,
– las
crecientes tensiones geoestratégicas entre Estados Unidos y China.
Creer que un
contexto así propiciaría la aplicación anual de acuerdos climáticos que estén a
la altura del desafío es creer en los Reyes Magos.
Una regulación estatal podría ahorrar tiempo, pero…
Insistamos en
este punto: no hay solución estructural sin una disminución global de la
producción, el consumo y el transporte, modulada en base al respeto a la
justicia social. Es imperativo producir menos, transportar menos,
consumir menos y compartir más. Es indispensable compartir la riqueza y
el tiempo de trabajo necesario [9].
Por tanto, una política de regulación capitalista, con un mayor papel del
Estado, no es una alternativa a la crisis, si bien podría aliviar la
dificultad. Pero aquí hay una segunda contradicción: el capital no quiere esta
política.
El Protocolo de
Montreal sobre la protección de la capa de ozono es un ejemplo de regulación
eficaz. Firmado en 1987 y aplicado dos años después, planificó el fin de la
producción y el uso de los CFC (clorofluorocarbonos), adoptó un calendario y
creó un fondo mundial (financiado por los países ricos) para ayudar al
Sur [10].
Veinte años más tarde, las emisiones habían disminuido en un 80%
aproximadamente, y la Organización Meteorológica Mundial observó que la capa de
ozono estratosférica empezaba a recuperarse [11].
Este precedente
podría inspirar la acción en el ámbito climático. Tanto más cuanto que existe
un precedente dentro del precedente (valga la redundancia): reunidas en Kigali
en 1996, las partes del Protocolo del Ozono decidieron eliminar también los HFC
(hidrofluorocarbonos). Después de Montreal, estos HFC han sustituido a los CFC.
No destruyen la capa de ozono, pero, al igual que los CFC, tienen un poder de
radiación [12] más
de mil veces superior al del CO2. El aumento de las emisiones de HFC
corre el riesgo de anular el beneficio climático que fue un resultado indirecto
del Protocolo del Ozono. Al decidir poner fin a los HFC, los gobiernos hicieron
compatible la recuperación de la capa de ozono con la lucha contra el cambio
climático. El impacto sobre el calentamiento global no es enorme: en 2050,
Kigali habrá reducido las emisiones de gases de efecto invernadero en 90 GtCO2eq
en comparación con las proyecciones, el equivalente a dos años de emisiones.
Pero dos años son importantes cuando cada año que pasa aumenta la probabilidad
de pasar de la catástrofe al cataclismo[13].
El mismo método
permitiría reducir rápidamente las emisiones de metano. El efecto invernadero
de este gas es mucho más potente que el del CO2[14] y
cada vez emitimos más. La reducción de las emisiones de los ecosistemas, de la
agricultura (especialmente los arrozales) y la ganadería no puede hacerse de un
plumazo. Pero eliminar las fugas de la red de gas, de los pozos de petróleo y
de las minas de carbón es relativamente fácil, no requiere cambios
estructurales en el sistema de producción y podría reducir el calentamiento en
0,5°C respecto a las proyecciones. No hace falta ningún avance tecnológico,
sólo obligar a las empresas a realizar las inversiones necesarias. Pero ahí es
precisamente donde radica el problema: no se puede obligar a los capitalistas,
sólo se les puede estimular mediante los mecanismos del mercado. Esta es
la doxa neoliberal consagrada en el Acuerdo de París. Veremos
que Glasgow descarta más que nunca su derogación.
Metano y deforestación, ¿a la búsqueda del tiempo perdido?
La prensa se ha
hecho eco del acuerdo sobre el metano. En la COP, más de 100 países
prometieron reducir sus emisiones en un 30% para 2030. De ser así, el
calentamiento en 2050 sería 0,2°C inferior al previsto (menos de la mitad del
potencial). Pero no se trata más que de una declaración de intenciones. No hay
cuotas por país, no hay financiación para los países del Sur, no hay sanciones
por incumplimiento… Estados Unidos, la UE y Canadá parecen dispuestos a actuar,
es cierto, y es fácil ver por qué: aparte de Trump, los líderes capitalistas
comienzan a tener pánico. Limitar el metano es una medida bastante fácil. Pero
queda mucho camino por recorrer: China y Rusia no han firmado el texto de
Glasgow. También es fácil entender por qué: son dos grandes emisores. Su
ausencia servirá obviamente de pretexto para que los capitalistas de otros
países se resistan. Por tanto, es dudoso que se les imponga nada. En su lugar,
se utilizarán incentivos e impuestos, con la esperanza de que el coste de la
inversión caiga por debajo del precio del gas ahorrado. Las clases trabajadoras
pagarán la factura.
La
deforestación plantea un dilema similar. Sería otra forma de recuperar parte
del tiempo perdido desde Río (1992), sin afectar a la estructura del aparato
productivo. En Glasgow, 131 países se comprometieron a invertir 12.000 millones
de dólares en un Compromiso de Financiación Forestal Global (GFFP). El objetivo
es «detener e invertir la pérdida de bosques» para 2030 [15].
Este compromiso es muy similar al realizado en Nueva York en 2014: acabar con
la deforestación para 2030, con una reducción del 50% para 2020. En 2015-2017,
¡la tasa de deforestación aumentó un 41%! Algunos se alegran porque el GFFP
está firmado por Brasil y Rusia, de modo que más del 90% de los bosques de la
Tierra están implicados. Pero esto no es garantía de eficacia. Tampoco es una
garantía de justicia para los pueblos indígenas, cuyos derechos y méritos
reconoce enfáticamente el GFFP, pero sólo de palabra.
En cuanto a la
eficacia, es importante tener en cuenta que la frase «detener e invertir la
pérdida de bosques» no es tan unívoca como parece. Para algunos, eliminar un
bosque NO es una «pérdida forestal»… si el terreno no se utiliza luego para
otras actividades económicos. Extraña dialéctica: se puede talar un bosque sin
«perderlo» si es para producir, en el monocultivo industrial, «créditos de
carbono», granulado, carbón vegetal o aceite de palma. Esta es la interpretación
de Indonesia. Alberga uno de los tres grandes macizos de selva tropical. Poco a
poco lo está arrasando para plantar palmeras. Había una moratoria, pero dos
meses antes de la COP, Yakarta se negó a prorrogarla. El representante de
Indonesia en Glasgow firmó «poner fin a la pérdida de bosques”, pero a
continuación dijo lo siguiente: «obligar a Indonesia a lograr la deforestación
cero para 2030 es del todo inapropiado e injusto» porque «el desarrollo no debe
detenerse en nombre de las emisiones de carbono o la deforestación». Detener
la pérdida de bosques, sí – detener la deforestación, no…
En cuanto a los pueblos indígenas, el caso de Brasil habla por sí mismo: ¿es
realmente necesario explicar por qué la firma del GFFP por el fascista
Bolsonaro, que ha declarado la guerra a la selva amazónica y a los pueblos que
la habitan, no tiene absolutamente ninguna credibilidad? [16]
Detrás de las promesas vacías, el poder soberano del Dios Mercado
El cielo de la
COP se llenó de acuerdos de este tipo: abandono del carbón, coches eléctricos,
cese de las inversiones transfronterizas en combustibles fósiles o cese de las
inversiones en combustibles fósiles en territorio nacional. Algunos países
incluso han anunciado con orgullo su intención de ecologizar su Defensa para
«reducir su huella ecológica, especialmente en el ámbito energético» [17].
Es una pena que a veces el ridículo no mate, a diferencia de los ejércitos.
Todos
estos acuerdos son promesas vacías. No son vinculantes, no
contienen medidas concretas ni compromisos de los países, ni sanciones por
incumplimiento. ¿Qué sentido tienen? Parte de la respuesta es que los gobiernos
están aprovechando el foco de atención de la COP para darse una imagen verde y
complacer a su opinión pública sin perjudicar los intereses de los
capitalistas… [18] Pero
esto nos lleva a una explicación de más calado: las promesas vacías están en
sintonía con la ideología neoliberal, que en última instancia sólo conoce un
responsable en la toma de decisiones: el Mercado, es decir, el beneficio, o
sea, una minoría de accionistas.
El carbón y otros fósiles, un mensaje muy claro
Las
tribulaciones para la aprobación del acuerdo de Glasgow sobre el carbón y otros
fósiles son muy esclarecedoras. Primera versión (¡inspirada en el informe de la
AIE!): la COP «pide a las Partes que aceleren el abandono del carbón y pongan
fin a las subvenciones a los combustibles fósiles». Segunda versión: la COP
«pide a las Partes que aceleren el desarrollo, el despliegue y la difusión de
tecnologías y la adopción de políticas para la transición a sistemas
energéticos con bajas emisiones de carbono, entre otras cosas, aumentando la
proporción de generación eléctrica limpia y acelerando el abandono gradual de
la generación eléctrica con carbón sin disminuir y la eliminación gradual de
las subvenciones a los combustibles fósiles ineficientes». El aire se vuelve
irrespirable, pero se sigue hablando de «salir» del carbón y «salir» de las
subvenciones a los combustibles fósiles. Tercera versión: tras una intervención
de la delegación india, en medio de la reunión de ratificación, se sustituye
«acelerar la salida» por «acelerar los esfuerzos hacia la reducción» [19].
Hay que
denunciar el papel del Gobierno de Modi. Pero es evidente que la India ha
actuado no sólo a favor de todo el planeta del carbón, sino también a favor de
todo el planeta fósil, y con el apoyo de todos los pistoleros capitalistas.
Había muchos de estos últimos en la COP para asegurar, como dijo un gran patrón
finlandés, que la conferencia «se centre en el crecimiento ecológico y no en la
regulación, la limitación y la fiscalidad»[20].
Técnicamente,
el alcance del artículo sobre los fósiles no es muy preciso. La «reducción de
emisiones» es una noción vaga. Según la OCDE, «la reducción se refiere a una
tecnología aplicada o a una medida adoptada para reducir la contaminación y/o
su impacto en el medio ambiente». Según el G7, «la generación de energía con
carbón sin reducción se refiere al uso de carbón que no está mitigado (sic) por
tecnologías que reducen las emisiones de CO2, como la captura y el
almacenamiento de carbono» [21].
Estas definiciones podrían abrir posibilidades más amplias para los
capitalistas que la carísima captura y almacenamiento de carbono (CAC). Por un
lado, la captura con uso (CCU), donde el CO2 de las plantas de
combustibles fósiles se utilizará en otras industrias para fabricar productos.
De la que el gas acabará saliendo… a veces muy rápidamente (por ejemplo, las
bebidas gaseosas). Por otro lado, si los gobiernos consideran la absorción de
CO2 por parte de los bosques como una reducción de las
emisiones (¡más adelante veremos que EE UU y la UE hacen precisamente esta
amalgama!), entonces la reducción podría consistir simplemente en… plantar
árboles.
Sin embargo,
desde el punto de vista político, el mensaje es claro. En esencia, los magnates
de la energía están diciendo lo siguiente a los gobiernos y a la gente:
– Dejen de
soñar con salir de los combustibles fósiles. Lo que cuenta es el desarrollo de
tecnologías verdes.
– No
interfieran impidiéndonos explotar nuestras minas de carbón y abrir otras
nuevas, ya somos bastante condescendientes aceptando sistemas para reducir el
impacto del CO2.
– No se
molesten en imponernos una proporción mínima de emisiones a reducir,
o un método de reducción en lugar de otro.
– Si realmente
quieren recortar las subvenciones a los combustibles fósiles, recorte las ineficientes,
que no contribuyen a crear plusvalía [22].
Este es el
mensaje que nuestros gobiernos ratificaron en Glasgow, sin ni
siquiera ser consultados sobre su contenido final. Es una verdadera acto de
fuerza de los [intereses] fósiles.
La fiebre hacia la neutralidad en carbono para 2050
El poder
soberano del mercado –es decir, el beneficio, es decir, los accionistas– se
expresa no sólo en los acuerdos, sino también en la prisa de los
gobiernos por lograr la «neutralidad en carbono para 2050» (también conocida
como «emisiones netas cero»). La Unión Europea, Estados Unidos, Sudáfrica,
Brasil, Rusia, Japón, Arabia Saudí…: todos han planteado una estrategia.
Cuanto más se acercaba Glasgow, más se multiplicaban las promesas de «carbono
neto cero para 2050″… y, además, esas promesas consistían en sustituir la
reducción de emisiones a corto plazo por hipotéticas absorciones de carbono a
largo plazo. Mientras gritaban a los cuatro vientos que aspiraban a la
«neutralidad en carbono» en 2050 [23],
algunos gobiernos entregaban un plan nacional de reducción sin cambios o
incluso inferior a la de 2015 [24].
Todo vale para crear confusión.
Climate Action
Tracker (CAT) puso las cosas en su sitio al distinguir entre las políticas
climáticas realmente aplicadas, los planes de reducción nacionales presentados,
las promesas hechas en la COP y las estrategias para la «neutralidad en carbono
para 2050» [25].
Como se ha dicho al principio de este artículo sobre la base de las políticas
aplicadas, el aumento medio de la temperatura será de 2,7°C en 2100 (rango: +2
a +3,6°C). El panorama no mejora con la incorporación de los acuerdos y
estrategias del «cero neto», sino todo lo contrario. En general, «ningún país
ha puesto en marcha suficientes políticas a corto plazo para situarse en una
trayectoria hacia el cero neto».
Esta conclusión
general puede desarrollarse de la siguiente manera:
– con los
objetivos de 2030, suponiendo que se cumplan, la proyección es de +2,4 (rango:
+1,9 a +3°C);
– con los
objetivos de 2030 y las promesas hechas durante la COP, suponiendo que se
cumplan, la proyección es de +2,1 (rango: +1,7 a +2,6°C);
– con la
promesa añadida de la «neutralidad en carbono» para 2050 («escenario
optimista», según el informe…) la proyección es de +1,8 (rango +1,5 a +2,4°C).
«Este escenario no es compatible con el Acuerdo de París» ya que «no descarta
un calentamiento de +2,4°C».
Climate Action
Tracker ha evaluado más a fondo las estrategias para una «neutralidad en
2050» [26].
Los investigadores eligieron diez parámetros y adoptaron un código de colores
(de bueno a malo: verde, ámbar, rojo). Conclusiones: las estrategias de Chile,
Costa Rica, Unión Europea y Reino Unido son aceptables; las de
Alemania, Canadá, Estados Unidos y Corea del Sur son mediocres; las
de Japón, China, Australia y Nueva Zelanda son pobres y todas
las demás son incompletas (sobre todo Brasil, Sudáfrica,
Rusia, Arabia Saudí…). Está claro que la mayoría de los gobiernos se han subido
al carro de la «neutralidad en carbono» para maquillarse de verde y pasar
desapercibidos en Glasgow.
Merece la pena
analizar la evaluación de las estrategias de los países desarrollados y de
China. La UE está en rojo en dos parámetros: el compromiso con la equidad sin
claridad y la no distinción entre eliminación y reducción de emisiones.
Alemania está dos veces en ámbar y tres en rojo: su «cero neto» no cuenta las
emisiones de la aviación y el transporte marítimo internacionales, y no excluye
la «compensación de carbono» fuera de las fronteras nacionales. Los mismos
puntos rojos para Estados Unidos, que también confunde absorción y reducción, y
cuyo compromiso con la equidad carece de claridad (¡no hay manera!). En cuanto
a China, está en rojo en 6 parámetros y en ámbar en otros 3.
Este análisis
confirma plenamente las denuncias de los ecosocialistas y otros activistas:
cuando no son inexistentes o completamente huecas, las estrategias de «carbono
neto cero para 2050» son incompletas y, en el mejor de los casos, profundamente
sesgadas. Toda esa palabrería sobre el «carbono cero neto» sólo ha servido para
aplazar hasta las calendas griegas el grueso de las 19 a 23 GtCO2eq
cuya eliminación en los próximos ocho años determinará si podemos evitar o no
superar los 1,5°C de calentamiento. Está claro que se trata de una estafa, y la
causa de esta estafa es clarísima: evitemos toda restricción, toda regulación,
toda planificación.
No decidamos nada, fundemos el Mercado que decidirá
El Vº Informe
de Evaluación del IPCC lo afirma explícitamente: «Los modelos climáticos
presuponen el pleno funcionamiento de los mercados y un comportamiento
competitivo de los mismos» [27].
Este supuesto presupone a su vez la creación de un mercado con instrumentos de
mercado. París, en su artículo 6, había adoptado el principio de un «Nuevo
Mecanismo de Mercado» para asumir los mecanismos globales del Protocolo de
Kioto. Una serie de conflictos intercapitalistas impidieron la realización de
este principio en la COP25 (Madrid), que fracasó en esta cuestión. Pero,
‘¡aleluya!, Glasgow llegó a un acuerdo. Todas las partes (Estados, regiones,
empresas) podrán comerciar con los derechos de contaminación. Estos pueden
generarse en cualquier lugar del planeta a través de inversiones limpias,
de plantaciones de árboles, conservando los bosques existentes, capturado y
secuestrando el CO2 (CCS) y capturado y usando el CO2 (CCU).
Algunos de los
conflictos a resolver: ¿cómo evitar el doble cómputo de los derechos de emisión
(por parte del vendedor y del comprador)?, ¿serán convertibles al nuevo sistema
los derechos generados en Kioto (la mayoría de estos derechos no corresponden a
reducciones reales de emisiones)?, ¿se gravará el comercio de derechos para ayudar
a los países del Sur global a hacer frente a las «pérdidas y daños» que están
sufriendo como consecuencia del calentamiento global? [28] No
hay espacio suficiente para examinar todo esto en detalle. En general, «los
mecanismos del artículo 6 crean tantas artimañas que podrían eliminar cualquier
oportunidad que quede para llevar al mundo a la senda de los 1,5°C» [29].
Puede que las decisiones tomadas por la COP no sean suficientes para evitar la
doble contabilidad. El compromiso alcanzado sobre los antiguos derechos -los
generados en 2013 y que después serán convertibles- es una victoria para los
mercaderes del aire caliente (“Hot air”, las falsas reducciones). Sobre todo,
en el Brasil de Bolsonaro, que tiene muchos.
El siguiente
paso será diseñar una lista de inversiones limpias generadoras de derechos. La
lista de la Unión Europea («Taxonomía», en la jerga) se fijará para finales de
año. Hay mucho en juego: la taxonomía allanará el camino de
las finanzas verdes. Pregunta en suspensión: ¿se incluirá la energía nuclear?
Definirla como energía sostenible sería un absoluto disparate.
Lo único sostenible de esta tecnología son los residuos con los que nadie sabe
qué hacer. Contaminará el medio ambiente durante decenas de miles de años o
más. Pero… el mercado es fantástico. China, por ejemplo, tiene previsto
construir 150 reactores. Desde un punto de vista capitalista, que lo pone todo
patas arriba (como decía Marx), sería un absoluto despropósito desaprovechar
este pacto… fuente de beneficios duraderos. Encabezados por
Francia, diez países hacen campaña para que la energía nuclear se incluya en la
Taxonomía. Otros cinco se oponen, entre ellos Alemania. ¿Quién ganará? Suspense
hasta que se decida… [30]
Financiación climática: ¡pobres, intenten ser atractivos para los
inversores!
El colmo de
esta lógica criminal se alcanza cuando se aborda la financiación
climática. Tiene dos componentes: flujos públicos y flujos privados. El
primero se subdivide a su vez en dos subcomponentes: los Fondos Verdes y la
indemnización por pérdidas y daños. En la COP, todo este paquete fue objeto de
una jornada plenaria: ¡bienvenidos al Día de las Finanzas!
Sobre el tema
de los Fondos Verdes, el presidente de la mesa (ministro de finanzas británico)
dijo en esencia lo siguiente: de acuerdo, el Norte no ha cumplido su promesa.
Lo siento. Pero estamos en 80.000 millones, llegaremos a los cien a partir de
2023, entonces superaremos el objetivo y eso compensará el déficit de los años
anteriores. Este señor no dijo que sólo 20.000 millones del Fondo Verde
corresponden a subvenciones. El resto son préstamos. El acuerdo promete
duplicar la financiación para la adaptación al calentamiento global a partir de
2025, pero sin garantías. Un comité de la ONU informará el año que viene sobre
los avances hacia el objetivo de 100.000 millones de dólares anuales. La
cuestión principal es que el Sur se ve amenazado por una nueva espiral de
endeudamiento.
El tema de las
pérdidas y daños es, con diferencia, aún más explosivo. Tomemos el ejemplo de
Somalia. Ha contribuido al cambio climático histórico en un 0,00026%…, pero
está sufriendo repetidas sequías, claramente atribuibles al calentamiento. En
2020, 2,9 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria grave. La ayuda
internacional es muy insuficiente. Kenia, Etiopía, Sudán y Uganda viven el
mismo drama [31].
¿Quién pagará? ¿Y quién pagará las futuras catástrofes? La ONG Christian Aid
calcula que, si no se modifican las políticas, el cambio climático hará que el
PIB de los países más pobres se sitúe en un -19,6% en 2050 y un -63,9% de media
anual en 2100. Si limitamos el cambio climático a 1,5°C, estas cifras serían de
-13,1% y -33,1% [32] respectivamente.
La factura por pérdidas y daños se elevará rápidamente a varios miles de
millones. El principio de financiación por parte de los países ricos está
consagrado en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, pero los
gobiernos imperialistas se niegan a respetarlo.
Se supone que
la solución milagrosa vendrá de la financiación privada. Mark Carney, ex de
Goldman Sachs, exdirector del Banco de Inglaterra, presidente del Consejo de
Estabilidad Financiera del G20, ha sido nombrado por la ONU enviado especial para
la financiación climática. Justo antes de la COP, reunió a varios componentes
de las finanzas verdes en la Alianza Financiera de Glasgow
para el Net Zero (GFanz). El GFanz está dirigido por 19 directores generales de
grandes empresas financieras, entre ellos Brian Moynihan, del Bank of America,
Larry Fink, del BlackRock, Jane Fraser, del Citigroup, Noel Quinn, del HSBC,
Ana Botín, del Santander, y Amanda Blanc, del Aviva. Su objetivo es
proporcionar «un foro dirigido por profesionales para que las empresas
financieras colaboren en cuestiones sustantivas y transversales que aceleren la
alineación de las finanzas con la red cero y apoyen los esfuerzos de todas las
empresas, organizaciones y países para alcanzar los objetivos del Acuerdo de
París»[33].
En la COP,
GFanz fue la estrella el Día de las Finanzas. El consorcio está valorado en
130.000 millones de dólares. El ministro de Hacienda inglés que presidía la
jornada trató de engatusar a todo el mundo alabando este «muro histórico de
capital», dispuesto a acudir al rescate del planeta y su clima. Traducción:
dispuestos a financiar inversiones limpias, carbón limpio,
hidrógeno verde, plantaciones de árboles, conservación de los bosques
existentes, captura y secuestro de CO2 (CCS), captura y
utilización de CO2 (CCU). Todo tipo de lavado de cara [greenwashing]
es bueno, siempre que sea rentable. Porque las condiciones son bastante claras:
«Para ello, los inversores necesitan tanta claridad como en las medidas
financieras tradicionales de pérdidas y ganancias»[34].
Pobres, traten de ser atractivos para los inversores…
La ONG Reclaim
Finance arrancó la máscara verde de estas finanzas. A groso modo: El
punto de referencia de GFanz (los criterios «Race to Zero» de la ONU) no
menciona los fósiles; a los miembros de la Alianza no se les exige que reduzcan
sus emisiones indirectas (las denominadas «Scope 3», que suponen alrededor del
88% de las emisiones del sector fósil); ninguna obligación de reducción en
cifras absolutas, basta con una medida de intensidad de carbono; ninguno de los
socios del GFanz prohíbe o limita el recurso a la compensación; a mediados de
octubre de 2021, 34 de los 58 miembros de la Alianza de Propietarios de Activos
(uno de los componentes del GFanz) no ponían ninguna restricción a la inversión
en fósiles…[35]
Unos meses
antes de la COP21 François Hollande inauguró la cumbre empresarial sobre el
clima en París diciendo: «Las empresas son esenciales porque son las que van a
traducir, a través de los compromisos que se asuman, los cambios que serán
necesarios: la eficiencia energética, el aumento de las energías renovables, la
capacidad de transportarse con una movilidad que no consuma energía [¡sic!], el
almacenamiento de energía, el modo de construcción de los hábitats, la
organización de las ciudades, y también la participación en la transición, en
la adaptación de los países que se están desarrollando»[36].
Aquí sólo
podemos copiar la interpretación de esta afirmación en Demasiado
tarde para ser pesimistas: « Queridos y queridas
capitalistas, os ofrecemos el planeta, las ciudades y los bosques, los suelos y
océanos, os ofrecemos incluso el mercado de la adaptación de los países del Sur
a la catástrofe que les imponéis; todo es vuestro, tomadlo: éste es el
mensaje”.
Desde el punto
de vista del capital, es un error decir que la COP26 es un bla-bla-blá. Es más
bien una apoteosis monstruosa del neoliberalismo. Esta cumbre ha dado un paso
importante en el camino hacia la mercantilización total de la Tierra, sus
ecosistemas y sus habitantes. En beneficio de las finanzas y a expensas del
pueblo.
A modo de conclusión
Todos (o casi
todos) los dirigentes políticos lo reconocen: la urgencia es máxima, el riesgo
es inconmensurable, no hay tiempo que perder. Y, sin embargo, de una COP a
otra, a pesar de la luz que arroja «la mejor ciencia», se pierde el tiempo y se
acelera la marcha hacia el abismo. Esta realidad aberrante, alucinante y
aterradora no proviene de la imbecilidad de tal o cual funcionario, ni de la
conspiración de fuerzas ocultas: proviene de las leyes fundamentales del
Capitalismo, y estas leyes también corrompen la «mejor Ciencia». Basado en la
competencia por el beneficio, este modo de producción obliga a millones de capitalistas,
so pena de muerte económica, a tomar en cada instante millones de decisiones de
inversión que tienen como objetivo aumentar la productividad del trabajo a
través de las máquinas. La caída resultante de la tasa de ganancia se compensa
con un aumento de la masa de bienes producidos, un aumento de la explotación de
la fuerza de trabajo y un aumento de la explotación de otros recursos
naturales. Este sistema funciona como un autómata fuera de todo control. Lleva
consigo, como una nube, no sólo la guerra -como dijo Jaurès- sino también el
potencial de desarrollo ilimitado, el crecimiento ilimitado de la desigualdad y
una mayor destrucción ecológica ilimitada.
Hay que
repetirlo con fuerza: existe un antagonismo insuperable entre la prolongación
de este sistema y la salvaguarda del planeta como entorno propicio para la vida
y la humanidad. Por tanto, como hizo Lenin cuando estalló la guerra en 1914,
para empezar, debemos, independientemente de la relación de fuerzas, atrevernos
a hacer un diagnóstico claro: la situación es objetivamente
revolucionaria. Con la COP de Glasgow se inicia un breve ciclo de
advertencias cada vez más urgentes: o la convergencia de las movilizaciones
sociales permite empezar a salvar la enorme distancia entre esta situación
objetiva y el nivel de conciencia de los explotados y oprimidos (el factor
subjetivo), o el autómata nos conducirá cada vez más a una barbarie de
proporciones inéditas.
Notas:
[1] Promesas
realizadas en la COP de Cancún (2010=
[2] .https://www.ipcc.ch/sr15/
[3]. https://www.pnas.org/content/115/33/8252
[4] IEA, « Net Zero in 2050. A Roadmap
for the Energy Sector », https://www.iea.org/reports/net-zero-by-2050
[5] Gigatoneladas
de gas de efecto invernadero calculados como si todo ese gas CO2
[6] Glasgow’s
2030 credibility gap , https://climateactiontracker.org/publications/glasgows-2030-credibility-gap-net-zeros-lip-service-to-climate-action/
[7] .https://www.youtube.com/watch?v=iW4fPXzX1S0
[8] “ COP26: oil prce soars even as the
world turns against fossil fuel”, Financial Times, 4/11/2021
[9] Tanuro,
Daniel (2018) Demasiado
tarde para ser pesimistas. Sylone-viento sur.
[10] .https://ozone.unep.org/treaties/montreal-protocol-substances-deplete-ozone-layer/text
[11] .https://public.wmo.int/en/media/news/scientific-assessment-confirms-start-of-recovery-of-ozone-layer
[12] El
podeer de radiación del gas es su capacidad para absorver y radiar la radiación
infrarroja emitida por la Tierra y contribuir así al efecto invernadero que
hace que el planeta sea apto para la vida.
[13] Daniel
Tanuro, “L’accord de Kigali sur le climat : de l’arbre des HFC à la forêt
du CO2 , http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article39236
[14] A
corto plazo, el poder radiativo del metano es 80 veces mayor que el del CO2.
Pero el metano se elimina rápidamente de la atmósfera (por reacción química con
el oxígeno). Durante cien años, se calcula que su poder de radiación es 30
veces superior al del CO2.
[15] .https://ukcop26.org/the-global-forest-finance-pledge/
[16] “Will the COP26 global deforestation
pledge really save forests?”, Kieran Mulvaney, National Geographic, 5/11/2021.
[17]. https://www.dhnet.be/actu/monde/vingt-deux-pays-dont-la-belgique-s-engagent-a-cooperer-pour-adapter-leurs-armees-au-changement-climatique-618e96749978e25ff06207d9?
[18] Por
ejemplo, Francia se enorgullece de haberse unido a la coalición Beyond Gas and
Petrol (BOGA). Junto con otros once países (muy pocos productores), promete
dejar de extraer petróleo o gas… en su territorio. Se abstiene de la coalición
entre Gran Bretaña y otros países, que prometen no poner más dinero público
fuera de sus fronteras en instalaciones de combustibles fósiles sin reducción.
La ausencia de Francia en esta última coalición, y la de Gran Bretaña en la
primera, se ve clara por los vínculos entre París y Total, por un lado, y los
intereses fósiles de Londres en el Mar del Norte, por otro.
[19] Véase
la investigación de Global Witness sobre los cientos de pistoleros de los
combustibles fósiles en la COP
https://www.globalwitness.org/en/press-releases/hundreds-fossil-fuel-lobbyists-flooding-cop26-climate-talks/.
Lea también «In Glasgow, COP26 Negotiators Do Little to Cut Emissions, but
Allow Oil and Gas Executives to Rest Easy», Climate News, 12/11/2021: «Los
representantes de Royal Dutch Shell y Chevron participaron bajo las banderas de
las delegaciones nacionales o de los grupos industriales. Arabia Saudí y otros
petroestados llevaron a delegados de sus compañías petroleras. La delegación
canadiense incluía un representante de Suncor, uno de los principales
productores de arenas petrolíferas del país».
[20] Financial
Times, 11/11/2021
[21] https://www.e3g.org/news/explained-what-does-unabated-coal-mean/
[22] La
subvención pública al gasóleo de calefacción que existe en Bélgica, por
ejemplo, es completamente ineficiente,
[23] 2060
para Chinem, 2070 para India.
[24] Carbon Action Tracker, op. cit.
[25] Climate Action Tracker, «Glasgow’s 2030
credibility gap: net zero’s lip service to climate action. Wave of net zero
emission goals not matched by action on the ground », https://climateactiontracker.org/publications/glasgows-2030-credibility-gap-net-zeros-lip-service-to-climate-action/
[26] Climate Action Tracker, « Net zero target
evaluations », https://climateactiontracker.org/global/cat-net-zero-target-evaluations/
[27] AR5, GT3, Chap 6, p. 422
[28] Financial Times, 11/11/2021.
[29] Comunicado
de CLARA (Climate Land Ambition and Rights Alliance), https://globalforestcoalition.org/climate-land-ambition-and-rights-alliance-statement-on-closing-of-cop-26/
[30] https://www.francetvinfo.fr/monde/environnement/cop26/cop26-cinq-pays-europeens-denoncent-le-classement-par-l-ue-du-nucleaire-comme-investissement-vert_4841371.html?fbclid=IwAR0rbRHrB9DGy-XHuKowtvAUWzXNETVmmT3fnxX_eajhROQVTn01dtkcnvY
[31] .https://www.oxfam.org/fr/changement-climatique-cinq-catastrophes-
naturelles-qui-demandent-une-action-durgence
[32] https://mediacentre.christianaid.org.uk/climate-change-could-cause-64-gdp-hit-to-worlds-vulnerable-countries/
[33] .https://www.globalcapital.com/article/299y63wwjw04h50dqpds0/sri/gfanz-becomes-new-oversight-body-for-climate-finance
[34] https://inews.co.uk/news/politics/cop26-rishi-sunak-unveils-130-trillion-commitment-to-help-developing-nations-fight-climate-change-1281644
[35] https://reclaimfinance.org/site/wp-content/uploads/2021/11/FINAL_GFANZ_Report_02_11_21.pdf
[36] www.elysee.fr/declarations/article/discours-lors-de-l-ouverture-du-sommet-
des-entreprises-pour-le-climat-unesco/ .
Traducción: viento sur