UNA FALSA DICOTOMÍA: SALVAR LA SALUD DE LA
POBLACIÓN O FACILITAR LA RECUPERACIÓN
ECONÓMICA
Viçen Navarro
Artículo publicado en el diario Público
19 de agosto de 2020
Dentro de los principales
establishments económicos y financieros de España (y de aquellos establishments
políticos y mediáticos que les son afines) existe una postura muy extendida de
que hay un trade-off entre dar prioridad a intervenciones encaminadas a
controlar la pandemia o, por el contrario, dar preferencia a facilitar el desarrollo
y la recuperación económica del país. En esta manera de pensar se asume que el
haber dado prioridad al control de la expansión de la pandemia de coronavirus
ha estado afectando negativamente a la capacidad del país de recuperar su vida
económica. De ahí que se concluya que es necesario y urgente dar prioridad a
esta recuperación económica (que supuestamente afecta a la mayoría de la
población), aunque ello sea a costa de diluir la intensidad de las medidas de
contención y prevención de la pandemia (la cual se supone -según este
razonamiento- que infecta solo a una minoría de la población, causando una
mortalidad sobre un sector pequeño de esta minoría –predominantemente
ancianos–).
El
trumpismo en EEUU y en España
Una forma extrema de esta
postura es la defendida por el presidente Trump en Estados Unidos, la cual, por
cierto, está también presente primordialmente (aunque no exclusivamente) en
amplios sectores de las derechas españolas (incluyendo las catalanas). Según
éstas, hay que dar prioridad al desarrollo económico, poniendo el acento en las
políticas públicas de recuperación económica, incluso a costa de relajar (o
incluso dejar de lado) el control de la pandemia, cuya gravedad suele ser
subestimada, considerándola un mal menor para la mayoría de la población (algo
así como una gripe) de pronta y fácil solución con la próxima aparición de la
vacuna.
Tal pensamiento es predominante
en las organizaciones empresariales a los dos lados del Atlántico Norte, que
temen que el parón de la economía como consecuencia de las medidas de
confinamiento haya podido significar una pérdida de sus beneficios al haber
reducido la disponibilidad de trabajadores (para realizar tareas en sus
empresas) y de consumidores (para estimular la demanda de sus productos). De ahí
su postura que defiende que la primera responsabilidad del Estado (en sus
distintos niveles, ya sea central, autonómico o local) en estos momentos deba
ser la de asegurar que los trabajadores vuelvan a su trabajo y los consumidores
a sus tiendas, aunque sea a costa de una reavivación de la pandemia.
El
gran error de este supuesto trumpiano (que es la máxima expresión del
neoliberalismo)
El punto débil de tal supuesto
es que sin una reducción notable del alcance de la pandemia no habrá
recuperación económica posible. La evidencia empírica, que ya se ha ido
acumulando durante estos meses de pandemia, no puede ser más contundente.
Ninguno de los países que han enfatizado la recuperación económica sin primero
intentar controlar la pandemia ha tenido éxito en sus intentos por recuperar su
economía. Y el ejemplo más claro de ello es lo que ha ocurrido en EEUU, que
siempre ha sido el modelo y el referente del pensamiento neoliberal, cuya
expresión más extrema es el trumpismo. Analizando la experiencia de sus estados
podemos ver que la creación de empleo y el crecimiento económico han sido
menores en aquellos Estados (como Arizona, Georgia, Florida o Texas) donde no
se dio prioridad o importancia a las medidas de control de la pandemia (tales
como la utilización masiva de mascarillas, el respeto por mantener la distancia
social o la ralentización del desconfinamiento para hacerlo lenta y
pausadamente) que en aquellos Estados (como Nueva York, Nueva Jersey, Maryland,
Massachusetts o Washington D.C.) donde dieron máxima prioridad a controlar la
pandemia, permitiendo la aplicación de las medidas que facilitaron la
recuperación económica solo cuando la pandemia estaba controlada.
En el lado trumpista, las
medidas de control de la pandemia no se tomaron en serio, hasta tal punto que
el gobernador del Estado de Georgia, el Sr. Brian Kemp, prohibió hasta día de
hoy a los alcaldes de su Estado que hicieran obligatorio para la ciudadanía el
uso de las mascarillas. Detrás de esta supuesta defensa de la “libertad” de los
individuos (característica del liberalismo), existe un profundo sentimiento
insolidario que es muy dañino para toda la población, incluyendo para las
personas que, como consecuencia de su profunda ignorancia, quieren ser “libres”
y no ponerse mascarilla. Este individualismo insolidario va acompañado de un
edadismo (muy acentuado también en España) que desmerece las enfermedades que
afectan predominantemente a los ancianos, como es el coronavirus. Este
sentimiento discriminatorio alcanzó unas dimensiones enormes con las
declaraciones del vicegobernador del Estado de Texas, el Sr. Dan Patrick, que
pidió a los ancianos que aceptaran, por razones patrióticas y a fin de salvar
el país, su posible muerte por coronavirus, permitiendo así frenar las medidas
orientadas a controlar la pandemia que estaban dificultando la recuperación
económica.
Este individualismo y edadismo
van acompañados en EEUU de un inmovilismo a nivel del Gobierno Federal,
indicando que son los estados (aquí en España, las CCAA) los que tienen que
encargarse de tales “medidas antipandemia”. En realidad, hay bastante consenso
entre los expertos en salud pública en que la falta de liderazgo del Gobierno
Federal ha sido una de las principales causas del preocupante estado de la
pandemia en EEUU. Según Catherine Bosley y Reade Pickert, de Bloomberg
Economics:
“La incapacidad de Estados
Unidos para controlar la pandemia está frenando su recuperación en comparación
con muchos países en Europa, donde muchos puntos calientes del virus lograron
reanudar la actividad económica sin causar un aumento similar en las
infecciones”.
Una situación semejante ha
ocurrido en España, donde las derechas se han caracterizado por una gran
hostilidad hacia el gobierno de coalición de izquierdas, obstaculizando una
respuesta del Estado central que permitiera un mayor control de la pandemia.
Esta oposición se ha extendido también a otras opciones políticas, que incluso
se han opuesto al establecimiento de un Centro Estatal de Salud Pública que
permitiera 123 la dirección y coordinación de las actividades salubristas de
diecisiete servicios autonómicos de salud. La situación contrasta con la de
Alemania, un estado federal en el que los Lander (regiones gobernadas por
políticos de distintas sensibilidades) apoyaron y se beneficiaron de un
liderazgo federal. Su labor de control de la pandemia y consiguiente
recuperación económica han sido exitosas. No tanto en España, como consecuencia
de que las derechas españolas son muy distintas de las derechas alemanas.
La
importancia fundamental de los sectores sociales tanto para salvar vidas como
para recuperar la economía
Una consecuencia de esta
experiencia es que, a no ser que las autoridades públicas den prioridad a las
intervenciones encaminadas a mantener la salud y el bienestar de la población,
la recuperación económica no tendrá lugar y, de hacerlo, será mucho más lenta
de lo que ya ocurre en aquellos países que están dando prioridad a los sectores
sociales, como indiqué en un artículo anterior, basado en la presentación que
realicé ante la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso
de los Diputados (ver “Elementos esenciales pero olvidados de la reconstrucción
social y económica”, Público, 22.06.20). Tales sectores públicos, como son la
sanidad y los servicios sociales (incluyendo el escasamente desarrollado Cuarto
Pilar del Estado del Bienestar, que incluye los servicios de ayuda a las
familias, como los servicios de atención y educación a la infancia y los
servicios de atención a la dependencia) son clave para garantizar la salud y el
bienestar de la población, así como el desarrollo económico orientado a
optimizar el bien común. La evidencia científica es abrumadora sobre que estos
sectores sociales son esenciales para garantizar la seguridad y el bienestar de
la población, así como el buen hacer y eficiencia económica.
¿Qué quiere decir “recuperar la
economía”? Volver a la normalidad no puede ser volver a la situación económica
y social que existía antes Para responder a esta pregunta hay que conocer y
comprender las principales causas de la enorme extensión de la frecuencia y del
tamaño de las pandemias. Solo desde 124 el principio de este siglo hemos visto
siete pandemias (Gripe aviar, SARS, MERS, Gripe A, Virus Zika, Ébola y
Coronavirus) y no hay ninguna duda de que vendrán muchas más. Ha habido un gran
número de voces en la comunidad científica que han estado alertando sobre toda
esta situación, indicando además que todavía no hemos visto la peor – que
podría incluir una pandemia que sería tan mortífera como lo fue la de ébola y
tan contagiosa como es la actual. Todas estas voces han sido ignoradas. Como
también han sido ignoradas, cuando no silenciadas, las voces que han denunciado
las conocidas causas de este incremento de la frecuencia y letalidad de las
pandemias, incluyendo, entre otras, las políticas económicas neoliberales que
han conducido a una globalización económica con gran movilidad de personas,
bienes y servicios a nivel mundial con muy escasa regulación, protección y
prevención de tal movilidad y sus riesgos; a una gran deforestación y cambios
en la naturaleza que afectan negativamente la relación de la población con las
demás especies (incluidas las salvajes), cambios, de nuevo, muy poco
controlados y regulados; y a la creación de enormes urbes, con grandes
desigualdades donde junto a sectores pudientes conviven comunidades y barrios
en situación de gran pobreza y carentes de las más mínimas condiciones
higiénicas.
Además de éstas, otras
consecuencias de las políticas económicas neoliberales han adquirido mayor
visibilidad, como ha sido el escasísimo interés de la industria farmacéutica en
producir vacunas y medicinas antivirales. Un ejemplo de ello es la falta de una
vacuna universal contra el coronavirus y de medicamentos para curarlo. Nada
menos que el Council of Economic Advisors del Gobierno Federal de EEUU ha
señalado que las causas de este enorme déficit de vacunas y medicamentos es:
“Un claro desequilibrio entre
los intereses comunes de la población y los de los inversores de la industria
farmacéutica. La rentabilidad de las innovaciones farmacéuticas prioriza los
productos que les garantizan rápidos beneficios inmediatos a costa de
enfermedades futuras, inciertas y problemáticas, pues no se sabe cuándo, cómo y
dónde ocurrirán”.
Todos estos datos determinan
que sea profundamente erróneo y arriesgado para una colectividad depositar su
confianza y esperanza en industrias con grandes beneficios que 125 han prestado
tan poca atención a una de las mayores amenazas que vive hoy la humanidad: las
pandemias. La raíz del problema es, sin embargo, política, concretamente el
enorme poder político que tales industrias tienen. La industria farmacéutica es
uno de los lobbies más poderosos e influyentes sobre el estado federal de EEUU
y sobre la gran mayoría de países europeos. De ahí que la gran mayoría de
productos farmacéuticos sean para tratar enfermedades crónicas predecibles y no
enfermedades infecciosas agudas menos predecibles.
El gran error de querer
continuar las políticas neoliberales Las grandes crisis de nuestro tiempo, las
crisis ambientales y las pandemias señalan cómo el orden económico
internacional sigue con su único objetivo de optimizar los intereses y los
beneficios de los grandes grupos financieros y económicos a costa del bien
común, en buena parte gracias a que tienen un enorme poder político y
mediático. Todos los problemas llamados económicos son, en realidad, problemas
políticos que se basan en el enorme poder y concentración del poder económico,
lo cual se acentuó todavía más con la aplicación de las políticas neoliberales
tanto a nivel mundial, como a nivel europeo y nacional. De ahí que esta
situación se haya reproducido también en España, donde la pandemia ha sido
particularmente dañina y donde es posible que los repuntes vayan a ser también
muy intensos. Ya he escrito extensamente sobre cómo las políticas neoliberales
(reformas laborales regresivas y recortes del gasto público) dificultaron
enormemente la capacidad de respuesta frente a la pandemia, al empobrecer al
sistema sanitario y los servicios sociales, ya en sí poco financiados.
A esta situación hay que añadir
el enorme impacto negativo que las políticas neoliberales produjeron en la
eficiencia económica del país. Parece haberse olvidado que la crisis económica
comenzó antes de que se paralizara la economía como consecuencia del
confinamiento. En realidad, los datos económicos del Estado (concretamente el
empleo) del mes de enero de este año fueron los peores desde 2013. La
destrucción de empleo había sido muy acentuada. El deterioro tan marcado del
mercado de trabajo causado por las reformas laborales del 2010 y del 2012
habían ya caracterizado la situación española.
De estos datos se deriva que
volver a la normalidad no debería ser volver a la situación de enero. La enorme
hostilidad de las derechas en España hacia el gobierno español es, por
desgracia, previsible teniendo en cuenta la escasa cultura democrática que han
demostrado tener desde el fin de la dictadura. Pero lo que es sorprendente es
que dentro del nuevo gobierno de coalición de izquierdas parecen existir voces
que desearían volver a una alianza con esas derechas a fin de recuperar las
políticas neoliberales que han hecho tanto daño a la población española. No
parecen ser conscientes de que el gran daño causado por la pandemia (uno de los
mayores de la OCDE) fue, precisamente, consecuencia del deterioro que tales
políticas causaron en el bienestar de la población y en la eficiencia de la
economía española.
Parecen haber olvidado que
España estaba sufriendo una gran desaceleración económica antes de la pandemia.
Las reformas laborales de 2010 y 2012 deterioraron enormemente el mercado de
trabajo español, una de las mayores causas del deterioro de la demanda
doméstica, consecuencia del enorme descenso de las rentas derivadas del trabajo
(a costa de que subieran las rentas del capital). Es más, el abaratamiento del
trabajo afectó negativamente a la productividad, algo que el establishment
financiero y económico es reacio a reconocer. Los salarios bajos son una de las
principales causas de la baja productividad ya que reduce los incentivos del
mundo empresarial para invertir en mejoras de dicha productividad. La
agricultura española es un claro ejemplo de ello. Y un tanto igual ocurre con
la industria, donde es frustrante ver que la automovilística continúa
produciendo (hoy con la ayuda del Estado) coches contaminantes que quedaran
pronto obsoletos.
Últimas observaciones:
trumpismo, egoísmo y barbarie o solidaridad, bienestar y progreso La realidad
está imponiendo una necesidad de grandes cambios mayores en nuestra economía y
bienestar social. La dinámica del orden financiero y económico dominante ha
sido la de facilitar la globalización económica, por un lado, y garantizar el
mantenimiento de la seguridad, por el otro, definiendo “seguridad” como
mantenimiento 127 de las relaciones de poder existentes a nivel internacional.
Su eje ha sido una visión militar y policial del concepto de seguridad.
Esta visión está en profunda
crisis. Está llevando a la humanidad a ver su posible fin dentro de este siglo.
Pero todo ello era previsible. EEUU, el país que tiene más armamento en el
mundo y más bases militares en el globo, tiene hoy una de las crisis sanitarias
más profundas. Lo alertó ya nada menos que el jefe de las fuerzas armadas en
EEUU, el General Eisenhower, que en su discurso de despedida como presidente de
EEUU en 1961 dijo lo siguiente:
“Toda arma, todo crucero, toda
artillería, todo torpedo, en resumen, todos los instrumentos llamados de
defensa y de seguridad significan un coste social, que incluye la expansión del
hambre, de los que no tienen techo, y no tiene ni para vestirse, al que se les
dice que no hay dinero para ello. Pero en realidad estamos hablando más que de
dinero. Estamos hablando del sueldo de los trabajadores, del genio de nuestros
científicos, de la esperanza de nuestras criaturas, que están siendo
malgastados con un coste social enorme, utilizándose una retórica muy
altisonante, el defender la patria. ¿Qué patria? Mientras tanto, el coste de un
avión de bombardeo que se construye es el coste de dos hospitales que no se
construyen”.
El presidente Trump es el que
ha aumentado más el gasto público militar en tiempos de paz, a la vez que ha
recortado más el gasto público social, dificultando el acceso de la población a
los servicios sanitarios y sociales. En España (incluyendo en Catalunya), los
gobiernos que se consideran a sí mismos más “patriotas” son los que más han
recortado el gasto en tales servicios.
Y permítanme que termine este
artículo con otra cita relevante, la de un gran luchador por los derechos
humanos, Martin Luther King, que en su famoso discurso en Riverside en 1967,
dijo:
“Una nación que continúe año
tras año gastando dinero y más dinero en defensa y seguridad militar y
policial, a la vez que esté recortando sus programas sociales está causando su
muerte espiritual”.
Hoy, en un mundo súper armado,
los neoliberales tienen la osadía de decir que no hay dinero para proteger a la
ciudadanía y darle auténtica seguridad. La seguridad y el bienestar sociales (y
la propia supervivencia hoy de la mayoría de las poblaciones) depende de la
existencia de estos servicios que aseguran la vida y el bienestar de la
población. Sin esta supervivencia, todo lo demás deja de tener sentido para la
mayoría de la población, pues son estos servicios los que son percibidos como
los más importantes por parte de las clases populares que, en cualquier país,
son la mayoría de la ciudadanía. Se requieren grandes movilizaciones de estas
clases para conseguir un aumento masivo de los recursos públicos en estos
servicios esenciales que centren y permitan la necesaria y urgente
reestructuración económica del país, creando un New Deal Social que considere
el bien común como el objetivo prioritario de la actividad económica.
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