Carlo Formenti escribe sobre el último libro de Manolo Monereo, ‘Oligarquía o democracia. España, nuestro futuro’ y señala los paralelismos existentes, aunque con desfases temporales, entre la situación italiana y la española.
España e Italia. La ofensiva de las oligarquías
El Viejo Topo
24 abril, 2021
La conversación
y el debate con Manolo Monereo, exdirigente del Partido Comunista
Español e Izquierda Unida, exdiputado de Podemos y una de las mentes más
lúcidas de la izquierda ibérica, y más allá, han sido factores de
enriquecimiento cultural y humano para mí en estos años de crisis global. Por
ello, con mucho gusto voy a escribir sobre su último libro Oligarquía o democracia. España, nuestro futuro[1], la editorial es El Viejo Topo, a quién les agradezco haber
publicado las ediciones españolas de dos de mis obras recientes.[2] Se
trata de una antología de cuerpo entero –más de 400 páginas–, que recoge unos
cincuenta artículos –a en los que colaboraron Javier Aguilera, Julio Anguita,
Héctor Illueca y Stuart Medina, así como Miguel Riera que firma el prólogo–,
publicados entre la primavera de 2017 y finales de 2020 en las revistas El
Viejo Topo y Cuartopoder.
En
esta reseña me centraré en los escritos publicados en los dos periodos que
van, respectivamente, desde otoño de 2018 hasta el de 2019 y desde principios
hasta finales de 2020, eligiendo, entre los diversos temas tratados, los que
más se prestan a destacar la rápida evolución del marco político español y sus
analogías con el italiano. A continuación, me inspiraré en las
reflexiones de Monereo para volver a plantear algunos de los juicios que
formulé en mi anterior post, dedicado al libro de Francesco Campolongo y
Loris Caruso sobre Podemos y el populismo de izquierdas[3] juicios
que a algunos amigos españoles pueden haberles parecido demasiado duros, en la
medida en que reflejan mi convicción de que la situación italiana –en la que
acaba de cumplirse el proceso de liquidación de los
últimos restos del sistema democrático– anticipa el resultado de la
española, ya que también hay una falta de proyecto político que pueda imponer
una solución alternativa).
En el primer
período examinado por Monereo, las situaciones de los dos países
presentan un claro paralelismo, aunque asociado a una especie de desfase
temporal. Si en España el «momento populista”[4] encontró
en Podemos una expresión política de la izquierda, pero fallando en «el asalto
a los cielos», en Italia hubo dos expresiones, una de la derecha, La
Lega[5], y la otra moderadamente progresista,
el Movimento 5 Stelle (M5S)[6],
que, tras las elecciones de 2018, se aliaron inesperadamente dando vida al
primer gobierno de Conte[7].
Al mismo tiempo, también en Italia, aunque con dificultad y
contradictoriamente, nació una heterogénea área de «soberanista de
izquierdas», que, aunque no apoyaba al gobierno, apreciaba alguna de sus
tímidas aperturas a las necesidades de las clases subalternas, pero sobre todo
trataba de aprovechar su proclamada –aunque nunca se tradujo en acción
política– desconfianza hacia la Unión Europea liderada por Alemania, para
alimentar la conciencia popular sobre su papel como baluarte de los intereses
del capitalismo financiero global, diseñado para destruir los resultados de
décadas de luchas proletarias y neutralizar los principios constitucionales que
los hicieron posibles.
En este periodo
Monereo mira con simpatía, primero la puesta en marcha del Manifiesto
por la Soberanía Constitucional[8] y luego, tras el fracaso del proceso de
formación de una nueva fuerza política que debía inspirar, a las otras
iniciativas de ese ámbito político cultural, entre ellas la puesta en marcha de
la asociación Nueva Dirección y las tesis[9] que
acompañaron su nacimiento. Ante las reacciones negativas que estos acontecimientos
suscitan tanto en Italia como en España, con las acusaciones de «rojipardismo»
dirigidas a los protagonistas, Monereo responde en algunos artículos
denunciando «la dictadura de la corrección política», en la que no se limita a
criticar el dogmatismo ideológico de una izquierda sorda a los intereses
concretos de las masas populares, golpeados por las políticas económicas
impuestas por la UE, sino que señala con el dedo la propuesta de construir un
«frente antifascista europeo» que circula en los círculos de la vieja y nueva
izquierda: luchar contra el populismo de derechas sin remediar las
circunstancias que lo generaron, escribe, significa romper las ya débiles
relaciones con las clases trabajadoras. Defender a la UE contra la «barbarie
populista» significa aceptar plenamente la regresión del constitucionalismo
social, desde las democracias avanzadas resultantes de décadas de conflictos de
clases, hasta una democracia liberal que es funcional para el mercado.
Este proyecto se alimenta de un miedo que, tanto el PSOE de Pedro Sánchez en
España, como el Partito Democratico (PD)[10] en
Italia, logran alimentar y explotar, contando con el apoyo de la presión de
Bruselas y de una formidable campaña mediática, hasta que determinan, en
Italia, la caída del primer gobierno de Conte y el nacimiento del segundo
basado en la alianza entre el PD y el M5S y, en España, la
formación del gobierno de Sánchez en coalición con Podemos que acepta un papel
subordinado, que Sánchez ve facilitada por la presencia de una derecha radical
abiertamente neofranquista.
Monereo
entiende que Podemos está a punto de caer en la trampa, explica por qué existe
tal riesgo y trata en vano de plantear argumentos para intentar evitarlo. El verdadero problema, escribe, es que el impulso del cambio del 15M
se ha agotado y con él, la posibilidad de llegar, como se imaginaba en la fase
ascendente de los movimientos, a un nuevo proceso constituyente capaz de
reintegrar los derechos sociales destruidos por la revolución liberal y, al
mismo tiempo, ofrecer una solución a la cuestión catalana. El punto es entender
“cómo ser revolucionario en condiciones histórico-sociales no revolucionarias”.
La respuesta es de Gramsci: “pasar de la guerra del movimiento a la guerra de
posiciones” ¿Qué significa eso? Construyendo identidad, raíces sociales,
alianzas, formando cuadros, trabajando en la definición de un proyecto
alternativo de país. En una palabra: tiempo, esfuerzo y sacrificio. No será el
camino elegido por Podemos y Monereo se pregunta con amargura si no fue
precisamente para evitar tomarlo la razón por la que se decidió perseguir la
opción de ir al gobierno con el PSOE.
Gobernar o no,
dice, nunca es una cuestión de principios, depende de los programas, del
equilibrio de poder y de la interpretación de la situación histórica. El
programa de Podemos ciertamente no es revolucionario, es similar al de la
socialdemocracia radical[11],
pero lamentablemente ningún reformismo, débil o fuerte, es posible en los
países de la UE; de ello se deduce que para ser coherente con su programa,
Podemos debería comprometerse a cambiar las relaciones entre España y la UE.
Sin embargo, en las campañas electorales se guarda silencio sobre la UE o sólo
se habla para tranquilizar a los votantes sobre su, aunque crítico, europeísmo.
Por otra parte, Podemos no es capaz de asumir tareas tan exigentes porque,
habiendo perdido la base social y las raíces en el territorio, ha dejado de ser
un actor principal, un protagonista capaz de organizar a su alrededor el cambio
político de España y, además, está viviendo una crisis organizativa, dado que
la vida interna del partido se ha reducido “a la aprobación online de programas
y listas electorales”, lo que confirma su homología «estructural» con el M5S,
pero de esto trataremos más tarde. Además, se enfrenta a un PSOE que sólo puede
lograr la hegemonía en el sistema político reduciendo el peso electoral y
social de Podemos. Entonces Iglesias, ¿qué se inventa? Realiza una campaña
electoral para gobernar con un socio que se resiste y que lo hace todo –hasta
el punto de hacer un guiño a la derecha de Ciudadanos– para que se
achicharre. Así describe Monereo, irónicamente, esta actitud: “como no
confiamos en el PSOE, gobernamos con él”.
En este punto,
hay que hacer un par puntualizaciones. La primera se refiere a la admiración de
Monereo por la “brillantez”, juicio que repite varias veces, de la
campaña electoral de Iglesias, que logra convencer a los aliados y parte de su
electorado de que la propuesta de ir al Gobierno con Sánchez es “una
reivindicación democrática y anti oligárquica”. No sé si la admiración es el
resultado de la amistad que une a Monereo con Iglesias, a pesar de las
diferencias políticas, o si se deriva del hecho de que ese invento comunicativo
realmente logró frenar la sangría de votos, lo que finalmente obligó a Sánchez
a aceptar la alianza. Personalmente sigo pensando –como escribí en la revisión
de la obra de Campolongo y Caruso–, que el talento comunicativo de Iglesias ha
afectado negativamente, más que positivamente, a la evolución de su partido.
En cualquier
caso, para lograr el objetivo de ir al gobierno, el programa se reduce a
modestas garantías sobre políticas laborales, renunciando a cualquier veleidad
sobre reivindicaciones frente la UE, la posición internacional de España o la
cuestión nacional –independencia catalana—, que se delega a la gestión del
PSOE. El segundo punto tiene que ver con lo que podríamos llamar una especie de
quiasma o especularidad al revés, entre las relaciones PSOE-Podemos y PD-M5S:
mientras Podemos ha hecho todo lo posible para arrebatarle al PSOE una alianza
en la que ocupa una posición subordinada, el PD, aunque partiendo de una
coherencia electoral mucho menor que la del M5S, ha tenido éxito, aprovechando
la crisis del primer gobierno de Conte, anulando realmente –si no
numéricamente– el equilibrio de poder, “reseteando” el programa de los
“grillinos” en base a sus propios objetivos.
Concluiré esta
revisión de los escritos del primer período citando un artículo sobre temas
geopolíticos. Comentando la guerra comercial entre Huawei y
Google, Monereo destaca su significado puramente político: las empresas
multinacionales, escribe, siempre tienen detrás de ellos un Estado Nación al
que se someten cuando sea necesario y, es por eso, que la disputa en cuestión
debe interpretarse como un episodio en la lucha por la hegemonía entre Estados
Unidos y China, que tiene como apuesta la redefinición de la distribución del
poder en el sistema mundial. Estados Unidos, añade, debe organizar una
coalición de Estados con el objetivo de evitar que China se convierta en la
principal potencia económica, política y militar en un mundo en transición. En
esta guerra, Estados Unidos no distingue entre el comercio mundial, la
innovación tecnológica y el poder bélico. Y es precisamente por esta razón,
añado, que delegar la gestión de la política exterior española al atlantismo
del PSOE es responsabilidad muy grave de Podemos, con efectos comparables al
viraje de la política exterior italiana asociado a la transición del primer al
segundo gobierno de Conte: las tímidas aperturas hacia China y Rusia se archivan
para reagruparse en las filas de la Santa Alianza occidental, junto a una UE
sin autonomía real frente a los Estados Unidos.
Doy paso ahora
a la exposición y los comentarios de los artículos de 2020 que quedan
sobre el tema de la geopolítica. Razonando sobre la formidable capacidad de
respuesta que el régimen chino ha demostrado al tratar la pandemia de la
Covi-19, Monereo la atribuye a la fortaleza del Estado y recuerda que, detrás
de un Estado fuerte, “hay control sobre la libre circulación de capitales, la
socialización de inversiones y un aparato financiero bajo el dominio público”.
¿Estas características no son suficientes para hacer de China un país
“verdaderamente socialista”? Rechazando el enfoque doctrinario y abstracto
que inspira este dilema, Monereo se refiere a las consideraciones de Samir
Amin, en las que el marxista egipcio nos invita a concebir la transición al
socialismo como un proceso a largo plazo, lleno de contradicciones, avanzadas y
retiradas, victorias y derrotas.[12] Pero
sobre todo, se burla de la tesis que asocia la realización del
socialismo con la llegada de un fantasmal gobierno mundial, resultado de la
vieja idea occidental y cristiana que sueña con una humanidad unificada por un
nuevo orden cósmico construido sobre las ruinas de los viejos Estados: ¿a qué
cultura le corresponderá el papel de encarnar este mundo pacificado y
«universal». La alusión a la democracia y los derechos humanos exportados a
golpes de bombas está implícita.
Pero el nudo
gordiano que vuelve en la mayoría de estos escritos de 2020, gira en torno a
tres temas: por qué la reacción de las élites hacia el gobierno PSOE-Podemos es
tan dura; cuál es el verdadero objetivo de esta ofensiva y qué alternativa
política a la identidad y crisis organizativa de Podemos se puede imaginar.
¿Por qué tanto
rencor contra un gobierno moderadamente socialdemócrata? La respuesta, escribe
Monereo, no está en lo que hace este Gobierno, sino en lo que les impide hacer. La “bulla” anticomunista contra Podemos puede sonar extraña para
oídos ingenuos, así como aún más extrañas se antoja, aquí en Italia, las
acusaciones de comunismo dirigidas a una fuerza mucho más moderada que Podemos
como es el M5S. Pero la extrañeza es evidente. Para explicar esto, debe
entenderse que el anticomunismo en ausencia de una amenaza comunista real es un
síntoma del hecho de que la oligarquía se siente victoriosa, razón por la cual,
después del miedo, relanza la ofensiva, persiguiendo objetivos más ambiciosos.
Iglesias no ha entendido que la moderación no es suficiente: moderado o
radical, su partido será atacado sin piedad hasta que desaparezca, o hasta que
hayan logrado que terminen como Tsipras y Syriza, es decir, convertirlos en
líderes políticos como los demás, para cortar sus relaciones residuales con las
clases subalternas y matar cualquier esperanza de cambio. Tampoco se dio cuenta
de que el verdadero objetivo de la ofensiva no es él, sino Pedro Sánchez: para obtener
el pasaporte de garante del sistema, Sánchez debe deshacerse de Podemos, debe
volver a tener las manos libres para poder aplicar sin dudas ni vacilaciones
las políticas dictadas por el bloque de poder interno y la UE.
Para las
oligarquías, la crisis es una oportunidad imperdible: partiendo de un análisis
despiadado de la realidad –incluso más cínico de lo que sus críticos pueden
imaginar– y de la convicción de que las tendencias actuales son irreversibles,
quieren “adelantarse”, tomar el control absoluto e indiscutible de los procesos
en curso. La sociedad y el gobierno deben enfrentarse a un estado de necesidad
tan convincente que aceptan la dirección económica de la UE y los nuevos planes
de austeridad y reforma asociados con la “ayuda”. Además, en el espíritu del
dicho de Carl Schmitt[13] de
que “soberano es quién decide en el estado de excepción”, Monereo identifica el
objetivo final de la ofensiva: pasar del estado de necesidad al estado de
excepción. Para continuar el ping pong entre España e Italia que estoy
sugiriendo mientras sigo su razonamiento, se podría decir que el objetivo ideal
del que estamos hablando es lo que se ha logrado aquí con la caída del segundo
gobierno del Conte y la creación del gobierno de «unidad nacional», presidido
por el proconsul imperial Mario Draghi.
¿Qué puede
hacer Podemos para oponerse a este resultado? Me parece
que la descripción de Monereo sobre el estado actual del partido de Iglesias no
alimenta ilusiones. Pasar en tan poco tiempo del asalto a los cielos a la
defensa de la democracia y de la constitución actual no era poca cosa, sin
embargo, pasar de la guerra del movimiento a la guerra de posiciones,
identificando a esta última con el gobierno junto con el PSOE, ha sido
demasiado. Así como es demasiado seguir engañándonos a nosotros mismos, al
pensar que las políticas solidarias pueden venir de mano de la UE y fantasear
con los programas de reconstrucción, olvidando que España ya no es un país
soberano. Más bien, este sería el momento de contrarrestar las políticas
neoliberales de la UE y desafiar los Tratados, exigiendo que la deuda se
monetarice y mutualice, apostando a que España e Italia no son Grecia y que,
sin ellas, Europa no está en pie.
Lamentablemente, Podemos
no está en condiciones de hacerlo, aunque quiera. Porque se quedó atascado
en un gobierno sin agenda ni estrategia; porque se ha convertido en una fuerza
minoritaria que pretende jugar a la política en el ámbito hegemonizado por el
PSOE; porque ha perdido la base social y las raíces en
el territorio: los círculos se han debilitado o desaparecido, los
militantes de base se han retirado a la vida privada, el partido se ha
convertido en un “partido manifiesto”, basado en cargos públicos y políticos de
profesión financiados por el Estado que se relacionan con el país sólo a través
de los medios de comunicación, una fuerza incapaz de generar un imaginario
alternativo. Dicho esto, como viejo luchador, Monereo no quiere renunciar a la
esperanza y en los últimos artículos recogidos en esta antología, nos invita a
trabajar en la construcción de una nueva fuerza política, de una constituyente
de la izquierda española.
Concluiré, 1)
relanzando algunos de los nodos teóricos que había esbozado en el post
referido al libro de Campolongo y Caruso, 2) dirigiendo a Monereo algunas
preguntas (a las que espero que pueda y quiera responder) sobre su perspectiva
política actual, 3) explicando finalmente por qué la idea desde la que el proyecto Nuova
Direzione había comenzado aquí en Italia –no muy alejada de la de
Monereo descrita unas pocas líneas arriba— resultó difícil, si no imposible, de
aplicar en las condiciones generadas por la crisis pandémica.
Parto de los
paralelismos que he destacado entre los pares Podemos/PSOE y M5S/PD. Si se
asume una visión ideológica-cultural, está claro que pueden parecer
cuestionables, pero yo los interpreto en el plano estructural. Los procesos de
“normalización” de Podemos y del M5S –a los que se podrían asociar los
de Syriza, France Insoumise, las izquierdas Dems americanas y
los laboristas británicos, en una palabra de los populismos de izquierda
occidental—, pusieron en crisis la hipótesis que yo mismo, entre otros, había
planteado sobre una posible declinación revolucionaria del populismo.
Imprimiendo un giro gramsciano en las teorías de Laclau –de la cadena
equivalente al bloque histórico, desde la hegemonía entendida como manipulación
lingüística retórica del sentido común, hasta su declinación en términos del
equilibrio de poder entre intereses de clase–, me pareció que el “momento
populista” (entendido como el “momento Polanyi”, es decir, como una revuelta de
la sociedad contra los efectos de su colonización por el mercado) podría ser
«cabalgado» por fuerzas sociales comunistas capaces de transformar
progresivamente la ira popular hacia objetivos más avanzados.
Lo que hizo que
esa hipótesis fuera débil fue la falta de un análisis en profundidad de las
transformaciones de composición de clase inducidas por medio siglo de
contrarrevolución liberal. Junto con Alessandro Visalli esbocé un primer
intento en ese sentido en la sección de la tesis de Nueva Dirección dedicada a
este tema. Nuestra propuesta entrecruzaba diferentes parámetros para
definir los contornos del proletariado contemporáneo, basado, más que en los
niveles salariales, en una serie de oposiciones: capacidad o no para negociar
el precio de la fuerza de trabajo (independientemente del tipo de marco legal
de la misma); disponibilidad o no disponibilidad de fuentes de ingresos
distintas del trabajo (bienes raíces, valores de diversos tipos, seguros,
etc.); niveles de educación (“capital cultural”, para utilizar un neologismo en
boga); ubicación geográfica (centros metropolitanos gentrificados frente a
periferias y ciudades de provincia); niveles de empleo precario, etc.
Además de directivos, profesionales, rentistas y pequeños y medianos
empresarios, de la lista también quedaban excluidos los mandos medios con
funciones de control de la fuerza de trabajo, así como a
los estratos de trabajadores intelectuales (nuevas profesiones,
trabajadores del conocimiento, «creativos», etc.) que, aunque con salarios
relativamente bajos y/o penalizados
por capacidades sobredimensionadas en relación con el empleo real y
las oportunidades de carrera, conservan expectativas e identidades de
estatus típicas de las clases medias altas.
El problema es
que es precisamente esta última capa, es la que ejerce la hegemonía en las
formaciones populistas de izquierda. Esto ha
significado que estos movimientos , aunque con fuertes diferencias en los
diversos países, han asumido esas características que en el post dedicado al
libro de Campolongo y Caruso, he definido como neo-jacobinas a nivel ideológico
–referencia a los «ciudadanos», a los «pueblos», y no a las clases
subordinadas, la corrección política, la reivindicación de un
retorno a una democracia imaginaria «original»–, y neo-burguesas en el
plano estructural o resistencia a los procesos
de suplantación por parte de las nuevas oligarquías. Se trata de la
«trama» de la que habla Monereo, en la que se refiere a que no pueden ser
clasificadas como burguesía en el sentido clásico. Las consecuencias de esta
composición de clase son obvias: comunicacionismo, electoralismo, gobiernismo,
líderismo mediático, debilidad organizativa y escasas raíces en el territorio.
Como demuestran ampliamente los análisis de la composición social tanto del
electorado como de la base de estas formaciones, su atractivo para las clases
subalternas es pobre o, en el mejor de los casos, episódico (véase el auge
electoral del M5S, que rápidamente se desinfló como resultado de los repetidos
giros moderados). Esto ha traído como consecuencia que una proporción
significativa del consenso de los estratos sociales medio-bajos, menos
escolarizados, residentes en los suburbios o en las provincias, se haya ido al
populismo de derechas, como certifican los análisis de la composición social de
los flujos electorales.
¿Tenía que ser
necesariamente así? Para aquellos que no creen en el determinismo
histórico rígido, la respuesta sólo puede ser negativa. Lo cierto es
que la condición por la que podría haber ido de manera diferente coincide con
la existencia de fuerzas políticas capaces de unificar, en primer lugar, los
fragmentos de un proletariado desarticulado y privado de identidad cultural por
décadas de guerra de clases desde arriba[14].
Sólo a partir de la reconstitución de ese núcleo habría sido posible construir
un bloque social capaz de oponerse al proyecto oligárquico. Pero hoy esas
fuerzas no existen o si existen son demasiado débiles en cualquier país
occidental. Entonces, ¿qué podemos hacer, o, en palabras de Monereo, ¿cómo
podemos ser revolucionarios en un tiempo histórico que no es revolucionario?
La respuesta
propuesta por Nuova Direzione fue tratar de sumar fuerzas que
durante años han estado criticando la aquiescencia de las izquierdas nacionales
e internacionales a las consecuencias de los procesos de globalización y
financiarización y hacia las normas de gobernanza supranacional impuestas por
la UE. Partiendo de la atención suscitada por la puesta en marcha
del Manifiesto por la Soberanía Constitucional, queríamos reconstruir
un punto de vista socialista sobre la salida de la Gran Crisis que comenzó
en 2008, inspirado en los intereses de las clases subordinadas y de las
periferias. La ambición hegemónica de este proyecto, dada la escasa
consistencia numérica de la Asociación, puede parecer una locura. Pero se
justificó por la creencia de que la ola populista, incluso si mostraba los primeros
signos de agotamiento, podría abrir una ventana de oportunidad para la
explosión ascendente de fuerzas y energías antisistema. La idea no era crecer
absorbiendo otras subjetividades político-culturales, sino actuar como
catalizador “para ser peces en el mar, en vez de pensar en convertirnos en el
mar nosotros mismos”, como escribió Visalli.
Un año
después, debemos reconocer que la crisis pandémica ha drenado el mar. Integrando
de un solo golpe todo el sistema de partidos, junto con todas las variantes populistas,
bajo su propio mando, el golpe blanco jugado por Draghi es un ejemplo perfecto
de lo que Monereo llama la transición del estado de necesidad al estado de
excepción: el verdadero gobernante ha mostrado su rostro, reclamando en
exclusiva el derecho a decidir del que está convencido ser el depositario
legítimo. Las reacciones han sido más bien escasas: van desde la disidencia
interna en el M5S, melancólicamente arraigada en la reivindicación nostálgica
de la “pureza” de los orígenes, hasta la rebeldía de flecos irracionales y
puramente reactivos (Antivacunas, negacionistas, conspiranóicos, etc.), hasta
la “oposición del rey” encarnada por el derechista Fratelli d’Italia.
Tampoco creo que podamos esperar rebeliones masivas espontáneas del tipo de
chalecos amarillos franceses: como nos enseñan los acontecimientos griegos,
después de derrotas particularmente duras, y después de la traición de las
fuerzas políticas que habían despertado esperanzas de cambio, las reacciones
predominantes son el desánimo y la resignación.
Además, no debe
subestimarse la posibilidad de que Europa aproveche la oportunidad de la crisis
pandémica para recuperar el consenso y la credibilidad 1) promoviendo la inversión en infraestructuras, tecnologías
avanzadas, servicios y administración pública; 2) amortiguando los efectos más
dramáticos de los procesos de empobrecimiento generados por la crisis; 3)
volviendo a comprar la fidelidad de las clases medias con educación alta y
con capacidades útiles para la reactivación de un ciclo de desarrollo. Me
doy cuenta de que mucha gente -y yo hasta hace poco- pensaban y piensan que el
actual régimen oligárquico “no puede” tomar tales iniciativas, pero hay que
recordar que Lenin argumentó que no hay crisis que el régimen capitalista, si
no es derrocado políticamente, no pueda superar tarde o temprano. En cualquier
caso, Visalli y yo – en desacuerdo con la mayoría de los compañeros de Nuova
Direzione -, creemos que la fase ha cambiado tan radicalmente que el
proyecto de las Tesis parece de hecho superado (además, la teoría, para un
marxista, no debe producir modelos abstractos sino análisis concretos de
situaciones concretas). Es por eso que creemos que pasar de la guerra de
movimiento a la guerra de posición significa reanudar las filas de una obra
teórica que sólo puede ser colectiva, es decir, que debe implicar
un combinado de energías e inteligencia mucho más amplio del que
dispone Nuova Direzione, y también significa ayudar a producir
recursos y capacidades en vista de la deseable fase constituyente de
una nueva formación socialista que, dada la dispersión actual de las fuerzas,
sólo puede tener lugar como culminación de un trabajo largo,
agotador y paciente.
Lo único que me
queda por hacer en este momento es preguntarle a Monereo hasta qué punto cree
que esta perspectiva es compatible con el contexto español. Es probable que en
España haya condiciones más favorables que las nuestras, para que se inicie un
semejante proceso constituyente. Aunque no creo que esto pueda impedir que la
transición del estado de necesidad al estado de excepción ocurra también allí
en tiempos relativamente breves. Pero si eso es cierto, me pregunto (y le
pregunto) si y de qué forma piensa que el objetivo de recuperar la soberanía
nacional y popular deba y pueda ser replanteado, junto con el derecho de las
clases subordinadas a decidir su propio destino. En particular, me pregunto (y
le pregunto) si piensa que la exigencia de restaurar la democracia en las
formas codificadas por las constituciones sociales todavía puede tener un
sentido no puramente ideológico, o si no es más apropiado volver a
proponer el eslogan «seamos realistas, pidamos lo imposible» que, en este
caso, significa imaginar formas de participación democrática radicalmente
alternativas a las que la «rebelión de las élites» ha relegado definitivamente
al pasado. Un último punto: sea cual sea el camino que elijamos para
afrontar el cruce del desierto que nos espera, tendremos que armarnos unos a
otros con coraje, porque los escenarios bélicos que se están preparando no
dejarán mucho espacio para formas de resistencia que puedan calificarse de
“connivencia con el enemigo”.
Notas:
[1] Algunas de las obras precedentes de Manolo Monereo están disponibles
en italiano. Cfr., en particular, España. Un proyecto de liberación (con
Héctor Illueca), Meltemi, Milano 2020; ver también “Plutocrazia contro
democrazia” en VV.AA. (a cura di C. Formenti), Dopo il neoliberalismo.
Indagine collettiva sul futuro, Meltemi, Milano 2021.
[2] La editorial El Viejo Topo ha publicado las ediciones españolas
de La variante populista (DeriveApprodi,
Roma 2016) y de ¡El socialismo ha muerto! ¡Viva el socialismo! (Meltemi,
Milano 2019).
[3] F. Campolongo, L. Caruso, Podemos e il populismo di sinistra.
Dalla protesta al governo, Meltemi, Milano 2021.
[4] He debatido el concepto de momento populista en La variante…cit.
[5] La Liga Norte es una federación de varios partidos y Ligas del norte
y centro de Italia, que se sitúa en la derecha del espectro
político, fundada por Umberto Bossi en 1991.Su dirigente actual es Matteo
Salvini. En sus orígenes regionalista e incluso secesionista frente al poder de
Roma (considerada “ladrona”) y profundamente “anti meridionalista”, hasta el
punto de reclamar el cese de la financiación pública a las regiones del Sur de
Italia, en la actualidad, el programa electoral de la Liga propone el el federalismo fiscal y regional, el
rechazo a la inmigración y cierto soberanismo reaccionario. (NdT)
[6] El Movimento 5 Stelle es un movimiento/partido político
italiano, ambientalista, centrado en la lucha anticorrupción y que aboga por
la democracia directa, cuyo programa es una maraña de ambigüedad e
ingenuidad. Fue creado en 2009 por Beppe Grillo y por Gianroberto
Casaleggio. En la actualidad, sigue sin una dirección política colectiva
formal. (NdT)
[7] El presidente del M5S, Luigi Di Maio, propuso a Giuseppe
Conte como presidente del Consejo de Ministros de Italia, tras las
elecciones de 2018. (NdT)
[8] El Manifiesto puede encontrarse en este link.
[9] La Tesis se puede consultar en el siguiente link.
[10] El Partido Democrático es un partido italiano de centroizquierda,
heredero del PCI y de sectores demócrata cristiano, fundado por Enrico
Letta, Pier Luigi Bersani y Dario Franceschini en 2007. (NdT)
[11] Sobre el programa político de Podemos ver F. Campolongo, L. Caruso,
op. cit.
[12] Sobre el debate en merito a la naturaleza de la sociedad y del
régimen chinos que ha implicado, además que a Samir Amin, a otros autores
marxistas, desde Giovanni Arrighi a David Harvey, ver mi último libro, Il
capitale vede rosso, Meltemi, Milano 2020.
[13] Cfr. C. Schmitt, Le categorie del politico, il Mulino,
Bologna 1972; ver también Il Nomos della Terra, Adelphi, Milano
1991.
[14] Cfr. L. Gallino, La lotta di classe dopo la lotta di classe,
Laterza, Roma-Bari 2012.
Artículo
publicado originalmente en Cuarto Poder.
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