domingo, 15 de noviembre de 2020

Historia de la Revolución Rusa

 

Rosa Luxemburgo Obras Escogidas, 11 de 17

Izquierda Revolucionaria 

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Rosa Luxemburgo

5. La cuestión del sufragio

Tomemos otro ejemplo impactante: el derecho al sufragio tal como lo mantiene el gobierno soviético. No queda para nada claro que significación práctica se atribuye a este derecho al sufragio. Por la crítica que hacen Lenin y Trotsky a las instituciones democráticas, parecería que rechazan por principio la representación popular sobre la base del sufragio universal y que quieren apoyarse solamente en los soviets. Por qué, entonces, utilizan un sistema de sufragio universal, realmente no queda claro. No sabemos si este derecho al sufragio se puso en práctica en algún lado; no se oyó hablar de ninguna elección para ningún tipo de organismo popular representativo realizada con este sistema. Más probablemente se trata, por así decirlo, de un producto teórico de la diplomacia; pero, sea como sea, constituye un producto notable de la teoría bolchevique de la dictadura.


Todo derecho al sufragio, como cualquier derecho político en general, no puede medirse aplicando alguna suerte de patrón abstracto de “justicia” o de cualquier otro término burgués democrático, sino por las relaciones sociales y económicas a las que se aplica. El derecho al sufragio elaborado por el gobierno soviético está calculado para el periodo de transición de la sociedad burguesa capitalista a la socialista, o sea, está calculado para el periodo de la dictadura del proletariado. Pero, según la interpretación de esta dictadura que representa Lenin y Trotsky, se garantiza el derecho a votar a todos aquellos que viven de su trabajo y se les niega a todos los demás.


Ahora bien; es obvio que este derecho a votar tiene significado solamente en una sociedad que está en condiciones de garantizar a todos los que quieren trabajar, en función de la tarea que realizan, una vida civilizada adecuada. ¿Es ese el caso de Rusia en la actualidad? Rusia se ve enfrentada con tremendas dificultades, separada como esta del mercado mundial y de sus fuentes de materias primas más importantes. La economía y las relaciones productivas han sufrido una sacudida terrible como resultado de la transformación de las relaciones de propiedad en la tierra, la industria y el comercio. En tales circunstancias, es evidente que incontables personas han de verse súbitamente desarraigadas, a la deriva, sin ninguna posibilidad objetiva de encontrar en el mecanismo económico empleo para su fuerza de trabajo. Esto no sucede solamente en la clase capitalista y en la terrateniente sino también en amplios sectores de la clase media e incluso en la misma clase obrera. Es un hecho conocido que la contracción industrial produjo un regreso del proletariado urbano al campo en escala masiva, en procura de ubicación en la economía rural. En tales circunstancias, otorgar el derecho político al sufragio en función de la obligación de trabajar constituye una medida bastante incomprensible. De acuerdo a la tendencia general, se supone que solamente los explotadores se verán privados de los derechos políticos. Y, por otro lado, a la vez que la fuerza de trabajo se desarraiga a escala masiva, el gobierno soviético se ve obligado a menudo a poner la industria nacional en manos de sus anteriores propietarios, en consignación, por así decirlo. Del mismo modo, el gobierno soviético se vio forzado a concluir un compromiso también con las cooperativas de consumo burguesas. Más aún; se demostró inevitable la utilización de los especialistas burgueses. Otra consecuencia de esta situación es que el Estado mantiene con los recursos públicos a sectores cada vez más amplios del proletariado, como los guardias rojos, etcétera. De hecho, amplias y crecientes capas de la pequeña burguesía y del proletariado, a las que el mecanismo económico no les proporciona los medios para ejercer la obligación de trabajar, se ven privadas de sus derechos políticos.


No tiene sentido considerar el derecho al sufragio como un utópico producto de la fantasía desligado de la realidad social. Y por esta razón no es un instrumento serio de la dictadura proletaria. Es un anacronismo, una anticipación de la situación jurídica adecuada a una economía socialista ya realizada, no al periodo de transición de la dictadura proletaria.


Como toda la clase media, la burguesía y la intelligentsia pequeñoburguesa boicotearon durante meses al gobierno soviético después de la Revolución de Octubre haciendo sabotaje en los ferrocarriles, las líneas postales y telegráficas, los aparatos educacional y administrativo, oponiéndose de esta manera al gobierno obrero. Naturalmente se ejercieron


sobre estos sectores todas las medidas de presión posibles. Estas incluían la privación de los derechos políticos, de los medios económicos de existencia, etcétera, a fin de quebrar su resistencia con puño de hierro. Fue precisamente de esta manera que se expresó la dictadura socialista, que no puede abstenerse de usar la fuerza para garantizar o evitar determinadas medidas que afectan los intereses del conjunto. Pero cuando llega a una ley electoral que resulta en la privación del derecho del voto para amplios sectores de la sociedad, a los que políticamente se coloca fuera de los marcos sociales y, al mismo tiempo, no se está en condiciones de ubicar aunque sea económicamente dentro de esos marcos; cuando la privación de los derechos no es una medida concreta para lograr un objetivo concreto sino una ley general de largo alcance, entonces no se trata de una necesidad de la dictadura sino de una creación artificial a la que no se le puede insuflar vida. Esto se aplica tanto a los soviets como fundamento como a la Asamblea Constituyente y a la ley del sufragio general.


Pero el tema no se agota con la Asamblea Constituyente y la ley del sufragio. No hemos considerado hasta ahora la destrucción de las garantías democráticas más importantes para una vida pública sana y para la actividad política de las masas trabajadoras: libertad de prensa, derechos de asociación y reunión, que les son negados a los adversarios del régimen soviético. En lo que hace a estos ataques (a los derechos democráticos) los argumentos de Trotsky ya citados sobre el carácter farragoso de los organismos democráticos electos distan mucho de ser satisfactorios. Por otra parte, es un hecho conocido e indiscutible que es imposible pensar en un gobierno de las amplias masas sin una prensa libre y sin trabas, sin el derecho ilimitado de asociación y reunión.


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