Nunca ha
habido una crisis económica como la actual
Vicenç
Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas,
Universitat Pompeu Fabra, y Director del JHU-UPF Public Policy Center
Existe
un gran debate en los círculos económicos a los dos lados del Atlántico Norte
sobre la naturaleza de la crisis económica actual causada por la
pandemia, crisis que ya ha empezado y que se asume tendrá características
similares a las que tuvo la Gran Recesión, que ocurrió durante el
período 2007-2015. De esa semejanza se derivan las distintas propuestas que se
están realizando para intentar minimizar y resolver el daño causado por esta
crisis, asumiendo que las políticas públicas aplicadas para mitigar el daño
causado en aquella recesión serán válidas también para esta. Tal supuesto es profundamente erróneo, pues las causas y las
características de la Gran Recesión fueron muy distintas a las causas y a las
características de esta crisis causada por la pandemia. En realidad, nunca ha
habido una crisis económica que tenga las características de la de ahora. Ni
siquiera la Gran Depresión es una crisis semejante a la actual. Es
importante y urgente que se entienda esta realidad, pues la ignorancia de ello
puede tener unas consecuencias catastróficas para la
pervivencia de las sociedades a los dos lados del Atlántico Norte.
Veamos las características de la crisis
actual:
·
Esta crisis económica está causada por
la necesidad de salvar a la población (evitar que enferme y que muera),
predominantemente del mundo del trabajo, pues sin ella no hay ni producción ni
distribución de los bienes y servicios consumidos por la población. Es una
crisis inmediata, sin ser resultado de ningún proceso evolutivo anterior. No se debe al colapso del capital financiero como
en la Gran Recesión ni a la supuesta necesidad de corregir la elevada inflación
(como ocurrió en la recesión provocada en 1981 o en 1993), ni a una falta de
demanda como en la Gran Depresión.
·
Tal parálisis de la mayoría de sectores
de la actividad económica conlleva una crisis rápida con un gran descenso (sin
precedentes) del crecimiento del PIB y un aumento del desempleo. La economía estadounidense, la mayor economía del
Atlántico Norte, vio (en el primer trimestre de este año) descender el PIB un 12% según la oficina del presupuesto del
Congreso de EEUU (Congressional Budget Office -
CBO), un 10% según Goldman Sachs o un 12% según J.P. Morgan. Es el descenso más acentuado desde la Gran Depresión (-13%) y el peor desde la II Guerra Mundial. Este descenso
producirá un aumento, también sin precedentes, del desempleo. Según la
CBO, se alcanzará un nivel del 16%, el mayor desde el final de la II
Guerra Mundial. En el caso de España, el PIB ha caído un 5,2% este primer
trimestre de 2020, y se espera que caiga hasta un 9,2% a lo largo del año en
curso, según el gobierno. Respecto a la afectación sobre los puestos
de trabajo, la tasa de desempleo acumula una tasa variación trimestral del
3,79%, situándose al 14,41% en el mes de abril. El gobierno, por su
parte, prevé que la tasa de desempleo llegue al 19% a finales de 2020 (es
probable que estas cifras sean mayores). Y para el conjunto de la UE, la caída del PIB este primer
trimestre ha sido del 3,5% (3,8% en la Zona Euro). Según las
previsiones del FMI, esta caída se prolongará durante todo el 2020, acumulando
una caída interanual del 7,1% (7,5% en la Zona Euro). Al mismo tiempo, según
las mismas previsiones del FMI, la Zona Euro alcanzaría el
10,4% este 2020 (no ofrece datos para el conjunto de la UE).
·
Otra característica es la rapidez (casi
inmediatez) de los efectos de la paralización de la mayoría de sectores
laborales. En EEUU, un período de solo un mes (del
15 de marzo al 18 de abril) 30 millones de trabajadores (de
un total de 150 millones) han pasado a estar en paro,
según los datos de trabajadores que han pedido acogerse al subsidio de
desempleo (que es muy limitado en EEUU). Esta inmediatez, intensidad y
gravedad es la mayor de cualquier crisis habida en los siglos XX y XXI en EEUU.
Como punto de comparación, la mayor pérdida de puestos de trabajo fue de 4
millones en cinco semanas durante la Gran Depresión. En el caso español, en solo dos meses prácticamente 3,4 millones
de personas se han visto afectadas por expedientes de regulación temporal de
empleo (ERTEs), y solo en el mes de abril el paro registrado creció en casi
300.000 personas, cifra nunca alcanzada anteriormente en un solo mes.
·
La evolución de la crisis económica
está predominantemente influenciada por el impacto de la pandemia en la
mortalidad y morbilidad (enfermedad) de la población trabajadora, así como en
el efecto de las medidas tomadas para controlar la pandemia (como el
distanciamiento social o el cierre de escuelas) en el tamaño de la población
ocupada. Un ejemplo de lo primero es que muchas empresas han tenido que interrumpir parcialmente, o en su
totalidad, su actividad económica como resultado de la muerte
y/o enfermedad de sus trabajadores. Y un ejemplo de lo segundo es que el cierre de las escuelas por parte de las autoridades públicas
crea un grave problema que obstaculiza la conciliación de la
vida laboral con la vida familiar de los padres y, sobre todo, de las
madres, provocando problemas graves en la continuidad de la fuerza del
trabajo, sobre todo de las mujeres, que son la mayoría en los servicios
esenciales (servicios sanitarios y sociales, así como comercio,
claves para la continuidad del sistema económico). En realidad, una de las causas de que los impactos de la crisis
sean mayores en unos países que en otros se debe a limitaciones de los
servicios sanitarios, sociales y personales, así como a la escasez
de los servicios de apoyo a la población, tanto a nivel laboral como
familiar. La falta de protección social y laboral que ha
caracterizado a EEUU, Italia y España es una de las causas de que la crisis
económica vaya a ser mayor en estos países (ver mis dos últimos
artículos en Público: Alternativas económicas frente a la pandemia,
30.04.20, y La falsa dicotomía entre mantener la salud o salvar la
economía, 16.04.20).
La viabilidad y supervivencia del
sistema económico depende primordialmente del sector más afectado: el ámbito
social de los sectores esenciales
·
Otra especificidad de esta crisis económica
es que ha afectado más al sector servicios que al sector industrial o al de la
construcción. Esto se debe a varios factores. Uno
es que el sector económico más afectado ha sido, precisamente, el sector
de los servicios esenciales, que incluye los servicios sanitarios y sociales,
el servicio de transporte, los servicios comerciales, los servicios de limpieza
y servicios personales, entre otros. Todos ellos tienen en común no haber
tenido la opción de confinarse, estando por lo tanto más expuestos al contagio,
a la enfermedad y/o a la muerte. Entre ellos, destacan los servicios que están,
como parte de su trabajo, directamente en contacto con los enfermos de
coronavirus, a los que cuidan (unos trabajadores que están siendo objeto del
merecido homenaje de la ciudadanía). La gran mayoría de los trabajadores de
estos sectores son mujeres, en condiciones de empleo precarias, sujetas a
escasez de material protector y a situaciones enormemente estresantes y mal
retribuidas.
Este
sector de trabajadores y trabajadoras esenciales, que representa
aproximadamente un 35% de la población ocupada, juega un
papel clave en la economía y sostiene a toda la sociedad, con una
función primordial para la seguridad del sistema. La pandemia ha mostrado claramente que la viabilidad del sistema
económico depende en gran medida de este sector. No hay ningún otro sector que
sea tan fundamental para la mera existencia de la sociedad. Como bien dicen las
feministas, la economía de los cuidados es el pilar de todo el sistema. E, insisto,
es el sector más feminizado, peor retribuido y más maltratado de la economía.
No es, por lo tanto, una casualidad que sea el más afectado (a nivel de
contagios, enfermos y muertos) por la pandemia, lo que muestra su enorme
vulnerabilidad y riesgo.
La orientación comunitaria de tales
servicios esenciales
·
Es también una característica de este
sector social que la mayor parte de su actividad se realice en
la comunidad, siendo un componente esencial de la misma, vital para la calidad
de vida y bienestar de la población. Tales servicios están gestionados por las autoridades locales o por los Estados,
regiones o autonomías. Son también una de las áreas económicas con mayor
potencial de expansión en ocupación. El caso
más claro es el cuarto pilar del bienestar (esto es, los servicios de ayuda a
las familias: escuelas de infancia y servicios domiciliarios a los ancianos y
otras personas dependientes), una de las áreas de mayor empleo en los países
nórdicos, que explica que mientras uno de cada cinco adultos trabaja en los
servicios públicos del Estado del Bienestar en Suecia, en España es solo uno de
cada diez. Ello es causa de la elevada integración de la mujer en el mercado de
trabajo de aquel país nórdico, y de su baja integración en España.
Políticas públicas para salir de la
crisis económica: la gran expansión en el sector social (los servicios y
transferencias que garantizan la viabilidad y la seguridad de la población y de
la economía)
De
estas características definidas en los puntos anteriores se derivan las líneas
estratégicas de intervención para salir de la crisis que, debido a las causas
que la crearon, puede ser revertida también con gran rapidez, con el objetivo
de que sea una crisis en forma de U y no en forma de L. Ahora bien, para
que ello ocurra es fundamental que no se repitan los grandes errores que se
cometieron para salir de la Gran Recesión. No pueden priorizarse (como se
hizo entonces) los intereses particulares de poderes económicos y financieros
(que habían, precisamente, causado la Gran Recesión) frente al bien común,
representado por los servicios sanitarios y sociales, que fueron recortados y
desabastecidos de forma dramática, con las consecuencias que hemos vistos estos
días con la pandemia.
Hay
que cambiar radicalmente las prioridades de la recuperación, expandiendo la inversión social, que, repito, favorece el bien
común, con una gran expansión del empleo en estos servicios del Estado del
Bienestar, es decir, los servicios y transferencias del Estado social (como
sanidad, servicios sociales, vivienda social y los servicios del 4º pilar del
bienestar), convirtiéndose en la inversión más importante del Estado a fin de
garantizar la viabilidad y la seguridad de todo el sistema. Repito
que ello debería incluir el establecimiento de los servicios a las familias
(escuelas de infancia y servicios a la dependencia) que ayuden a integrar a la
mujer en el mercado de trabajo. Se necesita, por lo tanto,
un New Deal Social que refuerce la calidad de vida, bienestar
y seguridad de la población; una seguridad que sería un profundo error definir
como un concepto militar o policial (la pandemia en EEUU ha causado muchas más
muertes que la guerra de Vietnam). La primera condición para la existencia de
una sociedad es la seguridad del bienestar, siendo este el primer objetivo que
debería tener cualquier política pública.
Otra gran urgencia: la necesaria
reconversión industrial, el New Deal Social y el New Deal Verde
Otras
políticas públicas que se deberían implementar deberían ser invertir en la
reconversión del sector industrial para orientarlo hacia las necesidades del
bien común, y muy en particular las necesidades del sector social, a fin de
garantizar la existencia del material necesario para proteger y mejorar el
bienestar de la población, estableciendo unas prioridades que pueden ser
distintas a las definidas por el mercado, el cual siempre prioriza la capacidad
adquisitiva del consumidor, pero no dicho bien común. Según el mismo principio, la reconversión
industrial (incluyendo la construcción) tendría también que priorizar
las medidas para proteger a la población de los cambios climáticos, que podrían
causar posibles crisis, tanto o más severas que las pandemias. Se
requiere, junto al New Deal Social, un New Deal Verde, a fin de
garantizar tal bien común, tema a expandir en próximos artículos.
En
este sentido, fue preocupante ver la reacción negativa que algunos sectores
influyentes de la sociedad (incluyendo algunas opciones de las izquierdas)
tuvieron hacia las reflexiones de la teniente de alcalde del ayuntamiento de
Barcelona, Janet Sanz, que indicó la necesidad de hacer cambios en el sector
automovilístico del país en lo que era, en realidad, una llamada al sentido
común, que pedía poner el bien común sobre el bien particular. España es uno de
los países que producen más automóviles, un producto del cual hay muy poca
escasez y excesiva abundancia.
Hubiera sido mucho más necesario que tal industria fabricara respiradores, de los cuales ha habido una escasez
enorme, lo que ha causado la muerte a miles de personas. Y, además
de respiradores, hay muchísimos productos manufacturados que
deberían fabricarse para mejorar la calidad de vida de la población; lo mismo
aplica a la reconversión verde que debe darse como consecuencia de ese
otro New Deal que debería conllevar una redefinición del
sector industrial en base a nuevas formas de energía. Y lo mismo con la
construcción, que debería especializarse mucho menos en el turismo y mucho más
en la reconversión de los edificios para ser más eficientes energéticamente,
así como también en desarrollar un urbanismo que construya comunidades que unan
y no separen a la población. En este sentido, uno de los avances en
los países escandinavos ha sido intentar terminar con la soledad de los
ancianos, creando comunidades y edificios con gran diversidad social y etaria,
que unan y no separen a los grupos sociales (ya sea por razones de edad o de
tipología familiar). El hecho de que hubiera
protestas contra Janet Sanz muestra lo mucho que queda por hacer para priorizar
el bien común en este país.
Las condiciones políticas para salir de
la crisis económica
Para
salir de la crisis es fundamental que haya una mayoría de progreso que apoye o,
al menos, simpatice con los puntos subrayados en este artículo. En realidad,
cada una de las propuestas en él podrían ser aceptadas incluso por parte de
fuerzas conservadoras que son conscientes de la gravedad de los tiempos que
vivimos y que perciben que volver al pasado no es la solución a la enorme
crisis económica actual. Sin embargo, el mayor problema es que las direcciones
de los partidos conservadores y liberales españoles han mostrado una falta de
cultura democrática que los ha diferenciado de sus homólogos políticos en
muchos otros países europeos.
Subrayo el término direcciones (y no incluyo a gran parte de
sus votantes) porque varias encuestas creíbles muestran que la mayoría de estas propuestas gozan de una amplia aprobación por
parte de la población española, incluyendo votantes conservadores y liberales.
Pero para desgracia del país, hoy hay dirigentes políticos que, por meros
objetivos partidistas, están obstaculizando la continuidad del estado de
alarma, hecho que tendría resultados enormemente negativos, incluso
catastróficos.
La
otra medida necesaria ha sido la de establecer una dirección política única
para responder a la pandemia, al menos en las líneas generales de actuación,
aun cuando la aplicación de las medidas debería estar adaptada a las
peculiaridades de cada parte del país. El problema en España es que, de nuevo,
como consecuencia del escaso desarrollo democrático, algunos de los dirigentes
de las comunidades autónomas, controladas por los partidos de la oposición, se
resisten a ello, obstaculizando tal dirección. Esto ha ocurrido también en
Italia, donde hubo grandes problemas debido a la descentralización del sistema
sanitario, lo que también ha sucedido en Bélgica, donde la diversidad nacional
ha obstaculizado una acción unitaria, hecho que ha sido responsable de su
elevada mortalidad. Estos casos contrastan con Alemania, donde, a pesar de la
descentralización de su sistema federal, ha habido una dirección central única
encabezada por la Sra. Merkel, resultado de lo cual el país ha tenido una muy
baja mortalidad.
¿Cómo se paga todo esto? ¿Puede el país
conseguir los recursos para salir de la crisis?
En
primer lugar, hay que entender que los argumento que los
economistas conservadores y liberales continuamente utilizan de que no se puede
pagar o de que es injusto defender la deuda pública porque la tendrán que pagar
nuestros hijos y nietos, son falaces y carecen de credibilidad. Y los datos así
lo muestran, como mostré en mi libro Ataque a la democracia y al
bienestar, crítica al pensamiento económico dominante. Hoy, todos los
países a los dos lados del Atlántico Norte disponen de los recursos necesarios
para salir de la crisis siguiendo una vía opuesta a la que se siguió en la Gran
Recesión. El problema de los recursos no es un problema económico: es, en
realidad, político. Lo documentamos extensamente cuando Juan Torres,
Alberto Garzón y yo publicamos el libro HAY ALTERNATIVAS. Propuestas para
crear empleo y bienestar social en España, en el que
mostramos con datos que sí que había recursos alternativos a los recortes.
Tales recursos ya existen en el país. Lo que se requiere es una
redistribución de tales recursos, revirtiendo el enorme crecimiento de las
desigualdades, que es uno de los factores que obstaculizan más alcanzar no solo
el bienestar de la mayoría de la ciudadanía, sino también la eficiencia
económica. Se está llegando a un nivel de absurdidad tal que en el mundo occidental se invierte una enorme cantidad de recursos públicos en el sector militar para
expandir la industria del armamento y de la muerte, para defendernos de un enemigo (que ahora se considera China) del
que dependemos para conseguir materiales que permitan proteger a la ciudadanía,
como mascarillas y respiradores. La seguridad no se basa en poder militar, sino
en el poder social. Es más, no es la muerte, sino la vida, lo que une a la
población mundial. Y la corriente de solidaridad que se ha generado durante la
crisis debe verse reflejada en un sistema económico nuevo pospandemia que se
base en esa solidaridad y en el bien común. Fue absurdo que, en España, por
ejemplo, se destinaran 60.000 millones de euros públicos para salvar a la banca
privada (que había sido, en gran parte, responsable de la crisis financiera en
España) o que se gastaran 1.200 millones de dólares públicos en EEUU para
financiar investigaciones farmacéuticas que no responden a las necesidades de
la ciudadanía, sino que fueron fruto de decisiones que siguieron un criterio
meramente mercantil para definir las prioridades de tal industria. La población
ha hecho y continúa haciendo un enorme sacrificio y no debería tolerar la
concentración de tantos despropósitos, que favorecen, como siempre, a unos intereses
muy minoritarios frente a los intereses de la mayoría de la población. La
solución a la pandemia no es volver al pasado, sino construir un nuevo futuro.
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