Debates sobre la derecha liberal y el comunismo
Óscar Fernández
Izquierda
Diario.es
13.10.2019
Un argumento usualmente esgrimido contra el marxismo y el comunismo es que
presuntamente 100 millones de personas habrían muerto bajo su régimen. ¿Pero
qué tan cierta es esta aseveración y de dónde salió esa cifra?
La cifra de los
100 millones ha sido uno de los argumentos más repetidos contra la izquierda por
parte de sectores conservadores. La idea central es que se pretende advertir a
la población no sólo sobre las nefastas consecuencias económicas que traería
(“la igual distribución de la pobreza”, como dice la frase atribuida a Winston
Churchill), comparando las condiciones materiales actuales con las crisis
sociales en Venezuela o la situación en Cuba, sino también porque la miseria
actual sería mil veces mejor que el genocidio que potencialmente traería este
sistema.
Sin embargo,
cabe preguntarse cómo y de dónde se obtuvo este número para condenar con
semejante fuerza la propuesta realizada por Carlos Marx y Federico Engels hace
150 años. La idea tomó impulso desde la década anterior y se expandió gracias
al advenimiento de la internet, donde se ha repetido hasta el cansancio hasta
convertirse casi en una idea inamovible e incuestionable. Se trata de una
ofensiva ideológica contra la idea de la revolución para que ésta no se haga
carne en los explotados y desposeídos del mundo, y para esto se realiza una
operación ideológica y política, la cual consiste en asociar al llamado
“socialismo realmente existente” (esto es, el estalinismo y sus distintas
vertientes) con el socialismo de Marx y Engels y su ideario comunista, cuando
en realidad —como demostraremos más adelante— este “socialismo realmente
existente” consistió en su negación.
La fuente de
donde se saca este dato (mismo que luego suele ser en sí mismo inflado a 150 o
200 millones de muertos) viene de la obra El Libro Negro del Comunismo,
una compilación realizada por el exestalinista Stéphan Courtois a fines de los
años 90. El propósito de este estalinista arrepentido era darle un “Núremberg”
al comunismo y juzgarlo en el marco de la historia.
Primer elemento a considerar: errores metodológicos
Es así que el
Libro Negro realiza una compilación de datos y números de todos los países que
se habían autoproclamado comunistas. Courtois realizó una serie de ensayos y
entrevistas a varios historiadores para señalar todas y cada una de las
atrocidades cometidas en nombre del socialismo, para “probar” que ésta sería
culpable de millones de muertes. Sin embargo, esto no vino sin consecuencias
por parte de investigadores más serios.
Empezando por
dos de los propios autores que Courtois recurrió, los historiadores Nicholas
Werth y Jean-Louts Margolin se distanciaron de su participación en el proyecto
argumentando que Courtois estaba “obsesionado” con alcanzar la cifra de los 100
millones, según ellos mismos aseveraron en una entrevista al diario Le Monde,
reprochando que Courtois solamente consideró "la dimensión criminal como
una de las dimensiones de todo el sistema comunista" y que eso
"equivale a eliminar su carácter histórico del fenómeno". [1] La editorial de la Universidad de Harvard
terminó retirando su edición del libro por “errores matemáticos”. [2]
De igual forma,
el historiador Peter Kenez señaló que el libro contiene “imprecisiones
históricas”. “El Sr. Paczkowski, quien escribió el capítulo sobre Polonia,
inmediatamente perdió mi confianza en su objetividad cuando escribió en la
segunda página de su ensayo: "En el verano de 1920, Lenin lanzó una
ofensiva del Ejército Rojo contra Varsovia". No es simplemente una
cuestión de opinión, sino un hecho de que fue Pilsudski, el héroe de la
independencia polaca, quien atacó [primero] y el Ejército Rojo, tal vez
desaconsejadamente, persiguió a los polacos. [...] Estos errores e
imprecisiones son importantes, ya que socavan la confianza del lector en otras
cifras que no son tan fáciles de verificar. (Uno se pregunta acerca cómo es que
los editores no notaron algunos de estos obvios errores)”. [3]
Y es que en su
fanatismo conservador, Courtois define a cualquier persona que murió de forma
antinatural bajo el comunismo como "una víctima de ello", lo que la
mayoría consideraría engañoso. Ya desde la publicación del libro, el filósofo
francés y dirigente trotskista Daniel Bensaïd señaló la pésima metodología
empleada en el Libro Negro. En su reseña escrita en 1997 señala:
“La puesta en
escena del Libro Negro tiende no sólo a borrar las diferencias entre nazismo y
comunismo, sino a banalizar sugiriendo que la comparación estrictamente
‘objetiva’ y contable va en ventaja del primero: 25 millones de muertos contra
100 millones, 20 años de terror contra 60. […] Esta contabilidad macabra de
comerciante al por mayor, mezclando países, épocas causas y campos tiene algo
de cínico y de profundamente irrespetuoso de las propias víctimas. […] Con
tales procedimientos ideológicos, no sería muy difícil escribir un Libro
rojo de los crímenes del capital, sumando las víctimas de los pillajes y de
los populicidios coloniales, de las guerras mundiales, del martirologio del
trabajo, de las epidemias, de las hambrunas endémicas, no solo de ayer, sino de
hoy. Sólo en el siglo veinte se podrían contar sin esfuerzo varios centenares
de millones de víctimas”. [4]
Cualquier investigador
serio sería más riguroso en una investigación de ese calibre. Sin ir muy lejos:
¿cómo definiríamos un país socialista/comunista?
Un elemento que
se suele dejar de lado es el tipo de estado que surge después de la revolución.
Marx en su obra La Guerra Civil en Francia, donde describe el
surgimiento de la Comuna de París, señala los elementos que constituirían un
Estado obrero.
“La Comuna
empleó dos remedios infalibles: en primer lugar, cubrió todos los cargos
administrativos, judiciales y educacionales por elección, mediante sufragio
universal, concediendo a los electores el derecho a revocar en todo momento a
sus elegidos. En segundo lugar, pagaba a todos los funcionarios, altos y bajos,
el mismo salario que a los demás trabajadores. El sueldo máximo asignado por la
Comuna era de 6.000 francos. Con este sistema se ponía una barrera eficaz al
arribismo y a la caza de cargos, y esto sin contar con los mandatos imperativos
que, por añadidura, introdujo la Comuna para los diputados a los cuerpos representativos”. [5]
Courtois,
coherente con su pasado estalinista, no distingue entre el proyecto comunista y
el mal llamado “socialismo real” que resultó su negación burocrática. La URSS
no entraría en el rubro de un país socialista, ya que estos elementos que Marx
detalla, si bien estaban presentes durante los primeros años de existencia del
estado soviético, fueron poco a poco barridos por la burocracia de Stalin. Los
funcionarios estatales tenían privilegios a costa de las masas trabajadoras y
los puestos se elegían de manera burocrática por la camarilla gobernante.
Volviendo a Bensaïd:
“Comparación [entre
nazismo y comunismo] no es justificación, las diferencias son tan importantes
como las similitudes. El régimen nazi cumplió su programa y mantuvo sus
siniestras promesas. El régimen estalinista se edificó en contra del proyecto
de emancipación comunista. Tuvo para instaurarse que machacar a sus militantes.
[…] La Alemania de Hitler no tenía necesidad como la Rusia de Stalin de
transformarse en ‘país de la gran mentira’: los nazis estaban orgullosos de su
obra, los burócratas [estalinistas] no podían mirarse de frente en el espejo
del comunismo original”. [6]
De aquí la
actualización y pertinencia de la definición de Trotsky de que la URSS en
realidad era un “estado obrero degenerado” [7] que contaba con una burocracia que había
expropiado a la clase obrera y había eliminado cualquier vestigio de democracia
soviética. Posterior a la Segunda Guerra Mundial, el estalinismo pactó
repartirse el mundo en los acuerdos de Yalta y Potsdam, dejando a su suerte a
miles de comunistas en distintos países, como Vietnam, [8] Italia, Grecia, etc., e imponiendo su modelo burocrático
—ajeno a la tradición del marxismo y la misma Revolución Rusa— en los países
que quedaban en su “zona de influencia”, argumentando que su “modelo” era el
“socialismo realmente existente” para justificar la brecha entre la teoría
—esbozada por Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo, Trotsky y muchos más sobre la
base de años de experiencia revolucionaria— y sus tergiversaciones en la
práctica.
Asimismo —y
continuando con las características que definen al socialismo—, según la teoría
marxista, éste es una fase transitoria para establecer el comunismo (una
sociedad sin estado, donde no hay explotación ni opresión y todos son
productores libres y asociados), y se impone por medio de una revolución
encabezada por el proletariado. Pero entonces eso nos arroja otro problema:
según esta definición, el único país que encaja en ella sería la URSS, ya que
en otros países (como China) la revolución la encabezaron los campesinos con una
estrategia de guerrillas donde los obreros no fueron la punta de lanza contra
el capitalismo.
Si nos guiamos
por revoluciones lisas y llanas, países como Vietnam, Corea del Norte y Europa
del Este quedarían fuera de ese estudio debido a que su sistema se hizo con una
“revolución por arriba”, sin participación de las masas, por orden de la
burocracia estalinista y en contubernio con el imperialismo internacional como
parte de los ya mencionados acuerdos de Potsdam y Yalta.
Segundo elemento: cifras infladas
Pero aun si el
lector asume los términos dictados por Courtois sobre lo que constituye un país
socialista, eso nos lleva al segundo problema: ¿de dónde salen las cifras? No
se trata solamente de hacer una sumatoria “de comerciante al por mayor” como la
describe Bensaïd.
Las millones de
muertes en los países autoproclamados socialistas provienen de marcos
históricos distintos, cada uno con sus particularidades. ¿Realmente podemos
poner un signo de equivalencia entre un poblado ucraniano asolado por la hambruna
de 1933 y un batallón de Nazis del General Paulus ejecutados en Estalingrado?
Para Courtois y los apologistas del Libro Negro, ambos serían víctimas del
socialismo.
Incluso entre
las hambrunas sufridas en la URSS, las condiciones son radicalmente diferentes.
La hambruna de 1918-1923 no cayó del cielo ni es casual que transcurriera entre
esos años: se desencadenó por la invasión de 14 ejércitos extranjeros para
evitar la consolidación de la Revolución de Octubre. Siete años de guerra (tres
de Guerra Mundial y cuatro de guerra civil) dejaron el campo prácticamente
estéril, forzando a los bolcheviques a tomar medidas de concesión y creación de
pequeñas empresas privadas para reactivar la economía (lo que se conoció como
la NEP).
Por otro lado,
la hambruna de 1933 tuvo un matiz totalmente distinto. Se dio no sólo en el
marco de la consolidación de Stalin en el poder, sino que tampoco se puede
entender si no se explica su antesala inmediata: la crisis de abastecimiento de
granos de 1928. En ella, Stalin y su camarilla inicialmente argumentaron que no
había condiciones para industrializar el país, que construir una presa en el
Dniéper era como “darle un gramófono a un campesino sin vaca”; esto mientras
Trotsky insistía en ir en dirección contraria. Una vez que estalló la crisis se
dio el giro súper-industrializador y colectivista de Stalin, que fue
absolutamente criminal y que era opuesto por el vértice a la propuesta de
industrialización de Trotsky. La hambruna sólo fue el resultado inevitable de
la línea estalinista, cuyas consecuencias, producto de la dominación
burocrática, fueron comparables a lo peor que ha hecho el capitalismo [9] —esto sin tomar en cuenta que las hambrunas,
mientras existió la URSS, eran en realidad la excepción y no la regla. [10]
Es menester
además, mencionar que entre las víctimas del estalinismo se encontraban decenas
de miles de revolucionarios decididos tanto en Rusia como en otros países. Gente
como Sócrates Gevorkian e Igor Poznasky fueron enviados al gulag de Vorkuta, a
pocos kilómetros del círculo polar ártico; otros, como el catalán Andreu Nin
—quien rompió con Trotsky—, el húngaro Ignace Reiss —quien desertó de la
policía secreta de Stalin, la GPU-NKVD, para unirse a las filas del trotskismo—
y León Sedov, hijo de Trotsky, fueron asesinados por los agentes de la NKVD por
oponerse a los esbirros de Stalin.
Evidentemente
que Courtois, interesado por “probar” su cifra de 100 millones sobre la base de
la tergiversación, no va a decir que entre lo que fue los personeros del
“socialismo real” (esto es, el estalinismo) y el capitalismo que él defiende,
existió un acuerdo estratégico en momentos cruciales para alejar y evitar la
revolución —de esto hablaremos más adelante. Ni tampoco que existió una
corriente (que nuevamente, el autor mete en la misma bolsa que el estalinismo)
que se opuso a las terribles políticas de las burocracias al servicio de
Stalin.
Tercer elemento: los crímenes del capital o qué se entiende por “fracaso”
Concluiremos
este artículo señalando que, incluso jugando al abogado del diablo, lo que
estos críticos del socialismo no mencionan son las cantidades de muertes que ha
generado el sistema de explotación y opresión que defienden. El argumento que
se usa para “responder” a esta postura es que, a pesar de todo, el capitalismo
ha “demostrado” su validez porque continúa siendo el modo de producción
hegemónico.
Sin embargo,
¿qué se entiende por “fracaso del socialismo”? La simple no-existencia de
países socialistas no es razón suficiente para sostener que el sistema
“fracasa”, ya que se parte de la conclusión para explicar el presente y no cómo
o por qué la coyuntura terminó de determinada manera.
Es decir, no
todos los casos terminaron en desmoronamientos como la URSS (los cuales fueron
el resultado de la acción de las burocracias restauracionistas y predichos por
Trotsky más de 50 años antes), sino en represiones sangrientas donde lo
económico no fue la causa de que el socialismo no predominara. Los críticos del
socialismo tienden a simplificar procesos políticos complejos y los sucesos que
acontecieron en todo un siglo, borrando de un plumazo años de historia y
negando experiencias importantes de la clase obrera, con revoluciones socialistas
y antiestalinistas. Una y otra vez, los explotados y los esclavos insurrectos
lucharon por derribar el capitalismo, protagonizaron decenas de revoluciones,
pusieron en pie organismos que mostraron qué estado podía construirse —uno
democrático sobre la base de la autoorganización obrera y popular—, y si no
pudieron triunfar fue porque, en los momentos decisivos, la burguesía y sus
fuerzas armadas lo ahogaron en sangre con la complicidad de las direcciones
reformistas.
De ejemplo
están las revoluciones políticas de 1956 en Hungría y 1968 en Checoslovaquia
—reprimidas bajo el fuego de los tanques del Pacto de Varsovia—, la revolución
iraní de 1979 —reprimida por el Ayatolá y con el aval del partido comunista
iraní (Tudeh) [11]—, los cordones industriales de Chile —donde
el Partido Comunista y Salvador Allende cedieron en varias oportunidades a la
derecha y terminaron por desarmar a los trabajadores, [12] que quedaron impotentes ante el golpe de
estado de Pinochet—, y así podríamos seguir enumerando procesos donde las masas
plantearon la necesidad de acabar con la sujeción al capitalismo, pero que
sufrieron derrotas instigadas ya sea por las burocracias estalinistas, la CIA o
una combinación de ambas.
Si consideramos
la responsabilidad del capitalismo, en cambio, podríamos enlistar, por nombrar
unos cuantos ejemplos, las hambrunas en la India cuando fue colonia británica,
y que llegan a sumar cerca de 47 millones de muertos, los 10 millones del
genocidio en el Congo Belga —los cuales le generaron a Leopoldo II una fortuna
de 80 millones de francos—, así como los 10 millones de la hambruna de Irán de
1917 —instigada por la invasión de tropas británicas en el marco de la Guerra
Mundial—; solamente sumando las dos guerras mundiales se alcanza sin problema
100 millones de muertes. Es decir que para mediados del siglo XX habrían muerto
cerca de 163 millones de personas a manos del capitalismo.
Faltaría sumar,
por ejemplo, cuántos murieron en las demás colonias de África antes del proceso
de descolonización de la ONU, los muertos del apartheid en Sudáfrica, las
víctimas de las guerras del opio en China, las de las guerras en Vietnam,
Corea, Irán, Irak, Siria, las dictaduras en América Latina, el genocidio al
pueblo kurdo, la limpieza étnica en Palestina, la guerra contra el narcotráfico
en México, etc. Incluso si nos enfocáramos en datos sobre la pobreza, las
instituciones del capitalismo corroboran que el sistema provoca mayor
desigualdad; un reporte del Banco Mundial señala cómo, cuando el capitalismo se
restauró en los estados obreros deformados de la ex-URSS y Europa del Este, la
pobreza se disparó. [13] El capitalismo por sí solo, incluso cuando
trata de posicionarse como un sistema eficaz, termina mostrando su verdadero
rostro: el de un sistema basado en la explotación, opresión y que genera la
miseria de millones de personas en todo el planeta.
NOTAS AL PIE
[1] Chemin, A. “Les divisions d’une équipe d’historiens du communisme”, Le Monde, 31 de octubre de 1997. Recuperado de: https://www.lemonde.fr/archives/article/1997/10/31/les-divisions-d-une-equipe-d-historiens-du-communisme_3811179_1819218.html
[2] El editor de la Harvard University Press admitió en un intercambio que hubo un error matemático por factor de 10, lo cual significa que las estadísticas recolectadas fueron sobreestimadas en cifras 10 veces más grandes de las que los datos arrojan. Para ver la respuesta de la HUP, consultar: https://web.archive.org/web/20070929103203/http://www.etext.org/Politics/MIM/agitation/blackbook/blackb3.html
[3] Kenez, P. Comentarios acerca del Libro Negro del Comunismo. Recuperado de: https://web.archive.org/web/20000304051103/http://www.feedmag.com:80/essay/es271_meta3.html
[4] Bensaïd, D. (1997) “Comunismo y estalinismo”, recuperado de: https://www.marxists.org/espanol/bensaid/1997/001.htm
[5] Marx, C. (1871) La Guerra Civil en Francia, recuperado de: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/intro.htm
[6] Bensaïd, Op. Cit.
[7] Trotsky, L. (2014) La Revolución Traicionada y otros escritos, Colección: Obras Escogidas, Tomo 6, Buenos Aires: Ediciones IPS-CEIP.
[8] Para ver el papel del estalinismo vietnamita frente al capital internacional y en el marco de la invasión japonesa, ver “Estalinismo versus socialismo revolucionario en Vietnam”. http://ceipleontrotsky.org/Stalinismo-versus-Socialismo-Revolucionario-en-Vietnam1
[9] Para una explicación más profunda de la crisis de 1928 en la URSS y las propuestas de Trotsky, ver “Trotsky, Gramsci y la democracia capitalista” en Estrategia Internacional N°29, apartado “Anexo: hegemonía y ‘dictadura del proletariado’”, pp. 175-178.
[10] Según un informe desclasificado de la CIA, el consumo nutricional entre un ciudadano estadounidense y uno soviético era casi igual, con la diferencia de que los soviéticos tenían una dieta “ligeramente más saludable”.
[11] El Tudeh, como muchos otros partidos estalinistas, se basaba en la estrategia etapista del “Frente Popular” para llevar adelante la revolución. Pero ya que en Irán no existía un ala “democrática” y “progresista”, terminaron aliándose con el Ayatolá y en contra de los shoras, los sóviets iraníes. Para una explicación más profunda ver Cinatti, C. “Islam político, antiimperialismo y marxismo”. http://www.ft-ci.org/Islam-politico-antiimperialismo-y-marxismo,2127?hc_location=ufi
[12] El golpe de Pinochet fue precedido por el Plan Prats-Millas (nombrado en honor al jefe del ejército chileno, Carlos Prats, y el presidente del Partido Comunista de Chile, Orlando Millas), el cual tuvo por objetivo la devolución al empresariado chileno de 123 empresas bajo control obrero, así como de la Ley de Control de Armas que requisaba cualquier arma de fuego en manos de los trabajadores. Ambas políticas fueron implementadas por Allende con el aval de los partidos comunista y socialista.
[13] Milanovic, B. (1998) Income, Inequality, and Poverty during the Transition from Planned to Market Economy, Washington D.C.: Banco Mundial, pp.67-68. Más adelante, el mismo reporte señala que "el descenso hacia la pobreza es consecuencia de dos fuerzas: menores ingresos y mayor desigualdad de ingresos" (p.85), sin mencionar que dicho fenómeno se debió a las privatizaciones rapaces en toda la región ordenadas por el FMI.
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