CHILE. Allende sin pedestal (aniversario 112 de su
natalicio)
INSURGENTE .ORG
/ 26/06/2020
Salvador Allende nació el 26 de junio de 1908, hace
112 años. Pero está vivo en el alma del pueblo que lo considera uno de sus
héroes.
Sus críticos lo llamaban ‘El Pije’ porque era muy
cuidadoso en el vestir. Eso gustaba a las mujeres y a Allende le gustaban las
mujeres. Siempre fue valiente, no solo el 11 de septiembre en La Moneda. En
1952 se batió a duelo con el senador Raúl Rettig. Dispararon a matarse una fría
madrugada de agosto. Para el público el motivo fue lavar injurias, para los
íntimos, un lío de faldas.
Sus familiares
y amigos lo llamaban ‘El Chicho’. Luchó toda su vida para ser Presidente de la
República. Candidato cuatro veces. La primera en 1952 obtuvo 5,4 por ciento de
los votos, la nada misma. No se rindió. Él mismo acuñó el chiste de la lápida
de su tumba: ‘Aquí yace el Dr. Salvador Allende, futuro Presidente de Chile’.
Tenía un olfato
político extraordinario. En su tercer intento, 1964, todo parecía indicar que
triunfaría. A media mañana, en las puertas de un recinto electoral, nos dijo al
Negro Jorquera y a mí -eufóricos por el ambiente de victoria que se respiraba-:
‘No, cabros, vamos a perder otra vez?’.
Y así fue.
Aunque Allende logró 38,92 por ciento, lo aventajó el demócrata cristiano
Eduardo Frei Montalva, cabalgando una campaña del terror que le costó (a la
CIA) seis millones de dólares.
La tenacidad de Allende era admirable. En 1964 lo
acompañé -como redactor político de ‘El Siglo’- en la elección complementaria
de un diputado en Curicó. Detrás de cada candidato estaban Allende, Frei y el
radical Julio Durán, apoyado por la derecha. A diario había mítines en pueblos
y caseríos de la provincia.
En las mañanas
Allende salía a recorrer los campos en su vehículo provisto de un altavoz.
Donde veía un grupo de campesinos labrando la tierra se detenía y dirigía a
ellos: ‘Compañeros, buenos días, les habla el doctor Salvador Allende?.’.
Y seguía un
breve discurso en tono coloquial sobre la reforma agraria, la nacionalización
del cobre y otros cambios que necesitaba Chile. La semilla política quedaba
sembrada.
La elección
complementaria la ganó el candidato socialista. Pero eso motivó que la derecha
se volcara a favor de Frei. Corrían ríos de dinero y toneladas de mentiras.
Pero Allende no
levantó bandera blanca. Representaba una Izquierda vigorosa con un programa
socialista acorde a la realidad del Chile de entonces. Un ‘socialismo con sabor
a empanadas y vino tinto’. La piedra angular: la nacionalización del cobre.
En el plano
regional la Revolución cubana iluminaba nuevas esperanzas. En septiembre de
1970 Allende recibió el 36,6 por ciento de los votos. La decisión quedó en
manos del Congreso Pleno y se tejió una conspiración que permitiría la
reelección de Frei después de un gobierno express de Jorge Alessandri. La CIA
armó un comando terrorista que en octubre asesinó al comandante en jefe del Ejército,
René Schneider.
Allende firmó entonces un pacto de garantías
democráticas para obtener los votos de la Democracia Cristiana. Una camisa de
fuerza que luego serviría a la oposición para una sucesión de acusaciones
constitucionales contra ministros, intendentes y el propio Presidente Allende,
que dio cobertura al golpe de 1973.
Al grupo de
amigos de suma confianza de Allende, lo llamaban la ‘Orden del Baño’. Entre ellos
Víctor Pey, Manuel Mandujano, Jaime Faivovich y los periodistas Augusto
Olivares y Carlos Jorquera. Los tres últimos mis compañeros en ‘Punto Final’.
A veces Allende
participaba en nuestras reuniones en el departamento de Faivovich en Pedro de
Valdivia Norte. Valiente en todos los terrenos, arriesgaba todo su capital
político cuando lo veía necesario.
Lo demostró en
1968: era presidente del Senado y acompañó a Tahití a Pombo, Urbano y Benigno,
los cubanos sobrevivientes de la guerrilla del Che, lo que desató una virulenta
campaña en su contra.
Cuando ‘el
doctor’ se transformó en el ‘compañero Presidente’ estuve con él en algunas
ocasiones. Una vez recibí una invitación a cenar en la casa de calle Tomás
Moro. También estaban su hija Beatriz (la Tati) y el novelista Jorge Edwards.
Nunca supe para qué me invitó.
En su novela
‘Persona non grata’, la imaginación de Edwards me hace aparecer como un
‘comisario político’ encargado de dar visto bueno a su designación como
ministro consejero de la embajada de Chile en La Habana. La verdad es que yo no
tenía idea de su nombramiento, por cierto un error de Allende.
Otra vez fue
cuando estuvimos a punto de ir a una huelga en ‘Noticias de Última Hora’,
diario propiedad del Partido Socialista. Para evitar el escándalo político que
significaría, el Presidente Allende nos llamó a la directiva del sindicato a La
Moneda. Nos sacó el compromiso de llegar a un acuerdo con la empresa. Lo que no
supo fue que no teníamos intención de llegar ir al paro, sólo presionábamos por
un arreglo mejor.
Luego fue en la primera Asamblea de Periodistas de
Izquierda, en abril de 1971. Presidí la comisión organizadora y Felidor
Contreras era el secretario. Ambos hicimos los discursos de rigor y luego habló
el Presidente. Un discurso que abarcaba las rutas probables de un periodismo
libre y democrático, compañero de las luchas del pueblo.
Fue una
Asamblea histórica: baste decir que la delegación más numerosa era de
periodistas de ‘El Mercurio’ y que las deliberaciones las presidió Eliana Cea,
redactora política de ‘La Segunda’.
Bueno, sí, eran
otros tiempos. Pero quién asegura que no volverán. Con otros nombres, nuevas
ideas y otras propuestas. Pero con el coraje y lealtad al pueblo que tuvieron
Salvador Allende y otros héroes de nuestra Izquierda.
(Manuel Cabieses Donoso / Revista Punto Final y PL)
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