domingo, 28 de junio de 2020

Si es que son la leche estos vecinos del Barrio de San Fermín de Madrid. Sin el mamporreo de la bobi hojarasca de palabras vacias; postureo fotomagnético comunicacional de la Escuela Sociológica de haber si cuela de mira que bien me ha quedado la pose, ¡si es que hasta parece que siento de verdad lo que digo -y no empecemos a joder con la marrana, que yo de lo que hago no digo nada, que no me conviene, ya saben-!; sin la barrila del cascabeleo patrio prótico del patriotismo fónico, y sin la responsabilidad de Estado, de ojú chabó, que responsabilidad más guay, tal que asistentes al Congreso o el Senado. Y que nadie me vaya a torcer el morro por esto. Que sólo es un ejemplo. Que también pasa en los parlamentos autonómicos y en más de diez, veinte, cuarenta u ochenta ayuntamientos. Van y se me ponen estos vecinos a ejercer de políticos de verdad. Vamos, a políticos de pura cepa, o sea, que en un plis plas se me ponen a solucionar problemas (Óle vuestros cojones/ovarios/vecinos/vecinas) que es en lo que consiste la política. Para mí que vamos a tener que empezar a mirar lo que hacen estos vecinos para emularlos. Y que no se me vaya a mal interpretar, que yo no he dicho que estos vecinos sean unos héroes o primos del primo de Zumosol, sino gente con conciencia de sí mismos y del prójimo. Nada más, que yo no he dicho otra cosa. Que si hubiera querido decir que no hay mayor héroe que un trabajador con conciencia de sí mismo lo habría dicho.



APOYO MUTUO EN LOS BARRIOS

La despensa de San Fermín: “El barrio ha tenido una capacidad de reacción brutal”
  • Cuando cerraron los colegios en Madrid, muchos niños se quedaron sin la comida más importante del día y sin acceso educativo
  • Los vecinos del barrio de San Fermín se organizaron por Whatsapp y lograron poner en marcha una despensa que provee a decenas de vecinos
  • Advierten a la administración para que se reponsabilice: "No podemos pagar ni crisis ni la alimentación de todas estas familias otras personas trabajadoras"
CUARTO PODER.ES
El domingo, 28 de junio de 2020

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Mural frente a la Asociación de Vecinos de San Fermín. / S.M.

El pasado 11 de marzo, se cerraron todos los colegios de Madrid. La medida se tomaba para proteger la vida ante el avance de la covid-19, que iniciaba su escalada en la curva de contagios y muertos. Pero la decisión sumió a padres y madres en el caos. Sus trabajos continuaban (a veces en casa), los abuelos se habían convertido en “población de riesgo” y los comedores escolares dejaron de servir a muchos niños la comida más completa de su día. Donde la pandemia puso caos, los vecinos del barrio de San Fermín, en distrito madrileño de Usera, reconstruyeron orden. Activaron las redes vecinales y han creado en tiempo récord una despensa donde, además de comida, reparten pañales, leche infantil o compresas. Eso sí, demandan ya a la administración que ataje las necesidades mientras ellos siguen construyendo apoyo mutuo en los barrios: "No podemos pagar ni crisis ni la alimentación de todas estas familias otras personas trabajadoras que estamos en un nivel coyunturalmente mejor”.

A las 20 de la tarde va cayendo el sol en el distrito de Usera. Mientras algunos vecinos pasean por los soportales de la calle Dora, en el número 1 unas diez personas intercambian opinión, apuntan ideas en un papel y distribuyen tareas. Se están preparando para la “nueva normalidad”, que en el caso de su barrio temen que se traduzca en hambre y una mayor brecha educativa. Cuando llegó el coronavirus, las redes de Usera se activaron en todos los barrios. La rueda empezó a girar empujada por la Asociación Vecinal Barrio de San Fermín, el AMPA del Colegio Público República de Brasil, el grupo de "San Fermín se queda en casa" y otros muchos voluntarios. También ha contribuido el huerto urbano del barrio ayudando a abastecer de alimentos y los comercios locales.

En realidad, el cierre de los colegios funcionó como un dominó. Los vecinos empezaron a plantearse qué podrían hacer padres y madres con trabajo, sin cole y sin abuelos. Ahí afloraron una serie de demandas que no siempre pudieron satisfacerse. Organizar los cuidados fue “imposible”, pero pronto salieron nuevas necesidades: “Nos encontramos con cifras muy elevadas. Se quedaron unos 250 niños y niñas sin menú escolar. No hablamos solo de los que cobran la Renta Mínima de Inserción (REMI), sino también aquellos que estaban becados" explica Mónica, una de las voluntarias. Lo primero fue cubrir los alimentos de los niños, pero el proyecto se fue ampliando hasta consolidar la despensa. 

Con la movilidad restringida bajo amenaza de multa y las estrictas medidas sanitarias que exigía la emergencia, los inconvenientes que se han encontrado han sido muchos: cómo coordinar a los voluntarios sin juntarse en un espacio, cómo conseguir recursos, cómo trasladarse de una zona a otra o gestionar las ayudas sin salir de casa durante el estado de alarma han sido algunos. Aún así, estos vecinos de Usera han ido más rápido que la administración. “Todo ha sido virtual y por Whatsapp. Hay un chat donde se empezaron a mezclar iniciativas del distrito de Usera. Nos dimos cuenta de que había que trabajar en lo local porque incluso para desplazarte al barrio de al lado había dificultades”, recuerda Amaya, el AMPA del Colegio Público República de Brasil. La primera letra de su historia de apoyo mutuo empezó con un Whatsapp a una compañera del barrio de Almendrales.  

Ahora en la despensa de San Fermín se amontonan lentejas, garbanzos, maíz o arroz. También hay productos de bebé porque son conscientes de que hay muchas familias que se han quedado por el camino. Cuando comenzaron a organizar necesidades y recursos llamaron también a los colegios concertados de la zona y a las escuelas: “Hemos recibido tanto por donaciones privadas de gente del barrio como de personas con otra posición económica mejor que se lo han pasado pipa comprando pañales”, explica Mónica. Han recibido desde donaciones que van desde cinco euros hasta lotes de productos de comercios del barrio. 

Sin embargo, Mónica recuerda que estas situaciones de crisis en realidad "ponen en evidencia las brechas sociales que ya existían". Como ejemplo, la educación. Muchas familias del barrio no tiene un ordenador para seguir las clases, ni sus padres tienen tiempo o conocimientos para explicarles las materias: "No puede ser que la proyección de los chicos sea diferente dependiendo del cole del que salen".

No es caridad, es apoyo mutuo

Una de las claves de esta red es que desde la primera semana del estado de alarma se han ido tejiendo complicidades entre diferentes grupos del distrito para ordenar las necesidades y la recepción y distribución de productos: “Lo que ha demostrado esta situación es que el barrio ha tenido una capacidad de reacción brutal”, apunta Mónica. Los vecinos comenzaron cosiendo equipos de protección para el personal del Hospital 12 de Octubre y ahora ellos le hacen donaciones. También desde la despensa han hecho envíos a residencias y ahora buscan potenciar el huerto urbano, que se ha mostrado muy útil para proveer alimentos: “Cuanto más rico y nutrido de labor esté ese huerto hay mucha más gente que puede aprender métodos de subsistencia”, explica Ángel. 

Reunión en la Asociación de Vecinos de San Fermín

Este voluntario apuesta por la “pedagogía continuada” entre los vecinos y por el intercambio de experiencias con otros grupos de otros barrios. “No queremos hacerlo desde la caridad o el asistencialismo porque quien da y quien recibe no están al mismo nivel. Pedir ayuda no debe dar vergüenza ni ser una cuestión moral. Quienes hoy ayudamos mañana nos podemos ver en la misma situación”, explica. 

Muchos vecinos no habían tenido experiencias colectivas antes, otros sí, aunque en espacios muy distintos. El movimiento 15M dejó un poso organizativo que se ha sumado a las décadas de experiencia de las asociaciones vecinales. A nivel estructural, han sido fundamentales: “Los barrios que tienen amplias redes colectivas estamos más preparados para dar cobertura a estas emergencias sociales”, sentencia tras estas semanas de trabajo. 

La hora de lo público

Las redes vecinales han funcionado con rapidez, pero estos vecinos no quieren que su labor sirva de excusa a la Administración, en el este caso el Ayuntamiento de Madrid, para hacer dejación en sus funciones. “No podemos pagar ni crisis ni la alimentación de todas estas familias otras personas trabajadoras que estamos en un nivel coyunturalmente mejor”. 

Durante los días de pandemia, estos vecinos han intentado institucionalizar todos los casos que han podido, pero con escaso éxito. Conforme la iniciativas crecían se encontraron con un efecto bola de nieve. “Entendemos que la realidad va más rápido de la burocracia, pero hay que asumirlo. Nosotros hemos intentado hacer contacto para que la administración se responsabilice”.

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