APOYO MUTUO EN
LOS BARRIOS
La despensa de San Fermín: “El barrio ha tenido una
capacidad de reacción brutal”
- Cuando cerraron los colegios en Madrid, muchos niños se quedaron sin la comida más importante del día y sin acceso educativo
- Los vecinos del barrio de San Fermín se organizaron por Whatsapp y lograron poner en marcha una despensa que provee a decenas de vecinos
- Advierten a la administración para que se reponsabilice: "No podemos pagar ni crisis ni la alimentación de todas estas familias otras personas trabajadoras"
CUARTO PODER.ES
El domingo, 28 de junio de 2020
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Mural frente a la Asociación de Vecinos de San Fermín.
/ S.M.
El pasado 11 de
marzo, se cerraron todos los colegios de Madrid. La medida se tomaba para
proteger la vida ante el avance de la
covid-19, que iniciaba su escalada en la curva de contagios y
muertos. Pero la decisión sumió a padres y madres en el caos. Sus trabajos
continuaban (a veces en casa), los abuelos se habían convertido en “población
de riesgo” y los comedores escolares dejaron de servir a muchos niños la
comida más completa de su día. Donde la pandemia puso caos, los vecinos del
barrio de San Fermín, en distrito madrileño de Usera, reconstruyeron
orden. Activaron las redes vecinales y han creado en tiempo récord una despensa
donde, además de comida, reparten pañales, leche infantil o compresas. Eso sí,
demandan ya a la administración que ataje las necesidades mientras ellos siguen
construyendo apoyo mutuo en los barrios: "No podemos pagar ni crisis ni la
alimentación de todas estas familias otras personas trabajadoras que
estamos en un nivel coyunturalmente mejor”.
A las 20 de la
tarde va cayendo el sol en el distrito de Usera. Mientras algunos vecinos
pasean por los soportales de la calle Dora, en el número 1 unas diez personas
intercambian opinión, apuntan ideas en un papel y distribuyen tareas. Se están
preparando para la “nueva normalidad”, que en el caso de su barrio temen que se
traduzca en hambre y una mayor brecha educativa. Cuando llegó el
coronavirus, las redes de Usera se activaron en todos los barrios. La rueda
empezó a girar empujada por la Asociación Vecinal Barrio de San Fermín, el AMPA
del Colegio Público República de Brasil, el grupo de "San Fermín se queda
en casa" y otros muchos voluntarios. También ha contribuido el huerto
urbano del barrio ayudando a abastecer de alimentos y los comercios locales.
En realidad, el
cierre de los colegios funcionó como un dominó. Los vecinos empezaron a
plantearse qué podrían hacer padres y madres con trabajo, sin cole y sin
abuelos. Ahí afloraron una serie de demandas que no siempre pudieron
satisfacerse. Organizar los cuidados fue “imposible”, pero pronto
salieron nuevas necesidades: “Nos encontramos con cifras muy elevadas. Se
quedaron unos 250 niños y niñas sin menú escolar. No hablamos solo de los que
cobran la Renta Mínima de Inserción (REMI), sino también aquellos que estaban
becados" explica Mónica, una de las voluntarias. Lo primero fue cubrir los
alimentos de los niños, pero el proyecto se fue ampliando hasta consolidar la
despensa.
Con la
movilidad restringida bajo amenaza de multa y las estrictas medidas sanitarias
que exigía la emergencia, los inconvenientes que se han encontrado han sido
muchos: cómo coordinar a los voluntarios sin juntarse en un espacio, cómo
conseguir recursos, cómo trasladarse de una zona a otra o gestionar las ayudas
sin salir de casa durante el estado de alarma han sido algunos. Aún así, estos
vecinos de Usera han ido más rápido que la administración. “Todo ha sido
virtual y por Whatsapp. Hay un chat donde se empezaron a mezclar
iniciativas del distrito de Usera. Nos dimos cuenta de que había que trabajar
en lo local porque incluso para desplazarte al barrio de al lado había
dificultades”, recuerda Amaya, el AMPA del Colegio Público República de Brasil.
La primera letra de su historia de apoyo mutuo empezó con un Whatsapp a una
compañera del barrio de Almendrales.
Ahora en la
despensa de San Fermín se amontonan lentejas, garbanzos, maíz o arroz. También
hay productos de bebé porque son conscientes de que hay muchas familias que se
han quedado por el camino. Cuando comenzaron a organizar necesidades y recursos
llamaron también a los colegios concertados de la zona y a las escuelas: “Hemos
recibido tanto por donaciones privadas de gente del barrio como de personas con
otra posición económica mejor que se lo han pasado pipa comprando pañales”,
explica Mónica. Han recibido desde donaciones que van desde cinco euros hasta
lotes de productos de comercios del barrio.
Sin embargo,
Mónica recuerda que estas situaciones de crisis en realidad "ponen en
evidencia las brechas sociales que ya existían". Como ejemplo, la
educación. Muchas familias del barrio no tiene un ordenador para seguir las
clases, ni sus padres tienen tiempo o conocimientos para explicarles las
materias: "No puede ser que la proyección de los chicos sea diferente
dependiendo del cole del que salen".
No es caridad, es apoyo mutuo
Una de las
claves de esta red es que desde la primera semana del estado de alarma se han
ido tejiendo complicidades entre diferentes grupos del distrito para
ordenar las necesidades y la recepción y distribución de productos: “Lo que ha
demostrado esta situación es que el barrio ha tenido una capacidad de
reacción brutal”, apunta Mónica. Los vecinos comenzaron cosiendo equipos de
protección para el personal del Hospital 12 de Octubre y ahora ellos le hacen
donaciones. También desde la despensa han hecho envíos a residencias y ahora
buscan potenciar el huerto urbano, que se ha mostrado muy útil para proveer
alimentos: “Cuanto más rico y nutrido de labor esté ese huerto hay mucha más
gente que puede aprender métodos de subsistencia”, explica Ángel.
Reunión en la Asociación de Vecinos de San Fermín
Este voluntario
apuesta por la “pedagogía continuada” entre los vecinos y por el intercambio de
experiencias con otros grupos de otros barrios. “No queremos hacerlo desde
la caridad o el asistencialismo porque quien da y quien recibe no están al
mismo nivel. Pedir ayuda no debe dar vergüenza ni ser una cuestión moral.
Quienes hoy ayudamos mañana nos podemos ver en la misma situación”, explica.
Muchos vecinos
no habían tenido experiencias colectivas antes, otros sí, aunque en espacios
muy distintos. El movimiento 15M dejó un poso organizativo que se ha sumado a las
décadas de experiencia de las asociaciones vecinales. A nivel estructural,
han sido fundamentales: “Los barrios que tienen amplias redes colectivas
estamos más preparados para dar cobertura a estas emergencias sociales”,
sentencia tras estas semanas de trabajo.
La hora de lo público
Las redes
vecinales han funcionado con rapidez, pero estos vecinos no quieren que su
labor sirva de excusa a la Administración, en el este caso el Ayuntamiento
de Madrid, para hacer dejación en sus funciones. “No podemos pagar ni crisis
ni la alimentación de todas estas familias otras personas trabajadoras que
estamos en un nivel coyunturalmente mejor”.
Durante los
días de pandemia, estos vecinos han intentado institucionalizar todos los casos
que han podido, pero con escaso éxito. Conforme la iniciativas crecían se
encontraron con un efecto bola de nieve. “Entendemos que la realidad va más
rápido de la burocracia, pero hay que asumirlo. Nosotros hemos intentado
hacer contacto para que la administración se responsabilice”.
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