Alternativa España: por un programa de reconstrucción
nacional y social
- "Se puede decir que estamos ante un nuevo fracaso de Europa y que, para cambiar nuestra sociedad, hace falta partir de España como Estado nación"
- "Hay dos problemas íntimamente conectados entre sí: la crisis del coronavirus y la necesaria reconstrucción de un país devastado económicamente"
- "El tipo de salida a esta crisis marcará el tipo de recuperación y de reconstrucción social en el país"
CUARTO PODER.ES
El martes, 24 de marzo de 2020
Vecinos se asoman a sus balcones para animar con sus
aplausos a los servicios sanitarios que se encuentran en los hospitales
atendiendo a los afectados por el COVID-19, este lunes en Ourense. Brais
Lorenzo (Efe)
“Creo en ti, patria. Digo
lo que he visto: relámpagos
de rabia, amor en frío, y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan: aunque hoy hay solo sombra, he visto
y he creído”
Blas de Otero, 1955
Nada será
igual. Lo que no sabemos es cuando se parará la crisis del coronavirus y, sobre
todo, sus costes morales, económicos, sociales y políticos. A mi juicio, la
palabra clave es memoria, tener memoria de lo que ha pasado, de dónde venimos
y, desde ella, hacerla fundamento de una propuesta de país, de eso que llamamos
España. Hay que partir de la crisis del 2008 y recordar aquellas cosas que hoy
se repiten de nuevo: refundar el capitalismo, la inoperancia de la Unión
Europea, la necesidad imperiosa de la intervención del Estado, la promesa del
reparto equitativo de la crisis y que nadie se quedaría descolgado. Díaz
Ferrán, presidente de la patronal y hoy creo que en la cárcel, lo dijo
dramáticamente: hay que suspender temporalmente el mercado y las instituciones
deben de intervenir de forma inmediata y radical. Luego vino lo que ya sabemos.
Nunca se parte
de cero y ya conocemos algunas cosas: 1) Nuestra fragilidad como especie; nos
hemos construido desde ella, inadaptados estructuralmente al medio y carentes
de especialización; somos una especie indigente que está obligada a construirse
un “mundo” en el mundo, generando artefactos y obligados a un hacer
constitutivo. Es una dinámica omnipresente y sin límites. 2) Animales
racionales y dependientes. No hay libertad fuera de la comunidad ni derechos
fuera del Estado; somos (inter)dependientes toda nuestra vida como seres
humanos; lo que cambia es nuestra autonomía (relativa); lo somos en la
infancia, en la juventud, como adultos y como ancianos. La contradicción más
significativa es que el sistema (capitalista), no solo no reconoce estas bases
de la reproducción social, sino que se opone radicalmente a ellas desde una
lógica presidida por la mercantilización de las relaciones sociales. 3) No hay
economía sin Estado ni sector privado al margen de las instituciones públicas.
Esto se desvela siempre en las crisis y nos viene a decir que el capitalismo
vive e hinca sus raíces en la reproducción social y de la vida y que,
periódicamente, se enfrenta a ellas necesitando imperiosamente la intervención
de los poderes públicos. 4) El Estado nación como fundamento. Podemos darle
todas las vueltas que queramos, pero a la hora de la verdad, solo tenemos el
Estado nación y sus fronteras. Uno siente vergüenza ajena cuando se habla de
este como si fuese un demiurgo totalizante y totalizador; lo que hay es un
sistema de Estados ordenados jerárquicamente que institucionalizan un
determinado sistema mundo. Hay muchos tipos de Estados en sus relaciones con el
capitalismo y en su modo de insertarse en la economía internacional.
Memoria, sí,
memoria. Lo entiendo y lo comprendo: el sueño europeo ha marcado nuestra vida
colectiva. Siglos de postración, de decadencia, han ido generando un enorme
complejo de inferioridad. Este relato ha sido una constante. Se perdió el
“tren” de la modernidad y solo era posible ya la modernización. Ser como ellos,
parecerse a ellos y fugarse de una España marcada por las guerras civiles, por
una oligarquía patrimonialista feroz, de los recurrentes golpes de Estado y de
la dictadura. El gobierno de Felipe González significó eso, la fuga de España,
de su historia, de sus tradiciones, la modernización definitiva. Europa nos
salvaría, nos financiaría y nos ayudaría a construir el Estado de bienestar que
nunca tuvimos. Todo esto se convirtió en sentido común y en fundamento de un
consenso social que todavía dura. ¿Cogido con alfileres? Sí, pero todavía dura,
sobre todo en nuestras élites políticas.
La amargura con
la que se habla hoy de Europa es muy parecida a la que vivimos con las
políticas de austeridad. Se puede decir que estamos ante un nuevo fracaso de
Europa y que, para cambiar nuestra sociedad, hace falta partir de España como
Estado nación. Las palabras engañan; ser o no europeo no se elige, lo somos o
no lo somos; podemos complicar el modelo y hablar de varias Europas y de
diversas y contradictorias culturas nacionales. Pero no se está hablando de
Europa sino de la Unión Europea que es otra cosa, a veces radicalmente
diferente. La “ideología europeísta” oculta que se está hablando, de un modo
concreto y específico, de la integración europea, la UE; es decir, un conjunto
de instituciones, organizadas por los Estados a través de tratados y que se ha
ido configurando progresivamente en un ordenamiento jurídico hegemónico frente
a las constituciones de los Estados singularmente considerados. Cuando se dice,
como antes y ahora, que la UE (atención, no Europa) no está a la altura de las
circunstancias, es equivocarse de análisis y olvidar la memoria histórica.
La UE no está
para resolver los problemas de los ciudadanos, ni siquiera para ayudar a los
Estados a gestionar crisis económicas, pandemias o males sociales varios. Es
pedir peras al olmo; es decir, hacer ideología y no análisis de la correlación
real de fuerzas. La UE surge y se desarrolla para imponer una lógica social
basada en las cuatro libertades (libre circulación de capitales, personas,
bienes y servicios) y en la oposición radical al tipo de poder político surgido
después de la II Guerra mundial; es decir, al Estado social y al
constitucionalismo democrático y, mucho más allá, a un conflicto de clases que
hacía ingobernables las democracias y que auspiciaban un nuevo tipo de
sociedad, otras estructuras de poder y unas relaciones personales basadas en el
control social de la economía.
La UE ha hecho
bien su trabajo: despolitizó la economía pública, homogeneizó a la clase
política, neutralizó el conflicto social y constitucionalizó el neoliberalismo
como el horizonte insuperable de nuestra época. Sus instituciones organizan,
disciplinan y dan coherencia a las distintas burguesías e implementan un
conjunto de políticas (ordo)liberales que construyen su mercado y unas nuevas
relaciones entre sociedad civil y política. La democracia como autogobierno
desaparece y es sustituida por complejos procedimientos multinivel que
consagran el control de los poderes económicos sobre los Estados. Pedir que la
UE ayude a los ciudadanos está bien como solicitud, pero pronto veremos que la
“barra libre” para salvar Estados, economía y, sobre todo, capital financiero,
pasará factura a las clases trabajadoras y a la ciudadanía.
Hay dos
problemas íntimamente conectados entre sí: la crisis del coronavirus y la
necesaria reconstrucción de un país devastado económicamente, con problemas
sociales graves y moralmente sin horizonte. Los muertos, nuestros muertos,
dejarán huella y las poblaciones no creo que estén dispuestas a pagar los
costes de la pandemia y, sobre todo, del conjunto de las medidas económicas que
se van a poner en práctica. Ahora todos somos buenos y nos queremos mucho;
salir como sea y respirar. Sin embargo, el conflicto social seguirá y los
poderes se moverán para dirigir a unos países sin norte, con unas élites sin
proyecto y con la inseguridad como horizonte. Para decirlo de otra manera, las
sociedades van a cambiar y mucho. Esto es inevitable; la dirección del
cambio dependerá de la correlación de fuerzas, del sujeto popular y de su
capacidad de diseñar un proyecto alternativo de país.
Hay que decirlo
con claridad, estamos ante una situación de emergencia sanitaria, económica,
financiera y social de dimensiones desconocidas. Se habla, una y otra vez, de
economía de guerra pero se olvida lo fundamental, que esta supone la supresión,
más o menos temporal, del mercado y una planificación imperativa de la vida
económica y pública. Hay que hacer todo lo posible y lo necesario para salir de
una pandemia que está matando a miles de personas y que pone en riesgo a muchas
más. Ahora bien, el tipo de salida a esta crisis marcará el tipo de
recuperación y de reconstrucción social en el país. Los neoliberales saben
mucho de eso; en el 2008 volvieron a usar la crisis como medio para imponer sus
políticas, sus recortes sociales y de derechos y subordinar a las clases
trabajadoras a la lógica implacable del poder empresarial. Esto es lo que hay
que entender ahora y no dejarse engañar por un ambiente en el que el conflicto
de clase desaparece, las contradicciones sociales se opacan y las desigualdades
de renta y de poder se difuminan. Tiempo habrá de hablar de las medidas que se
están tomando y se tomarán en el futuro próximo desde, hay que entenderlo con
precisión, una lógica marcada por la urgencia de la necesidad y el tiempo del
Estado de excepción.
El título de este
artículo me ha dado cierto temor: reconstrucción nacional y social. Creo que no
hay otra y, de una vez, hay que solucionar la relación de la izquierda con
España. No se trata solo de disputarle la hegemonía a las derechas y a sus
distintas variantes asociadas al populismo; es algo más: construir un bloque
histórico social con voluntad de alternativa y de gobierno, teniendo como eje
un nuevo proyecto de país: Alternativa España. No será fácil y, para algunos,
sonará a utópico. El realismo de los “realistas” lo ha devorado ya esta crisis
y ahora hay que improvisar aterrizando en la realidad que la normalidad
ocultaba. Las propuestas alternativas están en la sociedad, en el imaginario
colectivo y en la memoria del 15M. Ahora mismo, de lo que se trata es de tomar
nota de la situación con ojos limpios; no dejarse engañar por una coyuntura
marcada por el miedo y la inseguridad y proponer un proyecto viable y posible
de reconstrucción nacional, económica, eco feminista y socialmente avanzado.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario