Engels explicando la relación entre filosofía y
ciencias naturales…
«Los
naturalistas creen liberarse de la filosofía simplemente por ignorarla o hablar
mal de ella. Pero, como no pueden lograr nada sin pensar y para pensar hace
falta recurrir a las determinaciones del pensamiento y toman estas categorías,
sin darse cuenta de ello, de la conciencia usual de las llamadas gentes cultas,
dominada por los residuos de filosofías desde hace largo tiempo olvidadas, del
poquito de filosofía obligatoriamente aprendido en la Universidad –y que,
además de ser puramente fragmentario, constituye un revoltijo de ideas de
gentes de las más diversas escuelas y, además, en la mayoría de los casos, de las
más malas–, o de la lectura, ayuna de todo crítica y de todo plan sistemático,
de obra filosófica de todas clases, resulta que no por ello dejan de hallarse
bajo el vasallaje de la filosofía, pero, desgraciadamente, en la mayor parte de
los casos, de la peor de todas, y quienes más insultan a la filosofía son
esclavos precisamente de los peores residuos vulgarizados de la peor de las
filosofías. (…) Pónganse como quieran, los naturalistas se hallan siempre
bajo el influjo de la filosofía. Lo que se trata de saber es si quieren dejarse
influir por una filosofía mala y en boga o por una forma del pensamiento
teórico basada en el conocimiento de la historia del pensamiento y de sus
conquistas. ¡Física, guárdate de la metafísica!: pensamiento muy certero, pero
en otro sentido. Los naturalistas conceden a la filosofía una vida aparente, al
contentarse con los despojos de la vieja metafísica. Solamente cuando la
ciencia de la naturaleza y de la historia hayan asimilado la dialéctica, saldrá
sobrando y desaparecerá, absorbida por la ciencia positiva, toda la quincalla
filosófica, con la excepción de la pura teoría del pensamiento. (…) Toda
la naturaleza asequible a nosotros forma un sistema, una concatenación general
de cuerpos, entendiendo aquí por cuerpos todas las existencias materiales,
desde los astros hasta los átomos, más aún hasta las partículas del éter, de
cuanto existe. El hecho de que estos cuerpos aparezcan concatenados lleva ya
implícito el que actúan los unos sobre los otros, y en esta su acción mutua
consiste precisamente el movimiento. Ya esto, por sí sólo, indica que la
materia es inconcebible sin el movimiento. Y si, además, la materia aparece
ante nosotros como algo dado, como algo que ni ha sido creado ni puede ser
destruido, ello quiere decir que también el movimiento es algo increado e
indestructible. Esta conclusión se reveló como irrefutable desde el momento
mismo en que el universo se impuso al conocimiento como un sistema, como una
concatenación de cuerpos. La conciencia de esto se abrió paso en la filosofía
mucho antes de que llegara a dar frutos en las ciencias naturales, y ello
explica por qué la filosofía llegó a la conclusión de la increabilidad e
indestructibilidad del movimiento unos doscientos años antes que dichas
ciencias». (Friedrich Engels;
Dialéctica de la naturaleza, 1883)
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