China
COVID-19 en tres fases
Por Xulio
Ríos
Rebelión
13/03/2020
Fuentes: Observatorio de la Política China
Los últimos datos conocidos apuntan a que China ha entrado
en una nueva fase de la epidemia del nuevo coronavirus. En los últimos días,
tienden a bajar exponencialmente los casos confirmados y las muertes asociadas.
Atrás quedan las dos etapas previas. La primera, caracterizada por la negación
del brote, el ocultamiento de los datos y la represión de los facultativos
informantes. Lo que para unos obedeció a la natural tendencia a la opacidad del
sistema para otros fue simple resultado de la impericia, pero ambos factores
pudieron confluir. Sea como fuere, el silencio y la demora en el lanzamiento de
la alerta sanitaria condicionaron negativamente su rápida expansión.
La segunda, a la vista de la gravedad de la crisis, la
adopción de medidas expeditivas y de gran impacto contrastó vivamente con la
primera actitud, sin importar que afectara no solo a la vida cotidiana de
millones de personas sino a la propia estabilidad del desarrollo socioeconómico
del país. La imposición de la mayor cuarentena de la historia supuso el punto
de inflexión que marcó tanto el cambio en el comportamiento de las autoridades
como también la toma de conciencia masiva en la sociedad. La sensible mejora de
la transparencia en la información también ayudó a una mejor percepción de la
crisis.
Si la primera fase provocó malestar, indignación y
rechazo, la segunda derivó en reconocimiento por el enorme sacrificio implícito
en la magnitud de las medidas de prevención y control adoptadas. La propia OMS
lo ha destacado llamando la atención sobre la valentía y flexibilidad de las
decisiones así como su eficiencia e innovación (incluyendo el uso de big data,
inteligencia artificial, 5G y otros medios técnicos a una escala inusual hasta
hoy día). En este aspecto, al margen de otros hipotéticos usos, se han podido
generar cantidades masivas de datos relacionados con cada caso y facilitar su
consulta en línea por los hospitales, adaptando y agilizando los tratamientos a
los pacientes. Y todo ello desde un sistema público de salud fortalecido.
A falta de cuantificación, todos reconocen que la
economía china experimentará una importante contracción, dependiendo su
magnitud final de si el brote se resuelve o no en breve. Una rápida superación
es improbable, sobre todo teniendo en cuenta el nivel de propagación mundial
que está manifestando y la importante imbricación de la economía del gigante
asiático con la internacional.
En China, la producción se está reanudando poco a
poco. Las autoridades insisten en la fortaleza estructural de su economía y de
su capacidad para remontar la compleja situación actual. El Consejo de Estado
ha dispuesto varios paquetes de medidas de impulso que podrían incrementarse en
las próximas semanas. Pero el impacto sobre las actividades económicas y sobre
el conjunto de la sociedad, serán considerables. No será fácil.
Asimismo, las implicaciones políticas de su mayor
crisis de salud pública de la historia reciente, no pueden pasar por alto. Los
graves errores de la primera fase, que tanta indignación provocaron, fueron
compensados a ojos de muchos con los aciertos de la fase siguiente. De una u
otra forma, de cara al futuro, probablemente no bastará con utilizar a las
autoridades locales como chivo expiatorio para explicar el pésimo manejo
inicial del brote y habrá lecciones que extraer para eliminar el secretismo en
la gestión de las alertas.
Xi Jinping y el PCCh han querido demostrar la enorme
capacidad sistémica para conjurar un desafío de esta naturaleza. Es verdad que
ningún otro país del mundo lo podría hacer de igual forma. Su escala es
incomparable. Pero para ellos hay también una lección: es absurdo maquillar la
realidad, aunque los tiempos varíen, esta acaba por imponerse sobre cualquier
otro propósito.
El COVID-19 apareció primero en China pero eso no
significa que necesariamente se originara en China. Pese a ello, la chinofobia
alcanzó niveles que nunca se detectaron en otros episodios similares (como el
de la gripe A originada en EEUU en 2009, por ejemplo, que provocó casi 20.000
muertos en todo el mundo). No es un hecho casual. Como quizá tampoco la
desmedida atención informativa en este caso, a diferencia de otros anteriores
similares.
Inmerso cada vez más en la pugna estratégica con
China, en EEUU se pasó de casi celebrar el brote porque “traería de vuelta
empleos” a “exigir disculpas”, como hizo un presentador de la Fox News,
palabras que no hacen sino alimentar la xenofobia. El COVID-19 también nos
retrata a cada uno.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política
China
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