El hombre confinado
Por Paola
Ruiz-Huerta | 28/03/2020 | Feminismos
Fuentes: https://www.eldiario.es
Tal vez el
hombre confinado pueda llegar a descubrir, en estos días, que salirse de la
lógica productiva, patriarcal y machista genera cambios importantes y positivos
en su vida y en la de quienes le rodean.
¿Qué les estará
pasando a los hombres durante este periodo de encierro y confinamiento? ¿Cómo
vivirán las 24 horas al día en el espacio doméstico, ese espacio privado,
femenino, tan denostado por el patriarcado y que tanto amenaza su masculinidad?
¿Cómo llevarán el saberse menos productivos? ¿Cómo se sentirán los que hayan
perdido el atributo identitario que es su trabajo? ¿Cómo estarán gestionando
sus emociones: el miedo, la incertidumbre, la frustración, la rabia…?
¿Cómo afectarán
a su identidad estos días de confinamiento en los que resulta tan complicado
ser activo, racional y autónomo, los mandatos principales que determinan la
masculinidad, según el sociólogo Antonio García? ¿Es posible que esta situación
favorezca que algunos adopten posiciones más dominantes y aumenten su
agresividad y violencia para sentirse así más masculinos y recuperar lo que
Dona Haraway denomina la plusvalía de género?.
Pienso en las
mujeres, y en lo que supone para ellas y el núcleo familiar, la presencia del
hombre todo el día en casa. Pienso en las mujeres a las que, como psicóloga,
acompaño desde hace tiempo, para las que su casa no es un hogar y el riesgo que
para ellas puede implicar esta convivencia. Pienso en las mujeres que conviven
con sus agresores: parejas dominantes, controladoras y violentas, hombres que
agreden con el silencio, que fuerzan a sus parejas a mantener relaciones
sexuales, padres o familiares que abusan sexualmente de ellas, que las humillan
y hacen sentir a sus mujeres e hijos como un trapo. El confinamiento es caldo
de cultivo para la violencia machista y para muchas mujeres y niños el peligro
aumenta estos días.
Ayer, en
Castellón, un hombre asesinó a una mujer. El 30º hombre que asesina a una mujer
en lo que llevamos de año, según la última actualización de la plataforma
Feminicidio.net. Otro, en Sevilla, intentó ayer cortarle el cuello a su pareja
cuando le dijo que iba a dejarle.
La construcción
de la subjetividad masculina está basada en la dominación, la crueldad y la
falta de empatía. La subordinación, la complacencia y el agrado son atributos
determinantes de «lo femenino». Y es sobre este orden mental de ambos géneros
sobre el que tenemos que reflexionar, para deconstruirlo.
Por eso, quiero
pensar también en cómo la incomodidad que para el género masculino produce este
confinamiento puede ser una oportunidad para que los hombres reflexionen, se
impliquen con el feminismo y hagan un proceso de transformación de sus vidas y
de las relaciones de género, que tenga el consecuente impacto social.
El feminismo es
imprescindible y positivo para todas las personas: para los hombres también.
Les libera de esa fragilidad rígida y la carga que supone tener que liderar,
competir y dominar todo el tiempo. Aunque sin perder de vista que los hombres
en el Patriarcado tienen la posición privilegiada y dominante. El patriarcado
oprime a los hombres, pero asfixia y mata a las mujeres.
Partiendo de la
idea de Elisabeth Badinter de que la masculinidad se construye en oposición a
tres grupos (mujeres, niños y homosexuales), ahora es el momento para cambiar
el paradigma masculino y funcionar de otro modo. Para desarrollar, en la
intimidad de la casa, habilidades que les permitan ser el hombre que querrían
ser, si estuvieran dispuestos a perder privilegios. O a ser, quizás, «menos
hombre».
Estas son
algunas propuestas que me parecen imprescindibles para un cambio radical en las
relaciones de género y el sistema patriarcal. Y que en este periodo de obligado
encierro los hombres pueden ejercitar:
–Hacerse cargo
de los cuidados. Es el momento para ver la cantidad de cosas que hay que hacer
en un hogar y entender que los cuidados son responsabilidad de todos y todas.
Los domésticos y los emocionales. Otorgarles el valor que merecen y la
necesidad de ponerlos en el centro de la vida. Prestar atención a las personas
con las que se convive. Ocuparse también de los padres, hermanos, amigos. Decir
que les echas de menos. Que los quieres.
–Desarrollar la
escucha. La empatía. Ponerse en el lugar de la otra persona tratando de
entender, de verdad, lo que quiere decir. Escuchar en silencio, procurando no
dar consejos ni «resolver vidas». Escuchar, además, sin ningún interés por
medio, sexual o de cualquier otra índole, y sin cerrar a priori la posibilidad
de aprender de la otra persona.
–Responsabilizarse
de las emociones y necesidades. Estos días van a surgir muchas emociones y hay
que aceptar cualquier sentimiento sin luchar contra él. Conectar con la propia
vulnerabilidad, reconocer el sufrimiento y hacerse cargo de él. Puede ser un
buen momento para llamar a algún amigo y compartir la ansiedad y la fragilidad.
–Descubrir la
ternura: otra sexualidad es posible. Deconstruir la sexualidad patriarcal, la
erotización de la dominación y la violencia y erotizar la empatía, los cuidados
y el buen trato. Quizás sea momento para experimentar otras formas de placer,
de explorar, sin prisas, nuevas maneras de relacionarse con el propio cuerpo y
el de la compañera o compañero. Romper con la jerarquía de los placeres que nos
enseña que hay unos superiores, como la cópula y el orgasmo, y otros
inferiores. Dedicar más tiempo a las caricias, a la ternura y atreverse a experimentar
nuevas sensaciones. A ver qué sucede.
Tal vez el
hombre confinado pueda llegar a descubrir, en estos días, que salirse de la
lógica productiva, patriarcal y machista genera cambios importantes y positivos
en su vida y en la de quienes le rodean. Cambiar el pequeño mundo de cada uno
es la única manera de cambiar el mundo. Y será sólo a través de la toma de
conciencia, el propio cuestionamiento, la responsabilidad y la renuncia de los
privilegios que este sistema otorga a los hombres, por el hecho de nacer
varones, como podremos acabar con este virus que es el patriarcado.
Sobre la
autora: Paola Ruiz-Huerta Psicóloga, sexóloga,
experta en género y activista feminista.
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