Comienza el Brexit con la Unión Europea de luto
TERCERAINFORMACIÓN.ES
30/01/2020
El 31 de enero
de 2020 quedará marcado para la Unión Europea como un día negro, la fecha de la
amputación de uno de sus miembros. El verdadero Brexit comienza ahora.
Los tres años y
medio de debates encaminados a dificultar o anular la decisión tomada por los
británicos en las urnas no podían acabar en fiesta;
los divorcios no se celebran. La bandera británica desaparecerá de las
instituciones de la UE, tras 47 años de estancia sin homenajes y por la puerta
de atrás.
La Unión
Europea, acostumbrada a festejar las ampliaciones en su club, no podía
imaginar, antes del referéndum británico de mayo de 2016, que uno de sus
miembros optara voluntariamente por salir de un proyecto cuyos críticos, en
todos los países miembros, eran considerados como leprosos políticos, antieuropeistas,
eurófobos, predecesores de lo que ahora ya se conoce como
nacionalpopulismo. Confundir la UE con Europa es uno de los pocos éxitos de la
comunicación de Bruselas.
La guerra
propagandística entre partidarios del Brexit y los forofos
de la UE, dentro y fuera del Reino Unido, terminó el pasado 13 de diciembre,
tras la aplastante victoria de Boris
Johnson al frente del Partido Conservador. La buena salud de la
economía británica y las positivas predicciones de los organismos económicos
internacionales acallan también —de momento— las bocas de aquellos que
predecían el apocalipsis tras el desenganche con el continente.
Desde septiembre pasado, más de 300.000 puestos de
trabajo se han creado en el Reino Unido. Las cifras del paro siguen menguando y
se colocan ya en un 3.8%, el nivel más bajo desde 1975. Según el Fondo
Monetario Internacional (FMI), la economía británica crecerá un 1.4% en
2021, por encima de la zona euro, 1,3.
Por supuesto, las predicciones económicas
se hacen teniendo en cuenta un Brexit
ordenado y pactado con la UE.
Boris Johnson
se ha dado once meses para concluir las negociaciones de ruptura. Demasiado
optimismo, según la mayoría de los observadores. Londres y Bruselas comienzan
ahora con todas sus armas el pulso para llegar a un acuerdo que evite una
ruptura brutal que no beneficiaría a ninguna de las partes.
Boris Johnson amenaza ya a Francia y Alemania
Como en
cualquier disputa comercial, hay que empezar atacando. Boris Johnson ha
amenazado ya a franceses y alemanes con tasar las importaciones de queso y
automóviles. Queso francés y vehículos alemanes; nada como utilizar los clichés
para asustar al enemigo y a sus opiniones públicas. Una táctica en la que
Donald Trump es un maestro.
Es solo un
aperitivo de las batallas que se avecinan. París y Berlín también saben
jugar al póker y son conscientes de que, si el 9% del comercio de la UE
tiene como destino el Reino Unido, Londres vende el 47% de sus productos a sus
antiguos aliados.
Michel Barnier, el representante de la UE encargado
del Brexit, amenaza por su parte con aplicar tarifas aduaneras a todos los productos
británicos en el caso de no alcanzar un acuerdo. El ministro británico
encargado del caso, Stephen Barkley, afirma que su ambición es llegar a
"cero derechos de aduana y cero cuotas". Desde Bruselas le responden
"cero dumping". En la UE ya tiemblan imaginando la creación de un Singapur
sobre el Támesis, un paraíso fiscal al otro lado del Canal de la Mancha que
atraiga las inversiones internacionales transparentes, o no.
Londres sabe
que encontrar mercados diferentes no será fácil y llevará tiempo. París y
Berlín son conscientes de que castigar a Londres fragilizaría sus
propias economías. Johnson, por su parte, ya ha encontrado las primeras señales
de que sus futuros socios alternativos no se lo pondrán fácil. Donald Trump ha
presionado a Londres para que los británicos no negocien con la empresa china
Huawei el desarrollo de las redes de telecomunicaciones
5G. Es solo el primer aviso.
Europeos, ahora extranjeros en el Reino Unido
El impacto
humano del Brexit no se puede obviar. Hay más de un millón 200.000 británicos residiendo en países de la UE.
Las decisiones que Londres aplique en su territorio tendrán una respuesta
recíproca de cada país implicado.
Casi tres
millones de ciudadanos comunitarios residen en el Reino Unido. Para estos, los
cambios ya han empezado. Han comenzado a responder, vía internet, a los
criterios que se les exige para demostrar que viven y trabajan en el Reino
Unido, que optan al estatus de residente. Eso sí, las autoridades británicas no
les proveerán de un documento oficial de residencia. Inevitablemente, hay
aspectos que son todavía muy confusos y que implicarán situaciones injustas y
kafkianas.
Otro punto
delicado es la frontera entre las dos Irlandas. De momento, Irlanda del Norte
seguirá dentro de la unión aduanera. Solo serán gravados los productos
británicos que tengan como destino la UE. El Gobierno de Escocia, cuyos
ciudadanos votaron mayoritariamente por permanecer en la UE,
ha vuelto a solicitar un referéndum para decidir su independencia. Boris
Johnson ya contestó que no lo acepta y que, en la consulta celebrada en 2014,
los escoceses ya votaron por permanecer en el Reino Unido.
El Brexit es un
golpe económico para la UE,
pero es sobre todo una conmoción para una institución que se presentaba hasta
hace poco como un bloque indestructible, como una meta no solo comercial, sino
social, política y pretendidamente moral. El choque es todavía mayor si el primer
país en abandonar la UE se beneficiaba de una situación de privilegio: no
había adoptado el euro y estaba fuera del espacio Schengen sobre control de
fronteras.
El éxito de Nigel Farage
A pesar de los
intentos de evitar una ruptura envenenada, los brexiters británicos no
olvidarán palabras como las del expresidente del Consejo Europeo, el polaco
Donald Tusk, que prometía con poca templanza
"un lugar en el infierno" al Reino Unido postBrexit.
La respuesta
del líder del partido británico que impulsó la ruptura con la UE, Nigel
Farage, se escenificó en la sesión final del Parlamento Europeo que abordaba el
divorcio. Contraviniendo las normas del hemiciclo, Farage y los miembros del Brexit
Party se levantaron enarbolando banderas británicas para despedirse de sus socios
europeos, tras recordarles que cuando hace 20 años llegó al
Parlamento de Estrasburgo muchos se rieron de él por pretender sacar a su país
de la Unión Europea.
La opinión del autor no coincide necesariamente con la
de TerceraInformación
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