Francia
Parar completamente para pararles los pies
Edwy Plenel
Vientosur
12.01.2020
Dando
continuidad al movimiento de los chalecos amarillos, la movilización
contra la reforma de las pensiones plantea una reto político que va más allá de
las reivindicaciones sociales propias de esta movilización: la victoria o la
derrota de un liberalismo autoritario que combina un Estado policial, una
democracia débil y un mercado salvaje.
En estos
momentos en los que Macron vive su momento thatcheriano, buscando una
victoria histórica contra los trabajadores y trabajadoras que aún tienen la
capacidad de paralizar el país, es la movilización en el sector ferroviario la
que nos trae a la memoria un buen consejo. Gébé, que entró en la SNCF
[ferrocarril público] como diseñador industrial, publicó sus primeros comics en
La Vie du rail. Ahora bien, entre 1971 y 1974 fue el autor de un cómic
profético que se publicó en serie en Politique Hebdo y más tarde en Charlie
Mensuel y Charlie Hebdo. Comic que en 1973, de la mano de Jacques
Doillon, se convirtió en película: L’An 01. Su mensaje era tan simple
como radical: Lo paramos todo. Y la primera escena se desarrolla en una
estación de tren.
No es
casualidad que hoy en día la juventud de la generación de Greta Thunberg se
sienta atraída por esta película y este comic. Un día de 2018 la propia Greta
decidió dejar de ir a la escuela para salvar el clima. "¿Para qué
estudiar, se decía ella, por un futuro que quizás ya no exista?"
Casi cincuenta
años después de su invención, la fábula de L’An 01 se da cita con la
urgencia ecológica, el rechazo del productivismo, la crítica al mercado, el
rechazo al consumismo, la señal de alarma sobre la contaminación, la inquietud
por las alienaciones, la protesta contra las opresiones…; es decir, la rebelión
general y pacífica contra un mundo que destruye lo común y el bienestar, la
solidaridad y el compartir, la simple felicidad y la alegría apacible, la
belleza y la bondad.
Tierra
desconocida, según la invención de la palabra por Thomas Moro, la utopía no es
una ingenuidad, sino una radicalidad: la manera de atacar a la raíz de nuestros
infortunios o de nuestros sueños, a las causas de lo primero y a la impotencia
de los segundos. ¿Y si, entre todos y todas, lo paráramos todo para mejor
pararles los pies? Si, detener esta carrera al precipicio al que nos llevan los
gobernantes en plena guerra contra su propia sociedad, al servicio de intereses
socialmente minoritarios y cargándose derechos sociales básicos.
El movimiento
de los chalecos amarillos, que emergió a partir de la reivindicación
espontánea de igualdad ante los impuestos, puso al desnudo la violencia social
del poder, haciendo emerger una represión policial sin precedentes, tanto por
su brutalidad como por su impunidad. Impulsada por las organizaciones
sindicales representativas, la movilización contra la reforma de las pensiones
confirma la intransigencia de este mismo poder, determinado a no cambiar un
ápice su programa de desmantelamiento sistemático de los derechos sociales
conquistados durante decenios por el mundo del trabajo.
Si logra su
objetivo, no solo serán revisados a la baja, recortados, debilitados derechos
sociales básicos: derecho al bienestar más allá del trabajo, a condiciones
dignas en situación de paro, a poder conservar el empleo, a vivir en
condiciones de buena salud, sino que, fundamentalmente, será una de victoria
simbólica que se utilizará contra las protestas que emerjan de la sociedad
frente a la injusticia y la desigualdad, y las resistencias frente a los abusos
de poder que las protegen y las prolongan. Será una victoria que pondrá un
candado más al orden establecido para beneficio de los privilegiados y los ricos.
Desde el bunker
protector de las instituciones monárquicas, que le aseguran un poder personal
que ha incrementado la omnipotencia, Emmanuel Macron impulsa a marchas forzadas
una contrarreforma cuyo programa fue enunciado en los años 1970 por los teóricos
de un liberalismo autoritario. Su documento fundacional fue el texto de la
Comisión trilateral sobre La crisis de las democracias, subtitulado Informe
sobre la gobernabilidad de las democracias, uno de cuyos autores, Samuel
Huntington, teorizaría más tarde el choque de las civilizaciones.
Requisitoria
contra el exceso de democracia que conduciría a su desbordamiento por el pueblo
soberano y a su puesta en cuestión por la dinámica de la sociedad, este informe
es un alegato a favor de una democracia restringida y limitada. Una democracia
apagada y aletargada en la que el gobierno esté libre del control de quienes le
han elegido y su actividad quede al margen en la deliberación pluralista. Una
democracia en la que el Estado se situaría al margen de la voluntad general,
sin someterse a disputas, sin posibilidad de ser cuestionado, de forma que
pueda dedicarse sin ninguna traba a proteger los intereses económicos de
quienes se han acaparado de él.
En un libro
pionero, La Société ingouvernable, el filósofo Grégoire Chamayou
reconstituye de forma minuciosa la genealogía de este liberalismo autoritario
en el que el Estado fuerte actúa al servicio del mercado salvaje. Bajo ese
régimen, "la libertad económica, la del individualismo posesivo, no es
negociable, en tanto que la libertad política es opcional", nos dice,
trayendo a la palestra los compromisos explícitos de Friedrich Hayek, principal
teórico de esta ofensiva reaccionaria, con las dictaduras chilena, argentina o
portuguesa, así como con el régimen de apartheid en África del Sur.
Para Hayek la
libertad del mercado está por encima de la libertad política y, por tanto, de
la democracia. Es lo que explica sin rodeos desde 1978 en relación a Margaret
Thatcher: "Cuando la señora Thatcher afirma que la libre opción se debe
ejercer en relación al mercado más que en las urnas, se limita a recordar que
la primera opción es fundamental para la libertad individual, en tanto que la
segunda no lo es: además, la libre opción puede coexistir bajo una dictadura
capaz de limitarse, pero no bajo el gobierno de una democracia ilimitada";
"prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático sin
liberalismo" añadirá en 1981 durante una visita a Chile.
Estos
pretendidos liberales no aman la libertad. Lo que denominan "democracia ilimitada"
es simplemente una democracia viva y real: el derecho a controlar a los
gobiernos, a exigirles cuentas, el derecho a organizarse, protestar,
manifestarse, plantear reivindicaciones ignoradas, inventar nuevos horizontes
de emancipación, etc. La única libertad que defienden es egoísta y particular:
la de enriquecerse, beneficiarse y poseer.
Dicho de otro
modo, la que acaba de ilustrar el oligarca Carlos Ghosn, patrón expulsado de
Renault-Nissan, con libertad para huir de la justicia gracias a una evasión
pagada a base de millones y promovido como héroe de su mundo de secesión. En
contraste, como lo muestra su reivindicación de una implacable represión de los
movimientos sociales, las libertades de la mayoría son una amenaza y un
peligro, porque pueden conducir a que un día sus privilegios y su dominación
sean puestos en cuestión.
Su Estado, dice
Chamayou, es un "Estado fuerte-débil, fuerte con unos, débil con
otros", fuerte contra las reivindicaciones democráticas de redistribución
social, débil en relación al mercado, a las finanzas y a las y los accionistas.
Políticamente antiliberal, porque queriendo restringir nuestras libertades
democráticas y nuestros derechos sociales, este liberalismo autoritario es
"un autoritarismo socialmente asimétrico", negándose a poner en
cuestión las desigualdades sociales pero autorizando una represión implacable
hacia quienes protestan contra ellas.
Este
autoritarismo es un proyecto de sociedad que va más allá de los simples abusos de
poder estatal, en el que la violencia policial es su manifestación más viva.
Teniendo como objetivo hacer irreversible su dominación, el mundo de los
negocios tiene la intención de "hacerse ingobernable para gobernar mejor a
los demás", define Grégoire Chamayou. La ingobernabilidad organizada de
los mercados, la libertad desenfrenada de las y los accionistas, la incitación
a la especulación y al enriquecimiento constituyen un método de gobierno que
generaliza la violencia en las relaciones laborales, en el seno de las empresas
y en las condiciones de las y los trabajadores.
"La
política neoliberal, explica el filósofo, en la medida que practica la
desregulación, sobre todo del derecho laboral, que refuerza el poder del
empleador en la relación contractual y precariza y desestabiliza a los
trabajadores y trabajadoras, debilitando su relación de fuerzas, reduciendo su
capacidad de rechazo, su libertad; en la medida que favorece la acumulación de
riqueza, agravando las desigualdades y exacerbando más aún las oportunidades de
subyugación de todo tipo, implica un fortalecimiento del autoritarismo privado.
En ese sentido, en sentido social, no sólo estatal, el liberalismo económico es
autoritario".
El proyecto
político que impulsa Emmanuel Macron, del que Friedrich Hayek bien podría haber
sido el inspirador, nos pone colectivamente a merced de un retroceso duradero
de nuestras libertades individuales y de nuestros derechos colectivos. Sin
contar que, en las elecciones [presidenciales] de 2022 pueda hacer la cama a un
poder aún más autoritario. Con su obstinada promoción de la extrema derecha
como única opción electoral alternativa, nos expone a redobladas violencias, de
las que la crisis ecológica puede ser un acelerador. Porque vaciando la
democracia, desarma a la sociedad. Y de esa forma, hace posible lo peor.
En su último
libro, Plan B para el planeta, Naomi Klein se alarma ante la posibilidad
de un ecofascismo que utilice el argumento de la urgencia climática para
promover ideologías racistas y supremacistas en una guerra de todos y todas
contra todos y todas. Porque, subraya Naomi, "la crisis climática nos
conduce a un terreno que repugna mucho a las mentes conservadoras:
redistribución de riquezas, compartir los recursos y reparación". En
consecuencia, los intereses afectados, para escapar a este cuestionamiento,
corren el riesgo de acentuar, aún más, a nivel planetario, su secesión del
mundo común, incluso mediante la adopción de ideologías racistas, xenófobas,
anti-migrantes, a fin de justificar sus barricadas y sus privilegios.
Derechos
sociales, libertades democráticas, lucha ecológica, todo está unido, de forma
indivisible e indisociable. Avanzarán o retrocederán juntos. La feliz profecía
de L’An 01 se ha convertido ahora mismo en una preocupante emergencia.
Si no logramos parar aquí y ahora a un poder que pone en peligro nuestros
derechos y libertades, mañana ya no tendremos la oportunidad de hacerlo.
9/01/2020
Edwy Plenel, periodista y escritor. Director de Mediapart desde 2008, comenzó
su carrera periodística en Rouge (diario de la LCR) en 1978.
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