Dictaduras online
Rebelion
Remap
23.01.2020
El mejor truco realizado por el Diablo fue convencer al mundo de que no existía y así... desaparecer". (Los sospechosos de siempre 1995).
Las dictaduras nunca han operado bajo las sombras. Sus crímenes han
sido de pleno conocimiento desde el mismo momento que toman el poder a
la fuerza. El carácter sombrío habita en el papel que juega la comunidad
internacional y los medios de comunicación que hacen del discurso un
dispositivo para justificar y normalizar el crimen.
Convertir la injusticia y toda criminalidad en rituales de lo
necesario, de lo inevitable, de lo justificable sin importar la sangre
derramada, es función de publicistas y periodistas que operan como
proxenetas que venden asesorías, estudios y estrategias propagandísticas
del pánico y el odio, formas de colonización enfocadas a los
territorios mentales de sociedades que ahora son regidas por libretos
que la dictadura neoliberal reparte a gobiernos y medios de comunicación
del capitalismo.
La sociedad sometida a
la domesticación emocional del statu quo se autorregula justificando
bombardeos, masacres y leyes que secuestran la dignidad de pueblos y
comunidades. Ya sea con discursos a nombre de la democracia, la
seguridad, la libertad, la moral o Dios, la imposición del miedo, el
odio y la ignorancia sobre la sensatez, llevan al poder a presidentes
como Donald Trump en Estados Unidos e Iván Duque en Colombia.
Lo afirmado podrá sonar como un pesimismo sombrío, o desfasado ante el
optimismo del horizonte de la protesta social que en el 2019 tomó realce
en algunos países latinoamericanos, entre los que se destaca,
principalmente, Chile. Sin embargo, la realidad demuestra que, a pesar
de la aguerrida y ejemplar resistencia el pueblo chileno, el régimen se
mantiene, no intacto, pero se mantiene. Y Sebastián Piñera, actual
presidente, no será derrocado, será cambiado en su momento.
Por tanto lo anterior implica caracterizar este momento histórico para
desarrollar una pedagogía política donde el despertar de un importante
sector poblacional no sea solo para futuros trabajos de historia y
sociología, sino que sirva para fortalecer procesos organizativos en una
generación que, además de arrebatar el Gobierno a la derecha en las
próximas contiendas electorales, sea testimonio de la derrota ideológica
y física del neoliberalismo en su país, ahora y para siempre hasta
llegar a ser poder.
En este sentido,
analizando nuestros contextos, no es difícil contemplar que el
afianzamiento de la protesta social contrasta con los dispositivos de
control del statu quo que se despliegan para conservar una “base social”
a su favor, al tiempo que el miedo sistemático autorregula a un sector
poblacional que, aunque desea hacerlo, se abstiene de protestar.
Es claro que un sector importante ha despertado y está decidido a
confrontar al sistema en las calles, pero de igual manera otro sector de
importancia no está dispuesto a arriesgar la vida enfrentando al poder,
ni sacrificar su cada vez más corroído estado de confort. Tal es el
caso colombiano, donde a esto se suma el aniquilamiento sistemático de
líderes y lideresas sociales, y exguerrilleros que firmaron la paz, a
manos del paramilitarismo que no para de fortalecerse gracias a la
ultraderecha que gobierna el país.
Mantener el statu quo no solo implica desarrollar e imponer discursos
para controlar emotiva e ideológicamente a poblaciones y comunidades,
sin el uso de la fuerza esto no tendría eficacia ni garantizaría la
permanencia del neoliberalismo y sus verdugos en el poder. A medida que
crece la protesta social, la represión también aumenta, o se hace
visible, dejando al descubierto dictaduras cuya fachada son gobiernos
que se autoproclaman “democráticos” a través del maquillaje electoral.
Represión, persecución, derramamiento de sangre, todo el horror que
afrontan quienes protestan, son hechos que no requieren investigación
alguna para llegar a conocer su crudeza y gravedad. Así como los
crímenes de dictaduras militares eran de pleno conocimiento, estos
hechos son tan visibles que aterran por el grado de descaro con que se
realizan. Aunque existen diferencias: la criminalidad y represión del
Estado, en muchos casos, ahora son verificables de forma más precisa y
en tiempo real, con testigos, registro fotográfico, audiovisual, y
consultable, al menos, en internet.
Bajo
este contexto se percibe un tipo de dictaduras online que emergen para
recordar que nunca hubo una retirada, en tanto que simplemente se
instalaron en democracias que nacieron jubiladas. Jamás se fueron y
operan mimetizadas, con menor o mayor crudeza, del mismo modo que el
imperialismo norteamericano se mantiene oculto, negando su existencia,
mientras invade y promueve golpes de Estado donde la fachada democrática
se derrumba y pierde el poder en países como Bolivia y Venezuela.
Es claro que en Latinoamérica el impulso tomado por la protesta social
en 2019 llenó de expectativas la lucha popular en países como Colombia
donde no se es poder y ni siquiera se ha sido Gobierno, pero estas
expectativas deben aterrizarse a los verdaderos alcances y dejar de
pensar que todo despertar, necesariamente, debe culminar en un proceso
insurreccional inmediatista.
Después de
vivir un estado de aletargamiento prolongado, un sector importante del
pueblo se ha sacudido, y trazarse objetivos puntuales para el
involucramiento político en procesos organizativos de esa llama que arde
de inconformidad y hastío, depende de la lectura acertada de este
momento histórico que requiere de una pedagogía política basada en
estrategias acordes a estas emotividades que buscan un cambio, y no la
desilusión de encontrarse estructuras que quieren apropiarse de un
estallido cuya llama les sobrepasa.
Asistimos a un momento
decisivo donde, de no interpretar correctamente este avivamiento
popular, terminaremos siendo simples almohadas que provocarán de nuevo
el adormecimiento y extinción del fuego. Pero esto no está permitido,
porque nos está dado ser el humo del café en las mañanas, la raíz que
rompe el pavimento de las calles, el sol que sale mientras llueve para
avivar el calor de una resistencia que no duerme.
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