¿Quiénes son los responsables del golpe en Bolivia?
16.11.2019
Un golpe de Estado jamás está constituido por un hecho aislado. No existe un momento puntual que pueda ser definido como el generador definitivo de una ruptura democrática. Cualquier golpe es un proceso acumulativo en el que el “marco” es fundamental para crear las condiciones necesarias y suficientes que garanticen su efectividad. La erosión de legitimidad del objetivo a derrocar se hace por múltiples vías que abonan un campo en el que luego las acciones destituyentes procuran ser presentadas como democráticas.
Por el carácter multidimensional del proceso golpista,
nunca podríamos afirmar que existe un único responsable. Siempre hay
muchos actores que participan en esta tarea, desde quién acaba asumiendo
la Presidencia pos golpe hasta aquel que inicia una campaña de desgaste
con una fake news.
En Bolivia, el golpe de Estado contra
la democracia, con el objetivo de deponer a Evo Morales como
presidente, también contó con muchos participes, cada cual en su justa
condición; unos como colaboradores y otros como cómplices; los hubo más
pasivos o más activos; algunos planificaron desde el inicio y otros se
fueron sumando a medida que se fueron desarrollando los acontecimientos.
He aquí un recuento breve, pero preciso, de quiénes fueron
todos los corresponsables del golpe de Estado en Bolivia, con nombres y
apellidos:
1. El fascismo de los comités cívicos, especialmente
el de Santa Cruz. Este movimiento político, tan violento como racista,
no es nuevo, sino que viene desde el principio de la gestión de Evo
Morales, porque jamás aceptaron que un representante indígena y
campesino fuera quien tuviera el mandato popular para gobernar el país.
Lo intentaron muchas veces, con muchos representantes diferentes y, esta
vez, el turno fue de Luis Fernando Camacho, quien no se presentó a
elecciones, quien no tiene ningún voto, pero decidió que la violencia y
el terror eran las armas para alcanzar el objetivo: derrocar a Evo y
acabar con el Estado de Derecho y orden constitucional del país.
2.
La oposición partidaria que sí se presentó a las elecciones.
Fundamentalmente, Carlos Mesa, principal contrincante de Evo Morales,
derrotado en las últimas elecciones, fue clave en todo este proceso
golpista, desconociendo resultados por anticipado y declarando fraude
mucho antes que se produjeran las elecciones. El mismo día de los
comicios salió a anunciar que había segunda vuelta sin que se culminara
el recuento de votos. Luego de las elecciones, mantuvo constantemente
una postura silenciosa, cómplice, ante la violencia desatada por los
comités cívicos, reacomodándose al nuevo eje político golpista sin
exigir que se frenara.
4. La actual Secretaría General de la
Organización de Estados Americanos (OEA). Siempre presente cada vez que
existe un proceso de desestabilización antidemocrático. Esta vez lo hizo
de forma directa, participando en el proceso electoral. Primero, fue
con el informe preliminar de la misión electoral, que sin base alguna,
anunció que era “recomendable una segunda vuelta”. Segundo, con un
informe preliminar de la auditoría lleno de debilidades, sesgado y
parcial, sin rigor, y centrado en su mayoría en criticar al sistema
provisorio de transmisión de datos (no vinculante). Y es que a la hora
de analizar las actas oficiales, las reales, únicamente logró demostrar
irregularidades en 78 actas de un total de 34.555, lo que supone el
0,22%. De hecho, la muestra seleccionada, en sus propias palabras
escritas en el informe, no obedece a criterios estadísticos sino que
eligieron los casos allá donde el partido oficialista había obtenido
muchos votos. El informe está plagado de adjetivos y adverbios con tono
valorativo y discrecional (“comportamiento inusual”, “presumiblemente”)
demostrando su incompetencia en cuanto a rigor e imparcialidad.
5.
El Gobierno de los Estados Unidos. Otro infaltable: como siempre, tras
cada golpe, reaparece precipitadamente reconociendo al nuevo presidente
autoproclamado. Aunque esta vez, desde inicios de este año, diferentes
autoridades del Departamento de Estado -por ejemplo, Kimberly Breier- ya
habían declarado que el proceso electoral boliviano estaba repleto de
irregularidades, usando incluso el término de “potencial fraude”;
además, plantearon más de una vez que se debía de estudiar el
desconocimiento de los resultados que de la cita electoral se
desprendieran.
6. La policía. Es la segunda vez que lo hace. En
el año 2008 se amotinó y desconoció al presidente Evo, provocando
inseguridad ciudadana y desestabilización política y social. No prosperó
en ese entonces, pero ahora lo repitió en un momento de gran caos y
estado de terror provocado por el movimiento fascista en las calles. Fue
un actor clave en la última fase del golpe de Estado.
7. Las
Fuerzas Armadas. Seguramente este es el actor más difícil de descifrar
en este golpe. Actuó en forma muy particular: hasta el último momento no
se pronunció ante la grave situación. En primer lugar, cuando todo
comenzaba a estar al límite, emitieron un comunicado escueto pero con un
párrafo último muy ambiguo. Después, en uno de los momentos de mayor
tensión, se mantuvieron en silencio hasta que, al final, salieron a
pedir la renuncia del presidente Evo. Es muy probable que al interior
hubiera división, y todavía la haya. Las Fuerzas Armadas tuvieron varias
horas de desconcierto, sin querer aprovecharse del vacío institucional
de poder existente, y en ningún momento asumieron el control de las
riendas del país. Sin embargo, esto no les exime de responsabilidad
porque se fueron acoplando al tsunami golpista. A partir de ahora
veremos qué ocurre porque la partida aún no está cerrada en cuanto a su
papel en los próximos días y semanas. Hasta el momento, la
autoproclamada presidenta ha cambiado al comandante de las Fuerzas
Armadas, lo cual quiere decir que no se fía del anterior ni de la
ascendencia de éste sobre otros mandos intermedios.
8. Ciertos medios de comunicación. Jamás pueden faltar en cada golpe.
Son claves para construir el marco de referencia antes, durante y
después. Uno de los principales responsables en esta tarea en Bolivia es
Página Siete. Un ejemplo es suficiente para demostrar cuál fue su forma
de generar el máximo nivel de zozobra: desde la noche de las elecciones
hasta 48 horas después, sostuvo en su portal como entrada principal el
resultado de una encuestadora privada, Viaciencia, que daba sólo 4
puntos a favor de Evo para instalar la idea del fraude a pesar que ya
había sido publicado oficialmente el cómputo preliminar y definitivo.
Este medio siempre fue el máximo exponente del marco del fraude, antes y
después, defendiendo el desconocimiento de los resultados desde el
inicio y saliendo rápidamente a avalar la transición no democrática.
Además, hay otros actores involucrados. No podemos obviar el rol del
“periodista” Carlos Valverde, quién en la previa del referéndum del
2016, fue responsable de la campaña sucia en base al “caso Zapata”,
orientada a erosionar la imagen de Evo Morales.
9. Los actores
económicos. Los grandes empresarios del país se enriquecieron mucho en
el ciclo largo de bonanza económica. Es por ello que esta vez no está
tan claro que este golpe de Estado tenga su raíz en su posición en
contra del modelo económico boliviano. El eje explicativo central de
este golpe definitivamente reside en el racismo que posee una clase
boliviana que no acepta a lo indígena, esencia de un Estado
Plurinacional. Sin embargo, los grandes grupos económicos del país
tampoco están ajenos a esta cuota de desprecio por todo lo que tenga que
ver con lo indígena. Es por ello que, seguramente, buena parte de los
grandes empresarios del país hayan estado dubitativos entre aceptar la
dirección indígena que le garantiza un proyecto económico estable y
altamente rentable para ellos, o participar en este golpe a favor de
dirigentes que sólo saben ser violentos en las calles.
10. Los
oportunistas de siempre. No falta el títere de turno que siempre quiere
la foto como presidente, aunque sea en condición de autoproclamado. Esta
vez este papel, a lo Guaidó, lo desempeña la opositora beniana Añez,
que obtuvo algo menos de 50.000 votos para obtener su banca de senadora.
De todas formas, lo que es seguro es que ella, a pesar que se auto
promulgue y algunos otros lo repitan, jamás será la Presidenta del país.
Alfredo Serrano Mancilla, Director CELAG
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