Elecciones 28A 2019
Algunas coordenadas de la nueva etapa
12/05/2019 | Josep M. Antentas
Vientosur
12.05.2019
1. Época de paradojas, contradicciones, y tendencias no consumadas, abrimos
una nueva fase de la larga crisis política española. El bipartidismo imperfecto
que fue el pilar del Régimen del 78 está muerto, pero su principal sostén
histórico, el PSOE, está vivo. El nuevo pentapartito culmina la implosión del
sistema político iniciado en 2014 como consecuencia del seísmo social del 15M
en 2011, pero lejos de oficializar un nuevo equilibro estable entre los
partidos en liza inicia una etapa de incertidumbres y de batallas por la
posición relativa de cada uno de ellos. Dos grandes incógnitas están abiertas:
el combate por la hegemonía en la derecha y la posibilidad o no del PSOE de
coronar el proceso de minorización de Podemos y enviarlo definitivamente a una
posición irreversiblemente periférica. Los consensos de 1978 se rompieron y sus
revalidaciones posteriores se agotaron. El periodo inaugurado en 2011 (y
electoralmente en 2014) quedó atrás, pero no hemos entrado todavía en una etapa
de rutinización institucional y social duradera. La crisis política y social
permanece y la crisis institucional generada con la irrupción del
independentismo catalán también. Pero, a la vez, no hay perspectiva alguna de
ruptura ni por la izquierda ni por el flanco nacional-territorial. Las
hipótesis fundacionales de Podemos y del independentismo colapsaron. Sin
embargo, la existencia de ambos actores y su importancia relativa testimonia
que el régimen no pudo recomponerse completamente y suturar definitivamente sus
brechas, ya fuera por la vía del aplastamiento de sus adversarios o de la
autorreforma gatopardista por arriba. Hay partido todavía por jugar, pero las
condiciones ya no son las de la fase anterior, de apertura de posibilidades
inéditas. Ahora son más frágiles y coexisten con un riesgo epocal de involución
reaccionaria que persiste, a pesar de haber sido contenido de momento, y con
las maniobras de recomposición política por arriba.
2. La movilización defensiva del pueblo de izquierdas y de los nacionalismos
periféricos derrotó a las fuerzas derechistas. La memoria de 2004 es el
precedente (aún en un contexto muy distinto) más cercano y testimonia una
capacidad recurrente de activación a última hora, en clave electoral y de
manera instrumental, ante la catástrofe en ciernes. Hemos asistido a una
especie de reacción a la reacción. Una victoria reactiva es distinta, no
obstante, a un triunfo con expectativas en positivo o con lógicas de desborde
por abajo. El combate entre bloques del 28 de abril, por lo demás, estuvo
marcado por una desigualdad estructural que sintetiza los límites del periodo.
En un clima de polarización y reactividad, las fuerzas de izquierda y
los nacionalismos catalán, vasco y gallego acudieron a la cita sin proyecto de
cambio real, mientras que la derecha compareció con un proyecto de combate,
aunque debilitada por su competencia organizativa. Proyecto de combate portador
en sí mismo de un germen de fracaso por su naturaleza autoritaria y excluyente
que le inhabilita para formar un nuevo bloque social mayoritario estable, pero
que le da perspectiva, razón de ser y objetivos a batir. El 28 de abril marcaba
así un choque desigual en términos de profundidad estratégica respectiva.
Radicalización en todos los terrenos del bloque conservador frente a
insustancialidad y epidermismo en el otro lado, manifestado en una doble
condición trágica: la reafirmación del liderazgo del PSOE y la adaptación
acelerada de Unidos Podemos a la estrecha política de lo posible. Una asimetría
estratégica en ciernes que liquida todo horizonte de cambio democrático real.
3. La izquierda (y los nacionalismos periféricos) ganó el 28 de abril
en el sentido de que el bloque derechista fue derrotado. Pero es preciso no
caer ni en confusiones ni en juegos de palabras. El único vencedor estricto de
la contienda fue el PSOE que además prevaleció a costa de reducirle el espacio
a Unidos Podemos. No existe una victoria por delegación en el campo de la
izquierda, ni tampoco una lucha coordinada entre sus componentes frente a la
derecha, más allá de las tácticas de aparato para encajar sus intereses. El
triunfo del PSOE certificó la derrota definitiva de la hipótesis de voladura
del sistema político bajo la égida de Podemos formulada en 2014. El partido de
Sánchez se benefició de la combinación entre la sobremovilización del pueblo de
izquierdas ante la amenaza de Vox y el bloque derechista, y del declive de
Unidos Podemos, iniciado ya en 2016 y acentuado en el último tramo. Sánchez
parece ganar más por deméritos de los demás que por los suyos propios.
Testimonia un voto más instrumental que expresivo, a modo de una adhesión por
defecto. La pasión por parar a la involución reaccionaria parece más fuerte que
las expectativas con el PSOE, cuyo gobierno tras la moción de censura a pesar
de algunos efectismos iniciales, ha sido débil y poco audaz. Sin duda, si a
Sánchez hay que reconocerle algo es su tenacidad personal para salvar su
carrera política desde el golpe palaciego de 2016 y cierta valentía táctica a
la hora de tomar decisiones de partido. Tenacidad y valentía de las que carece
por completo cuando se trata de defender algún tipo de medida que contravenga
los intereses del poder económico y financiero o de los aparatos más
reaccionarios del Estado.
Fractura y
crisis estratégica de la derecha
4. Tocado y hundido en el primer tramo de la crisis de régimen, a punto de
naufragar en las elecciones del 26J de 2016 cuando la posibilidad del sorpasso
de Unidos Podemos se antojaba plausible, el PSOE, partido del régimen por
antonomasia, ha vuelto a instalarse como el puntal del sistema político.
Consiguió recomponer en buena medida su fortaleza electoral y recuperó la
hegemonía en la izquierda. Cuatro son las razones que lo pueden explicar: la
primera, su propia robustez orgánica que le dio una capacidad de resistencia
notable para hacer frente a su declive; la segunda, la relegitimación parcial
del partido tras la reconquista del mismo por parte de Sánchez, en una catarsis
interna que, a pesar de ser canalizada por un giro izquierdista que no era más
que una gran impostura, sacó al PSOE de una decadencia inexorable; la tercera,
la ausencia de movilizaciones sociales significativas que chocaran con el
programa y la naturaleza del PSOE. Sin duda el potente movimiento feminista, en
cuyo seno dominan las tendencias anti-neoliberales, cuestiona de raíz todo lo
que el PSOE significa, pero también ofrece un flanco de instrumentalización
electoral parcial en clave progresista frente a la reacción; la cuarta,
los límites de la estrategia electoral-comunicativa de Podemos y los efectos de
la implosión interna acontecida desde 2016 como consecuencia directa de los
defectos de diseño de la máquina burocrático-electoral-comunicativa orquestada
en Vistalegre I. Y, sobretodo, las consecuencias negativas del giro hacia el
PSOE que Iglesias acometió en abril de 2016 cuyo resultado inmediato fue la
rehabilitación formal del PSOE como partido del cambio por parte del impugnador
oficial del régimen, Podemos. La bendición de Iglesias otorgaba al PSOE todo lo
que el marketing socialista no había conseguido vender.
5. Tras cuatro años de ir a la defensiva desde la irrupción de Podemos y
después de una enorme crisis interna, el PSOE consiguió pasar a la ofensiva,
recuperar centralidad política y ser la referencia entorno a la cual se
organiza (ya sea por adhesión o oposición) la vida política y la propia
izquierda alternativa. Se beneficia de la falta de expectativas sociales, del
fuerte contraste epocal entre malestar y horizontes plausibles de cambio, pero
no está claro que tenga la condiciones materiales para desarrollar un proyecto
de crecimiento y redistribución que reconstruya una base social progresista
estable y solidifique un nuevo bloque social, ni que posea la capacidad para
acometer una reforma del Estado que lo relegitime en Catalunya y solidifique la
arquitectura institucional. Favorecido en lo inmediato por los impasses
y aporías de los dos grandes desafíos contemporáneos del Régimen de 1978,
Podemos y el independentismo catalán, la gran espada de Damocles que pesa sobre
el PSOE es la posibilidad de una nueva recesión internacional y la
inestabilidad consustancial a una fase histórica de grandes mutaciones, de
crisis civilizatoria y de una crisis política doméstica que todavía no se
cerró.
6. El gran derrotado en un sentido profundo es el PP, y una determinada
estrategia de la derecha, la del retorno de un neoconservadurismo aznarista
renovado y readaptado a la época, que pretendía organizar la derecha tripartita
bajo la hegemonía de un PP rearmado ideológicamente. Fracasó toda una
estrategia basada en la cuádruple combinación de radicalización discursiva
generalizada, españolismo ultramontano, legitimación incondicional de Vox y
búsqueda de una sinfonía virtuosa entre los tres partidos. Una política de
colaboración entre la derecha tradicional y la extrema derecha inédita en
Europa, que se explica por la naturaleza del Estado posfranquista gestado
durante la Transición, por las características de la derecha española y por la
génesis del propio Vox. Sin embargo, aunque fracasada coyunturalmente y
absorbida en graves dilemas estratégicos, la derecha sigue siendo un poderoso
bloque político-social, de 11 millones de votos, pero fragmentado políticamente
y sumido en una inédita competencia partidaria que no ha hecho sino empezar.
Social y culturalmente no está derrotada y tiene una resiliencia electoral
contrastada, aunque ahora sin la efectividad de antaño por la rivalidad interna
a su propio campo. Sin embargo, la movilización defensiva progresista y
plurinacional del 28A es la traducción demoscópica y electoral de un problema
estructural del nacionalismo español conservador: el desfase intrínseco entre
su concepción de España y la España real. Incapaz de articular un proyecto
integrador basa su fuerza en la movilización reactiva-identitaria en torno a
una propuesta excluyente cuya naturaleza es, a la postre, la responsable de su
propio fracaso, y que desde el segundo mandado de Aznar hasta la actualidad
desestabilizó las bases mismas de la arquitectura del Estado debido a su
interpretación autoritaria y reaccionaria del propio marco político
institucional.
7. La primera fase de la crisis política del Estado español estuvo marcada por
la crisis del PSOE, la segunda por la del PP y el terremoto en la derecha.
Atenazado desde los dos flancos por el alma tecnocrática-modernizadora y por el
alma nacional-reaccionaria de la derecha, el proyecto neoconservador de Casado
corre el riesgo de implosión. El virtuosismo de las tres derechas que tan bien
funcionó en las elecciones andaluzas fue un espejismo regido por una lógica
inaplicable en unas elecciones generales donde el sistema electoral no favorece
la dispersión de voto. Las tres expresiones políticas de la derecha cayeron
víctimas de su propia disputa, a pesar de estar unidas por un neoliberalismo
sin fisuras y por un españolismo recalcitrante, a la vez reactivo, como lo ha
sido tradicionalmente el españolismo desde 1898, y ofensivo, por su proyecto de
aplastamiento involutivo de un adversario político-social, tan arquetipado como
real, progresista y plurinacional. Se vislumbran endiabladas competiciones
mediático-parlamentarias entre sus tres componentes para aumentar su influencia
en el seno del bloque conservador. Ahí va a estar el gran problema de la
derecha, que no es tanto el de su debilidad político-social-cultural, como el
de una crisis de estrategia agudizada por las distorsiones organizativas de su
representación política y, en particular, la crisis de su partido histórico de
referencia, el PP. Su competencia funciona en dos planos: el
organizativo-partidario y el ideológico-programático, superponiéndose así un
mero combate entre direcciones políticas y aparatos que se disputan influencia
y poder y una pugna más de fondo entre los tres proyectos y sus bloques
sociales respectivos.
8. El PP ha acabado haciendo de aprendiz de brujo, desatando fuerzas que
escapan a cualquier aparato político. Primero, durante la crisis catalana y
todo el Procés abierto desde 2012 profundizó la involución nacionalista
excluyente de toda la década anterior y la cultura autoritaria-negacionista
propia del aznarismo, exacerbada aún más tras el trauma del 2004. El PP de
Rajoy se consumió en las brasas del propio incendio que contribuyó a crear por
su torpeza autoritaria y sus límites estratégicos durante la crisis de Octubre
de 2017. Segundo, el viraje neoconservador de Casado, pretendiendo operar un
giro derechista controlado, en realidad espoleó y normalizó una espiral
reaccionaria desbocada que ya estaba en marcha y cuya pulsión mediática y
sociocultural desbordaba las lealtades organizativas tradicionales. Deseando
re-encauzarla hacia el partido, Casado sólo favoreció su eclosión definitiva.
La inflexión hacia la derecha de Casado se fusionó de facto con una
lógica específicamente reaccionaria, acorde con las características históricas
de la propia derecha española y con la coyuntura internacional. El nuevo líder
del PP y Aznar actuaron involuntariamente de lanzadera y de legitimadores de
Vox. Contribuyeron, paradójicamente, a que una parte de la base social del PP
más escorada a la derecha viera la deserción de su partido tradicional como
algo legítimo y normalizado. Y la perspectiva del acuerdo posterior de las tres
derechas en buena medida acabó por desactivar parcialmente el miedo a dividir
el voto derechista y debilitar al propio PP. Se podía votar a Vox y a la vez
asegurarse que, en el peor de los casos si Vox no alcanzaba una posición de
liderazgo, el PP (pero pertinentemente condicionado por su flanco derecho)
gobernaría.
9. ¿El fracaso neocon equivale a considerar que si el PP hubiera escogido una
vía más de centro (lo de centro es en cualquier caso un decir) y
transitado por la senda más tecnocrática y desideologizada de Rajoy y Soraya
Sáenz de Santamaría, las cosas le hubieran ido mejor? La historia contrafáctica
es únicamente un ejercicio especulativo cuya utilidad consiste solamente en
intentar sacar de ella reflexiones estratégicas. Un PP rajoyista no
hubiera actuado de trampolín de Vox, es verdad, pero quizá hubiera tenido que
enfrentarse a una ruptura explícita de parte importante del entramado mediático
y social que había apostado por el rearme ideológico neocon de Casado. La vía
de la radicalización derechista como callejón sin salida para el PP fue
denunciada por las voces minoritarias de algunos intelectuales liberales
moderados de derecha, entre ellos figuras como José María Lasalle, alarmados
por el auge de las fuerzas reaccionarias y la pérdida de todos los consensos de
Estado. Teniendo razón en parte es probable, sin embargo, que sus loas a volver
al centro olviden algunas claves de la naturaleza del actual periodo
histórico y, en particular, las causas de fondo de los desgarros de las
lealtades partidarias tradicionales en todo el espectro político. Nostálgicos
de una derecha democrática y tolerante (en buena medida imaginaria en el caso
español), estas voces obvian clamorosamente que los cantos a la moderación de
la derecha tienen muy corto alcance si van acompañadas del apoyo a ultranza de
un neoliberalismo económico sin límites que deslabazó toda la estructura
social. Dilemas de una derecha que desde la izquierda nos sirven también para
pensar el periodo.
10. Vox soñaba, sin duda, con una mejor noche. Su resultado es un fracaso
relativo si lo comparamos con sus expectativas, pero en términos históricos
marca un punto de inflexión decisivo en la trayectoria de la derecha española,
con la autonomización organizativa y expresión política independiente de una
fuerza reaccionaria desgajada del marco orgánico de la derecha tradicional,
expresando a la vez una ruptura y una continuidad radicalizada con ella. Vox
galvaniza la reafirmación identitaria en clave reaccionaria del flanco más duro
del pueblo de derechas. Encarna un nacional-reaccionarismo neoliberal
que, hoy por hoy, no va más allá de una fractura por el flanco derecho del
espacio histórico del PP, con una composición social del voto similar a la de
éste (aunque posiblemente con mayor peso generacional de votantes jóvenes). A
corto plazo su crecimiento vendrá plausiblemente a costa de más segmentos del
base social del PP (y más si Casado se ve forzado a estabilizar una giro al
centro) y, mientras mantenga su neoliberalismo radical y su tradicionalismo
reaccionario, tendrá más difícil llegar a nuevos sectores, en particular a las
clases trabajadora golpeadas por la crisis, excepto las fracciones de ella ya
tradicionalmente derechistas. Pero de alguna manera u otra intentará también
dirigirse a ellas, buscando ampliar estratégicamente su entorno, generalizando
algunos intentos muy incipientes y fallidos ya realizados, en un contexto donde
tiene el desafío inmediato de continuar en ascenso tras haberse frustrado sus
expectativas iniciales el 28-A y evitar una desmoralización de su entorno y del
electorado que lo apoyó pensando que la formación de Abascal iba a dar la gran
campanada. La suya, sin embargo, no es una escopeta de un sólo disparo, sino
una estrategia de más largo plazo. Su irrupción no llega con la promesa de una
victoria fácil y rápida (como fue el factor clave en el despegue de Podemos),
sino de una larga cruzada por las instituciones. A pesar de haberse quedado
corto en su impulso inicial, la mera presencia de Vox, como ya conocemos en los
casos similares de la mayoría de países europeos, cambia el paisaje y las
coordenadas del debate político. Actúa como una tensor hacia la derecha en
todos los asuntos, normaliza la existencia de opiniones ultras en la esfera
pública y favorece la adopción de medidas autoritarias en terrenos como la
inmigración o el orden público. Será además una fuerza decisiva en varias
ciudades y regiones pudiendo dar lugar a mayorías ultraneoliberales,
autoritarias y reaccionarias, empezando por la batalla decisiva de Madrid, que
hagan de contrapeso y contraejemplo de la mayoría progresista en torno a
Sánchez. Tendrá que hacer frente, sin embargo, a la falta de cuadros, a su poca
competitividad en el día a día de la política institucional, y a su escasa
capacidad de inventiva y de generación de estrategias propias, más allá de la
aplicación del manual de Bannon y de copiar/adaptar aquellas iniciativas que
mejor parecen funcionarles a sus homólogos internacionales.
11. Ciudadanos tiene todo el interés del mundo en resistirse a toda presión del
Ibex 35 para gobernar con el PSOE y en lanzarse a liderar la oposición,
aprovechando la crisis del PP, y prepararse para el futuro. Sólo una mentalidad
muy cortoplacista explicaría lo contrario. Inesperadamente, Rivera salió
reforzado de las urnas, aunque más por el descalabro del PP fruto del ascenso
de Vox que del empuje de su propio proyecto. No está en absoluto claro que el
giro a la derecha tan pronunciado que Rivera operó tras la elección de Pablo
Casado al frente del PP le haya beneficiado, y que una estrategia más
equidistante no le hubiera dado más rédito. El partido naranja es especialista
en desaprovechar ocasiones, ver cómo se le escapa el tren cuando lo tiene al
alcance, y en embarrancarse a la hora de la verdad. Acusa su debilidad
estructural fundacional, en tanto que partido televisivo y en buena medida
artificialmente creado, frágil de estructura y sin demasiada base militante
sólida. Pero lo cierto es que esta vez quedó colocado en una posición óptima o,
al menos, mucho más sencilla que la de un PP desorientado y desautorizado.
Ciudadanos intentará mantener su españolismo crispado a ultranza para
solidificar por abajo su base electoral y blindarla ante Vox y el PP en su flanco
derecho y a la vez acentuar su vertiente modernizadora-liberal para salir de
los confines de la foto de Colón, cortar todo oxígeno al PP por el centro e
intentar competir por el voto moderado que se decantó por Sánchez ante la
amenaza de un bloque gubernamental reaccionario. Es decir, necesita orientarse
hacia una doble operación de hegemonización del bloque de la derecha y a la vez
de corrección parcial del marco estratégico en que ha operado en el último
periodo.
12. Aunque las proclamas del mundo empresarial a favor de un pacto
PSOE-Ciudadanos no han faltado, es posible que en buena medida sean más bien
retóricas y rituales, con el objetivo real de condicionar al futuro gobierno en
solitario de Sánchez y como aviso indirecto de que la influencia de Unidos
Podemos debe minimizarse. En cualquier caso, el nuevo gobierno del PSOE con el
apoyo de Unidos Podemos no va a representar ninguna alternativa de cambio real
ni una amenaza a los grandes intereses financiero-empresariales. Mantendrá una
orientación social-liberal convencional (aunque evitando acometer ningún ataque
de envergadura en el corto plazo si la situación no lo requiere), acompañada de
algunas medidas puntuales progresistas, positivas pero tímidas, en el terreno
de la política económico-social y en el socio-cultural, e intentará ir
desactivando el conflicto catalán sin acometer ninguna reforma de fondo de la
arquitectura institucional del Estado. El mundo de los negocios, y más en la
época del capitalismo financiero, suele moverse a menudo con lógicas
cortoplacistas, a la búsqueda del beneficio inmediato. Pero, en los círculos
empresariales más restringidos donde se piense estratégicamente a largo
término, debería preferirse que Ciudadanos pueda liderar la reconstrucción de
la derecha desde la oposición a Sánchez, que no forzar un pacto artificial
ahora. Una oposición compatible, claro, con el sentido de Estado y la responsabilidad
cada vez que sea necesario impulsar grandes reformas económicas, en
particular si se materializa a medio plazo una nueva recesión.
Gobiernos y
dilemas en la izquierda
13. Unidos Podemos consiguió evitar los peores augurios, remontando
parcialmente durante la campaña. Movilizó todo su electorado potencial, en
muchos casos en forma de voto instrumental, de gente desencantada que consideró
que no podía abstenerse ni desvincularse de la contienda en un contexto de
amenaza reaccionaria. La formación de Iglesias no murió, pero sí lo hizo
definitivamente su objetivo fundacional, abandonado ya de hecho en abril de
2016 con el giro gobernista hacia el PSOE, de ser una alternativa a los
partidos de la casta y postularse como el eje de una mayoría
alternativa. La senda hacía el 28 de abril certificó el cambio de objetivos
estratégicos de Podemos. De las elecciones del 20 de diciembre de 2015 al 28 de
abril de 2019, la trayectoria de Podemos ha sido la de una evolución hacia una
fuerza complementaria al PSOE en el marco de una degradación significativa de
su correlación de fuerzas. Pasó de ser una alternativa a situarse como socio secundario
de un bloque liderado por el PSOE. De impugnación al régimen a pata minoritaria
de un bloque progresista, operó una reducción continuada de expectativas y
horizontes. La campaña de Iglesias estuvo basada en una contradicción
estructural que combinaba una retórica impugnadora (aunque parcial y con
notorias carencias) necesaria para justificar la razón de ser del partido y
galvanizar a su base social, y una apuesta de co-gobernabilidad con el PSOE que
supone en sí misma el abandono de toda perspectiva de transformación social
seria.
14. Bloqueada la hipótesis fundacional de victoria relámpago e indolora,
Podemos declinó repensar una estrategia más a largo plazo que mantuviera su
potencia insumisa inicial y acabó de facto reformulando sus propios
objetivos en un doble sentido: primero, renunciando a su vocación hegemónica
para asumir una lógica de complementariedad con el PSOE y, segundo, evaporando
toda propuesta anti-establishment para abrazar la lógica del mal menor y
los cambios superficiales. Un atajo... hacia un destino muy distinto del
original. Ambos aspectos están relacionados: la misma lógica oportunista que
cristalizó en el proyecto de Vistalegre I es la que, una vez constatada la
imposibilidad de alcanzar el poder por medios propios, derivó hacia la lógica
de subalternización al PSOE. Los resultados, en cualquier caso, han dado
oxigeno a un necesitado Iglesias que, de una manera u otra, intentará una
refundación del proyecto que le permita estructurar una organización
burocrática e institucionalizada más convencional que acabe con las
deficiencias, perjudiciales incluso para la propia dirección del partido, del
modelo Vistalegre, tan autoritario como frágil y propenso a las implosiones
internas recurrentes.
15. Sánchez no va a querer a Podemos en el gobierno y, paradójicamente, lo va a
salvar de sí mismo y de sus propias aporías estratégicas. El PSOE lógicamente
prefiere gobernar, como cualquier partido, en solitario. A pesar de ser una
hipótesis muy implausible, la cuestión del gobierno con el PSOE merece sin
embargo ser discutida en términos estratégicos, ya que plantea importantes
hipótesis de fondo.La dirección de Podemos sostiene que entrar en el ejecutivo
le daría más influencia y posibilidad de condicionar la acción de gobierno. Es
una verdad muy parcial, y obvia que ello haría que Unidos Podemos asumiera las
inevitables contradicciones del PSOE, que se convertirían también en sus
contradicciones. Todas las capitulaciones, retrocesos e inconsistencias de
Sánchez, pasarían a convertirse también en las de Unidas Podemos, pero por la
propia naturaleza de la formación de Iglesias y Garzón, aumentadas en magnitud
y profundidad. El resultado final sería su pérdida de independencia política,
la aceleración de su integración subalterna en la estructura del Estado, y la
colisión con su propia base social. La presencia de Podemos en el gobierno no
cambiaría las políticas del PSOE sino al propio Podemos.
16. "¿Por qué la presencia de Unidas Podemos es imprescindible para que el
Gobierno sea estable y de izquierdas?" se preguntaba retóricamente
Iglesias en un artículo donde resumía su punto de vista 1/,
respondiendo que un gobierno en exclusiva del PSOE sería más inestable y empujaría
a Sánchez a apoyarse en la derecha en todas aquellas cuestiones en que lo
precisara, como el conflicto catalán y los temas centrales de política
económica. Efectivamente, esto es lo que puede ocurrir. Pero la respuesta no es
un falso atajo, sino trabajar para generar las condiciones político-sociales
que hagan difícil a Sánchez pactar con la derecha los asuntos decisivos, y
trabar una estrategia de presión social y político-parlamentaria permanente
hacia Sánchez. Movilización extraparlamentaria y ofensiva parlamentaria en
simbiosis. La solución de Iglesias pasa por que Unidos Podemos sea la
"garantía de estabilidad y de políticas que defiendan la justicia social y
el diálogo, desde el Gobierno". Pero ello no deja de ser una declaración
de intenciones. Si Unidos Podemos no consiguió influenciar significativamente
al PSOE cuando ambas fuerzas estaban casi igualadas, ¿como va hacerlo ahora? El
argumento de Iglesias escamotea los problemas de fondo.
17. "Nuestra experiencia tras el acuerdo de Presupuestos nos enseñó que un
buen acuerdo programático no tiene garantías de llevarse a cabo con un Gobierno
de partido único" afirma certeramente Iglesias. Pero su argumento obvia
dos cuestiones fundamentales: la primera, el hecho que el "acuerdo de Presupuestos"
fue extraordinariamente limitado, con alguna pocas medidas positivas pero en un
mar de fondo de continuidad neoliberal y, en ningún caso, suponía un punto de
inflexión sólido hacia políticas favorables a la mayoría social. El pacto no
representó un cambio en la trayectoria del PSOE, sino en la de Unidos Podemos.
Con una relación de fuerzas más degradada que en la anterior legislatura está
bastante claro que los pactos de Unidos Podemos con el PSOE aún serán más
insustanciales. La segunda cuestión problemática en el planteamiento de
Iglesias es que no explica como la presencia de un puñado de ministros de
Unidos Podemos tendría fuerza para imponer la implementación de otro tipo de
políticas. La relación de fuerzas entre PSOE y Unidos Podemos no varía sustancialmente
por la presencia minoritaria de éste último en el gobierno y, sobretodo, la
participación subalterna de Unidos Podemos en el gobierno no modifica la
correlación de fuerzas político-social general entre los movimientos populares
y el poder económico-financiero y el aparato del Estado. La entrada en el
gobierno daría una apariencia de fortaleza que, en realidad, escondería una
debilidad política innegable.
18. No existe en la argumentación de Unidos Podemos ningún balance serio de la
participación subordinada por parte de Unidos Podemos y anteriormente de
Izquierda Unida, en gobiernos con el PSOE. El reciente caso de Castilla y la
Mancha o la participación de IU en el gobierno andaluz en el periodo 2012-15,
son ejemplos que muestran a las claras los resultados más probables de este
tipo de estrategia: primero, la incapacidad para influenciar sustancialmente al
PSOE y de ir más allá de una acción de gobierno social-liberal, salteada de
medidas puntuales positivas; segundo, el ensimismamiento institucional, la
pérdida de vínculos sociales y de dinamismo interno por parte de Podemos o IU
como resultado de su completa absorción por la lógica gubernamental e
institucional; tercero, el desgaste electoral padecido: la presencia en
gobiernos con el PSOE contribuye por lo general a reforzar a éste último y no a
su socio minoritario por la izquierda. Éste acusa en el corazón de su identidad
todas las contradicciones de una acción de gobierno hegemonizada por el PSOE,
desencantando a una parte de su electorado y empujando a otro directamente
hacia un PSOE relegitimado desde su flanco izquierdo.
19. Entonces, si entrar en el gobierno es malo para UP, ¿cómo es que Sánchez y
el Íbex 35 tampoco lo desean? Al final el argumento de Iglesias se reduce a
éste: si los poderes no nos quieren en el gobierno es porque es peligroso para
ellos que estemos y positivo para nosotros. La realidad sin embargo es poco
amiga de razonamientos maniqueos, y campismos binarios. Lo malo para el
adversario no es automáticamente bueno para uno. Los motivos para oponerse a
algo pueden ser contrapuestos. Sánchez quiere gobernar en solitario porque se
ahorra así presiones internas y externas y, sobretodo, mantiene las manos
libres para poder cambiar de socios si la situación lo requiere y apoyarse en
Ciudadanos si fuere necesario sin tener que organizar/sufrir una crisis de
gobierno. Cuenta con reducir el espacio electoral de Podemos durante se mandato
y no necesita hacerle el regalo envenenado de ofrecerle un lugar en el gobierno
para fagocitarlo. Hacerlo sería un movimiento cuya audacia va demasiado por
delante de la lógica política al uso y de sus necesidades reales. Y el mundo
financiero lógicamente no va a querer dar influencia institucional a un partido
como Podemos. Pero ello no equivale a que Podemos saliera beneficiado de
tenerla. Sólo lo haría si pudiera utilizarla para implementar políticas reales
de transformación que marcaran la diferencia, algo inconcebible en el seno de
un gobierno social-liberal del PSOE.
20. Mientras Podemos alimenta la falsa ilusión de entrar en el gobierno y de
que ello es la garantía de un gobierno de cambio, soslaya la que debería ser su
principal discusión: como recuperar la centralidad perdida en la política
española y como evitar la consolidación definitiva de un nuevo periodo de
hegemonía del PSOE. Ello implicaría trabar una política ofensiva y de
presión/desborde frente a Sánchez, manteniendo la independencia política
respecto al PSOE y reforzando sus vínculos sociales extra-institucionales. No
es subalternizándose a un gobierno del/con el PSOE como Unidos Podemos
conseguirá mayor influencia, sino apoyando a Sánchez en la investidura pero sin
atarse estratégicamente a él. Desde un posición emancipadora el principal
desafío del momento es romper el razonamiento que liga el parar a la derecha
con la subalternización al PSOE y a la renuncia pragmática de las
propuestas más avanzadas de cambio social. En realidad, lo necesario es lo
contrario: la unidad contra la derecha debe ir paralela a la disputa por un
programa y un proyecto de cambio social cuya implementación es, de hecho, la
garantía última de derrota de la reacción. No es abdicando de los horizontes de
cambio como se frena a la involución reaccionaria, sino construyendo una
perspectiva de futuro distinta tanto del reaccionarismo como del
social-liberalismo progresista o del neoliberalismo conservador.
Cavilaciones
del independentismo
21. Colapsadas en Octubre de 2017, las hipótesis estratégicas fundacionales del
procés dejaron paso a un periodo de desconcierto, parálisis, y no
asunción de las lecciones estratégicas de Octubre. En el mundo independentista
se entremezclan varias reorientaciones, a duras penas mal formuladas y no
siempre nítidamente delimitada: la desobediencia impostada y falaz de
Puigdemont y JuntsxCatalunya, que basa toda su política en la negación
sistemática de todo balance estratégico de lo acontecido; un resistencialismo a
ultranza que incluye variantes a izquierda y a derecha, que interactúa en tensión
con el legitimismo vacío de Puidemont y embrolla también al espacio de la CUP,
y cuya expresión el 28A fue el paradójico rupturismo-procesista-electoralista
del Front Republicà; y un intento de reorientación pragmático-realista por
parte de ERC.
22. JuntsxCatalunyaconsiguió estabilizar su espacio respecto al 2015 y 2016,
pero en mínimos históricos. Resiste como bloque y no se descompone, pero su
12’05% muestra su enorme debilidad (aunque previsiblemente consiga un mejor
resultado en las elecciones al Parlamento europeo) y, refleja una vez más, la
incongruencia de una situación política donde el legitimismo de Puigdemont tras
el 21D de 2017, carente de todo proyecto real, consiguió prolongar
artificialmente la hegemonía poscovnergente, por ¿(pen)última vez?, en la
política catalana. La refundación de la antigua Convergencia sigue todavía
inconclusa, fragmentada organizativamente, sin dirección colectiva y atenazada
por la combinación entre decadencia electoral y discrepancias estratégicas tras
el colapso de Octubre.
23. ERC, cuyo triunfo en Catalunya puede entenderse como la apuesta por un voto
útil independentista que garantizaba a la vez frenar la amenaza derechista y
mantener autonomía frente al PSOE, indudablemente ha hecho un ejercicio real de
pensar las carencias del independentismo tal y como se configuró en el procés
abierto en 2012. Señala muchos de sus problemas reales (base social limitada,
falta de contenido social, ausencia de alianzas en el resto del Estado...)
aunque les da una respuesta acorde con su naturaleza reformista y posibilista.
A la postre, su nueva hoja de ruta puede acabar siendo tan ilusoria como el
propio procesismo, pero en el corto plazo la coloca en una intersección
entre independentismo y progresismo catalanista que puede conferirle una
centralidad transversal decisiva. Ante los límites del procés,sus nuevos
horizontes, que confluyen en cierta manera desde la competencia y rivalidad con
los de En Comú Podem, quedan sin embargo fatalmente encerrados en la lógica de
una mayoría progresista en torno al PSOE y Unidos Podemos a escala estatal y,
más sutilmente, apuntan hacia una nueva-vieja perspectiva de gobierno
progresista catalanista (en la estela de los antiguos tripartidos de Maragall y
Montilla pero ahora bajo la batuta de ERC). Algo muy lejos de las pulsiones
constituyentes del 15M, de la ruptura democrática que ha expresado buena parto
del independentismo y de las propuestas de cambio social de los movimientos hoy
emergentes, como el feminismo o las huelgas contra la emergencia climática. Una
vuelta a una lógica convencional de centro-izquierda que queda muy por debajo
de lo necesario.
El desafío en
términos de política rupturista, constituyente, y antineoliberal es claro:
pensar un horizonte que trascienda simultáneamente la desobediencia impostada,
el resistencialismo sin perspectiva, y la reactualización del progresismo
tripartido de centro-izquierda. Los medios para hacerlo posible, sin embargo,
ya se antojan más complejos...
12/05/2019
Josep Maria
Antentas, profesor de sociología de la Universitat Autònoma de
Barcelona (UAB), forma parte del Consejo Asesor de viento sur
1/ Iglesias, P. "Gobierno estable y de izquierdas", El País,
01/05/2019. Disponible en: https://elpais.com/elpais/2019/04/30/opinion/1556636095_461437.html
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