EE UU
Democratic Socialists of America dos años después:
¿Dónde estamos? ¿Adónde vamos
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Dan La Botz
Viento sur
22.01.2019
En el movimiento obrero
DSA dedica parte de su actividad al movimiento obrero, aunque de forma
distinta que en el pasado. Harrington y el viejo DSA habían mantenido una
alianza con el ala socialdemócrata de la burocracia sindical, en particular con
Walter Reuther, de United Auto Workers (UAW). Reuther y su sucesor, Leonard
Woodcock, ambos antiguos socialistas que apoyaban a los Demócratas más
progresistas, lucharon por aumentos salariales y prestaciones para los
trabajadores, pero no atendieron a las demandas de la base de humanizar los
lugares de trabajo. Dichos líderes tampoco se hacían eco de las cuestiones
planteadas por los obreros negros. Así, cuando tuvo lugar la rebelión de los
obreros negros del sector del automóvil a finales de la década de 1960, con la
creación del Movimiento Sindical Revolucionario de Dodge (DRUM), Walter Reuther
tildó a los trabajadores negros de “racistas”, mientras que otro dirigente de
UAW los llamó “fascistas negros”. La alianza con dirigentes de UAW y otros
sindicatos chocó con activistas sindicales que pretendían organizar un movimiento
de base en oposición tanto a las empresas como a la dirección sindical. Por
supuesto, DSA contaba siempre con algunos activistas obreros y dirigentes
sindicales locales que se mostraban combativos a pesar de los dirigentes de
DSA, pero en la década de 2010 ya no quedaban muchos activistas sindicales.
Hoy, la Comisión Sindical Socialista Democrática cuenta con casi 700
miembros en todo el país, estando formada por “sindicalistas y miembros de
comités de empresa, liberados sindicales, activistas de centros obreros,
dirigentes sindicales, periodistas especializados a cuestiones sindicales,
sindicalistas jubilados, estudiantes de grupos de solidaridad con los obreros,
intelectuales estudiosos del movimiento obrero o personas dedicadas a cualquier
otra función dentro del movimiento”. El periódico mensual de DSA, The
Democratic Left, publicó recientemente un número especial dedicado al
movimiento obrero que deja claro el compromiso del grupo a favor de unos
sindicatos más democráticos y combativos. El trabajo sindical de DSA se ha
visto reforzado por la adhesión de varios miembros del grupo Solidarity, muchos
de los cuales tienen experiencia de años en los sindicatos y han desempeñado un
papel importante ayudando a organizar y orientar el trabajo sindical de DSA.
Los miembros de Solidarity y muchos otros activistas de DSA centran su
actividad en las bases obreras, siguiendo un enfoque descrito por Kim Moody
hace décadas y resumido en un artículo escrito por Jane Slaughter para The
Democratic Left. La organización de la gente en los lugares de trabajo y
entre las bases sindicales ha de servir para luchar contra la patronal y si
hace falta también contra los dirigentes sindicales que se interponen en el
camino; el objetivo es contruir el movimiento obrero y reclutar a trabajadores
para el socialismo y DSA. Aunque algunos activistas de DSA parecen seguir otros
enfoques, esta parece ser ahora la tendencia predominante. Miembros de DSA
colaboran actualmente con Labor Notes, el centro de formación
sindical que ha ayudado a activistas de base a unirse en diversos sindicatos
con el fin de crear un movimiento obrero más combativo y democrático.
Mientras que en la década de 1970 muchos jóvenes de izquierda fueron a
trabajar en minas, acerías, empresas automovilísticas y la compañía telefónica,
o de camioneros o estibadores, entre muchas otras profesiones, hoy en día los
miembros de DSA se orientan hacia otros sectores. Tal como escribió Slaughter,
“para construir esta lucha desde abajo, algunos miembros de DSA se emplean en
lugares de trabajo multirraciales que tienen potencial combativo. Estos
incluyen la enseñanza, la sanidad y el sector logístico”. En la web de DSA hay
un artículo titulado “Por qué los socialistas deberían hacerse maestros”, donde
se habla del papel que unos pocos miembros de DSA desempeñaron en la reciente
huelga de maestros de Virginia Occidental.
Unos pocos miembros de DSA que trabajaban de maestros en escuelas públicas
de Virginia Occidental comenzaron a hablar de las nuevas medidas de austeridad
a que se enfrentaban los empleados públicos. Nuestros salarios estaban
congelados desde hacía años, a diferencia del coste de la sanidad, que no
dejaba de aumentar. Formamos un grupo de lectura, organizamos sesiones
creativas y pronto estuvimos de acuerdo en que para conseguir lo que
demandábamos teníamos que actuar. No teníamos ni idea de que estábamos sentando
las bases de lo que culminaría en una huelga histórica y victoriosa de nueve
días de duración que se extendió como la pólvora a Oklahoma, Kentucky, Arizona,
Colorado y más allá.
El artículo continúa llamando a los miembros de DSA a que se dediquen a la
enseñanza, y algunos ya lo han hecho, no solo en Virginia Occidental. Otros
miembros de DSA se han empleado en almacenes para apoyar campañas de organización
sindical. Todo esto indica que DSA está dispuesto a intervenir en las
movilizaciones obreras de la próxima década, y si esto da resultado –cosa que
espero–, podría comenzar el proceso de transformación del grupo en una
organización mayoritariamente obrera.
La cuestión de la raza
Dada la larga historia del racismo en EE UU, desde el esclavismo, pasando
por Jim Crow, hasta la discriminación generalizada a lo largo del último siglo
y el fenómeno contemporáneo del racismo que se oculta tras un supuesto
“igualitarismo”, no es extraño que DSA, como cualquier otra entidad
estadounidense, se vea confrontado con la cuestión de la raza. En DSA
mantenemos debates sobre el reduccionismo económico por un lado y las políticas
identitarias por otro, que desde mi punto de vista es una falsa dicotomía, pero
también experimentamos tensiones entre los miembros de diversas etnias y
posiciones políticas en torno al tratamiento de las cuestiones de raza. Un
artículo reciente publicado en The New Republic, “Do America’s
Socialists Have a Race Problem?” (“¿Tienen los socialistas de EE UU un problema
racial?”), afirmaba que DSA, y en particular Momentum/The Call, un
importante grupo nacional que desempeña un papel dirigente en las agrupaciones
locales del Este de la Bahía, en San Francisco, y Filadelfia, había tratado
desastrosamente la cuestión racial. El artículo mostró una imagen falsa de una
organización que estaba a punto de romperse por cuestiones de raza.
En respuesta a dicho artículo, casi una docena de miembros de color de DSA
publicaron otro en The Call criticando el método del autor y
las distorsiones de la realidad. Escribieron lo siguiente:
Contrariamente a lo que implica el escrito de Salazar, todas las tendencias
políticas de DSA están de acuerdo con la importancia de combatir la opresión
racial; todas admiten que es un problema que la gran mayoría de miembros de DSA
sean blancos; y todas coinciden en que DSA debe ser una organización socialista
que funcione democráticamente. El principal punto de desacuerdo es cómo
abordamos lo más efectivamente posible estas cuestiones y preocupaciones.
Absolutamente cierto.
El artículo colectivo de The Call señala que a la larga
DSA superaría sus principales problemas raciales –la escasa proporción de
miembros de color, especialmente negros, y la falta de implantación en
comunidades de color– mediante su labor en los movimientos sociales, en los
sindicatos y en campañas políticas, ganando así a nuevos miembros y estrechando
lazos con las comunidades. Aunque hay algo de verdad en ello, la implicación en
los movimientos y el aumento de miembros de color influirá, pero la
organización también ha de discutir sobre teorías y actitudes, estructuras
internas y procesos políticos. El artículo de The New Republic,
centrado como estaba en la cuestión de las tensiones raciales en el seno de
DSA, daba a entender que la organización estaba afectada por problemas
raciales, mientras que el artículo de The Call no parece
reconocer el sentimiento y la profunda preocupación de muchos miembros con
respecto a la teoría y la práctica del grupo a la hora de abordar el racismo.
Podríamos señalar que Adolph Reed, Jr., quien no es miembro de DSA,
interviene en este debate dentro de DSA y sobre DSA con los peores términos
posibles y los menos útiles –¿De qué lado estás?–, reclamando que la izquierda
elija entre un programa socialdemócrata y una política de identidad racial.
También una falsa dicotomía.
DSA no es la organización que retrata Salazar, pero la respuesta defensiva
de The Call tampoco aborda correctamente la cuestión.
Momentum/The Call suele insistir en un programa económico
universal, mientras que otros miembros –aunque no estén especialmente
interesados en promover una política identitaria– quieren que se insista más en
las cuestiones de opresión racial y de género y en la necesidad de
autoorganización de los grupos oprimidos. Necesitamos un enfoque político que
comprenda que el capitalismo comporta tanto la explotación de la clase
trabajadora y la opresión de negros y latinos, de las mujeres y las personas
LGBT, de modo que hace falta la autoorganización y la autonomía relativa de
estos grupos y sus luchas dentro de la lucha más amplia por el socialismo.
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