Estado español
Cómo acabar de una vez por todas con los malos tiempos
Pedro Ibarra
Viento Sur
09/01/2019
Malos tiempos.
Se incrementa la confluencia de los tres. Liberales (Cs) conservadores (PP) y
ultraderecha (Vox). Se está incrementando el poder -en conjunto- de lo tres,que
en el fondo – y no muy en el fondo- son uno solo. Ahora, uno a uno toca ver lo
que son y cómo se parecen.
Primero, el
liberalismo, hoy más conocido como neoliberalismo. A partir y desgajándose del
ideario liberal clásico, se constituyen en los campeones del individualismo. En
constatar y defender que el individuo es todopoderoso e ilimitado a la hora de
decidir y ejercer su libertad. A la hora de tomar una decisión no está ni debe
estar determinado ni influido ni vinculado al otro, a los demás. Actúa y debe
actuar desvinculado. Es y tiene que ser libre en el ejercicio de su libertad
decisoria y así lograr mayores capacidades y poderes para tener más, para
mandar más. Este es el destino del individuo. Estar libre de compromisos y
exigencias comunitarias a la hora de afrontar y ejercer una decisión para
lograr por sí solo -y para él solo- el mayor protagonismo social posible. Ello
implica que para obtener sus objetivos, para obtener su estatus de poder, el
individuo compite, y debe competir frente a los otros.
El discurso
liberal propone la competición de todos contra todos para lograr el triunfo
individual. Y afirmará que quienes han alcanzado un estatus de superioridad
frente a los otros se ha debido a su mayor trabajo y capacidades. La igualdad
no puede ser un objetivo proveniente de la acción política, en cuanto ello
implicaría limitar, ordenar y canalizar la libre competencia. Quizás (solo
quizás) la igualdad pueda ser un deseable imposible; una simpática e inútil
utopía, pero en modo alguno puede ser algo a regular, a establecer. Lo
proveniente del natural individuo desvinculado es una sociedad
en la que unos son diferentes en cuanto que son superiores a otros; tienen más,
mandan más. Una sociedad jerárquica consecuencia de esa naturaleza humana, que
por tanto bajo ningún concepto debe ser impedida.
El modelo
económico de esta filosofía es el que hay. La conducta
individualista aplicada –traducida- al mercado. El objetivo del capital es y
debe ser adquirir más poder y beneficio económico. Para ello debe competir y si
esa competición tiene efectos negativos frente a otros consumidores y trabajadores
la culpa es de estos. Los liberales modernos nos recuerdan que todos tenemos
las mismas condiciones de libertad para decidir. Si unos han decidido trabajar
y no ir más allá (tener más, mandar más) y otros han decidido no trabajar, es
su libre opción. Desde un común punto de partida igualitario en libertad, son
ellos -los perdedores- los responsables de esa su desigualdad sobrevenida. Y
por supuesto en modo alguno la política -el Estado- debe interferirse y cambiar
en favor de la igualdad las consecuencias de ese libre pacto entre capital y
trabajo.
El segundo, el
conservadurismo. Lo que sin más llamamos la derecha. Incorpora a la filosofía
individualista el discurso y la correspondiente estrategia, del no…cambio. Así,
mantener las estructuras, instituciones, escenarios, competitividades y
mercados que generan, permiten y mantienen la potenciación del individuo -de
determinados individuos- y que a su vez generan la desigualdad. El
conservadurismo intensifica un poco más que el neoliberalismo la afición por la
desigualdad; ahora la misma es considerada como constitutiva de una sociedad
armónica. Además, desde su posición conservadora entienden que deben ser
preservadas las tradiciones en conductas y prácticas culturales que expresen y
potencien esas instituciones y escenarios. Como consecuencia de todo ello
argumentarán que todo intento de cambiar una sociedad desigual, naturalmente
jerarquizada entre diferentes, con su equivalente política autoritaria, conduce
al desorden…, al mal.
Hoy en día, ha
aumentado sensiblemente el proceso de diferenciación en la sociedad. Ahora nos
interesa considerar a los sectores o grupos sociales que son diferentes por que
están fuera del sistema. Ni tienen, ni mandan, ni quieren
obedecer. Personas pobres, paradas, precarias, inmigrantes, disidentes, mujeres
desobedientes, etc.
Los liberales
aunque al admitir el principio de diferencia no son partidarios de una genérica
política represiva frente a los diferentes, sí proponen que los diferentes por
desigualdad tengan un papel marginal en la gestión social y política de la
nación. Entienden que una sociedad inevitablemente jerarquizada
debe ser protegida a través de un Estado con prácticas autoritarias. La
situación de jerarquía y desigualdad establecida, genera protesta, lo que exige
severidad en el control de esa disidencia. No conviene olvidar en ese sentido
que el principal principio liberal es el mantenimiento… del orden
establecido; la más pura expresión de la libertad humana.
La posición de
la derecha cara a los diferentes es más dura. Los que están fuera de sistema y
se oponen al mismo se entiende rechazan sus dimensiones constitutivas
-desigualdad y autoridad– llamadas a toda costa a ser defendidas. Por tanto, el
acceso de esos diferentes marginales a esa verdadera superior sociedad
deberá ser impedida y su crítica sin más… eliminada.
El tercero es
la extrema derecha o neofascismo. Es una filosofía (solicito
perdón por utilizar esta hermosa palabra para tal basura) que implica una
intensificación -y en determinados extremos una radicalización- de
los idearios y opciones estratégicas de liberales y conservadores. Defensa del
sistema económico actual productor de la desigualdad, matizando y reforzando
algunas propuestas de los otros dos. Así, protagonismo individual retórico,
autoritarismo político extremo, y especial radicalización en el tratamiento de
los otros…diferentes.
La función del
nacionalismo -que sobre todo aparece cuando se cuestiona el Estado jerárquico
desde la disidencia- es bastante similar en los tres (les llamaremos el
tripartito). Pretenden mantener la cohesión para que la sociedad no sea solodescarnadamente
la lucha de todos contra todos; que exista un cierto sentido de pertenencia que
por otro lado no cuestione las estrategias de individualismo y competitividad.
Especialmente para los neofascistas, la nación la componen solo aquellos que
asumen la superioridad de la nación. Como participan de la nación se supone que
se sienten triunfadores. Han llegado a la plenitud en el ejercicio de su
individualismo al pertenecer y mimetizarse en un ente triunfante y superior: la
comunidad nacional. El neofascismo promete -y lidera esta promesa respecto a
los otros miembros de tripartito- que serás de los elegidos de sentirte miembro
de un extraordinario y superior -y se supone que emocionante- proyecto
nacional.
Frente a los
diferentes su posición, comparativamente a liberales y conservadores, es más
radical. Los que están fuera del sistema y además fuera de la nación no solo
deben ser controlados y despreciados, sino también tratados con una diseñada y
directa estrategia de marginación ( y aun de liquidación en algunos casos) para
mantenerles en la desigualdad y la sumisión.
Lo descrito
respecto a estas tres corrientes evidencia no solo su cercanía sino su
compartida concepción de aspectos centrales que dirigen la acción política.
Misma concepción del individuo, especialmente en su relación con el otro y con
la comunidad. Muy parecidas prioridades en el papel otorgado al poder político
-de retiro del mercadoy al tiempo de prácticas autoritarias-,
en el absoluto respeto a intereses y estrategia de lo poderes económicos, en el
tratamiento a los diferentes desiguales. Este compartir produce en la vida
política distintos procesos de articulación en la relaciones entre las diferentes
formaciones. Varían porque también varía el nivel de radicalización con el que
cada grupo defiende sus objetivos. Las diferencias no están en el cuerpo
doctrinal y estratégico de fondo, sino en las distintas intensidades de
específicas propuestas.
No podemos
seguir creyendo que estamos ante una confluencia ocasional de tres grupos algo
parecidos; que por tanto es muy posible que se enfrenten entre ellos y que de
ahí surgirá un esplendoroso triunfo para la izquierda. Ahora estamos en una
coyuntura (me temo que en una nueva época) en la cual existe un incremento de
confluencia operativa entre las tres opciones; un incremento significativo de
la fuerza política de las tres opciones consideradas en su conjunto; un
incremento de radicalización de las que presentaban un perfil más moderado; y
finalmente, un reajuste de liderazgos entre las tres formaciones.
Confluencia no
tiene por qué implicar la formalización de alianzas. Implica una
intensificación -cada uno dentro de sus tradiciones- de las
políticas de desigualdad, de autoritarismo, de nacionalismo reaccionario, de
marginación de los diferentes (de los que están abajo). Confluencia quiere
decir que aunque estos tres frentes vayan a seguir presentando discrepancias,
de hecho existe una convergencia y una relación positiva circulando en la
raíces de su proyecto ideológico y estratégico.
Hay ideario y
estrategia compartida. Ciertamente, no siempre surgen estas uniones. Hasta que
ven necesario el hacerlo. Ahora lo ven y han decretado el estado de necesidad.
Necesario y oportuno. Los tres han descubierto la necesidad de confluir más
expresamente en una respuesta contundente. También han considerado la
existencia de mejores condiciones para lograr sus objetivos, que no son solo
los de mantener las dimensiones fundamentales del sistema, sino de darle mayor
fortaleza, mayores garantías de continuidad.
Y tienen
mejores condiciones para hacerlo. Así, a destacar que han adquirido una mayor
legitimación social, un mayor apoyo electoral en el conjunto de las tres. Eso
quiere decir que ha aumentado sensiblemente el número de personas que han
asumido y que apoyan las convicciones y propuestas -en lo fundamental- del
tripartito. Eso quiere decir que sus votantes creen que van a estar mejor con
la práctica del (de su) individualismo competitivo, cuando se eliminen o
impidan políticas a favor de la igualdad, cuando se margine a los diferentes
desiguales, cuando el autoritarismo político les mantenga alejados de los
desórdenes provenientes de los disidentes (de los que están fuera del sistema
), cuando además se crean -sin que ello implique compromiso personal alguno-
que pertenecen a una estupenda nación.
Sin duda, crece
el malestar social desde el que surgen estos apoyos a estas nuevas/viejas, mas
o menos impresentables, derechas. Pero la cuestión es que este malestar se
canaliza en estos apoyos, a partir de la conciencia de que la felicidad de cada
uno se logra en un escenario regulado por las reglas del individualismo
competitivo, diferenciación y desigualdad y autoritarismo. Creo que
hay que fijarse más en esa cultura social y política que existe y que… crece.
Ella es la que está por debajo, marcando las batallas diarias de la política.
Parecería en
consecuencia que para resistir primero y disolver después (no lo veré) esta oscura
ola reaccionaria deberían extenderse otras convicciones y miradas sociales
basadas en que el otro no sea un competidor sino alguien con el que queremos
hacer -y hacemos- cosas juntos. Aquí, en nuestro País Vasco, parecería que lo
tenemos mejor por lo del microclima y porque la cuadrilla tripartita no tiene
demasiados apoyos. Pero conviene prevenir. Por ejemplo, blindarnos para que no
vengan. En todo caso y más allá de que probablemente sean partidarios de venir
y que va a ser difícil disuadirles, la soluciónen última instancia
-a la larga- pasa por el reforzamiento y en muchos casos la puesta en marcha de
una construcción nacional basada en unas relaciones sociales- en todos los
espacios y niveles sociales- asentadas en la solidaridad, cooperación, igualdad
y decisión colectiva. Frente al conjunto de individuos que compiten entre sí
para ver quién tiene y manda más frente a lo otros, se trataría de construir
una comunidad soberana entodos sus ámbitos, compuesta por
ciudadanos que, con sus diferencias, confluyen -se unen- para construir una
sociedad de iguales.
4/01/2019
Pedro Ibarra es director de la Fundación Betiko y miembro del
Consejo Asesor de viento sur.
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