El dogma de mercado y las herejías
que nunca llegan a convertirse en Blasfemias
Las críticas
neoliberales al neoliberalismo
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06.07.2016
2. Críticas neoliberales al Neoliberalismo: tesis y
evidencias
Tesis #1. Lejos de verificar el “final de sus finales”, como fue anticipado errónea y
precipitadamente –al decir de Harvey (2004)–, por “agoreras predicciones” desde
distintos oráculos entusiastas realizados por distintos sectores, hoy
nuevamente exacerbados con ocasión del artículo de Ostry et alter (3),
y a pesar de debatirse en una crisis sin precedentes que cuestiona fuertemente
sus fundamentos históricos en diferentes dimensiones (una de ellas: la
ideológica), el neoliberalismo ni se desvanece ni se debilita.
En contraste: el neoliberalismo continúa profundizándose globalmente y se
consolida como el proyecto económico político del capitalismo
tardío, hoy actualmente vigente.
La construcción
de una sociedad de mercado (no sólo de una “economía”, dos
cosas distintas) a nivel planetario continúa siendo la (contra)utopía de las
élites mundiales. Como muestra Mirowski (2013), la crisis capitalista mundial
en curso y los últimos shocks (v.gr. financiero,
socio-ambiental, trayendo a colación únicamente dos de ellos), antes que servir
para debilitar socialmente o falsear en lo ideológico la vigencia del
neoliberalismo, paradójicamente han reforzado su persistencia.
Esta
declaración omite deliberadamente que varias ‘políticas’ de la era Kirchner
(los ex - presidentes Néstor y Cristina Fernández, entre 2003-2015), estuvieron
evidentemente alineadas y en consonancia con los postulados neoliberales del fondomonetarismo.
Seguramente, uno de los ejemplos paradigmáticos fue la reforma a la Carta
Orgánica del Banco Central de la República Argentina (BCRA) (véase Gambina, Puello-Socarrás
& Castiglioni 2012).
Le asiste la razón a Slavoj Žižek (2003, 7) cuando
señala que para la mayoría de la gente común: “Hoy... parece más fácil imaginar
el ‘fin del Mundo’ que un cambio mucho más modesto en el modo de producción,
como si el capitalismo liberal fuera lo ‘real’ que de algún modo sobrevivirá, incluso
bajo una catástrofe ecológica global”.
Esta
(contra)utopía se encuentra hoy en firme y proyectándose. Varios dispositivos
concretos como los Tratados de Libre Comercio de última generación:
Trans-Atlántico (EE.UU. + Unión Europea) o Trans-Pacífico (EE.UU. + 11 países
pertenecientes a la Cuenca del Océano Pacífico) o, instancias subordinadas a
estos acuerdos como la Alianza del Pacífico, son ilustrativos de este
hecho.
Tesis #2. Hoy y ayer, las (supuestas) críticas al neoliberalismo, sobre todo aquellas
que provienen desde lugares de enunciación indudablemente hegemónicos, como el
FMI (el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, más
recientemente, el Foro Económico Mundial), no soncríticas en el
sentido de pretender modificar, menos aún intentar superar, el actual estado de
cosas. Ciertamente, este neoliberalismo crítico del
neoliberalismo, ni siquiera pretende impugnar los efectos que él mismo
ha causado en el pasado, acertadamente descritos como holocausto social
(Max-Neef 2015). Este tipo de sagaces diatribas hay que interpretarlas como
estrategias discursivas resilientes desde el interior del
neoliberalismo, una forma de regenerar −al decir de F. Bergsten (2011)− su
“maltrecha imagen”, tanto en el sentido ideológico como práctico (4).
Tres argumentos
claves permiten confirmar la tendencia comentada en la anterior tesis.
2.1. Desde
el shock financiero global (2007-2008) se han
exacerbado las críticas al libre mercado. ¡Incluyendo las “críticas” al
neoliberalismo hechas por los mismos neoliberales!
En tiempos
recientes, no hay líder en el mundo que pertenezca a las potencias globales,
norteamericanas o europeas, o provenga de las élites desde los mal-llamados
países emergentes o las naciones consideradas sub-desarrolladas, que no se haya
pronunciado “en contra” del neoliberalismo. Por supuesto, esta astucia ha sido
característica entre aquellos que han promovido dogmática y obedientemente la
agenda económica y el proyecto sociopolítico neoliberales en el pasado. Algunos
ejemplos sobre este particular resultan paradigmáticos.
“(…) “proveer
consejos expeditos y persuasivos de política y ayudar a diseñar e implementar
programas de reforma económica” anticipando que tales programas de reforma
involucrarían “un balance entre dolorosos ajustes de política que
necesariamente afectan el crecimiento económico en el corto plazo y el
transitorio y necesario apoyo financiero” (Truman citado por Puello-Socarrás
2010).
Para Peer Steinbrück, Ministro de Finanzas de Alemania
(2005-2009): “El capitalismo de laissez-faire” y la idea de que “los mercados
deberían ser liberados de la regulación tanto como fuera posible son argumentos
errados y peligrosos” (EUObserver, 26 septiembre 2008). Los mercados
financieros globales se habían convertido en “monstruos”, proponía Steinbrück,
siguiendo un apelativo antes enunciado por Horst Köhler, antiguo ¡director
gerente del FMI! (2000- 2004) cuando oficiaba como Presidente de la República
Federal Alemana. Ante ello, se precisaba “civilizar” a los mercados, a
través de “la decidida acción de los gobiernos” o, en palabras de Köhler (Financial
Times, mayo 15 2008), mediante “una mayor regulación”.
La idea de un
mercado libre pero “civilizado” fue replicada en simultáneo por otro alemán:
Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) en la Carta Encíclica: Caritas in
Veritate (2009). Hoy es un pronunciamiento insistente en las
exhortaciones supuestamente contra el neoliberalismo, por parte del argentino
Jorge Bergoglio, actual Papa Francisco. Las controversias, en este sentido, han
tenido que ser aclaradas públicamente por el Vaticano, a través de su mano
derecha, el cardenal Reinhard Marx. Esta línea discursiva, el cato- neoliberalismo (véase
Puello-Socarrás 2015 y 2014a) resulta ser una de las expresiones más diáfanas
sobre las pretensiones del neoliberalismo crítico del neoliberalismo: recrear
unaEconomía Social de Mercado (ESM) a nivel global, derrotero en
cual coinciden contemporáneamente el Vaticano y la canciller alemana Ángela
Merkel e históricamente, con Milton Friedman y Augusto Pinochet.
Gordon Brown,
ex Primer Ministro Británico, proponía que el año 2008: “finalmente marcaba el
final de la vieja época del dogma del libre mercado desenfrenado”. Nicolás
Sarkozy, reconocido promotor de las ideas neoliberales, fungiendo como Presidente
de Francia sentenciaba también: “(…) la idea del mercado omnipotente sin reglas
ni intervención política es descabellada. La autorregulación se acabó. El
laissez-faire se acabó. La omnipotencia del mercado que siempre tiene la razón,
se acabó” (Liberation, 26 septembre 2008). Mientras que su compatriota,
Dominique Strauss-Kahn (2011), en la época en que servía como !Director Gerente
del FMI!, durante una conferencia en Washington, silenciaba un auditorio
sosteniendo que la bitácora fondomonetarista desde los años 1990s: “El Consenso
de Washington pertenec[ía] al pasado”.
Barack Obama
inauguró su mandato presidencial en los EE.UU., diciendo:
“La pregunta
que hay ante nosotros no es si el mercado es una fuerza benéfica o enferma. Su
poder para generar riqueza y ampliar la libertad resulta incomparable. Pero
esta crisis nos ha recordado que sin un ojo vigilante, el mercado puede salirse
de control” (Discurso de posesión presidencial, 2008)
Al mismo tiempo
que el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz aseguraba:
El programa de
la globalización ha estado estrechamente ligado a los fundamentalistas
del mercado: la ideología de los mercados libres y de la liberalización
financiera. En esta crisis, observamos que las instituciones más basadas en el
mercado de la economía más basada en el mercado se vienen abajo y corren a
pedir la ayuda del Estado. Todo el mundo dirá ahora que éste es el
final del fundamentalismo del mercado. En este sentido, la crisis
de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro
de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que este modo de
organización económica resulta insostenible. Al final, dicen todos, ese
modelo no funciona [énfasis propio] (El País, 21 de septiembre de
2008).
El cientista político
norteamericano Francis Fukuyama quien un par de décadas atrás había
sentenciado El fin de la Historia (¡de la humanidad!) bajo el
capitalismo neoliberal y sus instituciones, proponía taxativamente, ese mismo
año:
(…) cierta
versión de capitalismo ha colapsado… Entre 2002 y 2007
mientras el mundo disfrutaba un período de crecimiento económico sin
precedentes, era fácil ignorar a esos socialistas europeos y populistas
latinoamericanos que denunciaban el modelo usamericano como “capitalismo de
vaqueros“. Pero ahora que el motor de ese crecimiento, la economía
norteamericana, se ha descarrilado y amenaza hundir al resto del mundo con
ello. Peor, el culpable es el modelo Americano mismo:
bajo el mantra de menos gobierno…” [énfasis propio; cursivas no
pertenecen al texto]. (‘The End of American Inc.’, The Economist, 3
octubre de 2008).
En este
itinerario de relatos, no hay que dejar de señalar que desde América Latina y
el Caribe, laboratorio de resistencias donde se desplegaron las luchas más
determinantes contra el neoliberalismo durante el cambio de milenio, varios
gobiernos se hicieron al mote del “capitalismo (en) serio”, convergiendo con la
impronta de las prácticas discursivas de los países centrales que antes
consignábamos.
Precozmente en
2003, el extinto presidente de Argentina, Néstor Kirchner explicaba ante la
Bolsa de Comercio de Buenos Aires:
El plan es
construir en nuestra patria un capitalismo en serio, con reglas
claras en las que el Estado juegue su rol inteligentemente para
regular, para controlar, para hacerse presente donde haga
falta mitigar los males que el mercado no repara, poniendo un
equilibrio en la sociedad que permita el normal funcionamiento del país
(Kirchner, 2003).
Como antesala a
las reuniones del G-20 en 2011, en la Cumbre paralela al G-20,
llamada B-20 (congreso de empresarios), realizado en Cannes (Francia), su
esposa, Cristina Fernández de Kirchner, presidente en ejercicio, insistía por
enésima vez:
“Lo que estoy
proponiendo es volver al capitalismo en serio, porque esto que estamos
viviendo, señores, no es capitalismo. Esto es un anarco-capitalismo financiero
total, donde nadie controla a nadie” [énfasis propio] (Clarín 3/11/2011).
Este lema encontró afinidades tanto con la versión
uruguaya, muchas veces remarcada por ex presidente de la República José ‘Pepe’
Mujica (véase Percy 2015) (5) ; como con el neo-liberal-desarrollismo del
Partido de Los Trabajadores brasileño durante los gobiernos de Luiz Inácio
‘Lula’ Da Silva y Dilma Rousseff (véase Iasi , 2012).
En esos
momentos, muchas personas pudieron reaccionar desprevenidamente de la misma
manera en que lo hizo Rodrik y decir: “¿Qué diablos está pasando?
Reconocidos neoliberales ¡se critican así mismos!”. Y de ahí pudieron
surgir las más variadas especulaciones sobre hipotéticos mea culpa,
arrepentimientos o supuestos actos de contrición.
Todas estas
declaraciones, no obstante, se entienden en su justa proporción y real
dimensión cuando se revelan los auténticos propósitos que las animan:
a) Regenerar
la “maltrecha imagen” del capitalismo neoliberal, presentándolo ahora en una
versión menos fundamentalista (dogmática) . Para ello ha sido preciso
realizar una crítica al mercado “desenfrenado”, “anárquico”, “desregulado”,
“monstruoso”, pero al mismo tiempo, avalando la existencia de otra (supuesta)
cara del Mercado “con límites”, “serio”, “regulado”, “civilizado”, etc.
b) Alejarse
del perfil ab origine del neoliberalismo promoviendo su
continuidad bajo una versión de “tercera vía”, en la cual los llamados a laregulación estatal
(o gubernamental), resultan cruciales . Estas invocaciones niegan
firmemente toda posibilidad de convalidar el intervencionismo de Estado (a la
Keynes) o las modalidades de Planificación estatal (Socialista), reafirmando
también el reconocimiento neoliberal según el Mercado ni es omnipotente ni
perfecto; no obstante, sigue intacta la convicción que el Mercado debe
ser el criterio ordenador omnipresente y (re)productor de la totalidad
de las dinámicas sociales −no sólo en cuestiones de economía, como suele
pensarse−, a pesar de la competencia imperfecta que hoy se
acepta en las lógicas de mercado (6).
Ambas situaciones, últimamente, han sido reiteradas
tanto en los discursos como en las prácticas en medio del tránsito global,
desde elneoliberalismo desregulado del pasado (el modelo
angloamericano) hacia el (nuevo) neoliberalismo regulado del
presente (7).
Este giro se
encuentra respaldado ideológica y teóricamente por versiones menos
fundamentalistas del neoliberalismo histórico, alejadas precisamente del
“modelo (anglo)americano” −tal y como lo sugieren Fukuyama y también lo recalca
Stiglitz, como se verá más adelante−, más próximos a los fundamentos
heterodoxos de raigambre austro- alemán, entre ellos la economía social
de mercado, los cuales podrían resumirse sintéticamente alrededor de dos
lemas básicos: i) Freie Wirtschaft, starker Staat (“Economía
libre, Estado fuerte”); y, ii) So viel Markt wie möglich; so viel Staat
wie nötig (“tanto Mercado como sea posible, tanto Estado hasta donde
sea necesario”) (véase Puello- Socarrás 2008a y 2015a).
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