sábado, 6 de agosto de 2016

DOGMAS Y HEREJÍAS DEL CAPITALISMO


El dogma de mercado y las herejías que nunca llegan a convertirse en Blasfemias

Las críticas neoliberales al neoliberalismo

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06.07.2016


2. Críticas neoliberales al Neoliberalismo: tesis y evidencias 
Tesis #1. Lejos de verificar el “final de sus finales”, como fue anticipado errónea y precipitadamente –al decir de Harvey (2004)–, por “agoreras predicciones” desde distintos oráculos entusiastas realizados por distintos sectores, hoy nuevamente exacerbados con ocasión del artículo de Ostry et alter (3), y a pesar de debatirse en una crisis sin precedentes que cuestiona fuertemente sus fundamentos históricos en diferentes dimensiones (una de ellas: la ideológica), el neoliberalismo ni se desvanece ni se debilita. En contraste: el neoliberalismo continúa profundizándose globalmente y se consolida como el proyecto económico político del capitalismo tardío, hoy actualmente vigente. 

La construcción de una sociedad de mercado (no sólo de una “economía”, dos cosas distintas) a nivel planetario continúa siendo la (contra)utopía de las élites mundiales. Como muestra Mirowski (2013), la crisis capitalista mundial en curso y los últimos shocks (v.gr. financiero, socio-ambiental, trayendo a colación únicamente dos de ellos), antes que servir para debilitar socialmente o falsear en lo ideológico la vigencia del neoliberalismo, paradójicamente han reforzado su persistencia. 

Esta declaración omite deliberadamente que varias ‘políticas’ de la era Kirchner (los ex - presidentes Néstor y Cristina Fernández, entre 2003-2015), estuvieron evidentemente alineadas y en consonancia con los postulados neoliberales del fondomonetarismo. Seguramente, uno de los ejemplos paradigmáticos fue la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina (BCRA) (véase GambinaPuello-Socarrás & Castiglioni 2012).

Le asiste la razón a Slavoj Žižek (2003, 7) cuando señala que para la mayoría de la gente común: “Hoy... parece más fácil imaginar el ‘fin del Mundo’ que un cambio mucho más modesto en el modo de producción, como si el capitalismo liberal fuera lo ‘real’ que de algún modo sobrevivirá, incluso bajo una catástrofe ecológica global”. 

Esta (contra)utopía se encuentra hoy en firme y proyectándose. Varios dispositivos concretos como los Tratados de Libre Comercio de última generación: Trans-Atlántico (EE.UU. + Unión Europea) o Trans-Pacífico (EE.UU. + 11 países pertenecientes a la Cuenca del Océano Pacífico) o, instancias subordinadas a estos acuerdos como la Alianza del Pacífico, son ilustrativos de este hecho. 

Tesis #2. Hoy y ayer, las (supuestas) críticas al neoliberalismo, sobre todo aquellas que provienen desde lugares de enunciación indudablemente hegemónicos, como el FMI (el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, más recientemente, el Foro Económico Mundial), no soncríticas en el sentido de pretender modificar, menos aún intentar superar, el actual estado de cosas. Ciertamente, este neoliberalismo crítico del neoliberalismo, ni siquiera pretende impugnar los efectos que él mismo ha causado en el pasado, acertadamente descritos como holocausto social (Max-Neef 2015). Este tipo de sagaces diatribas hay que interpretarlas como estrategias discursivas resilientes desde el interior del neoliberalismo, una forma de regenerar −al decir de F. Bergsten (2011)− su “maltrecha imagen”, tanto en el sentido ideológico como práctico (4). 

Tres argumentos claves permiten confirmar la tendencia comentada en la anterior tesis.

2.1. Desde el shock financiero global (2007-2008) se han exacerbado las críticas al libre mercado. ¡Incluyendo las “críticas” al neoliberalismo hechas por los mismos neoliberales! 
En tiempos recientes, no hay líder en el mundo que pertenezca a las potencias globales, norteamericanas o europeas, o provenga de las élites desde los mal-llamados países emergentes o las naciones consideradas sub-desarrolladas, que no se haya pronunciado “en contra” del neoliberalismo. Por supuesto, esta astucia ha sido característica entre aquellos que han promovido dogmática y obedientemente la agenda económica y el proyecto sociopolítico neoliberales en el pasado. Algunos ejemplos sobre este particular resultan paradigmáticos.

“(…) “proveer consejos expeditos y persuasivos de política y ayudar a diseñar e implementar programas de reforma económica” anticipando que tales programas de reforma involucrarían “un balance entre dolorosos ajustes de política que necesariamente afectan el crecimiento económico en el corto plazo y el transitorio y necesario apoyo financiero” (Truman citado por Puello-Socarrás 2010).

Para Peer Steinbrück, Ministro de Finanzas de Alemania (2005-2009): “El capitalismo de laissez-faire” y la idea de que “los mercados deberían ser liberados de la regulación tanto como fuera posible son argumentos errados y peligrosos” (EUObserver, 26 septiembre 2008). Los mercados financieros globales se habían convertido en “monstruos”, proponía Steinbrück, siguiendo un apelativo antes enunciado por Horst Köhler, antiguo ¡director gerente del FMI! (2000- 2004) cuando oficiaba como Presidente de la República Federal Alemana. Ante ello, se precisaba “civilizar” a los mercados, a través de “la decidida acción de los gobiernos” o, en palabras de Köhler (Financial Times, mayo 15 2008), mediante “una mayor regulación”. 

La idea de un mercado libre pero “civilizado” fue replicada en simultáneo por otro alemán: Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) en la Carta Encíclica: Caritas in Veritate (2009). Hoy es un pronunciamiento insistente en las exhortaciones supuestamente contra el neoliberalismo, por parte del argentino Jorge Bergoglio, actual Papa Francisco. Las controversias, en este sentido, han tenido que ser aclaradas públicamente por el Vaticano, a través de su mano derecha, el cardenal Reinhard Marx. Esta línea discursiva, el catoneoliberalismo (véase Puello-Socarrás 2015 y 2014a) resulta ser una de las expresiones más diáfanas sobre las pretensiones del neoliberalismo crítico del neoliberalismo: recrear unaEconomía Social de Mercado (ESM) a nivel global, derrotero en cual coinciden contemporáneamente el Vaticano y la canciller alemana Ángela Merkel e históricamente, con Milton Friedman y Augusto Pinochet. 

Gordon Brown, ex Primer Ministro Británico, proponía que el año 2008: “finalmente marcaba el final de la vieja época del dogma del libre mercado desenfrenado”. Nicolás Sarkozy, reconocido promotor de las ideas neoliberales, fungiendo como Presidente de Francia sentenciaba también: “(…) la idea del mercado omnipotente sin reglas ni intervención política es descabellada. La autorregulación se acabó. El laissez-faire se acabó. La omnipotencia del mercado que siempre tiene la razón, se acabó” (Liberation, 26 septembre 2008). Mientras que su compatriota, Dominique Strauss-Kahn (2011), en la época en que servía como !Director Gerente del FMI!, durante una conferencia en Washington, silenciaba un auditorio sosteniendo que la bitácora fondomonetarista desde los años 1990s: “El Consenso de Washington pertenec[ía] al pasado”. 

Barack Obama inauguró su mandato presidencial en los EE.UU., diciendo: 

“La pregunta que hay ante nosotros no es si el mercado es una fuerza benéfica o enferma. Su poder para generar riqueza y ampliar la libertad resulta incomparable. Pero esta crisis nos ha recordado que sin un ojo vigilante, el mercado puede salirse de control” (Discurso de posesión presidencial, 2008) 

Al mismo tiempo que el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz aseguraba: 

El programa de la globalización ha estado estrechamente ligado a los fundamentalistas del mercado: la ideología de los mercados libres y de la liberalización financiera. En esta crisis, observamos que las instituciones más basadas en el mercado de la economía más basada en el mercado se vienen abajo y corren a pedir la ayuda del Estado. Todo el mundo dirá ahora que éste es el final del fundamentalismo del mercado. En este sentido, la crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica resulta insostenible. Al final, dicen todos, ese modelo no funciona [énfasis propio] (El País, 21 de septiembre de 2008). 

El cientista político norteamericano Francis Fukuyama quien un par de décadas atrás había sentenciado El fin de la Historia (¡de la humanidad!) bajo el capitalismo neoliberal y sus instituciones, proponía taxativamente, ese mismo año: 

(…) cierta versión de capitalismo ha colapsado… Entre 2002 y 2007 mientras el mundo disfrutaba un período de crecimiento económico sin precedentes, era fácil ignorar a esos socialistas europeos y populistas latinoamericanos que denunciaban el modelo usamericano como “capitalismo de vaqueros“. Pero ahora que el motor de ese crecimiento, la economía norteamericana, se ha descarrilado y amenaza hundir al resto del mundo con ello. Peor, el culpable es el modelo Americano mismo: bajo el mantra de menos gobierno…” [énfasis propio; cursivas no pertenecen al texto]. (‘The End of American Inc.’, The Economist, 3 octubre de 2008). 

En este itinerario de relatos, no hay que dejar de señalar que desde América Latina y el Caribe, laboratorio de resistencias donde se desplegaron las luchas más determinantes contra el neoliberalismo durante el cambio de milenio, varios gobiernos se hicieron al mote del “capitalismo (en) serio”, convergiendo con la impronta de las prácticas discursivas de los países centrales que antes consignábamos. 

Precozmente en 2003, el extinto presidente de Argentina, Néstor Kirchner explicaba ante la Bolsa de Comercio de Buenos Aires: 

El plan es construir en nuestra patria un capitalismo en serio, con reglas claras en las que el Estado juegue su rol inteligentemente para regular, para controlarpara hacerse presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara, poniendo un equilibrio en la sociedad que permita el normal funcionamiento del país (Kirchner, 2003). 

Como antesala a las reuniones del G-20 en 2011, en la Cumbre paralela al G-20, llamada B-20 (congreso de empresarios), realizado en Cannes (Francia), su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, presidente en ejercicio, insistía por enésima vez: 

“Lo que estoy proponiendo es volver al capitalismo en serio, porque esto que estamos viviendo, señores, no es capitalismo. Esto es un anarco-capitalismo financiero total, donde nadie controla a nadie” [énfasis propio] (Clarín 3/11/2011).

Este lema encontró afinidades tanto con la versión uruguaya, muchas veces remarcada por ex presidente de la República José ‘Pepe’ Mujica (véase Percy 2015) (5) ; como con el neo-liberal-desarrollismo del Partido de Los Trabajadores brasileño durante los gobiernos de Luiz Inácio ‘Lula’ Da Silva y Dilma Rousseff (véase Iasi , 2012). 

En esos momentos, muchas personas pudieron reaccionar desprevenidamente de la misma manera en que lo hizo Rodrik y decir: “¿Qué diablos está pasando? Reconocidos neoliberales ¡se critican así mismos!”. Y de ahí pudieron surgir las más variadas especulaciones sobre hipotéticos mea culpa, arrepentimientos o supuestos actos de contrición. 

Todas estas declaraciones, no obstante, se entienden en su justa proporción y real dimensión cuando se revelan los auténticos propósitos que las animan: 

a)   Regenerar la “maltrecha imagen” del capitalismo neoliberal, presentándolo ahora en una versión menos fundamentalista (dogmática) . Para ello ha sido preciso realizar una crítica al mercado “desenfrenado”, “anárquico”, “desregulado”, “monstruoso”, pero al mismo tiempo, avalando la existencia de otra (supuesta) cara del Mercado “con límites”, “serio”, “regulado”, “civilizado”, etc. 

b) Alejarse del perfil ab origine del neoliberalismo promoviendo su continuidad bajo una versión de “tercera vía”, en la cual los llamados a laregulación estatal (o gubernamental), resultan cruciales . Estas invocaciones niegan firmemente toda posibilidad de convalidar el intervencionismo de Estado (a la Keynes) o las modalidades de Planificación estatal (Socialista), reafirmando también el reconocimiento neoliberal según el Mercado ni es omnipotente ni perfecto; no obstante, sigue intacta la convicción que el Mercado debe ser el criterio ordenador omnipresente y (re)productor de la totalidad de las dinámicas sociales −no sólo en cuestiones de economía, como suele pensarse−, a pesar de la competencia imperfecta que hoy se acepta en las lógicas de mercado (6).

Ambas situaciones, últimamente, han sido reiteradas tanto en los discursos como en las prácticas en medio del tránsito global, desde elneoliberalismo desregulado del pasado (el modelo angloamericano) hacia el (nuevo) neoliberalismo regulado del presente (7). 

Este giro se encuentra respaldado ideológica y teóricamente por versiones menos fundamentalistas del neoliberalismo histórico, alejadas precisamente del “modelo (anglo)americano” −tal y como lo sugieren Fukuyama y también lo recalca Stiglitz, como se verá más adelante−, más próximos a los fundamentos heterodoxos de raigambre austro- alemán, entre ellos la economía social de mercado, los cuales podrían resumirse sintéticamente alrededor de dos lemas básicos: i) Freie Wirtschaft, starker Staat (“Economía libre, Estado fuerte”); y, ii) So viel Markt wie möglich; so viel Staat wie nötig (“tanto Mercado como sea posible, tanto Estado hasta donde sea necesario”) (véase Puello- Socarrás 2008a y 2015a). 

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