El dogma de mercado y
las herejías que nunca llegan a convertirse en Blasfemias
Las
críticas neoliberales al neoliberalismo
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06.07.2016
Y
es que no hay que olvidar que el proyecto neoliberal de largo plazo,
es decir, más allá de las coyunturas propias de su auge y evolución tempranas
–si se quiere, las fases de ‘choque’, identificadas con aquella versión
fundamentalista más dogmática, a lo cual Klein (2007) llamó: la
doctrina del shock−, se concibió alrededor de una Economía Social
de Mercado (ESM), la cual tuvo como laboratorio in vivo ab
origine ¡Chile en tiempos de Pinochet!, como quedó registrado en uno
de los tantos intercambios epistolares entre el dictador austral y el pater
putative del neoliberalismo, Milton Friedman:
El
problema económico fundamental de Chile tiene claramente dos aristas:
la inflación y la promoción de una saludable economía
social de mercado (…) El mayor error, en mi opinión – plantea
Friedman -, fue concebir al Estado como el solucionador
de todos los problemas, de creer que es posible
administrar bien el dinero ajeno. [énfasis propio; cursivas no pertenecen al
texto] (Friedman 1998, 591: Carta al “Excmo. Sr. Augusto Pinochet
Ugarte” , 21 de abril de 1975).
2.2. Operadores
(intelectuales) en construcción (del nuevo neoliberalismo)
Al
día de hoy, existe un contingente emergente, pero relativamente consolidado
de neoliberales críticos del neoliberalismo. Desde variados locusindividuales
y colectivos: organizaciones multilaterales (¡entre ellas el Fondo Monetario
Internacional!), centros de investigación, universidades,think tanks y,
especialmente, personalidades mundialmente publicitadas, los denominados
(nuevos) money-doctors – o “profetas de la economía”; aunque
aquí preferimos seguir la caracterización hecha por John Perkins: Economic
hit-men (2006) –, las operaciones para la regeneración ideológica del
neoliberalismo tardío avanzan sin titubeos.
El
análisis sobre los ámbitos académicos e intelectuales, hoy (progresivamente)
hegemónicos, es una oportunidad para comprender y explicar este acontecimiento.
Estos lugares de enunciación y producción inmateriales se constituyen en piezas
claves dentro de la alienación ideológica, es decir: los procesos de
ocultamiento sistemático de las contradicciones del
capitalismo de época. En su fase actual: la neoliberal, en la cual los
desajustes y conflictos socioeconómicos se exacerban (v.gr. los niveles de
desigualdad, pobreza, pauperización, etc.), la mistificación y el fetichismo
ideológicos resultan conditio sine qua non para la
reproducción del sistema como un todo.
La
alienación actual puede ser ejemplificada a partir de los roles que han venido
jugando contemporáneamente ciertos perfiles intelectuales, especialmente, los
premios nobel en economía contemporáneos. Sus actuaciones no sólo influyen
sobre los campos de pensamiento en abstractoen las universidades,
comunidades epistémicas o en los imaginarios de la opinión pública. Son una de
las mediaciones ideológicas cruciales con efectos reales y concretos en
distintas orientaciones institucionales: referenciales e instrumentos en el
terreno de las políticas públicas, económicas; diseños organizacionales,
etc.
Algunos
casos son demostrativos de lo que hemos venido argumentando. Elinor Ostrom,
primer mujer en ganar el premio nobel en economía en 2009 y politóloga usamericana crítica
de la ortodoxia neoclásica (especialmente del homo economicus) es,
a su vez, una de las principales promotoras de las teorías del emprendimiento y
el homo redemptoris, ¡argumentos desarrollados originalmente por
los neoliberales austriacos!
El Gobierno
de los bienes comunes (Ostrom 2011), inspirado en las teorías de F.A.
Hayek –recordemos, bautizado como el padre del neoliberalismo–, ha
ganado difusión y gran aceptación, incluso entre sectores de la izquierda
académica en América Latina. Esto aun cuando los planteamientos de Ostrom
proponen una forma tan inédita como velada de gobernanza o
“gestión privada de lo común” (es decir, la mercantilización de los territorios
y bienes comunitarios), a través de la construcción de (nuevas) esferas
“público-privadas”: espacios sociales que funcionan a partir de lógicas de
mercado, pero respaldados y, sobre todo, “regulados” por el
Estado.
Por
esta razón, varios autores no han dudado en destacar que la propuesta teórica
de Ostrom insiste en desarrollar una concepción de “lo común” sin comunidad, es
decir: sin lazos comunales (Federici & Caffentzis 2013). Sea vía negación o
destrucción de lo comunal, esta clase de gobernanza para los bienes comunes
reforzaría un tipo de neoliberalismo contemporáneo aplicado a estos ámbitos (8)
(véase Harvey 2013, 28 y 131; Puello-Socarrás 2012, 2015c).
Por
otra parte, el francés Jean Tirole, doctor en economía del Massachusetts
Institute of Technology (MIT)
estadunidense y galardonado en 2014, refuerza en otros temas la misma línea
discursiva de Ostrom. Tirole ha venido convocando la construcción de un
neoliberalismo “regulado” como forma para regenerar la dinámica neoliberal de
los mercados en medio de la crisis capitalista hoy vigente:
La
economía de mercado ha sido y será el motor de crecimiento y de bienestar de
las naciones. Pero para funcionar bien, la economía de mercado necesita
de regulación para paliar ciertas fallas de mercado y
restablecer una buena responsabilización [sic] de los actores económicos
(La Dépêche, diciembre de 2008).
Para
que la competencia florezca –plantea Tirole– resulta fundamental que existan
reglas de juego claras y reguladores independientes pues “sin un regulador
fuerte, no hay liberalización eficaz” (Tirole, 2005), advirtiendo que las
acciones estatales o gubernamentales sobre los mercados (laregulación)
deben evitar ser permanentes. Solo se justifican momentáneamente, y “en caso”
que los mercados fallen, es decir: no funcionen correctamente.
Por
su parte, el académico-tecnócrata Joseph Stiglitz –también premio nobel de
economía en 2001– personifica paradigmáticamente el tipo de operativos
ideológicos a los cuales nos estamos refiriendo. Desde hace varios años,
Stiglitz ha sido posicionado entre la opinión pública estadounidense y mundial
como un “crítico del neoliberalismo”.
Autor
del Consenso Post-Washington (Stiglitz, 1998), propuesta que
publicitariamente se postuló a contracorriente del Consenso de Washington
(decálogo de políticas que simplemente es una de
las tantas expresiones del proyecto neoliberal, cuestiones
distintas en grado y magnitud), Stiglitz en realidad continuó reafirmando, con
algunos matices, la preeminencia de las lógicas de mercado, en la misma línea
argumentativa de sus pensamientos y actuaciones más recientes. Hay que
reconocer que el zigzagueo discursivo de Stiglitz y su manera para presentar
ciertos temas ante públicos no especializados tienden a confundir.
Por ejemplo, Stiglitz es reconocido como
uno de los más crudos opositores de los Acuerdos de libre comercio:
Trans-Atlántico y Trans-Pacífico que adelanta el gobierno de su país, los cuales
no duda de calificar como “farsa”, porque en su opinión estos acuerdos
comerciales “(…) colocan habitualmente los intereses comerciales por encima de
otros valores… [que] no deben ser negociables” (Stiglitz, J. “La farsa del
libre comercio”,El Espectador, 13 de julio de 2013).
A
primera vista, esta posición podría parecer justamente una crítica; sin
embargo, el mismo autor, aclara:
Si
los negociadores crearan un régimen de libre comercio auténtico,
en el que se concediera a las opiniones de los ciudadanos de a pie al menos
tanta importancia como a las de los grupos de presión empresariales, podría
sentirme optimista, en el sentido de que el resultado fortalecería la economía
y mejoraría el bienestar social. Sin embargo, la realidad es que
tenemos un régimen de comercio dirigido, que coloca por delante
los intereses empresariales, y un proceso de negociaciones que no es
democrático ni transparente [énfasis propio] (Stiglitz, J. “La farsa del
libre comercio”, El Espectador, 13 de julio de 2013).
Tal
y como reza un refrán anglosajón: el diablo está en los detalles. Aquí las
críticas realizadas al régimen de libre comercio “dirigido”, la farsa, son para
reclamar la necesidad de una versión “auténtica”, un libre mercado puro.
Stiglitz en otras oportunidades ha reafirmado esta cofradía con los postulados
del neoliberalismo heterodoxo (“la segunda escuela”, según sus palabras), a
través de sus críticas a la ortodoxia neoliberal (“la primera escuela” que él
considera heredera de Adam Smith), pero exclusivamente para relegitimar el
proyecto neoliberal del capitalismo de mercado:
Durante
200 años, ha habido dos escuelas de pensamiento sobre qué es
lo que determina la distribución de los ingresos –y sobre cómo funciona
la economía. Una, que surge de los pensamientos de Adam Smith y los
economistas liberales del siglo XIX, se centra en los mercados
competitivos. La otra — consciente de la forma como el liberalismo de Smith
conduce a una rápida concentración de la riqueza y el ingreso—toma como
punto de partida la tendencia sin restricciones que tienen los
mercados para dirigirse hacia el monopolio. Es importante
entender ambas escuelas debido a que nuestros puntos de vista sobre las
políticas gubernamentales y las desigualdades existentes se moldean según cuál
de las dos escuelas de pensamiento cada uno de nosotros cree que es la que
proporciona una mejor descripción de la realidad [énfasis propio] (Stiglitz, J.
“La nueva era del monopolio”, El Espectador, 27 de mayo de
2016).
Precisamente, en una entrevista concedida
al Nuevo Herald, Stiglitz testificó, en una línea ideológica
idéntica a la registrada anteriormente en Francis Fukuyama:
Soy
un crítico de la manera en que se han
implementado ciertas versiones del capitalismo... Creo
que el capitalismo irrestricto, la desregulación que fue uno de los
ejes del capitalismo norteamericano desde el principio de la
presidencia de Reagan, es una era que ha llegado a su fin... (El
Nuevo Herald entrevista reproducida por El Colombiano,
"Los consejos de Joseph Stiglitz", 22 de agosto de
2009).
Complementando
enseguida:
En
rigor, Estados Unidos no tiene lo que podría llamarse un sistema capitalista
puro: hemos estado socializando las pérdidas y privatizando las ganancias.
Tenemos toda clase de intervención gubernamental, pero desafortunadamente, se
trata en general de una intervención destinada a ayudar al sector bancario, a
las empresas farmacéuticas, a diversos intereses especiales. Es una suerte de
sistema de beneficencia para las corporaciones. De manera que lo que
realmente he defendido es una forma más pura de economía de mercado,
que no centre su protección en las empresas, sino en la gente. [énfasis propio]
(El Nuevo Herald entrevista reproducida por El Colombiano,
"Los consejos de Joseph Stiglitz", 22 de agosto de 2009).
En
síntesis, convergiendo con el Vaticano, Merkel, Friedman y Pinochet, Stiglitz
se inscribe también en la misma línea de argumentación propia de las corrientes
neoliberales heterodoxas, las cuales han criticado férreamente la desregulación
y el libertinaje de los mercados −recordemos los adjetivos: monstruoso,
desenfrenado, sin límites−, tanto como el poder de los monopolios. Este
pensamiento neoliberal crítico del neoliberalismo defiende la presencia estatal
en función de una economía “regulada” (aunque no dirigida, dos cuestiones
distintas), como presupuesto económico político para garantizar la máxima
libertad (“genuina”) de los mercados (9).
Estos
discursos han encontrado su correlativo en expresiones cada vez más
sofisticadas en las teorías económicas contemporáneas, más puntualmente: las
corrientes de la nueva síntesis neoclásica-keynesiana (véase Puello-Socarrás
2008a), también autoproclamados: los nuevos keynesianos.
El
rol intelectual, ideológico y tecnocrático que vienen jugando teorías
emergentes de este tipo ha sido fundamental para reforzar –esta vez en el campo
académico– las críticas neoliberales al neoliberalismo. Esta última
denominación y las abusivas alusiones a Keynes no deben confundir. Las
verdaderas convicciones de este Frankenstein teórico –
“keynesianismo bastardo” como alguna vez Joan Robinson (1962) calificó la
primera síntesis neoclásica del premio nobel en economía, J. Hicks en los
1930s, difundida a la postre por P. Samuelson– comparecen plenamente y se
refuerzan con el nuevo ideario neoliberal:
(…)
lo que diferencia a esta síntesis de la síntesis neoclásica de
la primera posguerra es que sus rasgos neoclásicos son todavía más
acentuados, debido a que incorporan la mayor parte de los
desarrollos teóricos monetaristas y nuevos clásicos… [citando a Argadoña,
Gamez y Mochón, se añade] “los nuevos keynesianos no tienen diferencias a
fondo con los nuevos clásicos… en cuanto que el origen de las rigideces se
busca no en factores institucionales o sociológicos, sino en la competencia
imperfecta de los mercados…”. (Astarita, 2008, p. 199).
2.3. ¿Hasta
ahora se extrañan de las críticas neoliberales al neoliberalismo? ¡Si desde
hace varios años es la visión política oficial del FMI!
Extrañarse
por el contenido del artículo de los fondomonetaristas Ostry et alter,
como pretende simular D. Rodrik –quien es otro ejemplo de los operadores
neoliberales críticos del neoliberalismo– resulta al final simplemente un acto
de entusiasta suspicacia.
Desde
febrero de 2010, a través de una Nota del FMI: Repensar la política
macroeconómica, documento que abriga las posiciones de su staff,
liderado por los nuevos keynesianos, principalmente: Oliver
Blanchard, se establecieron los principios generales del “nuevo marco” para la
política macroeconómica, con el objetivo de enfrentar la crisis en el corto, el
mediano y el largo plazo.
Allí
se inauguraron y oficializaron las nuevas críticas fondomonetaristas al
considerado hoy “viejo neoliberalismo”, en la forma en que ya hemos comentado
este tránsito (10).
Intentando
presentarlos como un acto de contrición respecto al pensamiento convencional
mantenido hasta ese momento por el FMI, esta nota proponía la “revisión” de sus
axiomas centrales, la conocida dogmática neoliberal y el “consenso (intelectual
y práctico) pre-crisis” en donde el entusiasmo orientador había sido la desregulación.
El
FMI seguía sosteniendo que, sin embargo, el pensamiento y el conjunto de
axiomas previos a la crisis habían sido “efectivos y correctos”, puesto que,
desde mediados de la década del 2000, “no era insensato pensar que una mejor
política macroeconómica podría llevar (…) hacia una mayor estabilidad
macroeconómica”. Pero “entonces llegó la crisis”, haciendo que esas opciones de
política – plantean - se mostraron inefectivas e incapaces de gestionar los
desafíos emergentes (Blanchard et alt 2010).
Desde
ahora la palabra clave y salvadora sería: regulación (11)
(recordemos a J. Tirole); subsidiariamente su correlato: gobernanza (12)
(no olvidemos E. Ostrom). Este revisionismo fondomonetarista se ha intentado
difundir y consolidar a partir de varias publicaciones y eventos
auspiciados por y desde el FMI.
Entre
los principales se destacan: a) Staff discussion note (abril
2013) a cargo de Olivier Blanchard, Giovanni Dell’Ariccia y Paolo Mauro:
“Rethinking Macro Policy II: Getting Granular” (Blanchard et al. 2013),
publicación que continúa con las conferencias inauguradas en 2011 (Macro and
Growth Policies in the Wake of the Crisis) y que serán tituladas con el
mismo objetivo de “repensar” la política macroeconómica: i) First steps
and early lessons (2013) (13) y ii) Progress or
confusion (2015), lugares donde asisten habitualmente, desde luego,
los directores del Fondo Monetario Internacional (en su momento Dominique
Strauss-Kahn; hoy: Christine Lagarde ), el Consejero Económico y director de
investigaciones del FMI: Olivier Blanchard, al lado de personalidades de los
mundos tecnocrático y académico –en su absoluta mayoría estadunidenses–,
comprometidos directa o indirectamente con el Fondo (14).
Todos estos lugares de enunciación han
sido claves para el reforzamiento del giro ideológico en materia de política
macroeconómica en el pensamiento neoliberal y que, en lo fundamental,
desarrollan las principales ideas e instrumentos presentados tempranamente
en Rethinking macroeconomic policy (Blanchard et
alt 2010).
El
antiguo credo fondomonetarista entonces ha visto la necesidad de aprender
de esta crisis –la más espectacular en la historia del
capitalismo–, y revisar sus presupuestos teóricos y prácticos en lo que se
considera ahora una primicia. Este giro empero no pretende extralimitar
el statu quoneoliberal, hoy vigente, pero sí propone una versión de
nuevo cuño, una síntesis supuestamente novedosa, léase: un neoliberalismo
regulado por el Estado (15).
Este
cambio obliga a matizar algunos elementos pertenecientes al programa
específico de políticas (nivel instrumental en lo económico y/o
social), pero nunca se propone transformar el proyecto político neoliberal
–horizonte articulado en torno a la (contra)utopía sobre una futura sociedad de
mercado y que se ha materializado a través del paradigma del desarrollo)
–, dos cuestiones diferentes.
Si
se interpreta que el neoliberalismo-ortodoxo-fondomonetarista del pasado
reciente se transforma en alguna otra cosa distinta por el simple acto de
“paliar” –como proponía Tirole–, la utilización de los instrumentos de la
política macroeconómica (como es el caso de los estabilizadores automáticos),
no se puede aludir ni mucho menos justificar metamorfosis alguna que no
sea al interior del neoliberalismo mismo (16).
Al
final de cuentas y a propósito de las herejías de Ostry et alter,
el propio FMI, a través de su economista jefe: Maury Obstfeld, ha salido a
aclarar esta situación en un boletín titulado con cuidadosa precisión:
“Evolución, no revolución: replanteamiento de la política en el FMI”: David
Romer (Universidades de California y Berkeley), Stanley Fischer, Nouriel Roubini,
José De Gregorio, José Antonio Ocampo, Dani Rodrik y los premios nobel en
economía: Michael Spence, Jean Tirole y, desde luego, Joseph Stiglitz.
El FMI desde hace mucho tiempo procura
aprovechar las experiencias concretas en el terreno y las nuevas investigaciones
para hacer más eficaz su supervisión económica, su asistencia técnica y la
forma en que responde a las crisis. (...) Ese proceso no ha
alterado fundamentalmente la esencia de nuestro enfoque, que se
basa en mercados abiertos y competitivos, marcos robustos de política
macroeconómica, estabilidad financiera e instituciones sólidas. Pero sí ha
aportado importante información sobre cuál es la mejor forma de alcanzar esos
resultados de una manera sostenible. [énfasis propio] (Obstfeld, 2016).
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