Los
Soviets de Aguirre
Rebelión
www.sinpermiso.info
11.06.2015
Hay
algo en Esperanza Aguirre –lucidez, intuición, instinto de supervivencia– que
la cataloga como una extraordinaria especie reptil en el terrario de la
política española. Quizás sólo Artur Mas haya mostrado tal imaginación para la
improvisación, el subterfugio, la reinvención personal.
La
semana pasada, mientras las trituradoras de papel del antiguo Palacio de
Correos liquidaban un cuarto de siglo de historia del gobierno de Madrid,
Aguirre se sentaba ante la prensa para invitar a todos, Carmona, Carmena,
Villacís, a un gobierno de "concentración municipal". Sólo ponía una
condición: "que se acabe con los soviets de los distritos". Teniendo
en cuenta que se trata de alguien que no pierde ni medio minuto en leer los
programas de sus adversarios –al fin y al cabo, si en algo se distingue un
político de pura cepa es en separar lo "importante" de lo
fundamental– , Aguirre ha demostrado una capacidad excepcional para comprender
esa "extraña cosa" que la ha derrotado. A lo mejor por eso, por su
capacidad de reconocer a sus enemigos reales, se le deba atribuir una capacidad
política muy superior a la de la mayoría de sus adversarios. Lo confirmaba unos
días antes con su última "originalidad" –Aguirre no da puntada sin
hilo–, al separar los campos en conflicto entre los partidos del régimen y los
"antirégimen", a sabiendas que entre los primeros tiene todas las de
ganar, mientras que entre los segundos la desbandada seguirá siendo la tónica
mientras domine la confusión, el "espíritu de responsabilidad" y las
medias tintas.
Sea
como sea, Aguirre ha entendido lo fundamental. Los modos de hacer política que
había aprendido durante casi cuatro décadas de transporte en coche oficial
están seriamente amenazados. Con la misma intuición que sus viejos maestros,
Rodolfo Martín Villa o Manuel Fraga, sabe –como cuando ellos cuando se
enfrentaron al PSOE o al PCE– que el monstruo no es Podemos, ni tampoco una
prestigiosa jueza por muy de izquierdas que sea, sino la marejada de fondo que
empujó primero a los de Pablo Iglesias y hoy a Ahora Madrid.
La
elección de la palabra "soviet" tampoco es casual. Obvio que pretende
invocar el recuerdo del "terror rojo" entre los bienpensantes de la
capital. Pero ella sabe que está hablando de otra cosa. "Soviet" fue
el término que empleó Fraga para hablar de Vitoria en 1976, antes y después de
masacrar la huelga más importante de la Transición. Y como Lenin en 1917,
Aguirre se teme que vayamos a una situación de doble poder, en la que
instituciones y políticos profesionales ya no reinan en solitario,
teniéndoselas que ver con poderes sociales capaces de cosas extraordinarias.
Si
se quiere entender tanto como Aguirre, hay no obstante que desacomodarse de las
imágenes del realismo político más ramplón y leer la historia en los términos
de un ciclo político más complejo que el electoral. Lo que ha sucedido en
Madrid, y lo que nos va a sorprender en los próximos años, no comenzó el 25 de
mayo de 2014 cuando Podemos se llevó el 10% de los votos en la ciudad, ni
siquiera el 15 de mayo de 2011 cuando una insurrección democrática y pacífica
cortocircuitó los mecanismos de reproducción de las mentiras que habían
organizado la política desde 1978. Como en la historia de todas aquellas
ciudades (París, Barcelona, Turín) que han sigo capitales de alguna revolución,
el hilo rojo de esta región metropolitana, que aloja ya a siete millones de
almas, tiene raíces profundas.
La
Comuna de Madrid –no hay mejor nombre para designar aquello de lo que hablamos–
se empezó a forjar a finales de los años noventa. Salió a la luz, como el topo
de la historia, cuando eclosionó el movimiento global y el movimiento contra la
guerra. Obtuvo su primer triunfo entre los días 11 y 13 de marzo de 2004,
cobrándose la cabeza de su primer autócrata, Jose María Aznar. Y de ahí siguió
su curso subterráneo con manifestaciones episódicas hasta que el 15M la
desbordó en una clave insurreccional y democrática que duró varios meses en la
acampada de Sol, se desparramó después en más de un centenar de asambleas de
barrio y se confirmó con la ocupación de institutos, hospitales, facultades.
Literalmente centenares de miles de personas se han iniciado y han hecho
política –la seria, la de verdad, la que aspira a cambiar las cosas– en los
episodios inconstantes, pero siempre sorprendentes, de la Comuna de Madrid.
La
victoria de 24 de mayo en Madrid tiene pues una explicación compleja, pero es
imposible si se separa de esta historia. Por eso conviene rebatir el manual
improvisado de las claves del éxito electoral con el que se nos va a aleccionar
–se nos alecciona ya– acerca del voto transversal de Carmena, de Carmena como
"significante vacío" o de Carmena como atractor del voto del PSOE.
Sin restar la eficacia que puedan tener todas estas explicaciones, resultan
insignificantes y anecdóticas cuando se comparan con los soviets de Aguirre.
Basta echar un vistazo al mapa electoral: los votantes de Ahora Madrid se
concentran abrumadoramente en los distritos populares (Centro, Vallecas,
Arganzuela), en los mismos barrios en los que menos debiera funcionar la
identificación con la imagen de una jueza amable y anciana, en los mismos
lugares en los que lleva concentrándose el esfuerzo militante de asambleas
ciudadanas, movimientos de vivienda, mareas, centros sociales, etc.
Esperanza
Aguirre, la última autócrata, ha sabido reconocer la monstruosidad
"soviética" oculta detrás del rostro amable de Ahora Madrid. Por eso
más allá de mandar a las hordas en contra del "gobierno de la izquierda
radical", ha intuido también cuál puede ser el antídoto, la política de la
representación y el compromiso institucional. Dejar que gobiernen, que asuman
responsabilidades y con ello el funcionamiento normal en la administración de
las cosas. Al fin y al cabo, están en minoría, ya caerán.
Por
eso, la mejor manera de profundizar la democracia –¡de qué otra cosa se trata
hoy!– no consiste tanto en asumir el chantaje implícito en la
"responsabilidad" de gobierno, como en llevar de nuevo la
movilización a las plazas, desbordar los órdenes de gobierno, recuperar la
iniciativa política para la movilización social. Por contradictorio que
parezca, hay que estar de acuerdo con Aguirre, lo de Ahora Madrid son los
soviet, o en palabras más actuales: la democracia hecha de autonomía y
autogobierno de los contrapoderes ciudadanos.
Emmanuel Rodríguez es miembro del Observatorio Metropolitano de Madrid
Fuente original: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=8044
Fuente original: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=8044
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