La cara oculta de la Fundación Príncipe de Asturias
El príncipe Felipe, durante una entrega de premios de su fundación. CASA REAL
MADRID // Para su padre es “una bendición del cielo” y para el resto
de los españoles, monárquicos o no, acabará siendo rey por gracia
divina. El príncipe Felipe se mantiene en un segundo plano aséptico para
esquivar escándalos y toma posiciones ante la cada vez más inminente
sucesión. Los empresarios que han acompañado al rey Juan Carlos en las
últimas décadas, conscientes de las “bendiciones” reales, también toman posiciones y pelean por un sillón en la corte del futuro monarca.
El hermetismo sobre la figura del heredero, que cumplió 45 años el
pasado 30 de enero, es casi absoluto. Los ciudadanos suelen recibir
informaciones controladas que ensalzan su preparación, cuidada al
detalle desde su más tierna infancia; y sus discursos están aliñados
siempre de alusiones a la concordia, la cultura y el deporte, tres conceptos que rodean las campañas de imagen del hijo varón del rey. Casa Real intenta justificar con esa “preparación” su continuidad
en un sistema democrático moderno, en el que muchos ciudadanos, sobre
todo los más jóvenes, no entienden que el cargo más alto del Estado se
herede de padres a hijos varones.
Y es que los tiempos cambian. Es la primera vez que el rey suspende
en el barómetro del CIS. La primera vez que se juzga a un miembro de su
familia. La primera vez que el monarca pide perdón. La
primera vez en 13 años que concede una entrevista. Y la primera vez que
TVE dedica un programa semanal exclusivo para hablar de la monarquía.
Por el contrario, el heredero sigiloso se mantiene ajeno a los
escándalos que aceleran aún más la creciente desafección ciudadana hacia
la institución, mientras se rodea de una élite de empresarios heredada
de su padre de la que Emilio Botín, presidente del Banco Santander, es uno de los miembros más destacados.
La corte del príncipe pivota, entre otros foros, en dos fundaciones:
Príncep de Girona (FPdGi) y Príncipe de Asturias (FPA). Esta última,
creada en 1980 e impulsada en la actualidad por 77 patronos –entre
ellos, los presidentes de Banco Santander, El Corte Inglés, Telefónica,
Repsol o Iberdrola– se ha convertido en un trampolín de lujo para entrar
en el despacho del heredero. “Las aportaciones [anuales] de
cada uno son bajas: 70.000, 80.000, 100.000 euros… y con ellas consigues
un ticket para sesiones privadas con él y con grandes empresarios”,
explica uno de los patronos. A los mecenas, además, Hacienda les
desgrava un 20% de la donación. Entre éstos, la FPA mantiene al
presidente de Bankia, Rodrigo Rato, a pesar de su imputación. “Es una
cuestión que no depende de la fundación, ya que es la institución
miembro del patronato quien debe nombrar a su representante”, se
justifica la FPA.
La fundación, instrumento de altavoz y toma de contacto empresarial del príncipe, se diseñó cuando él tenía 12 años.
Entonces, costó conseguir financiación. Fueron organismos públicos y
empresarios asturianos, como Pedro Masaveu, quienes costearon los
primeros Premios Príncipe de Asturias, hace 33 años. “Pero ahora que la
fundación está consolidada, hay codazos por entrar”, añade el mismo patrono.
El heredero al trono mantiene reuniones periódicas en El Pardo con
algunos de estos mecenas para debatir sobre política o economía, según
reconoce Casa Real, al margen del encuentro anual de junio, en el que
aprueban las cuentas de la fundación. Las audiencias más jugosas
son las de grupos reducidos, de unos cinco o seis. El príncipe les
convoca cada cuatro o seis semanas, sin una periodicidad fija.
Esta agenda paralela a la de su padre permite a Felipe forjar su red de cortesanos millonarios,
que durante estos años de transición siguen acompañando al rey en sus
viajes al extranjero en busca de inversiones. Es el caso de la reciente
expedición a Brasil, en la que participaron Antonio Brufau (Repsol),
Botín y altos directivos de Telefónica, Iberdrola, Iberia, Gas Natural,
Indra, Acciona y Talgo, entre otras. Los nombres de estas empresas se
repitieron en la mayoría de las excursiones económicas del monarca en
2012 (Rusia, India, Kuwait…).
Botín, el primero de la clase
El socio más aventajado es el Banco Santander. En abril de 2008, Casa
Real entregó el sillón de presidencia de la Fundación Príncipe de
Asturias al vicepresidente de la entidad, Matías Rodríguez Inciarte.
Su designación provocó un terremoto entre el resto de los patronos,
especialmente los banqueros, celosos del nuevo pelotazo que había dado
Emilio Botín.
BBVA trató de frenar la creciente hegemonía de su competidor creando, de inmediato, los ocho galardones Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento
(el mismo número que los Príncipe de Asturias, pero con una dotación 10
veces superior, de 500.000 euros, y centrados en la investigación
científica). No obstante, BBVA mantuvo su tributo a la fundación. A Caja
Rural y Cajastur tampoco les hizo gracia. La caja de ahorros asturiana había donado 300.000 euros, frente a los 30.000 del Banco Santander.
Hasta 2011, el balance de situación y la cuenta de resultados eran
secretos. Antes de ese año, los detalles de la auditoría sólo se habían
aireado una vez, como consecuencia de las constantes denuncias de
“oscurantismo” que publicó en la prensa asturiana David Ruiz,
catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de
Oviedo. La presión hizo claudicar al director de la FPA, Graciano García, que terminó entregándole a Ruiz el informe. El catedrático define la organización que preside Rodríguez Inciarte como “un chiringuito para blindar la monarquía y crear un espacio en el que colocar gente”.
Que el presidente de la fundación pertenezca a la cúpula del principal banco español forma parte de la estrategia de la Corona, orquestada directamente por el rey y no por el príncipe,
según reconocen fuentes de la fundación. Matías Rodríguez Inciarte fue
ministro de Presidencia con UCD y, en 2011, uno de los 15 directivos
mejor pagados de España: 6,51 millones de euros.
La Fundación Príncipe de Asturias tiene tres grandes vías de financiación: un 63% de los ingresos procede de entidades privadas
–grandes empresas, la mayoría–; un 18%, de las arcas públicas (Gobierno
central, gobierno de Asturias, Junta Central del Principado y
ayuntamientos de Oviedo, Gijón y Avilés); y otro 15%, de inversiones
financieras que la fundación realiza, en parte, con dinero público. En
2011, sumaron más de seis millones. Cuánto aporta cada empresario es secreto.
Y las contribuciones públicas no cesan. Además de las aportaciones
regulares, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó en 2005 la
inyección de 12 millones de euros a la fundación
durante el periodo 2006-2008. “En 2013, el ayuntamiento de Oviedo
entregará otros 350.000 euros”, denuncia el portavoz de IU en el
consistorio de la capital asturiana, Roberto Sánchez. Rivi, como se le
conoce después de más de 20 años recorriendo los pasillos del
ayuntamiento, provocó un alboroto en el patio de butacas durante la
entrega de los premios en 1994, al ponerse de pie con una pancarta que
reclamaba el 0,7% del PIB para cooperación. En la sala de realización de
TVE se hicieron malabares técnicos para que no saliese la imagen, pero
un fotógrafo de La Voz de Asturias logró inmortalizar la escena. Desde aquel año, se prohíbe el acceso de los fotógrafos al escenario.
En busca de financiación
El creador del patronato de la fundación fue su segundo presidente,
Plácido Arango, empresario mexicano y padre de la cadena de restaurantes
y tiendas Vips. En la organización recuerdan la anécdota de una de las
primeras reuniones con grandes empresas a las que Arango asistía para
pedir dinero. Fue en el Comité Ejecutivo del Banco Popular. El
presidente de la fundación llegó con una carta de recomendación del rey debajo del brazo.
Antes del encuentro, los miembros del comité especulaban con la
cantidad que les pediría: “¿Cuánto querrá? ¿100 millones de pesetas
[equivalentes en 1987 a 600.000 euros]? ¿50? ¿80?” Por prudencia o por
ignorancia del poder que tenía la rúbrica del monarca, Arango pidió
apenas cinco millones de pesetas (30.000 euros). Los banqueros
respiraron pero, al terminar la reunión, desde Casa Real se espetó al
presidente: “¿Pero tú qué te has creído, que la firma del rey es para
pedir calderilla?”, recuerdan fuentes cercanas a la fundación.
Finalmente, Banco Popular aportó 10 millones.
Además de la fundación, los grandes patronos abren canales
alternativos para agasajar a la Familia Real. El presidente de La Caixa
(actual Caixabank), Isidro Fainé, por ejemplo, es uno
de los habituales en los corrillos empresariales cercanos a la
monarquía. De hecho, La Caixa fue una de las empresas que, junto con el
Gobierno balear, realizó una colecta al más alto nivel para obsequiar a
Juan Carlos de Borbón con un yate, el Fortuna III, que
les costó 18 millones de euros. El pasado 15 de enero, Caixabank era una
de las empresas participantes en el Spain Investors Day, unas jornadas
presididas por el Príncipe de Asturias para establecer contacto con
inversores extranjeros.
El primo del rey y hombre de su extrema confianza, Carlos de Borbón, es una figura clave para acceder al monarca,
ya sea a través de reuniones o en una de sus habituales cacerías, a las
que es muy aficionado. Carlos, de 75 años, es apenas 10 días menor que
Juan Carlos y los dos han tenido vidas paralelas.
De hecho, Carlos de Borbón tuvo un papel clave, junto al abogado Juan
Luis Iglesias, en el derrocamiento en 2009 del mentor de la Fundación
Príncipe de Asturias, Graciano García, según fuentes internas. García es
el periodista republicano que más ha ayudado a la monarquía desde que a
finales de la década de 1970 se le ocurrió la idea de crear los premios
como el mejor escaparate posible para el príncipe. Felipe tenía 12
años. Vincularle desde entonces al mundo de la cultura y el deporte
(abanderado en los Juegos Olímpicos de Barcelona’92, esquiador,
regatista…) le daba una imagen afable. Además, le aseguraba un discurso
anual en el que todo el país centraba su mirada en el Teatro Campoamor
de Oviedo.
El sueldo de 183.000 euros que alcanzó García, recogido en el libro Nada fue un sueño. Biografía íntima del creador de los Premios Príncipe de Asturias
(KRK), da cuenta de lo agradecida que quedó Casa Real por el invento.
Sin embargo, después de 30 años, Zarzuela decidió dar un giro a la
dirección, apostando por un perfil experto en fundaciones y del entorno del Opus Dei: Teresa Sanjurjo.
Carlos de Borbón presidía la Asociación Española de Fundaciones (AEF)
cuando Sanjurjo era la directora. Además, la buena relación de la AEF
con el Banco Santander y, en concreto, con la mujer de Botín, Paloma
O’Shea, allanó todavía más el camino.
En realidad, los encargados de la elección del director de la FPA tendrían que haber sido los patronos,
según consta en los estatutos de la fundación. Dos de ellos, el
periodista Juan Cueto y el presidente de Caja Rural, Román Suárez
Blanco, protestaron por la elección a dedo de Sanjurjo, que incluso
obvió el consenso de los mecenas de buscar a alguien de origen
asturiano. Sí que se cumplió la voluntad de la reina Sofía y la
vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, de que
fuera una mujer quien ocupase el cargo.
Del ‘juancarlismo’ al ‘felipismo’
Dicen desde Casa Real que no existe un planteamiento para la
sucesión. Que se pondrá en marcha cuando toque. Lo que sí funciona a
pleno rendimiento desde hace años es el trasvase de contactos empresariales del rey al príncipe, bajo la dirección y el control del primero.
La preparación del heredero para asumir el trono comenzó desde el
primer momento de su educación y se ha llevado a cabo de forma
progresiva y lineal, sin acelerones en los últimos años, según las
mismas fuentes. De hecho, el príncipe participa en actos institucionales
en solitario desde mediados de la década de los 90 y empezó a ejercer
de representante de España en el exterior en 1996. Destaca su papel en
las tomas de posesión de presidentes sudamericanos. Estos viajes
protocolarios, sumados a la proyección internacional que atesoran los
premios Príncipe de Asturias al reconocer la trayectoria de personajes
como Bill Gates, Stephen Hawking, Woody Allen o Nelson Mandela ya dotan al heredero de una nutrida agenda internacional, a la altura de un jefe de Estado.
¿Cómo se legitima a un rey nombrado “desde la emoción del recuerdo a Franco”
y que prometió “guardar lealtad a los principios que conforman el
Movimiento Nacional”? Para los historiadores que defienden la figura del
monarca, como Paul Preston, Juan Carlos lo logró gracias a su
“sacrificio y dedicación”, como apunta el historiador inglés en Juan Carlos, rey del pueblo
(Debate), la última biografía publicada del soberano. Para otros, como
Alberto Carrillo, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad
de Sevilla, “su legitimidad de origen es el franquismo, porque fue
Franco el que determinó la línea dinástica saltándose a Don Juan”.
Ambos coinciden, eso sí, en la importancia del golpe de Estado del 23-F
para crear la base sociológica del llamado juancarlismo, aunque lo
hacen desde visiones antagónicas. En la biografía, Preston asegura que
el rey coordinó el desmantelamiento del alzamiento militar desde la
Zarzuela para “dar una segunda oportunidad a la democracia española”.
Para Carrillo, tanto los movimientos de Casa Real tras la muerte de
Franco como la imagen dada durante el 23-F responden a una “estrategia”
calculada de la Corona, que “sabía que la única manera de mantenerse
viva era distanciarse de la dictadura”. Ese hecho histórico “ha blindado
en gran medida a la monarquía, ha sido su colchón salvavidas”, añade.
Pero los réditos de aquella “jugada maestra” del rey, según el
historiador malagueño, no son hereditarios. “El príncipe necesitará su
propia estrategia, intentando ofrecer un perfil más cercano al pueblo.
Y en eso, el papel de Letizia es fundamental”, augura Carrillo. Eso sí,
estas variaciones son “estéticas” porque “desde un punto de vista
democrático no se justifica de ninguna manera la herencia de una
jefatura de Estado”.
Incluso entre quienes alaban la figura del monarca, como Preston,
existen ciertas dudas sobre cómo afectará la sucesión a la legitimidad
de la institución: “Depende de cuándo y de las circunstancias en que se
haga el traspaso de poderes. Pero en principio, en circunstancias
normales, sí que sería legítimo”.
La asunción del trono por parte del príncipe Felipe, en un futuro más
o menos lejano, se encontrará con un problema extra: el creciente
desapego de la ciudadanía hacia la monarquía. La última vez que el
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) preguntó a los españoles
por su confianza en varias instituciones, en octubre de 2011, la Corona obtuvo su primer suspenso de la historia con un 4,89 sobre 10,
una nota menor que la que los encuestados otorgaron a los medios de
comunicación (4,97) y muy inferior a los resultados de años anteriores
(5,35 en 2010 y 6,67 en 1997, por ejemplo).
Esta pregunta, que no ha vuelto a aparecer en los barómetros del CIS
desde entonces, incluye valoraciones sobre otras instituciones, como las
Fuerzas Armadas (5,65) o los partidos políticos (2,76) y forma parte de
un paquete flexible del barómetro que suele incluirse en las encuestas,
sin una pauta fija, cada cierto tiempo. “No hay una razón concreta por
la que no se ha incluído en las últimas encuestas. No significa en
absoluto que se vaya a dejar de hacer esa pregunta o que no vaya a
entrar en las próximas oleadas”, explican desde el CIS.
Mientras llega ese nuevo examen oficial a la monarquía, las encuestas
de los medios ofrecen resultados dispares. La última, publicada en
enero por El Mundo, muestra que el 50,1% de los españoles
valora positivamente al rey. La oleada anterior, de enero de 2012, le
dio un 76% de aprobación. El príncipe, eso sí, se lleva el visto bueno
del 62,3% de los encuestados. Mientras la monarquía sigue perdiendo
fieles, los principales partidos políticos, PP y PSOE, apoyan sin fisuras a la institución.
La pérdida de adeptos a la Corona no es flor de un día, tal y como
explica Belén Barreiro, Doctora en Ciencia Política y Sociología,
fundadora de la firma de investigación social MyWord y exdirectora del
CIS: “A lo largo de la democracia se ha ido produciendo una caída de la
valoración de la monarquía, que estaba muy bien vista en los 80, al
contrario de lo que ha pasado con otras instituciones como el Ejército,
que tenía una mala valoración tras la dictadura y ha ido ganando simpatías”.
A esto se le suma la evaluación que hacen los jóvenes de la
institución, que la deja peor parada que la media. Esto supone, según la
socióloga, un obstáculo a largo plazo.
Barreiro culpa de esa desafección hacia la Corona tanto a factores
coyunturales, “de posible recuperación”; como estructurales, derivados
de la propia esencia de la monarquía. “El hecho de que no sea una institución democrática, porque no ha sido elegida por la ciudadanía, hace que chirríe, sobre todo para los más jóvenes”, explica.
De los factores coyunturales, el más importante es la imputación de Iñaki Urdangarín.
No ayuda, tampoco, que el Rey fuese pillado en plena cacería de
elefantes en Botsuana el 14 de abril porque tuvo un accidente y necesitó
volver a España para ser intervenido, aunque luego pidiera disculpas
públicas e hiciese propósito de enmienda. Todos estos escándalos han
trasladado los temas relacionados con la Corona, que solían habitar en
el escaparate de las páginas de la prensa rosa, a las portadas de los
medios generalistas.
¿Existía hasta ahora un veto sobre la monarquía? Según Carmen del
Riego, presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), no. Lo
que sí había, en su opinión, es una “prudencia” a la hora de denunciar hechos escandalosos
que “no se ha dado en otros casos, porque el respeto del que gozaba la
monarquía los hacía más difícil de creer, no sólo para los periodistas
sino también para los ciudadanos”.
Para Elsa González, presidenta de la Federación de Asociaciones de la
Prensa de España (FAPE), sí ha habido un “cambio radical” más patente
en el tratamiento que los medios hacen de los temas reales porque, hasta
ahora, había “un pacto no escrito entre los editores para respetar o
proteger la figura del rey”, nacido de la idea forjada en la Transición
de que criticar al monarca podía afectar a la democracia. Para González, la receta para los nuevos tiempos es más vigilancia desde la prensa y más transparencia desde la Corona.
Y es en esa mejora de la transparencia en la que, según fuentes de
Zarzuela, basan su política de trabajo desde hace años. Un ejemplo de
ello, siempre según la institución, es la publicación de los
presupuestos de Casa Real en su web. Las cuentas de 2013 han sido las
terceras en salir a la luz después de 32 años de secretismo.
Esta decisión, alabada por casi todos, tuvo sin embargo dos frentes
críticos: uno exigía un mayor desglose del gasto y el otro recordaba
que, además del presupuesto oficial, algunos ministerios hacen frente a
gastos derivados de la Corona que deberían constar en las cuentas
finales.
Desde Palacio argumentan que en muchos casos es difícil desglosar
gastos que son compartidos (si en un viaje que sufraga Exteriores
participan el rey y el ministro, por ejemplo) y que, en todo caso,
desvelar o no esos gastos es responsabilidad del ministerio competente.
La institución se defiende e insiste en que el presupuesto es modesto y que la austeridad es marca de la casa.
Zarzuela vigila también que la gestión del patrimonio económico del
príncipe no tenga ni un solo punto flaco. A diferencia de otros miembros
de la Familia Real, el heredero no ha tenido opción de gestionar su
dinero a través de una impopular Sociedad de Inversión de Capital Variable (SICAV).
Estas entidades son la trampa que utilizan cientos de grandes fortunas
en España para tributar sólo un 1%, frente al 25% que pagan las pequeñas
y medianas empresas o el 30% de las grandes.
Para lograrlo hace falta un patrimonio inicial de 2,4 millones de
euros y encontrar 100 mariachis que pongan su nombre para cumplir el
mínimo de los 100 socios. Hay empresas especializadas en conseguir esos
100 titulares. Pero entre la Familia Real no todos sus miembros son tan
cuidadosos con las formas. El ejemplo más claro es Pilar de Borbón, hermana del rey,
que preside la sociedad Labiernag 2.000 Sicav S.A. Esta entidad también
sirve de cobijo para otros familiares, como los hermanos Bruno
Alejandro y Beltrán Ataulfo Gómez-Acebo De Borbón.
El gasto de la monarquía, en un país con cinco millones de parados y
cuando aún retumban en las cadenas de televisión las palabras del
monarca sobre la “igualdad de todos los españoles”, ha pasado a un
primer plano. Aun así, en opinión del historiador Alberto Carrillo, el
debate monarquía-república no debería fundamentarse con argumentos
económicos. En su opinión, se debería reflexionar sobre si la máxima
institución del Estado es democrática o, como en el caso de la monarquía, no es más que un “anacronismo”.
Pero, como explica el profesor, Casa Real sabe aprovechar estas
circunstancias desfavorables para su propio beneficio. Así lo hizo
cuando Juan Carlos espetó su “¿Por qué no te callas?” al presidente de
Venezuela, Hugo Chávez. Para Carrillo, se trató de “un acto con una gran
carga simbólica para buscar un enemigo fuera que reforzara la unión con
el rey”. La táctica fue similar en su último discurso de Navidad, en el
que pidió una “política con mayúsculas”. Entonces desvió el foco hacia
los partidos políticos, consciente de las críticas que los últimos
escándalos de corrupción habían despertado. Carrillo lo considera un “acto de populismo”, porque el rey dijo exactamente lo que la gente esperaba oír.
Audiencia abierta se emite cada sábado a las 13.00 horas en La 1 y
recoge discursos, apretones de manos, actos de protocolo, apariciones
públicas y un análisis de la monarquía. El programa pasa de unos niños
de uniforme describiendo lo que es para ellos un rey, a una enumeración
de sus funciones y de las leyes que afectan a la Corona. Intercalados,
se cuelan frases y rótulos de ensalzamiento de la institución: “El
rey es la figura en la que empieza y acaba el engranaje
constitucional”; “el príncipe moderador, que ejerció por unas horas de
árbitro entre Rajoy y Mas”. Su coste es de unos 2.500 euros por
programa, aunque también utiliza recursos de los servicios
informativos, según fuentes de TVE. El semanal empezó a emitirse el
pasado 13 de octubre y su objetivo, tal y como explicó su presentadora
en el primer programa, es “acercar la institución a los ciudadanos,
cumpliendo un mandato parlamentario”. Lo que no dijo es que esa orden
está fechada en 2007. Entonces, ¿por qué ahora? Según el director del
programa, Miguel Ángel Sacaluga, es un proyecto que lleva años
planteando como miembro del consejo de administración de RTVE.
Para Yolanda Sobero, presidenta del consejo de informativos de RTVE hasta las recientes elecciones, las motivaciones son otras: “La estrategia nace de Casa Real, que ante el descalabro del caso Urdangarín intenta reforzar su imagen”.
Para Sobero, se trata de un programa institucional mucho más que
informativo, algo que no es nuevo: “Las noticias en TVE siempre se han
quedado ahí, nunca se han realizado reportajes de investigación profunda
y crítica sobre la monarquía”. Un defecto de forma y de fondo que,
según ella, no es exclusivo de la televisión pública sino que se ha
extendido, durante años, a todos los medios.
El director del programa responde que es un programa institucional,
pero también informativo. Y asegura que sí se informa sobre escándalos
como el caso Urdangarín o el viaje a Botsuana porque “afectan a la
institución”. Estos temas se trataron en el resumen especial del año y
en el programa que repasó la vida del rey con motivo de su 75 cumpleaños. Eso sí, edulcorados con una voz en off
que toma partido: “La Corona, que sufre como el resto de las
instituciones el desprestigio causado por la crisis” o “el deterioro de
la imagen surgido a raíz del proceso abierto a su yerno. Y eso que desde
que se conoció la noticia, no sólo condenó los hechos sino que le
apartó de la familia real”.
“Audiencia abierta no es un programa sobre el rey para defender la
monarquía, igual que no se hacen programas sobre las Cortes para
defender a los parlamentarios”, se defiende Sacaluga.
La entrevista de Jesús Hermida al rey el pasado 4 de
enero (“absolutamente versallesca”, en palabras de Yolanda Sobero)
incluyó halagos de padre a hijo que inciden en una expresión que la
retórica monárquica repite hasta la saciedad desde hace años y que una
mayoría de los españoles ha hecho suya. Para el rey, Felipe es, además de una bendición, un hombre “muy preparado”.
Si Juan Carlos quiso parecer cercano a la ciudadanía gracias al término
campechano, inseparable ya de su persona, Felipe se aferra a esa imagen
de hombre forjado para ser rey que haga frente al desapego creciente y
al difícil encaje de una institución como la realeza en una democracia
del siglo XXI.
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