¿Acaso los votantes no leen la prensa?
DIARIO.ES
Los grandes medios españoles recibieron los
resultados de ayer con estupefacción, al igual que los dos grandes
partidos. Pero, tras la sorpresa inicial, supieron reorientar
rápidamente el asunto. Como PP y PSOE han bajado del 50% de los votos
entre los dos (por no hablar de su magnífico resultado en Cataluña),
estaríamos ante una situación ingobernable; algunos votantes son muy
poco responsables y votan opciones antidemocráticas (y en Cataluña, ya
ni les digo cuántos de esos votantes hay); ya volverán los votantes de
PP y PSOE (que lo sepan los votantes abstencionistas: cuando vuelvan a
votar, más vale que vuelvan a donde han de volver, que son “sus”
votantes); y si no recuperamos los suficientes votantes, ya armaremos
una Gran Coalición defensiva contra la miríada de partidos
chavista-independentistas que pululan por ahí.
Previamente, llevábamos semanas leyendo historias en la prensa, avaladas por los sondeos,
sobre el repunte del bipartidismo. PP y PSOE, a última hora, iban
mejorando. Sus alternativas, clásicas o modernas, se desinflaban. Y
Podemos… Sí, Podemos igual sacaba un escaño.
Se
entiende la perplejidad de los tertulianos cuando la realidad, una vez
más, no se ajustó a lo que los relatos mediáticos predominantes llevaban
semanas perfilando. Sólo pudieron consolarse un poco con el recurso al
eterno rival, el PSOE, que sacaba un resultado aún peor que el del PP.
Los mejores momentos de la noche electoral (y lo que nos queda)
vinieron con la exposición del siguiente argumento tertuliano para
explicar el éxito de Podemos: claro, es que Pablo Iglesias sale en la
tele. Así cualquiera. Sales en la tele y la gente vota lo que tú digas.
Permítanme que les haga notar que este argumento era expuesto también en
la tele, por parte de tertulianos que se pasan la vida allí y que
abominaban de Iglesias y de toda la revolución chekista-twitterista que al parecer éste preconiza.
¿Qué es más importante en una campaña electoral, la televisión o la
prensa? Desde luego, cuantitativamente la cosa está clara: hay mucha más
gente en la televisión (aunque esa mayoría no es tan grande si nos
centramos sólo en los programas informativos). Es un medio más
transversal que la prensa, con mayor alcance.
Sin
embargo, es la prensa la que fija los temas de debate: la televisión
casi siempre habla de aquello que previamente ha determinado la prensa.
Pero con tener el control de la agenda mediática, a veces, no basta. Es
una ayuda importantísima, pero pierde mucho recorrido si los hechos no
acompañan. Si se utilizan sistemáticamente los medios para vender
relatos que son increíbles a ojos de los que teóricamente los han de
integrar como parte de su realidad. Si la realidad de la mayoría del
público es que las cosas van mal, que los medios digan que en realidad
van muy bien, y que aquí de lo que se trata es de votar a candidatos tan
ilusionantes como Miguel Arias Cañete o Elena Valenciano, no ayudará
demasiado.
En lo que la televisión es más eficaz que
ningún otro medio, obviamente, es en generar personajes mediáticos. La
personalización de la política es un producto directo de la era de la
televisión. Ahí se resume la teoría del inmenso poder de Pablo Iglesias:
como sale en la tele, mucha gente sabe quién es y escucha lo que dice.
También van a votar y reconocen la papeleta, en la que está la efigie
del líder que sale en la tele. Y que es el líder, como él mismo dice, porque sale en la tele.
En efecto: Pablo Iglesias sale en la tele. Pero no es sólo eso. Es
también qué haces con la oportunidad de dirigirte a millones de
personas; qué discurso, y qué trayectoria, les ofreces. Por ejemplo:
también Francisco Marhuenda sale en la tele, incluso más que Iglesias. Y
me arriesgaré: creo que si Marhuenda hubiese formado un movimiento
político en torno a sí y se hubiera presentado a estas elecciones, no
habría alcanzado los resultados de Podemos. Entre otros factores, porque
Marhuenda se habría pasado toda la campaña pidiendo el voto para el PP,
y ello tal vez habría confundido a sus potenciales votantes.
Es muy difícil analizar, en caliente y sin datos, el éxito de Podemos,
y menos delinearlo claramente en un artículo periodístico. Está claro
que la figura de Iglesias les permitió concentrar la atención del
público en él; generaron un referente. Pero también es evidente que
detrás de Podemos hay un aluvión ciudadano muy poderoso, con un
entusiasmo genuino de muchísima gente, que bebe de las movilizaciones
sociales que se han producido estos años y de la desafección respecto de
los partidos tradicionales (no sólo PP y PSOE: también IU).
Toda esta gente buscaba un voto con el que protestar; y Podemos les ha
ofrecido un discurso, unas estructuras partidistas y un liderazgo con
los que se han encontrado cómodos. Han hecho caso omiso a una realidad
mediática que sólo existía –para ellos, al menos- en las portadas de los
medios que la publicaban, y se han buscado la vida por su cuenta;
aunque haya sido a partir de un personaje televisivo. Y además, ahora
tienen la ventaja de que será difícil, para los medios, no hacerle más
caso a Podemos. O algo de caso, al menos. Aunque sea para denunciar sus vínculos con Venezuela y Cuba.
¿E Internet? En esta campaña nos ha quedado claro que, a ojos de
algunos, Internet es poderosísimo. Por ejemplo, el ministro del
Interior, Jorge Fernández Díaz, cree que nada mejor que tener una cuenta
de Twitter para extender el odio por doquier. Por otro lado, es verdad
que Internet propicia la fragmentación del público en espacios
ideológicos más pequeños y más homogéneos, donde casi todo el mundo está
de acuerdo. Aunque sólo sea porque solemos buscar informaciones y
opiniones afines a nuestra visión de las cosas.
Finalmente, Internet cumple una función muy importante para facilitar
que las redes sociales que ya existen fuera de Internet se comuniquen,
densifiquen y difundan con mucha más eficacia. Quizás eso no explique
cómo es posible que Podemos haya logrado semejante éxito; pero sí
contribuye a explicar que, además, lo haya logrado en tan poco tiempo.
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