sábado, 16 de noviembre de 2013

UN ESBOZO DE COMO QUEDARÁ EL MUNDO


2/2

Después de Snowden


eldiario.es
REBELION
08-11-2013
Las revelaciones de Edward Snowden han puesto en marcha una reacción en cadena que acabará por cambiar el mundo. Ya nada será lo mismo, porque los cambios se han iniciado ya. ¿Para bien o para mal?




El público en general (en EEUU):

El público estadounidense se indigna poco por la violación de las libertades ajenas; quizá algo más ahora que es patente que también se violan las suyas. Pero no cabe esperar una fuerte reacción: el 11S aún ejerce una fuerte influencia en el pensamiento del estadounidense medio, justificando casi cualquier cosa que se diga que se hace por su seguridad. Ahora bien, al público acabarán llegando las quejas de las empresas, que veremos después.

Y no faltará quien destaque que a los daños económicos que ha provocado todo esto y al destrozo de las relaciones de confianza con los aliadosse une una notable falta de eficiencia desde el punto de vista económico. El presupuesto anual de la NSA supera los 10.000 millones de dólares, a cambio de lo cual tienen muy poco que mostrar (aparte de alianzas dañinas y desastres económicos).

Ellos afirman haber detenido unas decenas de ataques terroristas, pero no pueden (ay) dar detalles. En realidad, da la impresión de que aparte de detener crackers de poca monta con ansias de atención, como Laurie Love, el efecto de semejante dineral es más bien escaso. Si, los dioses no lo quieran, se produjera otro atentado en suelo de EEUU, eso demostraría la falta de eficacia de todos estos programas, a pesar de su elevado coste y de los daños colaterales a la industria y a las relaciones internacionales del país. Quizás en ese caso podría acabar generándose una verdadera presión política para cambiar algo, que alineada con la presión empresarial...

Consecuencias: en el mejor de los casos, un lavado de cara a gran escala con despidos selectivos de algunos responsables (que ya están en marcha; Alexander está de salida) y algunas modificaciones legislativas para incrementar la supervisión de este tipo de programas.

Las empresas (en EEUU):

En general, las compañías estadounidenses también están molestas. Algunas de ellas se han visto obligadas a cooperar con las agencias de inteligencia, quisieran o no, a través de leyes que hasta les impiden reconocer si es el caso, algo que no le gusta a nadie. Pero es que las revelaciones de Snowden les dejan en una posición muy comprometida de cara a sus clientes, y van a terminar impactando en sus cuentas de resultados. Donde ya no hablamos de moral, si no de dinero, y hasta ahí podíamos llegar.
Las empresas del Silicon Valley especializadas en servicios de Internet, como el almacenamiento en nube, van a tener ahora una dificultad añadida para vender sus servicios: convencer a sus potenciales clientes de que sus datos están a salvo de depredadores subterráneos. Lo mismo ocurrirá con las empresas que vendan equipos o programas, porque automáticamente todo el mundo va a sospechar que vienen precomprometidos y que no son fiables para su uso con datos sensibles.
Por el mero hecho de venir de donde vienen, los productos de la industria de EEUU serán sospechosos. El viraje estratégico del resto del mundo hacia un nuevo proteccionismo digital acabará por pasarles factura: las empresas estadounidenses ganan con la globalización y perderán con el retorno al nacionalismo de datos. De hecho, ésta puede ser una de las peores consecuencias a largo plazo del asunto Snowden: una pérdida global de confianza en la tecnología ‘Made in USA’, al menos para aplicaciones delicadas, y todo lo que eso conlleva.
Consecuencias: pérdidas para las empresas de los EEUU, en términos estratégicos y de confianza. En igualdad de condiciones, las compañías estadounidenses tendrán un hándicap de desconfianza añadido. Su peso en la determinación de estándares tecnológicos quedará también muy reducido; cualquier cosa que quieran incluir dará lugar a la sospecha de que es un caballo de Troya de la NSA.
A la larga, esto puede dañar algo mucho más precioso que las cuentas de resultados: la hegemonía tecnológica estadounidense en el ámbito digital. Queda claro que los intereses tecnológicos e incluso estratégicos del país se han puesto en riesgo a cambio de una escasa ventaja a corto plazo. Muchas industrias de EEUU perderán dinero e influencia en sus mercados, lo que generará presión sobre los políticos por parte de la comunidad empresarial. Y cuando la pasta habla, los políticos (allí y aquí) escuchan.

Los servicios secretos (en EEUU):

A estas alturas deben estar esperando recibir mayor supervisión y nuevas reglas. El escándalo puede acabar provocando una investigación como la del Comité Church en 1975 sobre las actividades de la CIA, que estableció límites y controles a sus actividades. Por supuesto que lo habitual es que los espías acaben encontrando formas de saltarse los controles y doblar, si no quebrar, las normas; no es éste el mayor problema que sufrirá la NSA en el futuro.  

Su verdadero quebradero de cabeza es que la amenaza Snowden no ha terminado; todavía hay miles de sysadmins en la estructura tecnológica de la agencia, muchos de ellos recientemente contratados y, como ha explicado Charles Stross, cada uno de ellos es un potencial problema de seguridad. Se trata de un problema de mentalidad: no se puede confiar en que los jóvenes actuales tengan los estándares de lealtad y patriotismo con los que opera una agencia de espionaje. De ahí, los Snowden y los Manning y, de ahí, que cualquier miembro de la NSA sociológicamente cercano a este tipo de persona sea una amenaza en potencia.

La agencia estadounidense tendrá que remodelar las redes internas, añadiendo controles de seguridad para limitar el acceso e impedir que un único contratista o analista pueda arramblar con camiones de datos; y esto a su vez conlleva menor eficacia, mayor coste y mayor complejidad, lo que conduce a la aparición de problemas técnicos (en una organización que ya los ha tenido, graves y recientes).

Pero, además, tendrá que implementar un control más estricto sobre el personal, lo que significa más gente dedicada a control interno, aumentando costes y reduciendo aún más la eficacia; y lo que es peor, un sustancial deterioro del ambiente de trabajo. Ésta es quizá la amenaza más grave en este ámbito porque dañará la capacidad de la NSA de fichar a los mejores técnicos y ofrecerles buenas perspectivas profesionales: un ambiente de paranoia no es el más agradable para trabajar (habiendo alternativas), y el patriotismo tiene un límite como motivador.

Consecuencias: nuevas normas de control interno, incluido un mayor control sobre el personal, peores condiciones de trabajo, reducción de la efectividad, aumento del coste de operación, probables complicaciones tecnológicas, pérdida de atractivo como opción profesional para matemáticos e informáticos de alto nivel.

Los políticos (en EEUU):

Tendrán que hacer algo, quieran o no quieran (y no quieren), porque el escándalo es demasiado ruidoso. Y porque demasiada gente está quejándose: los Gobiernos aliados, las empresas de dentro y fuera del país, parte del público local, incluso el público de países aliados. Poco importan, la verdad, la mayor parte de esas voces, pero la del dinero se escucha; y son conscientes (por muy patrioteros que sean) de que el disgusto de los aliados tiene consecuencias, también económicas. Casi todo lo que se hace en el nombre de la seguridad cuelaen el grupo dirigente estadounidense, pero hay límites.

Y a no ser que la NSA pueda demostrar (en petit comité) que el dineral y los daños a la imagen y a la industria nacionales han merecido la pena en términos de protección real del territorio nacional, sus enemigos (que los tienen) actuarán. El resto de los servicios, desde la misteriosa y casi desconocida NRO a la CIA, las fuerzas amadas y el departamento de seguridad nacional estarán encantados de bajarle los humos a los chicos de las computadoras.

Las revelaciones de que los propios ciudadanos estadounidenses han resultado espiados, vía uso de servicios en nube como los de Yahoo! o Google, dañarán la defensa de la agencia, porque son (aquí, sin paliativos) técnicamente ilegales. Habrá comités de investigación mirando las cuentas y las prácticas de la NSA, y algunos dirigentes serán castigados. Y sus sucesores intentarán hacer lo mismo, pero se encontrarán con un panorama sensiblemente cambiado y más complejo.

Consecuencias: se puede esperar un comité de investigación y, tal vez, la implantación de nuevas leyes que limiten las acciones más descaradas de la NSA y las sometan a mayor control. Además, el escándalo ha, como mínimo, acelerado la marcha de su principal responsable, el director de la NSA, el general Alexander, quien puso a la agencia en el camino de conseguir el sueño tecnológico de la transparencia mundial, pero fue incapaz de evitar que un contratista veinteañero se convirtiera en un obstáculo insalvable. Podrían incluso rodar más cabezas, porque alguien debe pagar por el bochornito, por los platos rotos y por el desaguisado en general.

La comunidad 'techie' (fuera y dentro de EEUU):

Especialmente sensibilizada con este tipo de temas, y especialmente preocupada por las consecuencias que puede tener un Estado-espía imperial sin límites, la reacción de la comunidad tecnológica será intensa y radical. Probablemente, la que a la larga tenga mayor peso. Ya se está viendo una parte de esta reacción: los organismos rectores de Internet ya han mostrado su intención de cortar los últimos lazos que unen la gestión técnica de la Red con el pasado, cuando esta gestión dependía del Gobierno de EEUU: las voces que siempre han apoyado la independencia de Internet ganarán mucho peso.

No sería extraño que en breve la sede de ICANN pase a estar en Ginebra o Reikiavik. Pero la otra parte tardará más en llegar, y será un cambio mucho más profundo: perdida la inocencia, los techies empezarán a desarrollar sistemas tecnológicos de protección y a instalarlos masivamente, como ya está haciendo la iniciativa Dark Mail para desarrollar un protocolo de correo que encripte no sólo el contenido de los mensajes, sino también los metadatos.

Como ya se pudo ver en el caso de Napster, este tipo de reacciones de la comunidad tecnológica son devastadoras a medio plazo: cuando la industria de la música acabó con el sistema de intercambio P2P centralizado, la respuesta fue una explosión de sistemas P2P descentralizados e imposibles de bloquear. La próxima generación de herramientas 'Open Source' es probable que incluyan de serie sofisticados sistemas de protección de la seguridad en las comunicaciones. Y será esto, más que ninguna otra cosa, lo que a la larga haga imposible el tipo de vigilancia masiva que ha estado llevando a cabo la NSA, dificultando de paso el trabajo legal y necesario de las fuerzas de orden público.

Consecuencias: cabe esperar a medio plazo el desarrollo de toda una caja de herramientas de protección de la privacidad y de la seguridad en las comunicaciones, muchas de ellas incorporadas a programas de uso cotidiano. La comunidad tecnológica dará una respuesta tecnológica y distribuida, que es lo mejor que sabe hacer. Y esa respuesta es la que, en el fondo, más cambiará el mundo.


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