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Después de Snowden
eldiario.es
REBELION
08-11-2013
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Las revelaciones de Edward Snowden han
puesto en marcha una reacción en cadena que acabará por cambiar el mundo. Ya
nada será lo mismo, porque los cambios se han iniciado ya. ¿Para bien o para
mal?
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El público en general (en EEUU):
El público
estadounidense se indigna poco por la violación de las libertades ajenas; quizá
algo más ahora que es patente que también se
violan las suyas. Pero no cabe esperar una fuerte reacción: el
11S aún ejerce una fuerte influencia en el pensamiento del estadounidense medio, justificando casi cualquier cosa que se diga que se
hace por su seguridad. Ahora bien, al público acabarán llegando las quejas de
las empresas, que veremos después.
Y no faltará quien
destaque que a los daños económicos que ha provocado todo esto y al destrozo de las relaciones de
confianza con los aliadosse une una notable falta
de eficiencia desde el punto de vista económico. El presupuesto anual de la NSA
supera los 10.000 millones de dólares, a cambio de lo cual tienen muy poco que
mostrar (aparte de alianzas dañinas y desastres económicos).
Ellos afirman haber
detenido unas decenas de ataques terroristas, pero no pueden (ay) dar detalles.
En realidad, da la impresión de que aparte de detener crackers de poca monta con ansias de atención, como Laurie Love, el efecto de semejante dineral es más bien escaso.
Si, los dioses no lo quieran, se produjera otro atentado en suelo de EEUU, eso
demostraría la falta de eficacia de todos estos programas, a pesar de su
elevado coste y de los daños colaterales a la industria y a las relaciones
internacionales del país. Quizás en ese caso podría acabar generándose una
verdadera presión política para cambiar algo, que alineada con la presión
empresarial...
Consecuencias: en el mejor de los
casos, un lavado de cara a gran escala con despidos selectivos de algunos
responsables (que ya están en marcha; Alexander está de salida) y algunas modificaciones legislativas para
incrementar la supervisión de este tipo de programas.
Las empresas (en EEUU):
En general, las compañías
estadounidenses también están molestas. Algunas de ellas se han visto obligadas a cooperar
con las agencias de inteligencia, quisieran o no, a través de leyes que hasta
les impiden reconocer si es el caso, algo que no le gusta a nadie. Pero es que
las revelaciones de Snowden les dejan en una posición muy comprometida de cara
a sus clientes, y van a terminar impactando en sus cuentas de resultados. Donde
ya no hablamos de moral, si no de dinero, y hasta ahí podíamos llegar.
Las empresas del Silicon Valley especializadas en
servicios de Internet, como el almacenamiento en nube, van a tener
ahora una dificultad añadida para vender sus servicios: convencer a sus
potenciales clientes de que sus datos están a salvo de depredadores
subterráneos. Lo mismo ocurrirá con las empresas que
vendan equipos o programas, porque automáticamente todo el mundo va a sospechar
que vienen precomprometidos y que no son fiables para su uso con datos
sensibles.
Por el mero hecho de
venir de donde vienen, los productos de la industria de EEUU serán sospechosos.
El viraje estratégico del resto del mundo hacia un nuevo proteccionismo digital
acabará por pasarles factura: las empresas estadounidenses ganan con la
globalización y perderán con el retorno al nacionalismo de datos. De hecho,
ésta puede ser una de las peores consecuencias a largo plazo del asunto
Snowden: una pérdida global de confianza en la tecnología ‘Made in USA’, al
menos para aplicaciones delicadas, y todo lo que eso conlleva.
Consecuencias: pérdidas para las
empresas de los EEUU, en términos estratégicos y de confianza. En igualdad de condiciones, las
compañías estadounidenses tendrán un hándicap de desconfianza
añadido. Su peso en la determinación de
estándares tecnológicos quedará también muy reducido; cualquier cosa que
quieran incluir dará lugar a la sospecha de que es un caballo de Troya de la
NSA.
A la larga, esto puede
dañar algo mucho más precioso que las cuentas de resultados: la hegemonía
tecnológica estadounidense en el ámbito digital. Queda claro que los intereses
tecnológicos e incluso estratégicos del país se han puesto en riesgo a cambio
de una escasa ventaja a corto plazo. Muchas industrias de EEUU perderán dinero
e influencia en sus mercados, lo que generará presión sobre los políticos por
parte de la comunidad empresarial. Y cuando la pasta habla, los políticos (allí
y aquí) escuchan.
Los servicios secretos (en EEUU):
A estas alturas deben
estar esperando recibir mayor supervisión y nuevas reglas. El escándalo puede
acabar provocando una investigación como la del Comité Church en 1975 sobre las
actividades de la CIA, que estableció límites y controles a sus actividades.
Por supuesto que lo habitual es que los espías acaben encontrando formas de
saltarse los controles y doblar, si no quebrar, las normas; no es éste el mayor
problema que sufrirá la NSA en el futuro.
Su verdadero quebradero de cabeza es que la amenaza
Snowden no ha terminado; todavía hay miles de sysadmins en la estructura tecnológica de la
agencia, muchos
de ellos recientemente contratados y, como ha explicado Charles Stross, cada uno de ellos es un potencial problema de
seguridad. Se trata de un problema de mentalidad: no se puede confiar en que
los jóvenes actuales tengan los estándares de lealtad y patriotismo con los que
opera una agencia de espionaje. De ahí, los Snowden y los Manning y, de ahí,
que cualquier miembro de la NSA sociológicamente cercano a este tipo de persona
sea una amenaza en potencia.
La agencia estadounidense tendrá que remodelar las
redes internas, añadiendo controles de seguridad para limitar el acceso e
impedir que un único contratista o analista pueda arramblar con camiones de
datos; y esto a su vez conlleva menor eficacia, mayor coste y mayor complejidad, lo que conduce a la aparición de problemas técnicos
(en una organización que ya los ha tenido, graves y recientes).
Pero, además, tendrá que
implementar un control más estricto sobre el personal, lo que significa más
gente dedicada a control interno, aumentando costes y reduciendo aún más la
eficacia; y lo que es peor, un sustancial deterioro del ambiente de trabajo.
Ésta es quizá la amenaza más grave en este ámbito porque dañará la capacidad de
la NSA de fichar a los mejores técnicos y ofrecerles buenas perspectivas
profesionales: un ambiente de paranoia no es el más agradable para trabajar
(habiendo alternativas), y el patriotismo tiene un límite como motivador.
Consecuencias: nuevas normas de control
interno, incluido un mayor control sobre el personal, peores condiciones de trabajo,
reducción de la efectividad, aumento del coste de operación, probables complicaciones tecnológicas, pérdida de
atractivo como opción profesional para matemáticos e informáticos de alto
nivel.
Los políticos (en EEUU):
Tendrán que hacer algo,
quieran o no quieran (y no quieren), porque el escándalo es demasiado ruidoso.
Y porque demasiada
gente está quejándose: los Gobiernos aliados, las empresas de dentro y fuera
del país, parte del público local, incluso el público de países aliados. Poco importan, la verdad, la mayor parte de esas
voces, pero la del dinero se escucha; y son conscientes (por muy patrioteros
que sean) de que el disgusto de los aliados tiene consecuencias, también
económicas. Casi todo lo que se hace en el nombre de la seguridad cuelaen el grupo dirigente estadounidense, pero hay
límites.
Y a no ser que la NSA
pueda demostrar (en petit comité) que el dineral y los daños a la imagen y a la
industria nacionales han merecido la pena en términos de protección real del
territorio nacional, sus enemigos (que los tienen) actuarán. El resto de los servicios, desde
la misteriosa y casi desconocida NRO a la CIA, las fuerzas amadas y el
departamento de seguridad nacional estarán encantados de bajarle los humos a
los chicos de las computadoras.
Las revelaciones de que
los propios ciudadanos estadounidenses han resultado espiados, vía uso de
servicios en nube como los de Yahoo! o Google, dañarán la defensa de la
agencia, porque son (aquí, sin paliativos) técnicamente ilegales. Habrá comités
de investigación mirando las cuentas y las prácticas de la NSA, y algunos
dirigentes serán castigados. Y sus sucesores intentarán hacer lo mismo, pero se
encontrarán con un panorama sensiblemente cambiado y más complejo.
Consecuencias: se puede esperar un
comité de investigación y, tal vez, la implantación de nuevas leyes que limiten
las acciones más descaradas de la NSA y las sometan a mayor control. Además, el escándalo ha, como mínimo,
acelerado la marcha de su principal responsable, el director de la NSA, el
general Alexander, quien puso a la agencia en el camino de
conseguir el sueño tecnológico de la transparencia mundial, pero fue incapaz de
evitar que un contratista veinteañero se convirtiera en un obstáculo
insalvable. Podrían incluso rodar más cabezas, porque alguien debe pagar por el
bochornito, por los platos rotos y por el desaguisado en general.
La comunidad 'techie' (fuera y dentro de EEUU):
Especialmente
sensibilizada con este tipo de temas, y especialmente preocupada por las consecuencias
que puede tener un Estado-espía imperial sin límites, la reacción de la comunidad
tecnológica será intensa y radical. Probablemente, la que a la larga tenga
mayor peso. Ya se está viendo una parte de esta
reacción: los organismos rectores de Internet ya han mostrado su intención de cortar
los últimos lazos que unen la gestión técnica de la Red con el pasado, cuando esta gestión dependía del Gobierno de EEUU:
las voces que siempre han apoyado la independencia de Internet ganarán mucho
peso.
No sería extraño que en
breve la sede de ICANN pase a estar en Ginebra o Reikiavik. Pero la otra parte
tardará más en llegar, y será un cambio mucho más profundo: perdida la
inocencia, los techies empezarán a desarrollar sistemas tecnológicos de
protección y a instalarlos masivamente, como ya está haciendo la iniciativa Dark Mail para
desarrollar un protocolo de correo que encripte no sólo el contenido de los
mensajes, sino también los metadatos.
Como ya se pudo ver en el caso de Napster, este tipo
de reacciones de la comunidad tecnológica son devastadoras a medio plazo: cuando la industria de la música acabó con el
sistema de intercambio P2P centralizado, la respuesta fue una explosión de
sistemas P2P descentralizados e imposibles de bloquear. La próxima generación
de herramientas 'Open Source' es probable que incluyan de serie sofisticados
sistemas de protección de la seguridad en las comunicaciones. Y será esto, más
que ninguna otra cosa, lo que a la larga haga imposible el tipo de vigilancia
masiva que ha estado llevando a cabo la NSA, dificultando de paso el trabajo
legal y necesario de las fuerzas de orden público.
Consecuencias: cabe esperar a medio
plazo el desarrollo
de toda una caja de herramientas de protección de la privacidad y de la
seguridad en las comunicaciones, muchas de ellas incorporadas a programas de
uso cotidiano. La comunidad tecnológica dará una
respuesta tecnológica y distribuida, que es lo mejor que sabe hacer. Y esa
respuesta es la que, en el fondo, más cambiará el mundo.
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