Ucrania, la UE se hunde en el
ridículo
Diario octubre / diciembre 20, 2025
Fabrizio Casari (Radio La Primerísima).— En la cumbre de la Unión Europea se ha dado
una fuerte derrota de la Comisión Europea y a aquella parte de la
Unión encabezada por Alemania, los países bálticos y Rumanía, y patrocinada por
Mark Rutte, el jefe de la OTAN en Bruselas.
La oposición de
Hungría, Italia, República Checa y Eslovaquia y las advertencias del BCE han
evitado el último impulso suicida europeo: la entrega a terceros de los bienes
rusos en Europa, ya que no encontraría fundamento ni en el derecho comunitario
ni en el internacional. La decisión de la UE es por lo tanto de asignar otros
90 mil millones de euros en préstamos por el 2026 y 2027.
Se establece
que Ucrania solo deberá reembolsarlos si Rusia acepta pagarle las reparaciones
por los daños de guerra. Si Rusia no paga Ucrania no deberá devolver nada y la
deuda de la UE será cubierta con el margen restante del presupuesto de
Bruselas. Un nuevo regalo a Ucrania que solo sirve para prolongar la guerra
unos meses más, una especie de certificación de “existencia en vida” de Europa
en política exterior.
Se evitó así la
represalia rusa contra los activos europeos, ya que a los capitales rusos en
Europa (215 mil millones de Euro) corresponden capitales europeos en Rusia (147
mil millones de Euro). Es evidente que el uso de los bienes rusos habría
implicado, por reciprocidad, el mismo destino para los europeos. Estos
pertenecen a empresas privadas que con toda certeza habrían llevado a la UE
ante los tribunales por haber causado, mediante una operación ilegal, gravísimos
daños económicos a sus empresas.
Ante la total
ausencia de base jurídica para transferir las inversiones rusas a las arcas
ucranianas, se había barajado la hipótesis de aprobar una emisión de deuda
común mediante el artículo 122 del Tratado, previsto para casos de emergencia,
que permite decidir por mayoría cualificada y superar los vetos. Sin embargo,
el artículo 122 solo puede aplicarse a países miembros y Ucrania no lo es ni lo
será a corto plazo. Por lo tanto, también esta vía resultaba jurídicamente impracticable.
Pero más allá
de la norma inaplicable, en la hipótesis de entregar a Kiev el dinero de
propiedad rusa también pesaban consideraciones de simple sentido común.
Bélgica, como depositaria de esos bienes –alojados en Euroclear– observaba con
extrema preocupación las consecuencias legales de un robo de este tipo.
Euroclear desempeña una función poco visible pero vital: gestiona los depósitos
y las liquidaciones, es decir los flujos de pagos y las entregas en el mercado
europeo de bonos. En esencia, cuando un bono vence, es en Euroclear donde el
deudor deposita la liquidez para el acreedor. Se trata de un mercado inmenso,
de unos 400 billones de euros al año.
Cuando los
bonos europeos en manos de Rusia llegaron a vencimiento, los países deudores
depositaron el reembolso en Euroclear, como siempre. Pero Euroclear no pudo
transferir los fondos a Rusia porque esas reservas estaban “congeladas”.
Bélgica sabe que cualquier recurso legal de Moscú ante tribunales
internacionales habría terminado con la derrota de Euroclear y su condena a la
restitución con incluidos los intereses. Bélgica habría tenido que responder
solidariamente, mientras que los demás países europeos, como mucho, habrían
aportado su indignación.
En segundo
lugar –pero primero en importancia– el BCE recordó que la soberanía sobre los
fondos depositados en los bancos es indiscutible y que, de llevarse a cabo la
operación, se configuraría un verdadero robo por parte de la Comisión
Europea, abriendo un escenario aterrador para la institución y para la banca
continental.
Desde el punto
de vista financiero, se habría producido un shock extremadamente peligroso, ya
que ningún país del mundo que hoy deposita sus reservas en bancos europeos las
mantendría, sabiendo que podrían serle confiscadas unilateralmente en cualquier
momento. Para comprender la magnitud del gesto, basta recordar que la
sacralidad del dinero en el capitalismo es tal que ni siquiera durante la
Segunda Guerra Mundial se tocaron los depósitos de la Alemania nazi en los
bancos suizos.
Con la
neutralidad del sistema bancario comprometida, comprobar que la UE utiliza de
forma política e ilegal los capitales ajenos depositados en sus bancos habría
acelerado el ya constante proceso de retirada gradual de fondos hacia el Nuevo
Banco de Desarrollo de los BRICS. La constatación de que Europa no respeta la
sacralidad de los capitales ni garantiza su integridad, minaría en su raíz el
sistema capitalista internacional. Es la esencia misma del capitalismo, que
juega todo su atractivo en la confianza de los mercados y en la neutralidad de
las instituciones financieras. Si estos elementos fallaran, el sistema
financiero europeo se derrumbaría como un castillo de naipes.
El supuesto
plan para una supuesta paz
La no
expropiación de los fondos rusos en Europa mantiene viva la idea de un plan de
paz, aunque el baile europeo en torno al borrador a presentar a Moscú registra
cada día más comentarios que seriedad. En algunos pasajes parece que la UE
aborda la cuestión con una lectura completamente invertida, cuando no
directamente inventada de la realidad en el terreno.
Según los
estrategas de Londres y Bruselas, el nudo central es doble: por un lado,
garantizar la seguridad ucraniana mediante un mecanismo sustancialmente similar
al previsto en el artículo 5 del Estatuto de la OTAN (que contempla una
respuesta colectiva en caso de ataque incluso contra un solo miembro). Pero de
este modo reaparecerían íntegramente las razones que empujaron a Moscú a
intervenir para anticipar la entrada de Kiev en la OTAN (la presencia operativa
de la OTAN en Ucrania ya existía).
Zelensky no
hace ningún esfuerzo por admitir que la entrada en la OTAN está fuera de
discusión, dado que la decisión de votar NO al ingreso de Kiev fue tomada con
el veto de Estados Unidos, Hungría y Eslovaquia. Pero todo se vuelve relativo
si luego los mecanismos de la Alianza se aplican igualmente a Ucrania. Es obvio
que Rusia no aceptará esta solución hecha a medida para poner a negociación a
lo que ya ha sido aplastado en el campo de batalla. Además, Moscú solo aceptará
un proyecto de seguridad colectiva para Europa, no uno válido únicamente para
Ucrania.
En cuanto al
tamaño y equipamiento del ejército ucraniano, nadie puede pensar que un país de
apenas 40 millones de habitantes (de estos ya 7,3 se fueron al exterior) pueda
disponer de 800 mil soldados equipados con potentes sistemas de armas
ofensivas. Moscú aceptará como máximo 600 mil efectivos y solo con un
equipamiento militar convencional de tipo defensivo táctico.
Respecto a las
fuerzas internacionales que deberían garantizar la frontera entre la Federación
Rusa y Ucrania, Moscú considera a los países de la OTAN beligerantes y no
neutrales, por lo que no aceptará su presencia en territorio ucraniano. Un
eventual contingente de paz (quizá al estilo del de Kosovo) deberá estar
compuesto por países que no hayan participado en la guerra contra Rusia. Moscú
considera la presencia de fuerzas de países de la OTAN –todos, sin excepción–
como un objetivo militar legítimo, dentro y fuera de Ucrania. Si los llamados
“voluntarios” piensan infiltrarse en Ucrania con otros disfraces, se equivocan.
Ni siquiera bajo la égida de la ONU aceptaría soldados europeos, japoneses o
canadienses en Ucrania.
La posición
rusa ha sido reiterada con fuerza en estas horas por Vladímir Putin, quien ha
declarado que Rusia está dispuesta a un acuerdo de paz, pero no a astucias
disfrazadas de alto el fuego. Para Putin, el Donbás será ruso, con paz o con
guerra, dado que la escalada de amenazas militares europeas refuerza aún más que
en 2022 la necesidad de una zona colchón entre Rusia y la OTAN. Ha aprobado el
presupuesto militar para 2026 – lo que evidencia la escasa confianza en el
balbuceo negociador euro-estadounidense – y ha anunciado para finales de este
año la incorporación del misil Oréshnik al arsenal del Ejército.
El líder ruso
reiteró así que los términos de cualquier acuerdo negociado con Rusia deberán
incluir las soluciones a los problemas que obligaron a Moscú a lanzar la
Operación Militar Especial. Para el jefe del Kremlin, Rusia ya ha ganado: si se
quiere detener la guerra, es necesario convencer a Moscú de que no hace falta
continuarla porque se han alcanzado en gran medida los objetivos previstos, es
decir, un acuerdo sobre la seguridad global y un marco general desnazificado y
no discriminatorio para las poblaciones rusas del Este. Un acuerdo claro y
verificable, con mecanismos consensuados. Nada se firmará sobre la base de la
confianza. Pero si Occidente persiste en la idea de una victoria en el campo de
batalla, entonces la victoria rusa será aplastante en el plano militar.
No hay nada
sorprendente en ello: en toda guerra, quien vence solo se detiene si le
conviene hacerlo; por tanto, corresponde al derrotado proponer una solución
negociada a los vencedores que reconozca esa victoria y los compromisos
implícitos a cambio del fin de las hostilidades.
Moscú obtendrá
lo que ha conquistado –es decir, las garantías de su seguridad– y lo hará en el
campo de batalla o en la mesa de negociación. Tertium non datur.
Fuente: radiolaprimerisima.com

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