Reconocer al Estado de Palestina no es suficiente
Los culpables y sus cómplices
Rebelión
09/10/2025
Fuentes: Le
Monde diplomatique [Imagen: Youssef Nabil —No One Knows But the Sky (‘Nadie lo
sabe, salvo el cielo’), 2019]
Al no imponer realmente sanciones y mantener sus vínculos militares,
económicos y diplomáticos con Israel, Europa se ha convertido en cómplice de su
brutal campaña.
El presidente
francés Emmanuel Macron quería esperar “un momento útil” para reconocer el
Estado de Palestina. Cuando España, Irlanda y Noruega optaron por el
reconocimiento, en mayo de 2024, aún era demasiado pronto: Suecia solo hacía
diez años que había hecho lo propio, el bombardeo de Gaza llevaba apenas ocho
meses por entonces, Palestina solo hacía 36 años que había declarado su
independencia y únicamente tres cuartas partes de los países del planeta habían
dado el paso. Macron bien podía esperar unos meses más.
Le hicieron
falta dieciséis. El 22 de septiembre de 2025, subido a la tribuna de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), anunció por fin el reconocimiento
francés, justo después de Canadá, el Reino Unido, Australia y Portugal, que le
ganaron por la mano la víspera, pero a la vez que Bélgica, Luxemburgo, Malta o
Mónaco… “Ha llegado el momento de parar la guerra, los bombardeos en Gaza, las
masacres y las poblaciones en fuga”, explicó con voz grave, aunque teniendo
buen cuidado de ahorrarle a Israel cualquier amenaza de sanciones y evitando
precisar qué fronteras serían reconocidas.
65.000 muertos
y 170.000 heridos, el 90% de las viviendas dañadas o destruidas… El momento
podía haber llegado antes. Ya el 26 de enero de 2024, el Tribunal Internacional
de Justicia (TIJ) hablaba de un “riesgo plausible de genocidio” en Gaza tras
constatar que el Ejército israelí mataba deliberadamente a civiles, se
esforzaba en destruir infraestructuras vitales y mantenía el territorio en
estado de sitio sin que se viera relación con el objetivo oficial de eliminar a
Hamás y liberar a los rehenes. En noviembre de 2024, fue el Tribunal Penal
Internacional (TPI) el que dio la voz de alarma por “crímenes de guerra” y
“crímenes contra la humanidad” y emitió órdenes de arresto contra el primer
ministro israelí Benjamín Netanyahu y su antiguo ministro de Defensa Yoav
Gallant. Los informes se acumulan desde el comienzo de la guerra: ya hablen de
destrucción metódica, exterminio o genocidio, todos coinciden en que el
propósito de Israel es eliminar al pueblo de Gaza (1).
Muy
recientemente, la comisión de investigación creada por el Consejo de Derechos
Humanos de la ONU llegó a la conclusión de que las masacres cometidas por
Israel cumplían cuatro de los cinco criterios que caracterizan un genocidio, de
acuerdo con la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de
Genocidio de 1948 (2). Al margen de consideraciones jurídicas,
las observaciones de los expertos de la ONU son elocuentes. Decenas de miles de
civiles han muerto mientras dormían en sus casas, en hospitales, escuelas,
mezquitas, refugios humanitarios o al acudir a un reparto de alimentos.
Centenares de periodistas, sanitarios y trabajadores humanitarios han sido
objeto deliberado de ataques.
Los
investigadores también informaron de numerosas víctimas mortales durante las
operaciones de evacuación: “Las fuerzas de seguridad israelíes tenían
conocimiento claro de la presencia de civiles palestinos a lo largo de las
rutas de evacuación y dentro de las zonas seguras designadas —escriben—. Sin
embargo, dispararon contra civiles y mataron a algunos (niños entre ellos) que
sostenían banderas blancas improvisadas. Algunos niños, incluidos muy pequeños,
recibieron en la cabeza disparos de francotiradores”. Además, el Ejército
israelí usa “bombas no guiadas”, muy destructivas y poco precisas, en barrios
densamente poblados. Ha destruido casi por completo las infraestructuras
sanitarias de Gaza, sus plantas desalinizadoras, sus maternidades y la mayor
parte de sus panaderías.
“Israel está
lanzando [sobre Gaza] en menos de una semana lo que Estados Unidos lanzaba en
Afganistán en un año, en un área mucho más pequeña y mucho más densamente
poblada”, afirma un experto militar consultado por los investigadores. En dos
años, el territorio ha sido reducido a cenizas y su población (dos millones de
personas) se ha visto desplazada en su integridad, a menudo en varias
ocasiones.
Tel Aviv añade
a los bombardeos incesantes un asedio casi completo. Mientras los gazatíes
siguen atrapados en el enclave, las autoridades israelíes han cortado el acceso
al agua potable, la electricidad y el gas. También bloquean la entrada de
alimentos, carburante, medicamentos y material médico, además de impedir que
las organizaciones humanitarias ofrezcan auxilio a la población. Un cuarto de
los habitantes de Gaza vive en condiciones cercanas a la hambruna, y el 39% han
pasado ya varios días seguidos sin comer.
En cuanto al
carácter deliberado de estas acciones —una condición para ser calificadas de
genocidio—, a los investigadores no les cabe la menor duda. Los dirigentes
israelíes nunca han ocultado su deseo de arrasar la Franja de Gaza y a su
población. Es más, lo repiten sin descanso desde el 7 de octubre de 2023:
“Desde ahora tenemos un objetivo común: borrar la Franja de Gaza de la faz de
la tierra” (Nissim Vaturi, vicepresidente de la Knéset, 7 de octubre de 2023);
“Hemos ordenado un asedio total de Gaza. Ni electricidad, ni alimentos, ni
agua, ni gasolina. Todo está cortado. Nos enfrentamos a bestias humanas, así
que actuamos en consecuencia” (Yoav Gallant, ministro de Defensa, 9 de octubre
de 2023). Toda la cadena de mando está implicada: el presidente, el jefe del
Gobierno, los ministros, los responsables militares, los coroneles sobre el
terreno… Amnistía Internacional recopiló más de un centenar de declaraciones de
esta clase entre octubre de 2023 y junio de 2024. Y no han remitido desde
entonces. El pasado 19 de marzo, el nuevo ministro de Defensa, Israel Katz,
seguía con las amenazas: “Devolved a los rehenes y echad a Hamás. […] La
alternativa es la destrucción y la devastación totales”. Algo más tarde, el 6 de
mayo, el ministro de Finanzas y dirigente de ultraderecha Bezalel Smotrich
anunció que “Gaza será totalmente destruida”. Israel hace lo que dice y dice lo
que hace: “Gaza arde”, anunciaba orgullosamente Katz el 16 de septiembre.
Los dirigentes
europeos no podrán fingir que no lo sabían. Según el derecho internacional,
estaban en la obligación de evitar lo que el TIJ tal vez califique un día de
genocidio: “Una obligación de conducta y no de resultado”, aclara la
institución. ¿Y qué han hecho? Nada. La Unión Europea, que prevé emitir su
decimonoveno paquete de sanciones contra Rusia (solo dos meses después del
decimoctavo) para castigarla por su invasión de Ucrania, no ha adoptado la
menor medida de represalia contra Israel. Cierto es que solo Estados Unidos está
en condiciones de obligar de inmediato a Tel Aviv a que detenga la carnicería:
le bastaría con poner fin a sus entregas de armas, que constituyen el grueso
del arsenal israelí. Pero los países europeos podían haber actuado a la altura
de sus medios, habida cuenta de que no carecían de ellos.
Bruselas es el
principal socio comercial de Israel, su segundo proveedor de armas y unos de
los lugares favoritos de los israelíes para irse de vacaciones. Los dirigentes
del Viejo Continente habrían podido suspender la exención de visado de la que
se benefician los israelíes, imponer sanciones individuales a la mayoría de sus
autoridades, decretar un embargo sobre el material militar. También podrían
haber suspendido el acuerdo de asociación y libre comercio vigente entre
Bruselas y Tel Aviv (una medida, por lo demás, prevista en su artículo 2 en
caso de vulneración por una de las partes de los derechos humanos y los
principios democráticos). Pero no han hecho nada de eso. En su lugar, los
Gobiernos francés, italiano, griego y belga han autorizado que buques cargados
de armas con destino a Israel hicieran escala en sus puertos. Y Macron permitió
en dos ocasiones (febrero y abril de 2025) que Netanyahu atravesara el espacio
aéreo francés pese a la orden de arresto del TPI.
Los dirigentes
europeos no solo son cómplices por pasividad e inacción. También han
proporcionado apoyo material constante a Tel Aviv. En el marco del programa
Horizon Europe, Bruselas sigue concediendo subvenciones a universidades y
empresas israelíes que colaboran con su Ejército. Desde el 7 de octubre de
2023, el club comunitario ha dado su aprobación a más de 130 proyectos de este
género con la participación de Israel Aerospace Industries (uno de los mayores
fabricantes de armamento del país), el Weizmann Institute of Science
(responsable de la mayoría de trabajos sobre armas nucleares en Israel) o la
Universidad Ben-Gurión (que trabaja en tándem con la escuela de pilotos de la
Fuerza Aérea israelí) (3). Bruselas también financia empresas
europeas que venden material al Ejército israelí (BAE Systems, Leonardo, ThyssenKrupp
Rheinmetall o Rolls-Royce, entre otras).
Por último,
desde el principio de la guerra, Tel Aviv ha podido contar con un apoyo
político casi indefectible. Los dirigentes europeos empezaron por reproducir el
discurso israelí presentando de entrada el sangriento ataque del 7 de octubre
como un acto de terrorismo islamista y antisemita. A continuación, no dejaron
de afirmar el “derecho de Israel a la legítima defensa”, incluso cuando Tel
Aviv agredió unilateralmente y por sorpresa a Irán en junio de 2025. También
han seguido manteniendo relaciones cordiales con sus homólogos israelíes. El
presidente israelí Isaac Herzog, encargado de transmitir la buena nueva israelí
por todo el mundo, fue recibido con honores en el Elíseo en julio de 2024, y
sigue siendo recibido con los brazos abiertos en los países que tiene a bien
visitar: Hungría e Italia en febrero de 2025, Alemania en mayo, Letonia,
Lituania y Estonia en agosto, Reino Unido en septiembre.
Persecución de la sociedad civil
Muy diferente
es el trato que reciben los defensores de los palestinos, quienes denuncian un
genocidio y piden que se respete el derecho internacional. En Francia, Alemania
o Italia se han prohibido manifestaciones pacíficas, así como conferencias o
mítines de apoyo a Gaza. Activistas y diputados acusados de justificar los
ataques del 7 de octubre han recibido citaciones y han sufrido detención
preventiva y persecución por apología del terrorismo. El pasado 30 de abril, el
ministro del Interior francés, Bruno Retailleau, incoaba el procedimiento de
disolución del colectivo Urgence Palestine con la fantasiosa excusa de que
promovía la violencia. El 11 de septiembre, la policía registraba el domicilio
del director de publicación de la página web de la Unión Judía Francesa por la
Paz, de nuevo en el marco de una investigación por apología del terrorismo.
Días después, justo en el momento en que Macron anunciaba el reconocimiento
francés del Estado de Palestina, Retailleau instaba a los prefectos a recurrir
sistemáticamente al derecho administrativo para castigar a los concejales que
colgaran la bandera palestina en la fachada de sus ayuntamientos.
Cuando no son
acosados por la policía o los jueces, los defensores de Palestina son
calumniados por los medios de comunicación. Desde el 7 de octubre de 2023, los
diputados y militantes de Francia Insumisa han sido tachados casi diariamente
de antisemitismo, con total impunidad, en las cadenas del grupo Bolloré,
en Le Point y Le Figaro, a veces en France Inter y
en las columnas de Le Monde o de Mediapart. Una acusación injuriosa
que también han sufrido los humoristas Guillaume Meurice y Blanche Gardin, el
investigador Pascal Boniface, la filósofa Judith Butler… Nadie está a salvo:
una palabra, por insignificante que sea, puede desatar la conjura.
Por el
contrario, quienes orquestan estas campañas de difamación y reproducen la
propaganda israelí se hacen acreedores a todos los honores. La humorista de
France Inter Sophia Aram lleva dos años riéndose de los que denuncian un
genocidio en Gaza (el “guirigay de la indignación fácil”, la “buena conciencia
de la izquierda”, los “tontainas”…). Aram defiende la política israelí en toda
circunstancia (“Admito que estoy a favor de la desnuclearización de Irán por
parte de Israel”) y se dedica a propagar la equiparación entre antisemitismo y
antisionismo (“Quienes hablan de ‘antisionismo’, que no es sino antisemitismo,
a menudo son los mismos que tienden a llamar al jabón ‘gel de ducha sólido’”).
El 14 de julio, el ministro francés de Exteriores la condecoró con la Legión de
Honor. Se trata de la recompensa oficial de un nuevo negacionismo que toda una
galaxia de influencers extiende por doquier a bombo y
platillo: “No hay intención genocida, pero es que tampoco hay efecto genocida”,
“No hay una hambruna en Gaza”, repite Bernard-Henri Lévy (Radio J, 29 de junio
de 2025).
Una visión
optimista de la marcha del mundo condena a los revisionistas al basurero de la
historia y promete, más tarde o más temprano, la liberación a los pueblos
oprimidos. Pero es a la aniquilación a donde Israel, su aliado estadounidense y
sus cómplices europeos y árabes están llevando a Palestina y a los palestinos.
En ausencia de acciones —no digamos ya de sanciones—, el reconocimiento de
París y las capitales occidentales suena como un viático para su viaje a los
infiernos. Como un adiós.
Notas:
(1) Véase Akram Belkaïd, “Israel, acusado de genocidio en Gaza”, Le
Monde diplomatique en español, enero de 2025.
(2) “Legal analysis of the conduct of Israel in Gaza pursuant to the Convention
on the Prevention and Punish of the Crime of Genocide”, Consejo de Derechos
Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 16 de septiembre de
2025.
(3) Mark Akkerman y
Niamh Ní Bhriain, “Partners in crime. EU
complicity in Israel’s genocide in Gaza”, Transnational Institute, Ámsterdam,
junio de 2024.
Benoît Bréville es el director de Le Monde diplomatique
Fuente: https://mondiplo.com/los-culpables-y-sus-complices
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