Estadísticamente
hablando, la probabilidad de que un candidato obtenga un resultado casi
idéntico, con una diferencia de apenas dos o tres décimas, en dos elecciones
separadas es casi cero.
Ecuador: milagro estadístico
El Viejo Topo
17 abril, 2025
Este domingo el
mundo asistió a un milagro sin precedentes en la historia política mundial. La
segunda vuelta de la elección presidencial que se dirimía entre el
“candidato-presidente” -así llamado porque Daniel Noboa, millonario y
prepotente violó la norma que impide a un presidente ecuatoriano seguir en
funciones si se postula para la reelección- y Luisa González arrojó un
resultado asombroso: la candidata de Revolución Ciudadana obtuvo el 44.35 % de
los votos, una cifra casi idéntica a la que obtuviera en la primera vuelta:
44.0 por ciento. Noboa, por su parte, se alzó con 55.65 % de los votos cuando
en la primera vuelta había terminado con 44.17 % y fue reelecto como
presidente.
La tasa de
participación estuvo en línea con las habituales en ese país: 83,70 % del censo
electoral. Contrariando toda la experiencia internacional en el balotaje
González apenas incrementó el porcentaje de su votación en 0.35 % mientras que
su rival lo hizo en poco más de once puntos porcentuales. ¿Cómo se explica
tamaña discrepancia?
Digamos para
empezar que el Consejo Nacional Electoral, que el presidente maneja a su
antojo, cambió los lugares de votación pocos días antes del proceso electoral.
Además el gobierno decretó el estado de excepción recortando fuertemente la
libertad de tránsito y reunión, y los últimos diez días de la campaña Noboa se
cansó de repartir bonos a manos llenas: para jóvenes, emprendedores, afectados
por desastres, para los policías, etcétera, por un total equivalente al 0.5 %
del PIB del Ecuador.
Además, durante
toda la campaña se verificó una inédita presencia de las fuerzas armadas, se
cambió el comando que debía proteger a González mientras llegaba al país Erik
Prince, fundador y líder del tenebroso grupo paramilitar Blackwater invitado a
“colaborar” en el combate al narcotráfico y para erradicar la violencia en ese
país. En otras palabras, las condiciones mínimas de previsibilidad, libertad y
tranquilidad social brillaron por su ausencia el pasado domingo en Ecuador.
Andrés Arauz, Secretario General de Revolución Ciudadana, al igual que Luisa
González, denunció la “siembra de actas” en distintos lugares del país y, a
modo de prueba, publicó en las redes sociales seis actas electorales sin las
firmas conjuntas del presidente y secretario de las juntas receptoras de voto.
Todas favorecían a Noboa.
Pero lo que
sorprende y suscita múltiples interrogantes es el hecho de que Luisa González
haya logrado un número prácticamente idéntico, salvo por un par de decimales,
al que había alcanzado en la primera vuelta. ¿Es razonable que tal cosa ocurra
en un balotaje? La respuesta es un rotundo no. Si analizamos la experiencia
latinoamericana en la materia veremos cómo invariablemente, los dos
contendientes en cualquier balotaje aumentan su caudal electoral. En Argentina,
la segunda vuelta de la elección presidencial del 2023 muestra que Javier
Milei, que en la primera había obtenido un 29.9 % de los votos saltó hasta un 55.6
% en el balotaje, mientras que Sergio Massa pasó del 36.6 al 44.3 %. En Chile,
en 2021, Gabriel Boric que en la primera vuelta había sido derrotado por José
A. Kast (27.9 contra 25.8 % de los votos) logra “dar vuelta” ese resultado y
triunfa en el balotaje con 55.9 contra 44.1 % de Kast. Al igual que en el caso
argentino, ambos competidores mejoraron su gravitación electoral. Lo mismo
ocurrió en las presidenciales colombianas del 2022: Gustavo Petro se impuso en
la primera vuelta con 40.3 % de los votos, mientras que el ultraderechista
Rodolfo Hernández terminaba lejos, con 28.1 %. Pero en el balotaje Petro sube
hasta llegar al 50.4 y su rival crece casi veinte puntos hasta llegar al 47.3
%. En Uruguay, 2024 el frenteamplista Yamandú Orsi se impone en la primera
vuelta con 43.8 %, contra 26.8 de Álvaro Delgado, del Partido Nacional, pero en
el balotaje éste suma veinte puntos porcentuales más y llega al 48 %,
insuficientes para derrotar a Orsi que se empinó hasta el 52 %. Y quedándonos
en Ecuador, en la elección de agosto del 2023 Luisa González obtiene la primera
mayoría relativa con 33.6 % contra 23.4 % de Daniel Noboa. En el balotaje Noboa
suma casi treinta puntos más y finaliza ganador con 51.8 % prevaleciendo sobre
Luisa, que crece pero no lo suficiente para ganar y llega al 48.1 %. Repito: en
los balotajes los dos finalistas aumentan su caudal electoral.
No obstante,
ahora nos encontramos ante una más que sospechosa anomalía porque la candidata
de Revolución Ciudadana que había obtenido el 44.0 por ciento de los votos en
la primera vuelta (contra 44.1 de Noboa) en el balotaje repite casi
milimétricamente el resultado al obtener 44.3 % mientras que el ilegal
“candidato-presidente” crece hasta llegar al 55.6 %. Estadísticamente hablando,
la probabilidad de que un candidato obtenga un resultado casi idéntico, con una
diferencia de apenas dos o tres décimas, en dos elecciones separadas es casi
cero. No digo que sea imposible, sí que es harto improbable, teniendo en cuenta
que después de cerrada la primera vuelta se selló una alianza con el movimiento
indígena Pachakutik que había obtenido poco más del 5 % de los votos y que once
encuestas de distintas consultoras todas daban como ganadora a González por una
diferencia de entre 3 y 4 por ciento de los votos. Se impone revisar un conteo
voto a voto, porque ese fatídico 44 por ciento puede ser más el resultado de
una ecuación matemática que la expresión de la ciudadanía ecuatoriana.
Porque,
pensémoslo bien: ¿cuál es la probabilidad de que millones de personas actuando
con total independencia unas de otras y en un contexto muy distinto al anterior
-amenaza de muerte a Luisa González, nuevas alianzas, votos de los indecisos,
etcétera- repitan casi exactamente un mismo porcentaje, con un margen de
diferencia de un par de décimas del uno por ciento, Sin ser un matemático pero
habiendo tomado varios cursos de estadística, me arriesgo a decir que ese
número parece más bien surgido de una ecuación matemática incorporada en el
sistema de conteo de votos que de un genuino recuento de la voluntad popular.
Las encuestas no son infalibles, pero tampoco suelen fallar con márgenes tan
amplios como los que surgen de este rarísimo resultado electoral. Se impone un
recuento, uno a uno, de los votos. En caso contrario, la sospecha de que Noboa
se robó la elección pesará sobre su presidencia hasta el último día de su
mandato.
Fuente: Página 12.
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