Promovieron sombras y los
devora la oscuridad
Rebelion
24/02/2025
Fuentes: Rebelión
Bruselas no quiere la paz, sólo una mayor emisión de bonos de la UE (El
Tábano Economista)
En Ucrania se
abrió una ventana de oportunidad para la paz, sin importar cuál sea su
desenlace. En teoría, la humanidad debería apoyar tal iniciativa. Sin embargo,
en contra de la sensatez y la preservación de la raza humana, la Unión Europea
se ha convertido en un promotor de la guerra, como si no escuchara a quienes
deberían guiarla. El conductor designado ha cambiado, y con él, el mapa al
volante.
Esta nueva
narrativa de los estadounidenses con respecto a Ucrania cambió drásticamente en
apenas un mes. Pasaron de enaltecer a Volodímir Zelenski como un “líder firme,
defensor de los valores democráticos, que lucha por su país y por todo el mundo
civilizado, por nuestra libertad”, a tacharlo de “payaso”, “dictador”,
“asesino” y “rey loco”. Este giro no solo refleja la volatilidad de la política
exterior estadounidense, sino también las profundas implicaciones que las
conversaciones entre Estados Unidos y Rusia tienen para el equilibrio mundial,
europeo y asiático.
Las
negociaciones entre Estados Unidos y Rusia no son simplemente un desaire a
Europa. Mientras ambos países avanzan hacia una posible resolución tras las
conversaciones en Arabia Saudita, las potencias regionales, desde Pekín hasta
Nueva Delhi, y de Japón a Gran Bretaña, deben recalibrar sus estrategias con
cautela, considerando tanto las oportunidades como los riesgos.
Para China,
cualquier acuerdo diplomático será analizado a través de la óptica de sus
propias ambiciones geopolíticas. Beijing ha mantenido un delicado equilibrio
durante toda la guerra. Un acuerdo de paz podría acelerar la expansión de la
Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda y la reconstrucción de Ucrania,
permitiendo a China profundizar su influencia en Europa mientras prueba los
límites de su alineación con Rusia. Además, el fin de la guerra permitiría a
China reevaluar su posición respecto a Taiwán, especialmente si Washington
vuelve a centrar su atención en el Indo-Pacífico.
India, por su
parte, ha jugado un intrincado juego de flexibilidad diplomática, manteniendo
lazos comerciales con Rusia mientras preserva su relación estratégica con
Estados Unidos e Israel a través del Corredor
Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC). Un acuerdo posbélico
obligaría a Nueva Delhi a reevaluar sus políticas energéticas, ya que ha
dependido del petróleo ruso a precios reducidos durante el conflicto. Si las
relaciones comerciales entre Rusia y Occidente se normalizan, India podría
perder su acceso privilegiado a estos recursos.
Japón y Corea
del Sur, aliados incondicionales de Estados Unidos, han adoptado una postura
dura contra Rusia, aplicando sanciones y brindando apoyo material a Ucrania.
Sin embargo, si Washington y Moscú llegan a un acuerdo diplomático, Tokio y
Seúl tendrán que afrontar un complejo realineamiento. Buscarán garantías de que
cualquier acercamiento con Putin no se traduzca en posturas más suaves frente a
las amenazas regionales, como las ambiciones nucleares de Corea del Norte y las
reivindicaciones territoriales de China en el Mar de China Meridional.
Antes de
abordar los problemas de la Unión Europea, es crucial destacar las inmensas
ganancias que Estados Unidos podría obtener si se concreta el proyecto
presentado por Trump para Ucrania. Durante mucho tiempo hemos argumentado que
el costo-beneficio de la guerra ha sido un gran acierto para Washington. El
borrador del contrato ofrecido por el presidente estadounidense a Kiev
convertiría a Ucrania en una colonia económica para Estados Unidos durante los
próximos años.
El proyecto no
se limita al control estadounidense de los minerales críticos del país, sino
que abarca todo, desde puertos e infraestructura hasta petróleo, gas y
minerales de tierras raras. Estados Unidos, que ha invertido 300 mil millones
de dólares en Ucrania, se quedaría con el 50% de los ingresos generados por la
extracción de recursos y las licencias emitidas a terceros. Además, tendría un
“derecho de preferencia” para la compra de minerales exportables y gobernaría
cualquier litigio bajo la ley de Nueva York, renunciando Ucrania a su inmunidad
soberana.
Este acuerdo,
si se acepta, representaría una proporción mayor del PIB ucraniano que las
reparaciones impuestas a Alemania en el Tratado de Versalles. Como decían los
presidentes argentinos Nicolás Avellaneda y Javier Milei: “Páganos primero las
deudas y luego alimenta a tus hijos”.
Desde la
asunción de Donald Trump al poder, ha surgido un nuevo juego que ha elevado los
temores sobre el futuro de la relación transatlántica. Durante su campaña
electoral de 2024, Trump dejó claro que no protegería a los aliados europeos
que no gasten lo suficiente en defensa. Sumantra Maitra, asesor de Trump,
propuso un modelo de una OTAN
«dormida«, en la que el compromiso de Estados Unidos con Europa se
reduciría, activándose solo en tiempos de crisis.
Este escenario
sería tan desestabilizador para la UE como como un
ataque nuclear de Rusia. De hecho, el European
Union Institute for Security Studies ha utilizado esta
posibilidad para presionar a Europa a financiar la compra de armas
estadounidenses, revelando que el único objetivo europeo es satisfacer las
demandas de Washington.
La política
estadounidense en Europa podría adoptar dos formas principales. En el primer
escenario, Estados Unidos utiliza la amenaza del abandono como palanca para
presionar a los países europeos a aumentar su gasto en defensa, privilegiando
los activos y armas estadounidenses. Este enfoque transaccional podría conducir
a una bilateralización de las relaciones en materia de defensa, donde Estados
Unidos negociaría directamente con países individuales o pequeños grupos.
En el segundo
escenario, Estados Unidos busca una retirada estratégica de Europa para
priorizar otros teatros de operaciones, como el Indo-Pacífico. Este enfoque
implicaría el traslado de activos militares y capacidades de mando y control
fuera de Europa, dejando a los europeos a cargo de conflictos regionales, como
la guerra en Ucrania.
En realidad, es
probable que la política estadounidense combine elementos de ambos escenarios.
Un factor clave para que cualquier acuerdo perdure será establecer claramente
los beneficios del cumplimiento y los costos de violar las disposiciones
acordadas. La suspensión condicional de sanciones específicas, en lugar de su
eliminación incondicional, podría ser una herramienta efectiva.
Un ejemplo
sería lo relacionado con las sanciones, y en especial con la apropiación de los
300.000 millones de dólares en activos rusos en la UE y EE.UU. Obtener un
acuerdo sobre esos activos que pasen a formar parte de un fondo internacional
de reconstrucción de Ucrania evitaría el efecto amedrentador que produciría una
confiscación unilateral sobre los inversores internacionales. El uso de esos
fondos que ya han sido gastado, al menos sus intereses, serán un problema, pero
seguramente se ofrecerá la posibilidad de que una parte de esos fondos se
asignen a regiones bajo control ruso.
La guerra en
Ucrania ha dejado al descubierto las limitaciones de Europa. Una Europa cuyas
industrias no pueden producir los grandes volúmenes de armamento y municiones
necesarios para una guerra sostenida, y que carece de capacidades logísticas y
liderazgo militar unificado, no puede ser un activo estratégico para Estados
Unidos. Sin embargo, la Comisión Europea propondrá que
el gasto de defensa quede exento de las leyes que limitan el
déficit presupuestario, lo que sugiere que Europa está dispuesta a financiar la
industria bélica estadounidense.
En última
instancia, un banco de
rearme sería la opción. Europa parece estar dispuesta a
sacrificar su autonomía estratégica para satisfacer las demandas de Washington.
La pregunta que queda es: ¿a qué costo?
Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/02/23/promovieron-sombras-y-los-devora-la-oscuridad/