Los medios para frenar a la
«maligna» China
Por Néstor Restivo
Rebelion
26/09/2024
Fuentes: Tektonikos
Avanza en EE.UU. una ley con fondos multimillonarios para una maquinaria de
propaganda.
Uno piensa
inmediatamente en la película Wag the Dog (o “Mentiras que matan”, como se
tituló en Argentina), aquella en la que Robert De Niro interpreta al “doctor
Brean”, un Joseph Goebbels o a un Jaime Durán Barba, pero del centro del
imperio, para inventar una historia (y una guerra, en Albania) que distraiga al
vulgo de un hecho que puede perjudicar al gobierno local. El encargado de armar
esa flor de fake news, de las que por cierto ha habido a lo largo
de toda la historia, pero que ahora se desmadraron por los masivos dispositivos
a mano para replicarlas, es un productor de Hollywood interpretado por el actor
Dustin Hoffman.
Casi treinta
años después, en el Capitolio, el representante (diputado) republicano de
Kentucky Andy Barr, que vive con su esposa y sus tres hijos rubiecitos en
Lexington y quiere “restablecer el sueño americano”, presentó un proyecto de
ley para establecer un fondo multimillonario que buscará “frenar la influencia
maligna” de China y en la votación obtuvo aprobación bipartidaria, con 351
votos a favor y 36 en contra.
La ley (Act HR117) autoriza un “Fondo para Contrarrestar la Influencia
Maligna de la República Popular China” con 325 millones de dólares anuales para
los años fiscales 2023 a 2027 y que combatan “la influencia global del Partido
Comunista Chino”. Es una cifra interesante: 1.600 millones de dólares en todo el
ciclo. En un solo año, por ejemplo, duplica el presupuesto actual de la cadena
de televisión por cable CNN.
¿Cuántas
operaciones Albania como las de la película citada podrían financiarse con ese
dineral? ¿Cuántas operetas de influencia en la opinión pública, para las cuales
siempre hay prestos algunos comunicadores y funcionarios de tantos países?
En los
fundamentos de la ley, todo transparente (vamos, hablamos de una democracia
real) se señala que los fondos apoyan iniciativas para “contrarrestar la desinformación
del PCCh, promover la transparencia, reducir la corrupción y combatir prácticas
económicas coercitivas como las vinculadas a la Iniciativa de la Franja y la
Ruta China”. Se trata del principal instrumento de política exterior de China,
al que han adherido un centenar y medio de países que buscan, y en muchos casos
consiguen, obras de infraestuctura. ¡¿A cambio de qué?!, gritan/preguntan
furiosos algunos periodistas o funcionarios cuando China contribuye con sus
vacunas en la pandemia o cuando anuncia una inversión en un puerto o en una
ruta. Quizá ahora que tienen nuevo y más cuantioso presupuesto, lo
griten/pregunten más seguido, en tanto se exacerba la guerra híbrida global.
Según la
legislación que ahora pasó al Senado, un alto funcionario del Departamento de
Estado supervisará las iniciativas del Fondo, “asegurándose de que se alineen
con las prioridades de seguridad nacional de Estados Unidos e incluyan informes
anuales al Congreso sobre la eficacia de las actividades financiadas”.
El State Department
y la agencia USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional, un objetivo no verificable) serán los encargados principales de
distribuir los fondos para “subvencionar a medios de comunicación y fuentes de
la sociedad civil de todo el mundo que contrarresten la ‘influencia maligna’
china a nivel global”.
Al comentar la
noticia, comparar presupuestos y criticar el gasto federal que se producirá por
esta ley, el medio estadounidense Responsible Statecraft publicó que “el principal
órgano de coordinación de los esfuerzos de información de Estados Unidos, el
Global Engagement Center (GEC) del Departamento de Estado, tiene un presupuesto
anual de menos de 100 millones de dólares”.
El autor de la
nota concluye que “la abrumadora mayoría bipartidista a favor de la HR 1157 (el
proyecto en cuestión) es una instantánea de una cultura en Washington que
parece no ver el riesgo para los valores e intereses de Estados Unidos cuando
participamos en las mismas actividades encubiertas que criticamos en otros
países.”
Es que
justamente Estados Unidos es un país cuyo sistema político y mediático viene
criticando que, al menos desde las elecciones de hace diez años, hay
injerencias extranjeras en su sistema electoral tan preciado. Pareciera entonces
que Washington opina de otro modo cuando se trata de sus operaciones de
propaganda en países extranjeros.
Calificar de
“maligna” a China es ya un clásico en las últimas declaraciones oficiales u
opiniones de EE.UU., desde el presidente saliente Joe Biden hasta la jefa del
Comando Sur Laura Richardson, que repite el concepto como una letanía cada vez
que patrulla América Latina, lo que hace seguido.
Como la nueva
ley no observa requisitos o condiciones, se puede sospechar que, por ejemplo,
el programa sirva para subvencionar mensajes encubiertos antichinos de forma
similar a aquellos en los que se acusa a Rusia de financiar encubiertamente
mensajes antiucranianos de personas influyentes de los medios de comunicación
estadounidenses, han dicho las voces críticas a esta iniciativa.
Ciertamente, la
palabra “maligno” es lo suficientemente ambigua y amplia como para justificar
todo tipo de operaciones. Pero se entiende que, básicamente, los fondos
servirán para poner siempre en duda acciones o inversiones chinas en otros
países. Y que difícilmente se conocerán los detalles, porque varios aspectos de
las operaciones de información de EE.UU. podrían estar clasificadas.
En Naruvu como en Ucrania y Argentina
Responsible
Statecraft incluyó en su nota un caso práctico de cómo podría operar este
fondo. Se trata, en el ejemplo hipotético, de contrarrestar la influencia china
en el país africano ficticio de “Naruvu”. Allí, los miembros de un equipo de
Asuntos Civiles de las Fuerzas Especiales ven un cartel publicitario con la
imagen de un puerto y caracteres chinos (bien podría ser el que construye el
grupo chino COSCO en Chancay, al norte de Lima, que será el más grande de
Sudamérica y se inaugurará dentro en dos meses, visita de Xi Jinping a Perú
incluida). Determinando rápidamente que los chinos están invirtiendo en un
nuevo puerto de aguas profundas en Naruvu, se trazan estrategias para inflamar
antiguas fricciones entre los trabajadores “naruvianos” y las empresas chinas.
En pocos días, las protestas apoyadas por el ODA (Destacamento de Operaciones
de Fuerzas Especiales Alfa), por ejemplo como se apoyó el Euromaidan, es decir
el golpe de Estado en Ucrania, en 2013, uno de los antecedentes de la guerra
actual, estallan alrededor de las sedes de las empresas chinas y de su embajada
en “Ajuba”.
Enfrentada a
una campaña de propaganda combinada con un intenso malestar laboral, la empresa
china se ve obligada entonces a dar marcha atrás en su proyecto de puerto y
abandona Naruvu. (El caso que imagina el medio tiene un final algo
hollywoodense: las fuerzas especiales estadounidenses irrumpen en las oficinas
de la empresa constructora, confiscan los planos del puerto y descubren que, en
realidad, se trata de un complot chino para emplazar misiles de largo alcance
en Naruvu y amenazar la navegación atlántica estadounidense).
¿El caso de las
granjas porcinas en Argentina, más allá de errores que se cometieron en el
gobierno de Alberto Fernández para encararlo, no tuvo nada que ver con esto?
¿Quién financió la tremenda campaña en contra del proyecto? Quizá en otros
países están más a resguardo: la USAID ya fue expulsada de muchos, desde
Bolivia a Rusia.
Han señalado
medios estadounidenses que durante la presidencia de Donald Trump, el Global
Engagement Center (GEC) del Departamento de Estado, probable receptor de muchos
de estos fondos, apoyó ataques contra críticos estadounidenses de la política
de Trump en Irán. Más recientemente, los conservadores del Congreso han
afirmado que el GEC ha abogado por la censura de las voces conservadoras que no
están de acuerdo con las políticas exteriores de Biden. Como se señaló ya, la
aprobación de la HR 1157 fue abrumadora y bipartidista, es decir con apoyo
Demócrata y Republicano, es decir que hay un consenso muy fuerte en llevar
adelante estas prácticas. Se verá qué hace el Senado, pero en esas condiciones
no deberían esperarse cambios muy grandes.
Una década
antes de que subiera a la pantalla “Wag de Dog”, John Stockwell, oficial de la CIA durante 13 años, denunció
que EE.UU. mató al menos a seis millones de personas a base de golpes de Estado
y cambios de regímenes políticos en todo el globo, sostenidos en
financiamientos de campañas mediáticas y por otros canales como esta con media
sanción ahora. Dijo Stockwell entonces: “Derrocamos democracias que funcionaban
en más de 20 países. Manipulamos elecciones en docenas de países, creamos
ejércitos y los pusimos a luchar contra gobiernos enemigos. La CIA mató como
mínimo a seis millones de personas”.
Fuente: https://tektonikos.website/los-medios-para-frenar-a-la-maligna-china/
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