Entrevista al economista Alex Hemingway.
¿Y si los trabajadores fueran
dueños de su lugar de trabajo?
Por David Moscrop
Rebelion
08/08/2024
Fuentes: Jacobin
Las empresas propiedad de sus trabajadores tienen menos desigualdad
salarial, mayor seguridad laboral, mayor satisfacción en el trabajo, lazos más
fuertes con la comunidad y mayor capacidad de recuperación durante las
recesiones económicas. El modelo debe extenderse.
David Moscrop,
de Jacobin, habló recientemente con Alex Hemingway, economista jefe
y analista de políticas de finanzas públicas del Canadian Centre for
Policy Alternatives sobre su nuevo informe, «Expanding Democratic
Employee Ownership in Canada: policy options» (Ampliar la propiedad
democrática de los empleados en Canadá: opciones políticas) y por qué ahora
podría ser el momento de que los trabajadores financien la propiedad de los
medios de producción.
DM. ¿De
qué hablamos cuando hablamos de empresas de propiedad democrática?
AH. En su forma
más básica, estamos hablando de empresas que son propiedad y están controladas
por las personas que trabajan en ellas, en lugar de por un conjunto más
reducido de propietarios de capital. Esto puede adoptar diferentes formas y
estructuras. La forma tradicional es una cooperativa de trabajadores, que es
una forma de propiedad colectiva. Su funcionamiento puede variar mucho.
Puede operar de
una manera relativamente plana, no jerárquica, o puede tener una jerarquía más
tradicional con directivos que son — y esta es una distinción importante—
elegidos y revocables por el resto de los trabajadores. Así, los trabajadores
tienen más control y comparten el valor de lo que producen. En este modelo,
normalmente las cooperativas de trabajo asociado parten de cero, pero a veces
se crean mediante la reconversión de empresas ya existentes.
El otro modelo
que me gustaría destacar, y que es bastante interesante, es el llamado
fideicomiso de propiedad de los trabajadores. Se trata de un modelo bastante
potente que permite a un fideicomiso adquirir una empresa en nombre de sus
empleados. Y lo importante es que esto ocurre sin que los trabajadores paguen
nada de su bolsillo. En su lugar, los propietarios salientes de la empresa
acuerdan recibir pagos diferidos que proceden de los beneficios de la empresa a
lo largo de varios años. Después, los beneficios empiezan a llegar a los
trabajadores.
Se trata de una
forma más indirecta de propiedad de los trabajadores, en la que éstos forman
parte del consejo de administración de la estructura fiduciaria. El fideicomiso
está más alejado de las operaciones cotidianas de la empresa, que en teoría
podría seguir funcionando de la misma manera si así lo decidieran los
fideicomisarios. En la práctica, sin embargo, se tiende a ver cómo surgen
mecanismos de participación cotidiana de los trabajadores a nivel operativo, y
eso es importante para hacer realidad los beneficios de la propiedad
democrática de los empleados.
DM. ¿Por
qué estos modelos no son más comunes en Canadá?
AH. Existen
obstáculos para la creación de empresas democráticas propiedad de los
trabajadores, y son de varios tipos. Es muy útil contar con estructuras
jurídicas claras que permitan la creación de este tipo de empresas, por lo que
en Canadá estamos en proceso de aprobar una ley federal que creará una
estructura fiduciaria de propiedad de los empleados en este país. Así que eso
dará una nueva opción para la creación de empresas propiedad de los empleados.
Además, los propietarios que quieran vender sus empresas a sus empleados podrán
beneficiarse de una desgravación fiscal sobre las ganancias.
Otra serie de
obstáculos, más amplios, a la propiedad de los empleados es el acceso al
capital. Obviamente, los trabajadores no disponen de mucho capital, casi por
definición. Si quieren crear una cooperativa de trabajo asociado, a menudo se
encontrarán con que los bancos y otros prestamistas están menos familiarizados
con los modelos democráticos de accionariado asalariado en Canadá, porque no
hay muchos. Esto puede dificultar el acceso a la financiación. Necesitamos
intervenciones políticas para solucionar este problema.
También surgen
problemas de acción colectiva cuando se intenta crear una cooperativa de trabajo
desde cero. Crear cualquier empresa es un reto y normalmente requiere mucho
trabajo por parte de un grupo relativamente pequeño de personas al principio.
Por ello, las cooperativas de trabajo asociado no ofrecen una forma fácil de
compensar ese trabajo inicial y el riesgo inherente al mismo.
Los empresarios
tienen un incentivo para estructurar sus negocios como empresas convencionales
propiedad de inversores. Una forma de superar este reto de la acción colectiva
es convertir las empresas existentes en propiedad de los empleados en lugar de
empezarlas desde cero. Pero otra es contar con instituciones que puedan ayudar
a apoyar e incubar nuevas empresas democráticas propiedad de los empleados. Y
eso es lo que vemos en las jurisdicciones donde estos modelos tuvieron especial
éxito. Hay organizaciones sectoriales, empresas de servicios empresariales que
ya están creadas para ayudar a las empresas propiedad de los trabajadores y a
las cooperativas de trabajo asociado, lo que facilita mucho su puesta en marcha.
Y también hay capital público que se pone a trabajar —capital paciente— para
permitir la puesta en marcha de este tipo de empresas desde una perspectiva
financiera.
DM. Una
vez que una empresa se convierte en propiedad de los trabajadores y es
controlada por ellos, parecen surgir dos categorías de beneficios. Uno es el
económico, tanto para el trabajador como para la sociedad en general, y el
segundo es el valor inherente del control democrático sobre el lugar de
trabajo. ¿Qué aspecto tienen estos beneficios en la práctica?
AH. Lo que
vemos es que las empresas propiedad de sus empleados conducen a una menor
desigualdad salarial, a una mayor seguridad laboral dentro de esas empresas y a
una mayor remuneración de los trabajadores, ya que participan de las ganancias.
También vemos
que las empresas propiedad de sus empleados son más resistentes durante las
recesiones económicas. Suele ocurrir que los trabajadores se unen y tratan de
evitar los despidos. En esas situaciones, pueden decidir que todos van a
reducir temporalmente sus horas y su salario para capear el temporal. Así que
existe ese factor de resistencia. Además, cuando las empresas son propiedad de
sus empleados y están más arraigadas en la comunidad, los propietarios son, por
definición, parte de esa comunidad y están más comprometidos con los intereses
de la comunidad en general.
No es de
extrañar que haya más satisfacción laboral en las empresas propiedad de los
empleados; resulta que estar alienado de tu trabajo en el sentido marxiano no
es tan bueno para la satisfacción laboral. A los trabajadores les gusta tener
cierto control sobre su vida cotidiana en lugar de estar a merced de los
caprichos de un jefe que no rinde cuentas. Y prefieren que se les pague el
valor íntegro de su trabajo. No es de extrañar, por tanto, que en Estados
Unidos tres cuartas partes de los encuestados digan que
prefieren trabajar en una empresa propiedad de sus empleados, y que esa
preferencia sea transversal a todos los partidos.
La
investigación económica también muestra que las empresas de empleados son igual
o más productivas que las empresas convencionales una vez que se pusieron en
marcha. Y, de nuevo, esto tiene sentido si pensamos en la motivación de los
trabajadores para contribuir a una empresa que es realmente suya.
DM. En
el informe, escribes: «Generalmente damos por sentado, al menos en principio,
que todo el mundo tiene derecho a opinar y, desde luego, a votar sobre lo que
hacen nuestros gobiernos. Pero en las empresas y lugares de trabajo que rigen
muchas de nuestras horas de vigilia (…) estos derechos democráticos mínimos
están en gran medida ausentes».
También señalas que los ingresos en el modelo privado se concentran en los
propietarios y no en los trabajadores. ¿Por qué los trabajadores y el país en
general tardaron tanto en dar prioridad a un cambio hacia empresas bajo
propiedad y control de los trabajadores?
AH. Creo que se
debe a algunas de las barreras de las que hablábamos antes. Como hemos visto en
las encuestas, existe un gran interés latente entre los trabajadores por este
tipo de modelo. No es fácil empezar de cero y, sobre todo, no es fácil cuando
eres una persona de clase trabajadora sin el capital necesario para poner en
marcha una empresa. Creo que desde el punto de vista del trabajador, es
bastante sencillo en ese sentido.
En los últimos
años hemos visto surgir en Canadá a la Canadian Coalition for Employee
Ownership (Coalición Canadiense para la Propiedad de los Empleados),
que cuenta entre sus miembros a muchos propietarios de empresas. Hay una parte
del capital que está interesada en este modelo. Creo que muchos propietarios de
empresas que podrían jubilarse en los próximos años están pensando en sus
planes de sucesión y no quieren necesariamente vender su empresa a una gran
empresa o a un competidor, y puede que no tengan hijos a los que quieran
traspasársela o que quieran hacerse cargo de la empresa.
Las encuestas
realizadas a estos propietarios muestran que muchos de ellos están interesados
en vender a sus empleados. Por lo tanto, hay una gran oportunidad en este país
para la expansión de las empresas propiedad de sus empleados. Y combinado con
la introducción de esta nueva estructura jurídica de fideicomiso de propiedad
de los empleados, este proceso de conversión será más fácil y más atractivo
para los propietarios de empresas. Se combinará con la desgravación fiscal de
las ganancias, al menos durante los próximos años, ya que en este momento se
trata de una desgravación temporal.
DM. Me
parece que hemos llegado a un punto crítico. Con la jubilación de los boomers se
va a producir un cambio generacional en el capital y el control de las
empresas. ¿Cómo derribar las barreras institucionales y psicológicas que
impiden que prospere el accionariado democrático de las empresas?
AH. Es una
pregunta interesante. Creo que parte de la respuesta está relacionada con
muchas de las otras luchas que son necesarias en este momento, ya sea por la
organización sindical o la lucha por la redistribución de la riqueza a través
de algo como un impuesto sobre la riqueza. En parte, se trata simplemente de
seguir construyendo centros de poder de la clase trabajadora para luchar por
este tipo de prioridades en el sistema político.
Creo que el
terreno es fértil en muchos aspectos, algunos de los cuales se derivarán de la
jubilación de los boomers, otros de la reciente evolución política.
Pero también estamos en esta era de desigualdad extremadamente alta. Creo que
hay una creciente polarización social y política y una desilusión con las
instituciones, por lo que creo que hay una apertura para algunos cambios
fundamentales en la forma en que funciona nuestra economía. Para muchos
trabajadores no es difícil imaginar que la vida podría ser mejor con la
propiedad y el control de la empresa en la que trabajan.
Creo que uno de
los aspectos más interesantes de la introducción de la estructura fiduciaria de
propiedad de los empleados en Canadá es que en el Reino Unido tuvo mucho éxito
en poco tiempo. Ahora hay cientos de empresas propiedad de empleados creadas en
ese país cada año desde que se introdujo el modelo en 2016. Y creo que la
expansión de ese sector puede, con suerte, autorreforzarse y crear una nueva
base de recursos para el poder de la clase trabajadora y dar luchas
complementarias al movimiento sindical y los movimientos sociales.
Creo que no hay
duda de que si el accionariado asalariado democrático es capaz de alcanzar un
día una masa crítica en Canadá, va a empezar a preocupar bastante al gran
capital. Así que, como en cualquier otra lucha, se trata de tener esa base de
poder de la clase trabajadora organizada para sostenerla e impulsarla.
Traducción: Pedro Perucca
Fuente: https://jacobinlat.com/2024/05/06/y-si-los-trabajadores-fueran-duenos-de-sus-lugares-de-trabajo/
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