¿No
le gustaron los resultados de las elecciones en Venezuela? Abúrrase
KAOSENLARED
31 de julio de 2024
Cada cierto tiempo hace
falta lo que los yanquis llaman un decoy –leurre en
francés, señuelo en castellano-, o sea un chamullo para
desviar la atención del respetable público, facilitando así la masiva
sodomización de la Humanidad. No te hagas al lado, tú también ofreces tu pinche
posterior a la concupiscencia, lascivia e insaciable líbido imperial. Pasa que
ya estás acostumbrado y no te das cuenta.
Hubo elecciones en
Venezuela y había que aprovechar el tema para hacer olvidar Gaza, Ucrania, el
criminal bloqueo a Cuba, las sanciones económicas a más de un tercio de la
población planetaria, los bombardeos a los vecinos de Israel (Cisjordania,
Líbano, Siria, etc.), los asesinatos en tierra extranjera de los dirigentes
palestinos (eso NO ES terrorismo), los bombardeos a embajadas adversarias en
capitales foráneas, la guerra comercial contra Rusia y China, el proteccionismo
cotidiano mientras se entona el salmo librecambista y otras payasadas menores.
Había que enviar
“observadores” desde el reino de la límpida libertad democrática, o invitarles
desde la sospechosa satrapía bolivariana. No fuera cosa de descubrir algún
fraude, uno nunca sabe.
¿Fraude? Eso mismo, como el
que denunció en EEUU un cierto Donald Trump, que accesoriamente en ese momento
fungía de presidente del Imperio.
“¡Me robaron la elección!”,
proclamó, e invitó a sus partidarios a salir a las calles (exactamente como
ahora en Caracas) a hacerse justicia por sus propias manos.
¿Y los “observadores”?
¡¿Cuáles “observadores”?!
Los que seguramente enviaron Rusia, China, Brasil, África del Sur, Etiopía,
Malí, Eritrea, Francia y la Unión Europea, con el propósito de asegurarse de
que no hubiese fraude… Esos “observadores” que de seguro se preparan a enviar
otra vez a los EEUU para supervisar las muy transparentes elecciones yanquis.
Aclaro que a mí no me gusta
Trump. Tampoco me gusta el senil e hipócrita Biden, ese que mantuvo en prisión
a Julian Assange durante cinco años. El mismo Assange que fue perseguido
durante décadas… por ejercer su profesión de periodista: la libertad de
información… ¿conoces?
Por eso escribí una parida
resumiendo las elecciones yanquis: se trata de escoger entre la peste y el
cólera.
En eso estaba pensando
cuando recibí un mensaje de un muy apreciado amigo: “No me gusta Maduro”, me
dijo.
A Blinken tampoco le gusta.
Blinken, el payaso que va a Israel a asegurarle a Netanyahu que seguirá
recibiendo armas para liquidar a la población palestina de Gaza y de todas
partes.
Ni a Boric, el presidente
chileno que no abre la boca para referirse a los inocentes que ponen en
“prisión preventiva” en Santiago, sin proceso y sin condena, mientras el
millonario pedófilo Eduardo Macaya que abusó de media docena de niñitas,
condenado por la Justicia (?) sigue en libertad. El mismo Boric que viaja a medio
Oriente a buscar inversionistas entre los jeques árabes famosos por sus
principios democráticos.
A mí no me gusta Kamala
Harris, que de la noche a la mañana le provocó una erección priápica a los
electores demócratas.
Ni me gusta el loco Milei.
Ni me gusta Dina Boluarte, presidente del Perú, y no es sólo por su nombre de
pila.
Ni me gusta Daniel Noboa,
que oficia de presidente ecuatoriano, y hace invadir por la fuerza las
embajadas extranjeras.
Detesto a Giorgia Meloni,
primer ministro italiano y transitoriamente presidente de la Unión Europea
porque es una fascista declarada. Y a Ursula von der Leyen, de recia raigambre
nazi por su familia, presidente de la Comisión Europea que es el vergonzante
simulacro de gobierno de la Unión Europea.
Tampoco me gusta Macron, ni
su gobierno en plan “La jaula de las locas” pero sin los geniales Ugo Tognazzi
y Michel Serrault.
Ni me gusta el rey de
Marruecos, notre ami, quien, en su augusta generosidad acaba de
amnistiar una docena de presos políticos a propósito de los cuales nadie dijo
nada.
En su día no me gustó el
pedacito de mierda llamado Guaidó. Ni su clon Leopoldo López. Como no me gusta
el cómico Zelensky, ex presidente de Ucrania apuntalado por el complejo
militaro-industrial USA.
A Roberto Pizarro no le
gusta Daniel Ortega, mandamás de Nicaragua, ni su Rosario Murillo de
inspiradora esposa, acerca de los cuales escribió una nota difundida por
POLITIKA: para nuestra sorpresa, recibimos algunos mensajes de entusiastas
partidarios del par.
Todo esto te lo cuento porque
cuando se trata de países rascas, de países al pedo, de lo que los mismos
yanquis llamaron “failed states”, pauvres et miserables projets de pays
à-la-mords-moi-le-noeud, bostas del rear garden, o sea bostas
del patio trasero, el lugar en el que se sitúa el orto de Washington, cuando se
trata de la lie de l’Humanité, -digo-, una condición imperativa de
sus mandatarios o candidatos a, el requisito imprescindible, la cualidad sine-qua-non…
es gustarle al State Department, a la CIA y a la White
House (dicho sea de paso De Gaulle no les gustaba, por eso intentaron
cargárselo…).
Si no me gustan a mí, ¿qué
puedo hacer?
No puedo organizar un golpe de Estado.
No puedo asesinar a un Presidente.
No puedo financiar a la oposición.
No puedo comprar políticos venales.
No puedo aplicar sanciones económicas y financieras.
No puedo bloquear ese país.
No puedo ejercer presiones sobre los gobiernos obedientes.
No puedo bombardearlos.
Ni financiar acciones terroristas.
Ni lanzar una campaña de propaganda a través de los principales medios a la
orden.
Ni bloquear resolucions de la ONU.
Ni impartirle órdenes a la OEA.
Ni enviar naves de combate, dos o tres portaaviones, en plan amenaza.
Todo esto era previsible
ANTES de que se realizaran las elecciones (dicho sea de paso: si se trata de
una dictadura… ¿para qué coños organizar elecciones?).
Y he aquí que buena parte
de la opinión que llaman pública (del mismo modo que a las hetairas las
llamaron mujeres públicas), la prensa, la radio y la TV de los
poderosos, y más de algún despistado, pasan buena parte del día en
disquisiciones cuya objeto principal es determinar, ès qualitès, si
Maduro ganó o si hubo fraude.
Esto es el prodromo de algo
peor que ya está llegando. Eso que la poliarquía deliberativa que decide a
nuestras espaldas ya tenía previsto.
Mientras tanto, la práctica
ultracrepidariana llega a su clímax, anunciando el goce jeropa que
obtienen quienes opinan doctamente de lo que no conocen.
Por mi parte echo mano al
recurso que utilizábamos en mi barrio de calles empedradas de la Villa de San
Fernando de Tinguiririca: cuando alguien nos tocaba los cojones más allá de la
cuenta, la réplica era sólo una palabra:
¡¡Abúrreme!!
Imagen de Pikist
1 comentario:
¿Sólo le falta a celeste ameneiro sanin ser pro- maduro?
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