El reparto de cargos en la cúspide de la Unión Europea, con
Ursula von der Leyen a la cabeza, ha mostrado la escasa voluntad democrática
real de los burócratas de Bruselas. El “qué hay de lo mío” impera.
TOPOEXPRESS
La Europa de la nada
13 agosto, 2024
Ursula von der Leyen
fue reelegida como Presidente de la Comisión Europea, pese a que el Tribunal de
la UE la acusó de falta de transparencia en la gestión empresarial de las
vacunas Covid y las investigaciones continúan. La calidad de una Europa unida está
ante nuestros ojos. Cada día circulan en los medios imágenes de esta mujer al
frente de la Unión, mientras al mismo tiempo seguimos gritando contra el
patriarcado y pidiendo más derechos individuales.
Europa necesita moral
y ética política, nadie se atreve a plantear esta verdad. Se predica la guerra,
continúan las homilías sobre los derechos individuales, se dan puñetazos en los
pechos sobre la inclusión y al mismo tiempo la calidad de la política cae
en picado. Una señora acusada de falta de transparencia en la emergencia del
Covid fue reelegida con mayor número de votos que en las elecciones anteriores.
Europa se revela en su verdad: no tiene moral, no hace política, sino que es
sólo un Versalles cerrado que se relaciona con el mundo empresarial y que desvía
la atención de la gente con la retórica de los derechos individuales. La vida
cotidiana en la época de los derechos individuales nos da la verdad: nunca las
relaciones humanas han sido tan inhumanas y vehículo de patología psiquiátrica.
El primer derecho de los ciudadanos es la transparencia, donde no hay
transparencia sólo existe el privilegio de algunos y el sometimiento de los
subordinados, quienes no tienen derecho a saber toda la verdad sobre las
vacunas que hay en sus cuerpos.
En este clima de
negocios y guerra asistimos a un notable empeoramiento de las relaciones
sociales e institucionales en nuestra vida diaria. En hospitales y escuelas
reina un clima de indiferencia y competencia darwiniana. El dinero y el
incienso decretan el trato que recibes. Detrás de la pantalla de bellas
palabras, el Versalles europeo, entre el biopoder y el poder disciplinario,
está estableciendo un sistema relacional en el que la retórica de los derechos
se convierte en la ley del más fuerte. El más fuerte establece la ley y hace
negocios. Pero la libertad de los derechos individuales es libertad abstracta,
ya que el otro no es reconocido en su humanidad desesperada, su mirada no es
escuchada ni sentida en el cuerpo vivido.
Los eurodiputados
elegidos por el pueblo con una mínima participación en las elecciones aplauden
a Ursula von der Leyen, que poco a poco se convierte en el «modelo europeo» que
las nuevas generaciones miran con ciego asombro. El Versalles europeo atrapado
entre el biopoder y el poder disciplinario de la información está ante
nosotros, mientras las guerras continúan (no parecen contaminar) y la
economía verde se compara, sin escándalo, con la economía de
guerra. Balas y medidas verdes coexisten en una contradicción que hasta un niño
podría captar. La educación de las nuevas generaciones está ahora tan
desestructurada que no comprenden las evidentes contradicciones del sistema
europeo. Ante contradicciones lacerantes y sangrientas deberíamos preguntarnos
«por qué» todo esto no provoca un «escándalo» y los pueblos europeos no salen a
la calle; Todo está en silencio, mientras el rugido de los cañones sigue
cobrando víctimas tanto en Gaza como en Ucrania.
Todo es guerra y en
todo conflicto las leyes no son las mismas para todos.
En 2011 el ministro de
Defensa, Karl Theodor Gutenberg, del CSU bávaro, y en 2021 la ministra de la
Familia alemana, Franziska Giffey, de 43 años (SPD), fueron despedidos por
plagio de tesis, un despropósito comparado con la acusación de falta de
transparencia en el asunto covid, pero la ley ética no parece aplicarse a
Ursula von der Leyen. Dobles raseros como ocurre en sistemas en los que no es
el Estado de derecho el que gobierna sino el privilegio. Hay quienes pueden
gobernar más allá del bien y del mal. En una Europa de este tipo, debemos tener
el coraje de volver a predicar, disculpe el término, la moral pública y la
libertad concreta capaz de reconocer al otro. La hostilidad hacia la filosofía
y la religión tiene su raíz en el rechazo del individuo concreto y social. Si
el pueblo no sale a la calle, la razón es que décadas de neutralización de toda
moral, enmascarada por la retórica de los derechos individuales, verdadero
instrumento para desmantelar lo público y sustituirlo por el comité de asuntos
privados, han establecido el reino del Nihilismo pasivo. Los europeos ya no
creen en nada. La esperanza en una existencia digna de ese nombre ha sido
sustituida por la lógica de la supervivencia y la naturalización de la ley del
más fuerte. El futuro es sólo la migración, por lo que el inglés de los
inmigrantes debe ser el fundamento único de generaciones sin identidad
y sin cultura. Sin esperanza y con la conciencia de ser sujetos sin
alternativa, las personas aceptan lo inaudito. El término «sin» se repite
deliberadamente: el europeo medio está a punto de convertirse en un «simple
soplo de vida» si no reacciona adecuadamente a esta condición que nos lleva al
abismo.
Para reconstruir la
política es necesario volver a poner en escena la ética pública con la
jurisprudencia, pero no la del Versalles de Bruselas, medio que se puede
utilizar si es necesario contra los disidentes, sino la ética que defiende la
honestidad y la transparencia sin las cuales no hay política, sino sólo el
comité de negocios. Las nuevas generaciones deben reapropiarse de los
contenidos de conocimientos con los que comprender el presente. El tiempo
del debate debe ser sustituido por la voluntad de saber y la
voluntad de verdad. Parecen virtudes obsoletas, ya que Europa nos ha enseñado
que el mercado (la oligarquía financiera) decide las elecciones de los
individuos y los pueblos. Retomemos la política, hagámosla, exijamos y vivamos
la transparencia, el valor objetivo de la vida civil sin el cual estamos
destinados a un sombrío sometimiento a los más fuertes. A quienes nos dicen que
no hay moral, pero que todo es relativo, respondemos poniéndonos de pie entre
los escombros europeos.
Fuente: Sinistrainrete
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