Combate terminológico: la
batalla por el relato
Por Marcel Lhermitte
Rebelion / América Latina y Caribe
01/08/2024
Fuentes: Rebelión
En los últimos
días del mes de julio, en la ciudad de Panamá, presencié un intercambio de
personas vinculadas al mundo sindical en donde se debatía sobre unos nuevos
integrantes de la bancada legislativa del país canalero, que cuentan con una
corta trayectoria política, y se habían adueñado de la bandera de la lucha
anticorrupción, a pesar de que ese había sido un estandarte histórico de las
fuerzas de izquierda.
El intenso
debate, luego de varias intervenciones de los militantes sociales presentes,
concluyó en una palabra que está tan de moda en los últimos años: el relato; o
dicho en forma más precisa, la batalla por el relato y el combate que se genera
por la terminología correspondiente.
Dice el
sociólogo francés Pierre Bourdieu que “el que nomina, domina”. Cuatro palabras
cargadas de un inmenso significado en lo que tiene que ver con la estrategia
política y fundamentalmente con el storytelling, el arte de contar
historias.
Quien logra
establecer y hacer predominar un relato sobre los demás existentes es quien
tiene las mayores posibilidades de dominar la narrativa política, de ahí la
importancia de la construcción del relato y, por ende, de la profesionalización
y dedicación que se le dedica a esta “herramienta de dominación”.
No fue casual
que en la primera elección de Nayib Bukele, el ahora presidente nominara con
el frame “los mismos de siempre” a todos los integrantes del
sistema político de El Salvador, haciendo gala del ya consagrado “son todos
iguales” los que se integran la oferta electoral del Pulgarcito de América y se
repiten una y otra vez.
Tampoco fue
inocente el famoso marco cognitivo de “pacto de corruptos” instalado en
Guatemala, que refería a quienes detentaban el poder del país centroamericano y
que tenían secuestrada a la democracia de la nación, hasta el reciente
advenimiento del presidente Bernardo Arévalo.
Pero más allá
de frames y de relatos que han marcado historia en América
Latina, en los últimos años –de manera similar al que muchas veces hacen las
barras bravas del fútbol cuando sustraen banderas de las tribunas adversarias–,
se ha constatado el uso de terminología que fue tomada por las fuerzas
conservadoras y que antiguamente eran estandartes de los colectivos
progresistas.
Uno de los
primeros y más notorios ejemplos fue el uso del frame “casta”
política, que el actual presidente argentino, Javier Milei, ha popularizado y
matrizado en su relato de los últimos años, al punto que actualmente es una
bandera de todos los colectivos libertarios, no solo del Río de la Plata, sino
del mundo de habla hispana.
Pero los
orígenes del término casta no los tiene Milei, ni tampoco Vox, el partido
ultraderechista español que también lo acuñó, de quien seguramente toma
prestada la palabra el mandatario argentino. Quienes comienzan a nominar en su
relato a la casta en el mundo hispanoparlante fue Podemos, el colectivo
liderado por Pablo Iglesias, a partir del 15-M.
Quienes
nacieron como producto de la indignación social y se rebelaron contra el
sistema nominaron casta básicamente a los poderes fácticos y a gran parte del
poder político-partidario, entre ellos los bancos, los partidos tradicionales
como el PSOE y el PP, el mercado, etc. En cambio, para los libertarios y grupos
de extrema derecha la casta es el político tradicional. En resumen, para ambos
la casta forma parte de la nominación del enemigo en el relato.
Otro término
que era estandarte de los colectivos de izquierda era la libertad, pero a
partir de la pandemia fundamentalmente, los colectivos conservadores se
empoderaron de él para defender su tesis de no establecer reglamentaciones que
permitieran a los trabajadores quedarse en sus hogares para así garantizar la
vida.
Incluso, la
libertad comenzó a ser utilizada como frame en varias campañas
electorales de derecha, entre ellas la última presidencial chilena, en donde el
candidato a jefe de Estado del Partido Republicano, José Antonio Kast, afirmó
que en los comicios se debía decidir entre “la libertad o el comunismo”. No
parece casual que, en el mismo año 2021, en las elecciones autonómicas de la
comunidad de Madrid, la candidata del Partido Popular, Isabel Díaz Ayuso,
propusiera exactamente el mismo marco cognitivo que el transandino: libertad o
comunismo.
Dentro de estos
combates terminológicos, en donde los colectivos conservadores han tomado frames que
pertenecían a los progresistas, y del que existen varios otros ejemplos, es
peculiar cómo estos últimos no han ido por algunos marcos cognitivos de sus
adversarios. Quizás, uno de los que más llama la atención es “provida”.
Provida, se ha
consagrado por los integrantes de los colectivos conservadores como un término
para nominarse a sí mismos y que alude a la lucha contra la interrupción
voluntaria del embarazo, fundamentalmente, pero también en algunas naciones
refiere a la eutanasia. En su espíritu, el significado está dado en ser los
defensores de la vida.
Por
contraposición, aquellos que son defensores de la interrupción voluntaria del
embarazo, quedan terminológicamente despojados de la defensa de la vida, cuando
en verdad es un marco cognitivo falso, ya que una de las principales banderas
de quienes tienen esta posición es justamente brindarle las garantías básicas
para que las mujeres que realicen esta práctica no mueran, por lo tanto,
también son defensores de la vida.
Pero, como dice
Bourdieu, el que nomina domina, y son las fuerzas conservadoras quienes están
trabajando más arduamente en la construcción del relato, al punto de apoderarse
de terminología que antes no era de su uso cotidiano y constituían valores de
sus adversarios.
Dice el
escritor francés Christian Salmon que la gente ya no compra productos, sino las
historias que estos productos significan. Esta sentencia, proveniente del mundo
comercial, también se aplica a la comunicación política. Cada uno de nosotros
estamos bajo el influjo del storytelling y será el arte de
nuestra narrativa lo que nos llevará a hacer valer nuestras ideas.
Marcel Lhermitte es periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación y
magíster en Comunicación Política y Gestión de Campañas Electorales. Ha
asesorado a candidatos y colectivos progresistas en varios países de América
Latina, el Caribe y Europa. Director del colectivo latinoamericano de
comunicación política Relato. Coordinador del Diplomado en
Comunicación Política de la Universidad Claeh.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
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