La otra cara del desembarco de
Normandía
DIARIO OCTUBRE / junio 11, 2024
Sergio
Rodríguez Gelfenstein.— Aunque la vorágine de
acontecimientos internacionales es muy intensa, trato de escribir solo un
artículo a la semana para no atiborrar a mis lectores con tanta información.
Esta semana era inevitable comentar el triunfo de Claudia Sheinbaum y de la
alianza que va a dar continuidad al gobierno de López Obrador en México.
No obstante, he
visto con asombro el burdo y vergonzoso show de celebración del 80 aniversario
del desembarco en Normandía en Francia, suponiendo que el mundo está lleno de
estúpidos que no se dan cuenta que están intentando tergiversar la historia. Me
parece que algo hay que decir. Pero como no me da tiempo de escribir algo
nuevo, recuperé un artículo que escribí en junio de 2014 con el mismo motivo,
cuando se cumplieron 70 años del hecho. Creo que tiene validez y actualidad. Al
final una pequeña nota de comentario.
La otra cara
del desembarco de Normandía
Entre agosto de
1942 y febrero de 1943 se desarrolló el enfrentamiento bélico de mayor
dimensión en la historia de la humanidad. La batalla de Stalingrado produjo un
poco más de 2 millones de bajas entre soldados de ambos ejércitos y civiles
soviéticos.
La victoria
soviética significó un punto de inflexión en la intención nazi de derrotar a
ese país y el inicio de una contra ofensiva de las Fuerzas Armadas al mando del
mariscal Zhukov, que no se detuvo hasta la victoria definitiva en Berlín en
mayo de 1945. En esa medida, Stalingrado, encarnó un cambio en la correlación
estratégica de fuerzas de la segunda guerra mundial y la convicción de
Occidente que el poder soviético no iba a caer por la fuerza avasalladora del
ejército nazi, aspiración suprema de las fuerzas aliadas que durante los dos
años anteriores miraban con ambición no oculta que ese hecho ocurriera.
Intentando
contener a las tropas soviéticas, en julio de 1943 Hitler ordenó el ataque de
sus principales fuerzas, lo que dio origen a la Batalla de Kursk, (en
territorio ucraniano), considerada la de mayor dimensión en cuanto a la
participación de blindados (8.000) y de aviones (5.000) entre ambos
contendientes. Los soviéticos pasaron a la ofensiva y entre julio y agosto
lograron derrotar a la mayor agrupación de fuerzas alemanas sobrevivientes de
Stalingrado convenientemente reforzadas por Hitler. La derrota en Kursk fue el
último intento nazi de pasar a la ofensiva en el frente oriental.
De inmediato,
el mando soviético ordenó dar continuidad a la contra ofensiva para aprovechar
el alto grado de desmoralización que produjeron las derrotas del ejército nazi
en Stalingrado y Kursk, por lo que entre agosto y octubre de 1943 se
desencadenó la Batalla de Smolensk que ocasionó alrededor de 250 mil bajas
alemanas y de sus aliados y 400 mil entre soldados y civiles soviéticos. Esta
contienda permitió la entrada de las tropas en Bielorrusia iniciando los
combates por la liberación de esa república.
Simultáneamente,
en agosto de ese año, dio inicio la Batalla del Dniéper. Al finalizar la misma
en diciembre, las fuerzas nazis tuvieron un millón 700 mil bajas y las
soviéticas un millón 250 mil. Este enfrentamiento también está considerado uno
de los de mayor dimensión en la historia, con la participación de alrededor de
4 millones de combatientes entre ambos bandos.
Durante los
últimos meses de 1943 y primeros del año 1944 el avance de las tropas
soviéticas hacia el oeste se mantuvo indetenible. Fueron liberadas Kiev,
Crimea, Odessa, Sebastopol y Nóvgorod, creando condiciones para romper el cerco
sobre Leningrado que había durado 900 días ininterrumpidamente desde septiembre
de 1941 hasta el 27 de enero de 1944 sin que el alto mando nazi hubiera logrado
el objetivo de capturar la ciudad.
Así, el Estado
Mayor de las Fuerzas Armadas soviéticas preparó para el verano de 1944 la
Operación Bagration encaminada a desplazar a los alemanes de Bielorrusia y los
países bálticos, liberar totalmente su vasto territorio de toda presencia
militar extranjera y entrar a la Europa ocupada a través de Polonia. Esta batalla
significó el aniquilamiento total de 17 divisiones del ejército nazi, quedando
además 50 de ellas gravemente disminuidas.
La Operación
Bagration basó su éxito en el extraordinario trabajo de la inteligencia
soviética que consiguió detectar los planes alemanes hasta el último detalle,
logrando planificar de antemano las operaciones, adelantarse en las mismas y
quitarle toda posibilidad de iniciativa al enemigo que se vio sorprendido y sin
capacidad de respuesta ante la acometida de las tropas al mando de los
mariscales Zhukov, Vasilevsky, Bagramián, y Rokossovsky y el General de
Ejército Iván Chernyajovsky, muerto en combate en Polonia en febrero de 1945.
De manera tal
que esa era la situación en los campos de batalla cuando por fin¡¡¡¡¡, el alto
mando aliado decidió abrir el frente occidental ejecutando el Plan Overlord y
el desembarco en Normandía como parte de él. A partir de ese momento la
mitología occidental se ha encargado de transformar el desembarco en Normandía
-a través de Hollywood y su gran aparato ideológico y de propaganda- en la
“batalla decisiva” de la segunda guerra mundial, adjudicándole a las fuerzas
armadas estadounidenses un papel que no le cabe en la historia. No se trata de
minimizar la contribución de los aliados en la contienda, pero la realización
tardía e interesada del desembarco persiguió objetivos políticos vinculados a
la situación que habría de crearse en la posguerra.
Lo cierto es
que el sostenido avance soviético en el este, despertó inquietud en la alianza
atlántica en la carrera por llegar primero a Berlín y, en primera instancia a
París, en una Francia que resistía a través de sus partisanos comunistas
mientras el General De Gaulle vivía en Londres y refunfuñaba con imprecaciones
de toda índole por la demora estadounidense-británica en ejecutar el ansiado
desembarco, cuyo retraso amenazaba con poner en entredicho su propia capacidad
de liderar el proceso de liberación de Francia.
Debe decirse
que a mediados de junio de ese año, la inteligencia soviética había logrado
desinformar a Alemania acerca de sus planes en el frente oriental, por lo cual
concentraba grandes cantidades de unidades en el este que jamás pudo desplazar
al oeste. Además, sus tropas se encontraban diseminadas en un amplio frente de
combate que iba desde el Báltico hasta el Mediterráneo, donde además de las
tropas soviéticas combatían heroicamente fuerzas guerrilleras rurales y urbanas
en Italia, Yugoslavia, Eslovaquia, Polonia y Grecia.
Sin desmerecer
a los miles de soldados aliados y a los civiles franceses caídos durante y
después del desembarco en Normandía, quienes arriesgaron su vida a favor de
destruir la plaga del nazismo, la cifra de 214 mil bajas aliadas y de 300 mil
alemanes entre muertos y heridos, palidece ante las dimensiones antes relatadas
de las épicas jornadas de combate que sufrió la Unión Soviética durante 3 años.
Si se pudiera
comparar en términos militares, el desembarco en Normandía con las batallas en
Stalingrado, Leningrado, Smolensk, Kursk o el Dniéper habría que decir que la
primera fue una simple escaramuza, no tanto por la magnitud de las fuerzas
militares y el armamento terrestre, aéreo y naval ocupado en las operaciones,
sino sobre todo porque a diferencia de los soviéticos que luchaban por liberar
territorio patrio y su pueblo sufría en carne propia los desmanes y la
represión indiscriminada del aparato de guerra y represión nazi, Estados Unidos
y Gran Bretaña luchaban fuera de su territorio, ocupados en una batalla
geopolítica para impedir que el país de los soviets fuera el primero en llegar
a Berlín y lograra la gloria de derrotar al Tercer Reich en su propia
madriguera. Era parte de la guerra fría y el mundo bipolar.
Es cierto que
45 años después la Unión Soviética fue derrotada y desapareció, que sus líderes
de entonces no tuvieron la misma grandeza de los que lo condujeron en la Gran
Guerra Patria y que su desvanecimiento anunció “el fin de la historia”. Pero
esa es una cosa, y otra es que se pretenda por vía cinematográfica tergiversar
la historia, construir falsos ídolos y esquilmar a los pueblos de la Unión
Soviética el sustantivo aporte que hicieron a la libertad no sólo de ellos
mismos, sino de toda la humanidad.
“Honrar,
honra”, dijo José Martí y se debe reconocer la honra del presidente francés
Francois Hollande cuando durante los actos en conmemoración del 70 aniversario
del desembarco aliado el pasado 6 de junio, en las playas normandas destacó “el
valor del Ejército Rojo y la contribución del pueblo de la entonces Unión
Soviética a la derrota del nazismo en la II Guerra Mundial”. Hollande hizo
patente su deseo de “…saludar el coraje del Ejército Rojo que, lejos de aquí,
frente a 150 divisiones alemanas, fue capaz de hacerlas retroceder”.
En el acto que
contó con la presencia de 19 jefes de Estado entre los cuales destacaba Barack
Obama de Estados Unidos y Vladimir Putin de Rusia, Hollande destacó “…la
contribución decisiva de los pueblos de la llamada Unión Soviética” durante esa
contienda.
En ese sentido,
la agencia Prensa Latina recordaba que “Cuando el mando aliado decidió abrir el
Frente Occidental con el desembarco de más de 130 mil efectivos de varios
países en Normandía, ya el Ejército Rojo había prácticamente derrotado a las
fuerzas alemanas que invadieron a su país agregando que “La confrontación costó
a la hoy extinta Unión Soviética un duro precio de más de 20 millones de vidas
humanas, así como la destrucción de una gran parte de su territorio”.
NOTA: El mundo ha retrocedido tanto que hace solo 10 años atrás, en 2014,
los presidentes de Rusia y Estados Unidos podían conmemorar juntos la derrota
del nazi-fascismo en Europa. Igualmente, la regresión ha sido tan atroz que
hace una década el presidente de Francia reconocía el relevante papel de la
Unión Soviética en la derrota de las hordas nazis. Hoy, en 2024, por el
contrario, Estados Unidos y Francia apoyan al nazi fascismo, lo promocionan,
arman a sus fuerzas y entrenan a sus soldados. He ahí el paupérrimo nivel del
liderazgo occidental, ignorante y genuflexo ante el nazismo, al que apoyan para
conducir al mundo a una tercera guerra mundial, suponiendo que, al igual que en
1941, una derrota de Rusia, les va a llevar a la salvación del capitalismo y al
sostenimiento de la hegemonía que sustentan.
www.sergioro07.blogspot.com
FUENTE: sergioro07.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario