Hacía tiempo que
se estaba anunciando que venía el lobo… y finalmente ha llegado. No es que
estuviera muy lejos, ni que no hubiera ya asomado las orejas en más de un país,
pero socialistas y liberales hacían como si no lo vieran… y ya está aquí.
Elecciones europeas
El Viejo Topo
21 junio, 2024
Este domingo
concluyeron las elecciones europeas eligiendo a los
diputados y diputadas que conformarán la décima legislatura. Nunca está de más
recordar que estas elecciones son aprovechadas como el maquillaje perfecto
para renovar el entramado de gobernanza de la UE (Parlamento y Comisión
Europea). Intentando, con la convocatoria electoral, esquivar la imagen de
un aparato burocrático estructurado jerárquicamente con escaso control
democrático que responde a un equilibrio de poderes de estados a partir de
la hegemonía del eje Berlín-París. Este proceso concluirá, meses más tarde, con
la ratificación del Parlamento a la presidenta/presidente de la Comisión
Europea y del consejo de comisarios previamente negociado por los estados
miembros.
Quizás el
titular más destacado de esta convocatoria electoral sea el crecimiento de la extrema derecha que
consolida una derechización de la UE que lleva tiempo larvándose. La actual
dispersión de extrema derecha, en tres grupos en la eurocámara, difumina la
imagen de su resultado electoral, pero no se puede obviar que ha sido la
segunda fuerza más votada de Europa con algo más del 20% de los votos por
delante de los socialdemócratas. De esta forma, la ultraderecha ha conseguido
ser la primera fuerza en: Italia, Francia, Hungría, Bélgica, Austria y Polonia,
y segunda fuerza en Alemania y Países Bajos, mientras el Partido Socialista
europeo solo ha conseguido ganar en Suecia, Rumanía, Malta y empatar en
Portugal con la derecha.
El partido de Le
Pen, Reagrupamiento Nacional (RN), ha conseguido no solo volver a ganar en
Francia por tercera vez consecutiva en unas elecciones europeas, doblando en
votos a al partido de gobierno, sino también ser el partido con más diputados
en la eurocámara, una buena muestra de la pujanza de la extrema derecha
europea. Un resultado que ha generado un auténtico terremoto en el país galo,
en donde Macron se ha visto obligado a convocar unas elecciones
legislativas de urgencia.
De hecho, la
extrema derecha no ha dejado de crecer en Europa desde principios de siglo, de
apenas conseguir los diputados para formar grupo en la eurocámara a ser la
segunda fuerza más votada en estas elecciones. En una década han doblado sus
apoyos y se perfilan como una fuerza que puede determinar mayorías
parlamentarias en la próxima legislatura. La burocracia eurócrata de Bruselas
considera muy seriamente esta posibilidad y, para ello, ha comenzado toda una
campaña para diferenciar entre una extrema derecha buena y una extrema derecha
mala; es decir, entre aquella extrema derecha que asume sin ambages la política
económica neoliberal, la remilitarización y la subordinación geoestratégica a
las élites europeas y la OTAN, y aquella otra que todavía las cuestiona, aunque
cada vez más tímidamente.
En la propia
campaña electoral, la candidata del PPE a revalidar la presidencia del colegio
de comisarios, Ursula von der Leyen, ha abierto la puerta de par en par a
pactar con una parte de la extrema derecha representada por Meloni, la «extrema
derecha buena». En este sentido, el propio presidente del Partido Popular
Europeo (PPE), el alemán Manfred Weber, ya se mostró favorable a llegar a acuerdos
con la extrema derecha después de una reunión con la presidenta italiana
Georgia Meloni el año pasado. Acercamientos que contribuyen a normalizar a la
extrema derecha como un socio aceptable, legitimando no sólo su espacio
político, sino también sus políticas y discursos de odio que cada vez ganan más
audiencia entre el electorado europeo. Esta es una buena muestra del rol
protagónico que se le augura a la extrema derecha en esta legislatura que
comienza, en la que serán una pieza clave para conseguir mayorías
parlamentarias.
En este
sentido, parece que Le Pen no se quiere quedar otra vez fuera de esta operación
de lavado de cara, es consciente que tiene que terminar de concluir su
particular proceso de desdiabolización, no solo para pintar algo en el próximo
Parlamento Europeo, sino sobre todo para tener alguna posibilidad en las
presidenciales francesas del próximo año. De esta forma, la ultraderechista
francesa ha tocado la puerta de Meloni para intentar unir fuerzas y convertirse
en la segunda fuerza política de la eurocámara. En las próximas tres semanas,
periodo en el que se tienen que conformar los grupos políticos en el Parlamento
Europeo, descifraremos la incógnita de por quién se ha decantado Meloni. Por
los cantos de sirena del grupo Popular o por liderar un gran grupo de la
extrema derecha. El propio Jorge Buxadé (Vox), le ha recordado en campaña a
Alberto Núñez Feijóo: «No te emociones porque Giorgia Meloni es una de los
nuestros». Parece que se auguran interesantes y complejas semanas en el marco
de la derecha y la extrema derecha para terminar de ver como se configuran
finalmente los grupos políticos en la eurocámara.
Quizás, otro de
los titulares que nos deja estas elecciones es la tendencia de erosión del
bipartidismo europeo, si ya en 2019, por primera vez en la historia del
Parlamento Europeo, Populares (PPE) y Socialdemócratas (S&D) no
consiguieron sumar mayoría absoluta. En estas elecciones, cinco años después,
los socialistas dejan de ser la segunda fuerza más votada, para ser relegados
por la extrema derecha a una histórica tercera plaza. Los números no dan con
socialistas y populares y cada vez necesitan ampliar más con nuevas fuerzas la
llamada gran coalición que hasta ahora ha gobernado Europa.
De hecho, ya en
la pasada legislatura, especialmente los liberales de Renew Europe y en algunas
ocasiones los Verdes, han sido fundamentales para configurar mayorías en el
parlamento y aprobar las grandes medidas de esta legislatura (Pacto Verde,
remilitarización europea, Pacto de Migración y Asilo, etc). Han sido justamente
estos dos grupos, tanto Renew Europe como los Verdes los que han sufrido un
desgaste electoral más fuerte en estas elecciones, perdiendo 20 y 18 escaños
respectivamente. Si en 2019 crecieron, en cierta medida, como fuerzas
renovadoras y modernizadoras de una caduca gobernanza bipartidista, no haber
cumplido las expectativas les llevado a pagar un alto coste electoral. A pesar
de ello se antojan como dos fuerzas fundamentales para poder asegurar las
mayorías de la gran coalición.
Quizás el
ejemplo más claro del desgaste de la fórmula política de Renew Europe lo
encarna Emanuel Macron en Francia, donde su partido no ha llegado ni al 15% de
los votos. Macron representa un tipo de figura política vacía, estandarte de
una salida del bloque de poder a su propia crisis de representación y a la
corrupción de los grandes partidos, que se vendió como una fórmula que
condensaba el extremo centro en un único partido. Un modelo de político
proveniente del mundo de la gestión empresarial y percibido, precisamente, como
un gestor de la difusa «sociedad civil» pero garante del (des)orden neoliberal.
En resumen: una suerte de outsider para mantener el statu
quo.
De hecho,
Macron se suma a una tendencia global de emergencia de caudillos populistas
neoliberales autoritarios que provenientes del mundo empresarial/financiero han
dejado de confiar en los políticos profesionales para encabezar ellos mismos
sus intereses como elite desde la primera línea de la política. Estas
elecciones no solo han sentenciado el declive del macronismo como príncipe del
europeísmo neoliberal que venía a sustituir la gran coalición, sino también
abre un escenario incierto para el adelanto electoral de las legislativas
(junio) y para las presidenciales francesas. En este sentido, los que
intentaron presentarse como los representantes del macronismo hispánico,
Ciudadanos, definitivamente han terminado de morir en estas elecciones, pasando
de ocho eurodiputados a ninguno.
Parece que
podemos tener un nuevo grupo en el Parlamento Europeo en torno a los italianos
de Cinco Estrellas y a las alemanas de Alianza Sahra Wagenknecht –Por la Razón
y la Justicia–. Un espacio político poco definido construido sobre los partidos
que tienen en común su difícil encaje en alguno de los otros grupos
constituidos en el parlamento, ya sean por diferencias políticas o por vetos de
otras fuerzas, como ha sido históricamente el caso con Cinco Estrellas. Un
grupo parecido a lo que fue en la legislatura del 2014/2019 Europa de la
Libertad y la Democracia Directa (EFDD). Aunque todavía está por ver si
consiguen aliados para cumplir la regla parlamentaria de un mínimo de 25
diputados de al menos siete países distintos de la UE.
Más de cien
diputados electos no tienen grupo claro en el Parlamento Europeo, una buena
muestra del peso que ha tenido en estas elecciones el voto de protesta
anti-política, outsider de los grupos establecidas en el Parlamento
Europeo. Un buen ejemplo de este fenómeno son Fidias Panayiotou, un tiktoker chipriota
de 24 años, que ha sido la segunda fuerza consiguiendo dos plazas en el
Parlamento Europeo con más de 20% de los votos, y Alvise Pérez, el candidato de
Se Acabó La Fiesta, una de las sorpresas de la jornada electoral que en España
ha conseguido tres eurodiputados con 800.000 votos.
Un voto de
protesta movilizado para «recuperar la democracia secuestrada» por la
oligarquía política corrupta, denominada tradicionalmente por la ultraderecha
como «partidocracia», con la consecuente defensa de una especie de
antipolítica. El éxito electoral tras esa bandera que aspira a rescatar una
democracia secuestrada por las élites no se puede entender sin valorar el
déficit democrático de las sociedades en las que surge. En este sentido no es
casual que se exprese especialmente en las elecciones europeas; de la
trasformación sistémica de una sociedad globalizada; y de la deslegitimación de
la política y de lo político que se ha producido en su seno ante la devaluación
de las ideologías. En el marco dentro y fuera del sistema, el afuera sigue
reclutando cada vez más peso político en el Parlamento Europeo.
La izquierda
puede que siga ocupando la última plaza del Parlamento Europeo a la espera de
la creación de algún grupo nuevo, pero, a diferencia del 2019, consigue mitigar
su caída e incluso puede crecer levemente en número, cuando se confirme en las
próximas semanas el reparto de los diputados nuevos no inscritos a ningún
grupo. Especialmente relevantes han sido los resultados en Finlandia, segunda
fuerza; Italia, donde recupera la representación la izquierda; y el de Francia
Insumisa, que aporta el grupo más numeroso de diputados para la izquierda.
Estas
elecciones han vuelto a mostrar la pérdida creciente de legitimidad por parte
de la UE entre sectores sociales de toda Europa, la abstención vuelve a ganar
en casi todos los países. A la UE le cuesta cada vez más ser asociada con
aquellos supuestos «valores europeos» como democracia, progreso, bienestar o
derechos humanos. Una crisis orgánica en todo el sentido gramsciano del
término, resultado y profundización de la crisis del modelo post-Maastricht del
capitalismo europeo que ha supuesto una verdadera camisa de fuerza neoliberal,
con una letal combinación de austeridad, libre comercio, deuda predatoria y
trabajo precario y mal pagado, ADN del actual capitalismo financiarizado.
Esta crisis de
legitimidad e institucionalidad no solo hace que las decisiones comunitarias
intenten esquivar a toda costa los parlamentos nacionales, sino que también
consigue que cualquier referéndum o consulta a la ciudadanía que incumba
directa o indirectamente a cuestiones europeas sea mirado con recelo y pavor.
Cada día más personas despiertan del sueño europeo y se encuentran a la deriva
entre un europeísmo neoliberal y militarista abanderado por las élites de la UE
y un nacionalismo excluyente en auge a escala estatal. Una crisis orgánica del
proyecto de la UE que genera vacíos propicios para mutaciones, reajustes,
recomposiciones, y sobre todo para los monstruos como hemos visto en estas
elecciones.
Unas elecciones
que confirman: el giro de Europa hacia la derecha, en donde la extrema derecha
ya no aparece como euro-escéptica sino como euro-reformista, reservándose un
asiento en la gobernanza de la UE; la quiebra de las antiguas mayorías de la
gran coalición; el final del macronismo y su intento de gran extremo centro
europeo; el aumento de las opciones outsiders de protesta
anti-sistema y anti-políticas; y el crecimiento de la abstención y el
desencanto europeo con la maquinaria de la UE. Todo ello en un contexto en el
que los tambores de guerra no paran de resonar en las cancillerías,
acercándonos peligrosamente al escenario de una nueva confrontación bélica
mundial, con el telón de fondo de la emergencia climática y el desmantelamiento
de la gobernanza multilateral y del derecho internacional que ha regido el
mundo después de la Segunda Guerra Mundial.
Un peligroso
cóctel que augura nuevos conflictos, una recomposición de actores, una
ampliación del campo de batalla y, sobre todo, una aceleración de nuevas y
viejas tendencias. Aunque una lección destaca sobre el resto en estas
elecciones europeas, cuando siembras políticas de extrema derecha -el Pacto Migratorio
ha sido uno de tantos ejemplos- recoges… extrema derecha.
Fuente: Viento Sur
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