Europa o la impostura
La Unión Europea es una entidad política sin una
constitución legítima por tanto NO pueda expresar la voluntad política de los
pueblos europeos. La única apariencia de unidad se logra cuando Europa actúa
como vasallo de Estados Unidos, participando en guerras que de ninguna manera
corresponden a nuestros intereses comunes y menos aún a la voluntad popular.
Diario octubre / mayo
27, 2024
Cuando hoy hablamos de Europa, lo más importante que
se elimina es, ante todo, la realidad política y jurídica de la propia Unión
Europea. Que se trata de una autentico fraude se desprende del hecho que se
evita por todos los medios dar a conocer una verdad que es tan embarazosa como
evidente. Me refiero al hecho de que desde el punto de vista del derecho
constitucional, Europa no existe: lo que llamamos la «Unión Europea» es
técnicamente un pacto entre Estados.
El Tratado de Maastricht, que entró en vigor en 1993 y
que dio su forma actual a la Unión Europea, es la sanción definitiva de la
identidad europea como mero acuerdo intergubernamental entre estados.
Consecuentemente hablar de democracia en relación con Europa no tenía sentido,
los funcionarios de la Unión Europea intentaron llenar este déficit democrático
redactando el proyecto de la llamada Constitución europea.
Es significativo que el texto que lleva este nombre,
elaborado por comisiones de burócratas sin ninguna base popular y aprobado por
una conferencia intergubernamental en 2004, cuando fue sometido a votación
popular, como en Francia y Holanda en 2005, fuera impresionantemente rechazado
por una gran mayoría. Ante el fracaso de la aprobación popular, que
efectivamente anuló la llamada “Constitución”, el proyecto fue tácitamente -y
tal vez deberíamos decir vergonzosamente- abandonado y reemplazado por un nuevo
tratado internacional, el llamado Tratado de Lisboa de 2007.
Huelga decir que, desde un punto de vista jurídico,
este documento no es una constitución, sino un acuerdo entre gobiernos cuya
única coherencia se refiere al derecho internacional y que, por tanto, han
tenido cuidado de no someterlo a la aprobación popular. No sorprende, por
tanto, que el llamado Parlamento Europeo que se está eligiendo no sea, en
realidad, un parlamento, porque carece del poder de proponer leyes, y que está
enteramente en manos de la Comisión Europea. Unos años antes, el problema de la
Constitución europea había suscitado un debate entre un jurista alemán cuya competencia
nadie podía dudar, Dieter Grimm, y Jürgen Habermas, quien, como la mayoría de
los que se llaman a sí mismos filósofos, estaba completamente carente de una
cultura jurídica.
Frente a Habermas, que pensaba que en última instancia
la constitución se podía basar en una mítica “opinión pública”, Dieter Grimm
tuvo buenas razones para explicar la imposibilidad de una constitución por la
sencilla razón de que no existe un pueblo europeo y, por lo tanto, algo así
como un poder constituyente carecía de todas las bases posibles. . . Porque
como todos reconocemos el poder establecido presupone un poder constituyente,
la idea de un poder constituyente europeo es la gran ausente en los discursos
sobre Europa.
Por tanto, desde el punto de vista de su supuesta
Constitución, la Unión Europea no tiene legitimidad. Por tanto, es
perfectamente comprensible que una entidad política sin una constitución
legítima no pueda expresar la voluntad política de los pueblos europeos. La
única apariencia de unidad se logra cuando Europa actúa como vasallo de Estados
Unidos, participando en guerras que de ninguna manera corresponden a nuestros
intereses comunes y menos aún a la voluntad popular. La Unión Europea actúa hoy
como una rama de la OTAN (que es en sí misma un acuerdo militar entre estados).
Por eso, retomando no demasiado irónicamente la
fórmula que Marx, se podría decir que la idea de un poder constituyente europeo
es el espectro que acecha hoy a Europa y que nadie se atreve hoy a evocar. Sin
embargo, sólo un poder constituyente de este tipo podría devolver la
legitimidad y la realidad a las instituciones europeas. Entonces, debería
quedar claro para entendidos y legos algo simple: según todos los diccionarios
los impostores son «aquellos que obligan a otros a creer cosas ajenas a la
verdad y a actuar según esa credulidad» . En otras palabras la Unión Europea y
su extensa burocracia son actualmente nada más que una autentica ‘impostura’.
Otra
idea de Europa sólo será posible cuando hayamos terminado con esta impostura.
Para decirlo sin pretensiones ni reservas: si realmente queremos pensar en una
Europa política, lo primero que debemos hacer es quitar del camino a la Unión
Europea – o al menos, estar preparados para el momento en que, como parece
ahora- inminente, se derrumbe.
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