Gangsterización
e intervención imperialista en Haití
Publicado el 3 de abril de 2024 / Por Lucha
Internacionalista
KAOS EN LARED
A inicios de marzo, mientras el gobernante de facto Ariel
Henry se encontraba en Kenia negociando
un acuerdo para el envío de tropas a una misión de ocupación de Haití, las
bandas armadas que controlan Puerto Príncipe lanzaron una ofensiva: sitiaron el
aeropuerto y el puerto de la ciudad, liberaron más de cuatro mil presos de las
principales cárceles y exigieron la renuncia de Henry. Al no lograr retornar al
país, Henry finalmente perdió el apoyo de sus jefes estadounidenses. El 11 de
marzo aceptó renunciar y dar paso a la conformación de un Consejo Presidencial,
un gobierno interino designado por EEUU, Francia y la Comunidad del Caribe, con
la misión de organizar unas elecciones, algo que Henry no logró en tres años.
Pero todavía el 28 de marzo los miembros de este Consejo no habían logrado su
instalación.
El propio Henry había sido
impuesto a la cabeza del Estado haitiano por el Core Group en 2021, una especie
de consejo colonial encabezado por EEUU, Francia, el Estado español, Alemania,
Brasil y Canadá, luego del asesinato del presidente Jovenel Moïse. La crisis
refleja tanto la lumpenización de la burguesía haitiana como el fracaso de
décadas de intervención militar y política imperialista en el primer país
independiente del Caribe, emblema de la revolución antiesclavista. Estos
elementos han conducido a un virtual colapso del Estado haitiano y el vacío lo
han llenado decenas de grupos armados del crimen organizado.
Desde 2021, el imperialismo
estadounidense intenta impulsar una nueva ocupación militar, pero sin emplear
sus propias tropas. No pudo convencer a Canadá o a Brasil de encabezar la
ocupación, emulando a la MINUSTAH, misión de la ONU encabezada por Lula en 2004
y que se extendió hasta 2017. Finalmente, en octubre de 2023, EEUU logró la
aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, con la
abstención cómplice de China y Rusia, para avalar el despliegue de tropas en
Haití. Sobornó con financiamientos a gobiernos africanos y caribeños para
proveer las tropas, con Kenia a la cabeza. Sin embargo hay indecisión y
contradicciones en el régimen keniano, lo que obligó a Henry a viajar en marzo
y tratar de amarrar el acuerdo. Al caer Henry, el gobierno keniano supeditó el
envío de las tropas a la conformación del Consejo Presidencial. EEUU, por su
parte, estableció como requisito para los aspirantes a integrar ese gobierno
provisional la aceptación de la intervención militar.
La ONU admite en informes
recientes que las bandas gangsteriles controlan el 80% de Puerto Príncipe,
incluyendo la mayor parte del sistema de suministro de agua, las principales
carreteras y en distintos momentos edificaciones estatales, terminales de
suministro de combustible y zonas de producción agrícola. Son alrededor de
doscientas pandillas, algunas con un origen vinculado a funciones paramilitares
al servicio de sectores empresariales y políticos a cambio de impunidad, armas
y dinero. Aunque distintas coaliciones pugnan por el control territorial, todas
tienen en común su carácter económico parasitario, financiándose mediante el
narcotráfico, la extorsión, el secuestro y la piratería, cobrando peajes e
impuestos informales en los territorios bajo su control. Utilizan métodos
terroristas contra la clase trabajadora y los sectores populares, perpetrando
masacres y saqueos, desplazando a más de 300 mil personas en la capital.
Se constata un círculo
vicioso. La ruina del campo tiene causas estructurales en políticas aplicadas
por EEUU y sus gobiernos títeres en Haití, como la importación masiva de arroz
estadounidense subsidiado. La ruina rural a su vez es una de las causas de una
emigración hacia la capital y el exterior, en los últimos cuarenta años, y
genera condiciones en las cuales ha prosperado el crimen organizado en los
barrios urbanos. La extorsión de las bandas al campesinado obstaculiza la
producción agrícola, agravando el hambre y la pobreza.
También existe una relación
histórica entre gobiernos y bandas armadas: éstas son un síntoma de la
debilidad del régimen político. La dictadura duvalierista tuvo un aparato represivo
paramilitar durante casi tres décadas, hasta su caída en 1986. En la década del
90, al ser restituido en el poder por EEUU luego de haber sufrido un golpe de
Estado, el presidente Aristide desmanteló el ejército, pero también desarrolló
una relación clientelar con bandas armadas. En 2004, Aristide sufrió un nuevo
golpe de Estado apoyado por EEUU, que fue complementado con la intervención de
la MINUSTAH. Esa ocupación dejó una estela de crímenes represivos y un legado
político de elecciones fraudulentas, de las que surgieron los gobiernos
neoduvalieristas del PHTK. Michel Martelly y Jovenel Moïse, además de sus
vínculos con el narcotráfico y con EEUU, se beneficiaron ampliamente con el
festín de la corrupción de Petrocaribe, el esquema de financiamiento petrolero
venezolano que desembocó en uno de los mayores desfalcos de la historia de
Haití.
Moïse tuvo que lidiar con la salida de las tropas de la MINUSTAH y el fin
de los subsidios venezolanos. El FMI presionaba por un aumento drástico de los
precios de los combustibles, pero el primer intento en julio de 2018 fue
derrotado por las protestas masivas. Acorralado por el auge de las protestas,
con una base social cada vez más precaria, Moïse optó por métodos desesperados.
En 2019 contrató a mercenarios estadounidenses y serbios para asaltar el Banco
Central y hacerse con 80 millones de dólares del fondo de Petrocaribe. Fracasó,
los mercenarios fueron detenidos y expulsados a EEUU. Aumentaba la violencia
mafiosa, los secuestros y las huelgas policiales. Entonces Moïse se alió a un
ex policía que dirigía una pandilla en el barrio de Delmas, Jimmy Cherizier,
señalado por su responsabilidad en las masacres de Grand Ravine en 2017 y La
Saline en 2018, mejor conocido como Barbecue.
En 2020 Barbecue anunció la creación de una federación de
pandillas denominada G9. La representante de la oficina de la ONU para Haití
(BINUH), la diplomática estadounidense Helen La Lime, llegó a celebrar y
atribuir una reducción coyuntural de los homicidios a la creación de esta federación.
La pax mafiosa duró poco. La guerra por territorios se intensificó.
Moïse, ya sin el apoyo de los principales burgueses ni de Martelly, intentó
huir hacia adelante, disolviendo el parlamento. Maniobró para imponer un cambio
de la constitución, la creación de un organismo de inteligencia bajo su control
directo y unas elecciones tuteladas por las pandillas aliadas a él. Antes de
que pudiera llevar a cabo estos proyectos, fue liquidado por mercenarios
colombianos y agentes de la DEA, en un golpe palaciego propinado por sus ex
aliados. Pocos días antes de su asesinato, incluso Barbecue había
roto públicamente con Moïse. Con Henry, la situación económica y social llegó a
su punto más bajo y las pandillas continuaron copando los vacíos dejados por el
Estado.
Dos décadas después del
inicio de la ocupación por parte de la MINUSTAH, de una persistente intromisión
del Core Group y de la BINUH, el resultado es un aumento de la pobreza y del
control gangsteril. Una burguesía haitiana descompuesta se encuentra en un
callejón sin salida político. Como consecuencia del tutelaje imperialista,
Haití es uno de los pocos países del mundo con un PIB per cápita similar al de
hace seis décadas.
Es urgente una campaña
internacional de solidaridad con el pueblo trabajador haitiano, por el
reconocimiento de su derecho a la autodeterminación, por la anulación de la
deuda externa y el pago de reparaciones por parte de EEUU, Francia y la ONU. Un
nuevo gobierno de facto impuesto por EEUU quizás será inevitable en las
actuales circunstancias, pero no tiene ninguna legitimidad y no solucionará
ninguno de los problemas fundamentales del país. La derrota de los gángsters y
de la injerencia imperialista son dos aspectos de una misma tarea democrática y
revolucionaria que tiene ante sí el pueblo haitiano, para la cual debe contar
con la solidaridad de la diáspora y de la izquierda y la clase trabajadora
caribeña y latinoamericana.
Simón Rodríguez
Miembro de la dirección del Partido Socialismo y Libertad (PSL) de Venezuela y de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)
* Imagen de portada: Marines estadounidenses del 3.er Batallón, 8.º Regimiento de la Infantería de Marina patrullan las calles de Puerto Príncipe, durante la intervención militar de Haití en 2004. Dominio público
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