La guerra en Ucrania, no
amaina, se recrudece. Las nuevas armas rusas (la bomba de 500 kilos, por
ejemplo) no anuncian nada bueno. El terrorismo, y la muerte de un general
polaco en un centro de mando ucraniano revelan un aumento de la presencia de la
OTAN.
El 22M y la contraofensiva rusa
El Viejo Topo
3 abril, 2024
Una sucesión de
hechos ocurridos el viernes 22 de marzo podrían marcar un punto de inflexión en
la guerra subrogada o proxy de EEUU y la OTAN contra Rusia en
Ucrania. La madrugada de ese día, cinco después de la reelección de Vladimir
Putin para un nuevo mandato en el Kremlin, las fuerzas armadas de Rusia
lanzaron un ataque masivo con armas de alta precisión de largo alcance,
marítimas, terrestres y con vehículos aéreos no tripulados –entre ellos varios
misiles hipersónicos Kinzhal (Puñal)– contra infraestructuras energéticas, el
sector militar-industrial, arsenales, cruces ferroviarios y lugares de
despliegue del ejército de Ucrania y mercenarios extranjeros, socavando el
funcionamiento de las empresas industriales de producción y reparación de
armas, equipos militares y municiones, alcanzando la estratégica planta de
Electro Tiazhmash en la ciudad de Járkov, donde había equipo militar pesado, y
la central hidroeléctrica de Dniéper, en Zaporiyia.
Por la mañana,
en entrevista con el diario Argumenty i Fakty (Argumentos y Hechos), el
portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, declaró que la operación militar
especial lanzada por Rusia el 24 de febrero de 2022 se convirtió en una
“guerra” después de que la OTAN intervino en el conflicto. Dijo: “Rusia se
encuentra ahora en guerra. Sí, esto comenzó como una operación militar
especial, pero apenas se configuró allí ese grupúsculo, cuando el Occidente
colectivo se convirtió en un participante del lado de Ucrania, para nosotros se
convirtió en una guerra”. Agregó que el objetivo de Rusia ahora es garantizar
la seguridad de la población de las cuatro nuevas regiones del país (Donetsk,
Lugansk, Jersón y Zaporiyia) y liberar el territorio. “Tenemos cuatro nuevas
entidades federales. Lo principal para nosotros es garantizar la seguridad de
la gente en esas entidades y liberar el territorio que está ocupado de facto
por el régimen de Kiev”, destacó Peskov. Reiteró que Rusia no puede permitir la
existencia en sus fronteras de un Estado que tiene la intención documentada de
utilizar cualquier método para arrebatarle Crimea y las nuevas regiones.
La tarde del 22
de marzo, una fuente europea citada por el periodista Pepe Escobar, confirmó
que tropas regulares de Francia, Alemania y Polonia habían llegado por aire y
ferrocarril a Cherkassy, al sur de Kiev, y aunque no precisó el número, señaló
que a efectos prácticos “se trata de una fuerza de la OTAN”. Previamente, en su
discurso tras confirmarse su reelección, Putin dijo que Rusia aceptaría un
acuerdo con Ucrania con eje en la propuesta del ex jefe supremo de la OTAN,
almirante James Stravidis, similar a la utilizada en la península de Corea. Red
Voltaire consignó que, según esa solución, el río Dniéper serviría de barrera y
frontera natural entre Rusia y Ucrania, y el Kremlin abandonaría su proyecto de
liberar Odesa y extender su control hasta la región de Transnistria. Por su
parte, Ucrania debería renunciar a recuperar la península de Crimea, la región
de Donbás y la mayor parte de la Novorrosiya (Nueva Rusia). [El 21 de marzo, el
Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia reveló que Francia estaba considerando
enviar 2 mil soldados a Ucrania. Ante el inminente colapso del ejército ucranio
en la línea del frente, la idea del presidente Emmanuel Macron sería enviar
tropas de la OTAN para que los soldados ucranianos que estaban en posiciones
defensivas pudieran avanzar hacia el frente y, en segundo lugar, contener el
avance ruso en el Donbás y evitar la toma de Odesa y la conexión de
Transnistria con la Novorrosiya.]
El 22 de marzo,
un comando perpetró un ataque terrorista en el Crocus City Hall, sala de conciertos
en las afueras de Moscú; tras disparar contra civiles indefensos, el grupo
prendió fuego al edificio desde el interior, con saldo provisional de 144
muertos, entre ellos cinco niños, y 551 heridos. Un día después, cuatro
terroristas originarios de Tayikistán fueron arrestados cuando trataban de
cruzar la frontera ucraniana y confesaron haber sido reclutados a través de la
red social Telegram para “matar por dinero”. Es decir, no eran fanáticos sino
profesionales contratados en el marco de una operación militar.
Ya entonces
habían comenzado a configurarse dos hipótesis principales sobre la autoría
intelectual de la matanza: la de Estados Unidos (a través del portavoz del
Consejo de Seguridad Nacional, almirante John Kirby, Adrienne Wilson, Karine
Jean-Pierre et al), exonerando a Ucrania y responsabilizando al
ISIS-K (el grupo yihadista Daesh, también denominado Estado Islámico, hechura
de la CIA y el MI6 británico), y la del Servicio Federal de Seguridad de Rusia,
que desde un principio delineó la “huella ucraniana”, cuyo hilo ascendente
llegaría hasta el jefe de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio
de Defensa de Ucrania (GUR), Kiril Budanov, el jefe de los espías que resulta
ser el principal activo de la Agencia Central de Inteligencia y el servicio
secreto británico en Kiev.
Si bien el
propio Putin reconoció que los autores materiales de la matanza fueron
islamitas radicales, podría tratarse de una clásica operación de bandera falsa
orquestada por el GUR. Como antecedente, desde 2014 la subsecretaria de Estado
de EEUU, Victoria Nuland, ha sido una conspiradora clave para las actividades
de guerra sucia encubierta de la CIA y el GUR (Budanov). Tras
reunirse con Budanov, en Kiev, el 31 de enero pasado, Nuland prometió
“sorpresas desagradables” a Putin, código oficioso para la guerra no
convencional asimétrica y las operaciones clandestinas profundas detrás de la
línea del frente. Ergo: Moscú.
El 26 de marzo
el Kremlin anunció medidas de represalia. La población rusa dio a Putin carta
blanca para ejercer un castigo brutal. El viernes 29, las fuerzas armadas rusas
asestaron otra serie de golpes masivos con misiles hipersónicos Kinzhal y
Tsirkon y vehículos no tripulados contra la infraestructura energética y de
extracción de gas y los sistemas de defensa antiaérea de Ucrania, cuyo objetivo
es privar a Kiev de la capacidad de librar el conflicto bélico. El domingo 31
las cancillerías de China, Turquía y Kazajistán pidieron a sus ciudadanos
abandonar de inmediato las regiones de Odessa, Jarkov y Kiev. Al parecer, Rusia
escalará su contraofensiva.
¿Responderá la
OTAN?
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