Llega la Navidad,
y todo es alborozo… menos en Belén y alrededores, donde los fuegos artificiales
se trocaron en mensajeros de la muerte… todo es alborozo, compras (quien pueda,
tal como están los precios), estupidez y reguetón.
La Navidad, el reguetón y las guerras de nuestros días
El Viejo Topo
21 diciembre, 2023
Y llegó la
Navidad. Bueno, en realidad, aterrizó en nuestras vidas a inicios de noviembre,
cuando en parte de nuestro mundo occidental, los turrones y los adornos se
instalaron en los supermercados. Pronto lo hicieron, también, las luces,
decorando nuestras ciudades. Añadan, por supuesto, los anuncios de juguetes y
videojuegos dirigidos a los niños, goloso objetivo de las campañas de marketing.
También los villancicos, ahora “actualizados” con una capa de reguetón, autotune e
instrumentos sintéticos. Estupendo, ya lo tenemos todo para celebrar la
Navidad, sin duda. ¿Y los gorritos de Papá Noel? Doy por sentado que ya tienen
el árbol montado en el salón. Compren uno nuevo si el del año pasado no se
mantiene erguido. Total, es de plástico, ¡qué mas da! Así contribuimos al
desarrollo sostenible.
¿Y qué vamos a
celebrar? ¡Vaya pregunta!, ¡qué tontería!, ¡todo el mundo lo sabe! La Navidad
es esa fecha en la que nos reunimos con la familia, algunos tienen unos cuantos
días de vacaciones y nos hacemos regalos. ¿Acaso se necesita otro motivo? No,
por supuesto. Faltaría más. Razones no faltan, pero…, ¿por qué hacemos lo que
hacemos? ¿De dónde viene todo esto? Bueno, ya saben, saltándonos las
Saturnalias de la Antigua Roma y todo lo que hubo antes, se supone que
celebramos el nacimiento de Cristo, también llamado Jesús. Sí, sí, aquel niño
pobre, la Virgen, San José, el buey, la mula y todo ese rollo. Vamos, el belén.
Aprovecho para recordarles que montarlo con sus figuritas y el establo en
miniatura en los salones de hoy no es estrictamente necesario ni recomendable.
Efectivamente, tiene un insoportable aroma a siglo XX y Cuéntame[1], que difícilmente casarían con
nuestros muebles del Ikea y nuestros pisos alquilados de 50 m2 en la gran ciudad, cuando a las 00:01 del día 1
nos hagamos un selfi con la intención de compartirlo en las redes mostrando
nuestra exultante felicidad.[2] Lo
más importante en estas fechas, sin duda, es el árbol, las luces y los gorritos
de los anuncios de Coca-Cola. Faltaría más.[3] Pero
volviendo a Belén, Judea, Jerusalén y toda esa historia, que me pierdo… Una
pregunta: ¿allí lo celebran?
Claro, lo
llevan “celebrando” varios meses. Ni siquiera esperaron a noviembre, se
adelantaron a principios de octubre y suman ya 20.000 muertos de “tanta
fiesta”.[4] Empezó
con una rave de jóvenes con música sintética cerca de la
franja de Gaza, siguió con una masacre perpetrada por fanáticos gazaties
financiados desde países vecinos y ha continuado sin pausa al compás de los
ensordecedores estallidos de las bombas israelíes financiadas por EUA y una
parte de la UE. Con la sigilosidad y la impasibilidad de la que solo son
capaces los políticos profesionales y la indiferencia e impotencia de la
mayoría de las poblaciones absortas en su mundo deformado representado a través
de las pantallas, los líderes de turno autorizan masacrar hospitales, niños y
todo ser viviente que pase por allí en nombre de la lucha contra el terrorismo,
de los otros, por supuesto, ya que el suyo se llama “legítima defensa”.
En su afán por
celebrar el fin de año como “Dios manda”, incluso asesinaron periodistas. Por
error, claro está. Pero como no hay mal que por bien no venga, quizás así más
de uno se pensará dos veces si quiere reportar más de la cuenta y fastidiar las
fiestas de las gentes de bien. Ya saben, todo sea por mantener el
PIB de algunos y porque el desempleo estructural de los países desarrollados no
deje a la industria sin sus mercancías vendidas, digo, regalos regalados.
Porque si bien gran parte de los trabajadores del mundo “desarrollado” ya no
pueden comprarse una casa, los regalos navideños en forma de Iphone o cualquier
otro juguetito con luces producido en la no tan comunista sino más bien
capitalista China, no pueden faltar en las cartas que, desde Occidente, piden
todos con fervor consumista a los Magos de Oriente.
Así que en esa
parte del mundo se adelantaron a sus propios Magos, como en España con la magia
de la Lotería de Navidad… de la que pudimos ver décimos en venta desde verano.
¡Por Dios, que este año nos toque y nos solucione más de una púa! ¡Ojalá para
poder pagar la mitad de la hipoteca de la casa o la carrera de nuestra hija! La
esperanza es lo último que se pierde, ¡que les voy a contar! Por cierto,
hablando de todo un poco y ya que estamos en Navidad según El Corte Inglés, les
recuerdo algo que, según Lucas, dijo aquel famoso hijo de un carpintero nacido
donde hoy caen las bombas y lloran los niños, protagonista relegado a actor de
reparto en todas estas fiestas que, supuestamente, celebramos en su nombre:[5]
“¡Cuán
difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es
más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el
reino de Dios.” (Lucas, 18, 24/26)[6]
Palabras
pertinentes también hoy día, porque como vimos, en la antigua tierra donde
Jesús moró, el Cielo de algunos es el Infierno de otros. Y ahondando en los
contrastes, ¿saben ya eso de que el 1% más rico acumula en estos dos últimos
años más riqueza que el resto de la población mundial junta?[7] ¡Qué
cosas!, ¿verdad? ¡Qué bien hemos salido todos de
la crisis del COVID! Más unidos que nunca, como hermanos, con la
lección aprendida y mucho más resilientes. Me encanta esa palabra
tan de moda, “resilientes”, la suelen utilizar los políticos cuando hablan de
algo doloroso que no les afecta a ellos y sí a quienes sufren los efectos de
sus políticas. Es decir, a nosotros.
Permítanme que,
en este extraño artículo de opinión que coquetea con el monólogo, les comente
otra curiosidad que me ocurrió hace unos días e inspiró el nacimiento de esta
misiva de vocación pública. Parece inconexa, pero ya verán, ya. Resulta que, a
través del WhatsApp, una siempre atenta profesora de Secundaria me mostró
varios vídeos de menores con sus padres haciendo bailes en Tik Tok celebrando
la Navidad, es decir, con el sombrero de Papá Noel, el árbol y las luces. Kit
completo. Todo correcto, pero esperen. Bailaban al son de una canción-villancico
del reguetonero puertorriqueño Arcángel, superestrella internacional de Rimas
Music, llamada Feliz Navidad 3. Eso sí, ni a la de tres me
quedó claro qué tenía que ver la letra de la canción con el mensaje, la vida y
obra de Jesús. No vi tampoco atisbo de espíritu navideño adaptado a
nuestros días como en aquella famosa canción-villancico rock de John Lenon que
en los setenta compusó y cantó contra la guerra y la pobreza.[8] El
reguetonero, en cambio, cantaba en otra dirección muy diferente:
¡Feliz Navidad
para todos ustedes!
¡Jingle Bells,
Jingle Bells, Jingle Mother Fucker,
de nuevo papi
Arca dándote lo que te toca!
Para los que
desconocen la lengua de Shakespeare, decirles que Mother fucker significa
“hijo de puta”, en castizo. El estribillo seguía como a continuación les
expondré, pero en defensa de los alegres padres y madres que subían
vídeos perreando con sus hijos [sic], diré que quizás, no
muchos de las que la bailaron y la siguen bailando sabrán cómo continua Feliz
Navidad 3, porque no se suelen tomar la molestia de ir más allá de los 15
segundos de melodía que las RR.SS. como Instagram les sugieren para subir
bailes y recolectar un poco de aceptación social en forma de likes y
corazoncitos… ¿o sí? Veamos:
Dibiri-dab-dab,
feliz Navidad
Pa’ los que frontearon con cojone’
Ustede’ me dicen si quieren morirse, cabrone’
Ya que en esta Navidad andamo’ matando lechone’ (Wuh), prra
Dibiri-dab-dab, feliz Navidad (¿Y qué pasó?)
Pa’ los que frontearon con cojone’ (Jajaja)
Sin esforzarme mucho facturo con tranquilidad
Yo soy el duende malvado de la fuckin’ Navidad (Jijijiji)
Sin duda,
excelso, profundo, precioso y, ante todo, tremendamente navideño. En todo caso,
conocieran o no esta incontestablemente inspirada parte del
estribillo, algunas madres subían sus shorts o reels (vídeos
cortos de unos 15 segundos) bailando/perreando con sus bebés en los brazos y
otras dejaban a sus niñas de siete años marcar su indeleble huella digital en
Internet en forma de vídeo haciendo gestos obscenos relativos a la cópula. Todo
ello aderezado, por supuesto, por la armonía disonante y la producción oscura
del insigne artista del reguetón Arcángel que, recientemente, en una entrevista
afirmó con una sinceridad abrumadora no exenta de cinismo:
Yo canto
reguetón: uno de los géneros musicalmente más pobres que existe en la
historia de la música, porque el reguetón se hace con un pianito (gesticula
como si solo tocara una tecla de modo repetitivo), no es lo mismo que tú hacer
esta música que necesitas meter todos los músicos a la cabina [de grabación],
hay que leer música, tienes que saber de tonos. En el reguetón, si tú hablas
una mierda bufiá y te mueves bien [comienza a gesticular como si estuviera
bailando]… ¡Ya no tienes ni que hacer eso! Ya si te vistes, cabrón, ¡tienes
comida en el reguetón! ¿Sabes? Critíquenme, mira cómo estoy hablando de mi
propio género, ¿entiendes? [afirma mirando a la cámara], ¡llévate ese al pecho,
mejor! Acabo de decir que el reguetón, musicalmente, comparado con
otros, es una mierda. Porque musicalmente es un género bien pobre, ¡todo es
sintético! ¿Sabes? ¡La música de verdad se toca pa’ que se sienta la vibra y
eso!… Nosotros no hacemos na’ de eso.”[9]
A lo que el
entrevistador responde: “Por eso los músicos y productores que hacen música así
con ritmo y eso se encabronan muchas veces cuan…” Arcángel le corta y continúa
su reflexión con visible entusiasmo cogiendo un vaso de bebida con la otra
mano: “¡Bien cabrón! Cuando ven a un chamaquito (adolescente) haciendo música
con un dedo y con un pianito así de chiquito y ese chamaquito es millonario y
tú fuiste al instituto del pianista ese… (…) ¡olvídate! Y eres fanático de este
tipo que era sordo to’ el tiempo y… ¡Beethoven! Y tú vas… ¡Beethoven! ¡Mira,
cabrón, viene un reguetonero y te ti-ti-ti-ti-ti (dice gesticulando como si
tocara todo el tiempo la misma tecla del sintetizador)”
A su modo,
Arcángel, artista con más de 40 millones de seguidores en sus redes sociales,
está describiendo lo que un servidor anunció hace tiempo en sus libros: la
subsunción del arte musical en el capital. Antes los músicos querían
ganarse la vida e incluso vender lo máximo posible de la música que
honestamente componían, hoy quieren ser millonarios con la música prefabricada
que sus jefes y equipos de marketing les ordenan que tienen
que hacer para aumentar los beneficios del modo más rentable. Es decir:
invirtiendo lo mínimo (menos músicos y de menor calidad) y ganando lo máximo
mediante la fórmula de más publicidad para todo lo que promueva el
sensacionalismo (sexo, violencia, criminalidad, culto a la riqueza, sexismo,
lenguaje malsonante, etc.). Y recuerden: somos lo que comemos. No solo lo que
va a nuestro estómago sino también lo que introducimos en nuestra mente a
través de nuestros ojos y oídos. Es decir, Arcángel no solo es “el
duende malvado de la fuckin’ Navidad” sino que es el auténtico profesor de
tus hijos, como tantos otros profetas del turbocapitalismo cultural
(desde influencers que aconsejan invertir en bitcoins,
defraudar a Hacienda, privatizar las pensiones o vender órganos o niños como
epítome de la “libertad”; hasta gurús de la autoayuda, pasando por las modelos
de toda la vida, mafiosos o estrellas del porno amateur bajo
demanda en redes como Only Fans). ¿Cómo creen que ganó un tipo como el que
ahora preside Argentina?
Aquí lo que
“mola” es ganar dinero. No importa el cómo y por eso en el videojuego más
esperado de toda la historia, el GTA VI que se prevé saldrá en 2025, los fans
de la franquicia podrán seguir jugando a que son narcotraficantes que empiezan
desde cero construyendo su propio imperio narcocapitalista matando a la competencia
y lucrándose con la miseria de muchos. Todo lo demás, todo lo que no se puede
transformar automáticamente en dinero, es para poetas y trasnochados. Lo que
importa es el money, cuanto más mejor. Olvídense de la meritocracia
basada en la cultura o el esfuerzo, lo que importa es la meritocracia de cómo
de rápido se pegó el pelotazo, cuál fue el tamaño de la ingeniosa estafa. Y
quien piense en otra cosa es un gilipollas, con perdón. Eso lo han aprendido ya
de memoria casi todos nuestros adolescentes, casi todos mis alumnos.
Efectivamente,
lo han memorizado a través de los contenidos que la industria cultural les
sirve en esas pantallas que los acompañan todos los días desde su casa a las
aulas, pasando por las camas y los cuartos de baño. Esa industria
cultural de la oligarquía mediática del capital es la auténtica Iglesia de
nuestro tiempo. Mucho más poderosa de lo que nunca llegó a ser el
Vaticano y la Iglesia católica, la religión definitiva de la sociedad burguesa
en el siglo XXI. Ahora no solo no son viles los prestamistas como ocurrió en la
Edad Media, sino que también son buenos los youtubers que se
enriquecen y se marchan a vivir a paraísos fiscales, porque el único paraíso en
el que creen muchos de nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) está en este mundo
(o en el de las pantallas), pero nunca en el que los obliga a apartar su mirada
de sus móviles buscando el cielo. Hoy, el cielo es el infierno y viceversa. No
pueden esperar nada que no sea la gratificación instantánea, no podemos, porque
nos han adiestrado para eso con la cultura de la estimulación incesante de la
dopamina. ¡La mayoría de los profesores ya no leen! ¡Incluso reconocidos
intelectuales de izquierda que escribían libros ya no los leen enganchados a
las redes sociales! Un presente omnipresente y omnisciente que con los
tentáculos de los algoritmos del capital devora los sueños y los más nobles
ideales. Nos devora.
Por eso da
igual los muertos que cuesten las bombas que han de explotar en
Palestina, Ucrania o en cualquier país africano de esos que nadie sabría
señalar en un mapa. Son necesarias para los “emprendedores” de las fábricas de
armas y para los constructores que harán su agosto cuando haya que reconstruir
todo lo destruido. Por supuesto, también da igual las pantallas que
haya que vender a nuestros alumnos en sus casas y en las aulas para
que sigan lobotomizados e insensibilizados con la cultura del capital
escuchando a Arcángel o a cualquier otro de sus clones. Dará igual que sigamos
tirando casi la mitad de la comida que producimos porque una vez que se venda,
al capital no le importa que nos la comamos, la demos a los pobres o a nuestros
perros. Dará igual hasta que Arcángel nos asegure que su música “es una mierda”
o los ministros de los países “democráticos” se ufanen en vender armas a los
países en guerra mientras predican la paz. Lo que importa es vender, todo lo
demás son daños colaterales, incluidas nuestras vidas, que cada vez tendrán un
acomodo más difícil en estas sociedades de lógica unidireccional, pecuniaria,
acumulativa e implacable.
En fin, ¿qué
más añadir? Otra “dulce” Navidad en nuestro sistema-mundo capitalista, hasta
que el cuerpo aguante. O el planeta, que ya se está cansando de nosotros. Otra
Navidad donde todo lo bueno que ha desarrollado la cultura homínida será
posible presa del capital y, si no ha sido subsumido todavía a su lógica,
estará a punto de hacerlo: desde la música que nos mueve a nuestros mejores
deseos para con aquellos que amamos. Todo embrutecido por la cultura de la
incultura, la muerte y la destrucción no solo de las vidas ajenas, sino de las
propias. Todo ardiendo en la pira del Santo Templo del Santísimo e
Incuestionable Beneficio de unos Pocos. Sería bueno recordar ahora aquellas
palabras que dejó escritas aquel hombre sabio y barbudo al que le quedaría
sorprendentemente bien el traje de Papá Noel (o Santa Claus, como dicen en
Disney +),[10] aquel
viejo cascarrabias del siglo XIX del que todavía se habla y se aprende en el
XXI:
«…[la]
producción capitalista es enemiga de ciertas ramas de la producción, como, por
ejemplo, el arte y la poesía.» (Marx, 1980, I:262)
Pues bien, sin
arte y poesía no subsumidas a la lógica del capital, no hay humanidad posible,
porque el arte y la poesía son expresión de lo mejor que llevamos dentro, de
nuestra sensibilidad y nuestra capacidad de amar. Y amar es revolucionario,
como tantos revolucionarios, comenzando por Jesús, nos enseñaron a lo largo de
la Historia. ¿No se lo cree? Piense lo que haría por amor, lo que ha
hecho. El amor es lo contrario a la indiferencia, es una revolución
constante en nuestras vidas. No te da igual que le caiga una bomba
encima a tu hijo, a tu mujer, a tu hermano, a tu amigo. El amor no son unas
zapatillas de casa cómodas que nos protegen del frío. ¡Pueden serlo, qué duda
cabe!, pero también son unas zapatillas de deporte que nos obligan a movernos,
a correr, a saltar, a salir de nuestra zona de confort, a enfrentarnos a la
vida. Mire a su alrededor y observe cuánto amor no necesita nuestro mundo,
cuanta revolución de conciencias, de educación, de políticas. Nadie hará esa
revolución por nosotros. Nadie. Mucho menos los falsos profetas del capital y sus
mandarines políticos.
Así que hasta
que decidamos armarnos de valor y construirla con nuestro esfuerzo, paso a
paso, me despido de ustedes deseándoles de corazón que pasen una Feliz Navidad
y un próspero Año Nuevo. Ojalá en 2024 comencemos a espabilar y a construir un
mundo donde, de verdad, pueda existir ese tan cacareado espíritu de fraternidad
colectiva sin resultar insultantemente grotesco, cínico, carente de arte,
poesía, virtud y auténtica humanidad. Hasta entonces, tendremos el menú de
siempre: Merry Christmas and Happy New Year!
Bibliografía:
Eagleton, Terry
(2007), Jesucristo, los evangelios. Akal: Madrid.
Marx, Karl
(1980) Teorías sobre la plusvalía (Tomo I). Fondo de Cultura
Económica: México D.C.
Este artículo
se finalizó el viernes 17 de diciembre de 2023 y, siguiendo el espíritu
navideño, tiene Licencia Creative Commons BY-NC-ND, es decir, se
permite su distribución y citación sin cambiar el contenido ni la disposición y
citando su autoría. Su uso comercial no está permitido.
Notas
[1] Cuéntame es una popular serie española que se emite desde
2001 en RTVE y narra las peripecias de una familia de ingresos medios en la
España franquista desde finales de los sesenta.
[2] También denominado, por la RAE, “autofoto”.
[3] Porque Coca-Cola sigue siendo cool ya que, pese a
que nació en un lejano 1886, ha experimentado un buen rediseño de marca gracias
a su legión de diseñadores y demás peones del equipo de marketing.
¿Y quién no se pide una Cola con algo más en alguna macrodiscoteca en
Nochevieja?
[4] Cifras a 13 de diciembre de 2023. Fuente: RTVE (2023), Mueren
10 soldados, entre ellos un coronel, en el día más mortífero para Israel desde
el principio de la invasión. En RTVE Noticias, [en línea], 13 de diciembre
de 2023.
[5] Parece clara su existencia, aunque esto sería continuar un debate
eterno. Queridos lectores ateos, concedanme su existencia, sino como hijo de
Dios como un influencer hippie-pacifista del mundo Antiguo
[6] Esto se lo dijo a sus apóstoles tras su conversación con un hombre
acaudalado que quería saber qué más debía hacer para ir al Cielo. Jesús le dijo
que lo dejara todo y se marchara con él a predicar, tras lo cual el hombre
bueno, pero rico, se marchó triste a su confortable hogar.
[7] Fuente: Oxfam, 2023, en el informe La ley del más rico.
Gravar la riqueza extrema para acabar con la desigualdad.
[8] Hayppy Xmas (War is Over) de 1971.
[9] Saavedra, Frank (2023), Arcángel asegura que el reguetón
“musicalmente es una mierda”. En Infobae, [en línea], 14 de
diciembre de 2023.
[10] Pronúncielo “plas” y no “plus” porque, aunque venga del latín, lo que
quedaba bien, como todo en este mundo, es pronunciarlo en inglés.
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