La franja de Gaza está
siendo arrasada, demolida, hasta convertirla en inhabitable. Así que,
preguntémonos: ¿y después qué? Obviamente algunos están haciendo sus cálculos
(y frotándose las manos). Pero las cosas no van a ser tan sencillas como creen.
La guerra total
El Viejo Topo
18 noviembre, 2023
“Si hay
cincuenta justos dentro de la ciudad, ¿destruirás también el lugar y no perdonarás?” Lejos
de ti está el hacer tal, que hagas morir al justo con el malvado, y que sea el
justo tratado como el malvado; nunca tal hagas”.
Génesis 18,
V.24
El sionismo es
un ideal genocida. El Estado de Israel al abrazar ese ideal se ha
convertido en un estado aún más terrorista que Hamás.
Posiblemente
sea la primera vez en la historia reciente que una nación libra una guerra de
aniquilación en un entorno urbano. El objetivo no es sólo derrotar al ejército
enemigo, también exterminar la población. Tel Aviv pretende imitar
a Roma; la leyenda dice que tras la tercera guerra púnica, sembró sal en los
campos que antes habían dado cobijo a su gran rival: Cartago.
Las élites
cuentan con el apoyo de una clase política que con su silencio o con sus obras
secunda el Genocidio en Gaza. Esperan que las sociedades occidentales, ahítas
de su ración de muerte televisada, acaben por no prestar atención. Benjamín
Netanyahu ha definido el conflicto de una forma simple y efectista (muy al
gusto de sus partidarios): al lado del pueblo de Israel (la nación elegida)
está la luz, en la otra orilla la oscuridad. Sólo el pueblo elegido por Dios
puede prevalecer.
El coro de los
apologistas al servicio de las grandes corporaciones entona los mismos
eslóganes repetidos una y otra vez: «derecho a defenderse», “terroristas
de Hamás”, “escudos humanos”, “proteger a los civiles“, “túneles del
terror”. Son lemas creados en despachos de agencias de publicidad y
transmitidos, machaconamente por los medios como si fueran la única realidad.
Es una campaña de propaganda donde se acude al sentimiento y se sataniza y
despersonaliza al adversario. Son frases fácilmente digeribles que obvian, no
puede ser de otra forma, el análisis de causas y efectos.
Durante muchas
décadas la sociedad occidental ha sido formateada bajo esas premisas. El olvido
de lo experimentado y la parcialización de las experiencias adquiridas es la
clave para conseguir esa especie de “amnesia colectiva” que acepta las nuevas
realidades que el poder propone. La sobre-información genera
desconocimiento porque no hay tiempo para el análisis. La realidad
prefabricada se presenta en bloques inconexos que permiten al poder
presentarlos como la nueva normalidad. Poco importa que se descubriera que la
invasión de Irak fue fabricada bajo un enorme manto de mentiras, la reacción
popular duró lo que duró y desapareció del escenario social quedando relegada a
un mero pie de página. Tampoco importó que la operación en Libia fuera una
matanza para apropiarse del tesoro libio (en lingotes de oro) y de sus riquezas
naturales. Occidente participó en su conjunto: revistió el robo y la matanza de
civiles de “intervención humanitaria”, nadie recuerda que todo fue un inmenso
pozo de mentiras. ¿Alguien se acuerda del “presidente” venezolano Guaidó, recibido
por presidentes, reyes y magnates y ahora relegado al olvido mediático? ¿No era
el representante de la democracia en Venezuela frente al dictador Maduro?
La ciudadanía
ahora comienza a comprender que el neonazi Zelensky no es el portador de los
“valores europeos” sino un auténtico criminal de guerra para su propio pueblo.
Mientras se alienta su integración en la UE, se descubre la red de ventas de
niños a redes pedófilas recibiendo la propia esposa del Presidente Zelensky la
acusación de estar implicada en ellas. Un Presidente que siente que se le mueve
la silla, decide posponer las elecciones y convertirse en dictador. ¿Cuánto
tiempo tardarán las ciudadanías europea y norteamericana en comprender que han
sido engañadas?
La sociedad
occidental, previamente sedada, es incapaz de sacar conclusiones y sobre todo
está predispuesta para el olvido. Se pretende que lo que ahora es horrible
alcance el grado de “nueva normalidad” dentro de poco.
Gaza y la guerra total
La estrategia
militar israelí muestra cuáles son sus auténticos objetivos. Se desprenden de
las caretas y proclaman lo que han diseñado sus planificadores mucho antes de
este conflicto. Israel quiere la GUERRA TOTAL. No es eliminar a las fuerzas de
Hamás como se proclama (cortar el césped en el argot militar) sino una pelea
hasta el final. El objetivo es erradicar a todos los palestinos y repartir la
tierra entre los colonos. Los líderes estadounidenses y la UE han aceptado este
enfoque. La administración Biden habla de lo que “vendrá después de que
Hamás sea derrotado”.
Biden y sus
asesores no conocen la historia de estos pueblos ni han sacado ninguna lección
de los fracasos de su propio país. Al servicio de la gran industria de
armamento sólo ven el cortísimo plazo. Hamás no es el ISIS, a fin de cuentas un
engendro creado por Occidente. Hamás tiene una importante base social, es un
ejército popular con unidades militares muy disciplinadas y dispuestas al
sacrificio y cuenta con apoyo y financiación internacional.
Cuando EEUU
desató toda su furia homicida sobre el Vietcong este sobrevivió. Cuando las
fuerzas guerrilleras perdieron la batalla del Tet, en realidad sembraron las
semillas de la victoria. Era su país y era su gente. Israel con su política
criminal sólo está creando miles de nuevos reclutas. Hamás no puede ser
derrotada. Evidentemente, la Franja es más pequeña que Vietnam. Es más
fácil atacar a Hamás. Pero no se puede erradicar un movimiento al que
centenares de miles de personas apoyan y que la propia estupidez israelita está
alentando.
No nos
engañemos, no es sólo una guerra para destruir túneles o eliminar a los
combatientes de Hamás. Es una guerra para hacer que Gaza sea inhabitable.
Es una guerra total que se libra en un entorno urbano. El objetivo es
destruirlo y arrasarlo todo y a todos. Se pretende que Gaza sea un espacio
vacío en una especie de versión sionista de aquella “solución final” que
propuso el nazismo alemán. Se da por descontada una reacción inmediata de la
ciudadanía occidental. Ésta se horrorizará al principio, pero pasado un tiempo
aceptará la nueva situación como inevitable.
La guerra tiene
fase y etapas. La primera es la destrucción sistemática de cualquier tipo de
infraestructura, desde hospitales a escuelas, desde campamentos de refugiados a
plantas potabilizadoras, pasando por el bombardeo de depósitos de agua o
paneles solares.
El objetivo es
exterminar a la población no sólo por efecto de las bombas sino por hambre, sed
y la exposición de la población a enfermedades muy transmisibles como el cólera
o el tifus. En Irak, las plantas de depuración fueron un objetivo valioso para
la aviación estadounidense: tras finalizar “oficialmente” la guerra, los
bombardeos se concentraron en la destrucción de los sistemas de drenaje de aguas
fecales. La consecuencia fue la esperada por los planificadores; los médicos
del ejército norteamericano habían calculado bien el impacto que tendrían en la
población desnutrida las enfermedades infecciosas: la muerte de decenas de
miles de niños. En su día fue la propia ONU la que alzó la voz, aunque no llegó
muy lejos. Oficialmente EEUU no era responsable de nada.
En Gaza
nuevamente los médicos al servicio de la matanza (como en el caso del cerco de
Leningrado en la Segunda Guerra Mundial) han calculado la capacidad de
resistencia física de la población gazatí cuando la ingesta de alimentos sea
inferior a las 1.500 calorías diarias. Esperan ansiosos que la mortandad, no
atribuible directamente a las bombas, se multiplique por 2 o por 3 e incluso más.
En el gran público, al no establecerse la relación bombas con mortandad, se
reducirá el impacto mediático y se conseguirá el objetivo buscado.
La segunda fase
de este genocidio sería declarar que Gaza es inhabitable, aunque con un gesto
de buena voluntad se hablará de la posible reconstrucción. Las posibilidades
que se abrirían son muy diversas y algunas de ellas no van más allá de las
simples declaraciones. Hay dos opciones que se debaten en este momento: la
primera sería ocupar el espacio de Gaza con colonos israelíes y permitir que se
entremezclen con habitantes de Gaza cuidadosamente controlados.
Otra idea que
bulle en la mente de los analistas de Tel Aviv es reasentar en El Cairo
(Egipto) a los gazatíes supervivientes. El coste según esos cálculos sería
modesto, de 5.000 a 8.000 millones de dólares. El Ministerio de Inteligencia
ofrecería a los refugiados tiendas de campaña en el Sinaí y que el problema lo
resolviera otro, en este caso Egipto, que se ha negado a considerar esa
posibilidad. Lo mismo se planteaba en Jordania, aunque su primer ministro
aseguró que el reasentamiento de los gazatíes en territorio jordano sería
considerado como una declaración de guerra de Israel.
En realidad se
trata de reproducir las consecuencias de la guerra de 1948 cuando se impuso la
limpieza étnica y fueron expulsados un millón de palestinos, y se impuso esta
emigración a los países vecinos. En realidad estos planes ocultan una finta.
Una vez filtradas estas propuestas se espera que sean deglutidas por la
población occidental. Mientras, se mantendrá el genocidio hasta que esa
“solución” sea la única que perviva. En ese momento la población, cansada de la
visión de la tragedia cotidiana, aceptará esta vía como el mal menor.
Gaza como colonia
Lo hemos
denunciado con anterioridad: EEUU quiere imponer una fuerza de interposición
(una vez eliminado Hamás) que administre la Franja de Gaza. Se pretende que los
países que firmaron los acuerdos de Abraham, especialmente Arabia Saudita.
Paradoja de las paradojas: se quiere que los mismos que perdieron la guerra
contra el Yemen y masacraron a decenas de miles de civiles, los mismos que
asesinaron a sangre fría a los refugiados etíopes que huían de la guerra en ese
país estén al frente de los cuerpos de paz. Blinken, en nombre de Biden,
resumió la propuesta; “No podemos volver al statu quo con Hamás
gobernando Gaza” pero «Tampoco podemos permitir que Israel
gobierne o controle Gaza». En 2005 lo intentó Israel y la consecuencia fue
que Hamás tomó el control de Gaza. El valedor de aquella frustrada propuesta
fue Ariel Sharon y tuvo que dimitir.
Existe otra
posibilidad: entregar la supervisión temporal de Gaza a países de la región con
tropas ocupantes de EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania, Emiratos y Arabia
Saudita. Sería como entrar en un edificio en llamas. ¿Qué consenso
internacional existe para que fuerzas de interposición se arriesguen a entrar
en ese avispero? Y además ¿quién falta en esta ecuación?: los directamente
afectados, los gazatíes. Con ellos no se cuenta.
El 17 de
octubre se hizo pública otra propuesta: que fuera la OLP la que administrara
una especie de Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas.
Mientras, la seguridad pública sería controlada por Egipto, Jordania, los
Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos, estados que tendrían la confianza
de Israel. Blinken admite lo evidente: la Autoridad Palestina cada vez más
corrupta y más inoperante tiene un presidente, Mahmud Abás, que está
profundamente cuestionado y en las últimas fases de su vida.
Hamás sobrevivirá
Pase lo que
pase en esta guerra, no importa el nivel de desgaste o la derrota (nada
segura): Hamás no desaparecerá. No será erradicada. Como en el Vietcong
vietnamita, la población y Hamás no se pueden separar. Esto no quiere decir que
todos los gazatíes apoyen a Hamás, al igual que no todos los vietnamitas
apoyaban al Vietcong, pero Hamás resiste y lucha. Lo ha reconocido el propio ex
ministro de Defensa Israelí el ultra radical Avigdor Lieberman[1],
cuando reconoce que los combatientes de Hamás no se rinden y que los avances
sobre el terreno implican altos costos para el ejército en hombres y material.
No hay nadie en
Palestina que no combata por sus derechos contra los ocupantes. Este hecho
proporcionará una caudal enorme de nuevos combatientes. Hamás no se desvanecerá
en la niebla como si nunca hubiera existido. Si este movimiento había resonado
en el pasado, de ahora en adelante lo hará con más fuerza en los nuevos
escenarios.
Nota:
[1] Este personaje defendía públicamente que: “hay que ahogar a los
prisioneros palestinos en el mar Muerto. Tenemos que combatir a Hamás como lo
hizo EUU con Japón”.