La significación del sexo en el desarrollo del
individuo
Revista El Pollo Urbano. Núm. 206
Por Manuel Sogas Cotano
La idea del sexo como
característica intrínseca e inherente a la naturaleza humana no parece que
pudiera ser discutida por nadie desde un punto de vista racional…
… y lógicamente válido, dada su absoluta necesidad
para la reproducción de la especie humana que es llevada a cabo por la relación
sexual entre una mujer y un hombre. Pero sin embargo, su percepción tanto
personal como social ha tenido diferentes significados a lo largo del tiempo,
sin que ello naturalmente haya podido afectar a su naturaleza ni a la
importancia biológica como sistema de reproducción hasta alcanzar la nueva
dimensión social y política con que hoy se presenta en prácticamente todos los
estamentos sociales, si bien esta consideración en sus diferentes y a veces
contradictorias percepciones resulta más aceptada en el plano teórico y legal
que en la práctica.
El desarrollo de los medios
de telecomunicaciones ha contribuido de una forma singular a la
divulgación de la noción de sexo. No obstante, y a pesar de esta gran
divulgación no se ha visto acompañado su tratamiento en igual proporción ni con
la rigurosidad ni con la profundidad que le correspondería, dada la relevancia
social y política adquirida, sino que más bien y por el contrario, ha
contribuido a extender su superficialidad y banalización no exentas de
fetichismo consumista. A la palabra sexualidad se le relaciona con los
genitales y a estos a su vez con el sexo [[i]], lo que contribuye a empañar y
oscurecer su significado más que a esclarecerlo.
En este sentido afirma Cardinal:
“Al sexo se le trata dentro de una confusión entre la ignorancia y la
sofisticación, la negación y la indulgencia, la represión y el estímulo, el
castigo y la explotación, el secreto –sucio secretito-, como decía Henry
Miller; la exhibición y la comercialización. Se le asocia a una duplicidad e
indecencia que no conduce ni a la honestidad intelectual ni a la dignidad
humana.” (P. A. Serna Carmona), lo que le hace aparecer con un carácter
punitivo y receloso en los diferentes ámbitos sociales como el familiar o religioso,
que lo delimitan entre lo normal y lo anormal, entre lo permitido y lo
prohibido y entre lo que se puede hablar y lo que se debe ocultar.
Foucault señala (1991) que el sexo
no siempre tuvo un carácter restringido y sancionador. En la Europa del siglo
XVII “las prácticas no buscaban el secreto; las palabras se decían sin
excesivas reticencia, y las cosas sin demasiado disfraz; se tenía una tolerante
familiaridad con lo ilícito. Los códigos de grosero de lo obsceno y de lo
indecente si se los compara con los del siglo XIX, eran laxos. Gestos directos,
discursos sin vergüenza, trasgresiones visibles, anatomías exhibidas y
fácilmente entremezcladas, niños desvergonzados vagabundos sin molestia ni
escándalo entre las risas de los adultos: los cuerpos se pavoneaban.”
De igual manera que Foucault se
expresa Calame en su obra “Eros en la Antigua Grecia”, en la
que expone la noción que tenían los griegos acerca del sexo como origen de un
placer infinito de un profundo carácter divino. Los griegos adoraban la
belleza, y por ello no estaba mal visto quedar anonadado ente un hombre o mujer
hermosa, con independencia del género que tuviera el observador.
Asimismo señala que la antigua
sociedad romana fue muy permisiva respecto del sexo, dado que este junto a la
moral estaban mediados por el control. Así, un ciudadano romano podía tener
relaciones sexuales con su esposa, con una prostituta en un burdel o con otro
hombre en los baños públicos, con la condición para librarse de toda crítica
que mantuviera cada cosa en su sitio, sin que nadie ocupara el lugar de otro.
En la época victoriana cambió
radicalmente la percepción del sexo con el discurso del pecado y lo prohibido
que desemboca en un proceso de represión en torno al mismo, y de esta manera
“la sexualidad es cuidadosamente encerrada. Se muda, la familia conyugal la
confisca y absorbe por entero en la seriedad de la función reproductora.
En torno al sexo, silencio. Dicta la ley, la pareja legítima y procreadora” (P.
A. Serna Carmona: 2013), apareciendo junto a este proceso otro en sentido
inverso: su práctica de forma oculta, lo que suponía la trasgresión a la ley
con lo que apareció una nueva forma de placer, dejando en evidencia que: “Tal
vez hay otra razón que torna tan gratificante para nosotros el formular, en
términos de represión, las relaciones del sexo y del poder lo que podría
llamarse el beneficio del locutor. Si el sexo está reprimido, es decir,
destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el solo hecho de
hablar de él, y de hablar de su represión, posee como un aire de
trasgresión deliberada. Quien usa ese lenguaje hasta cierto punto se coloca
fuera del poder; hace tambalearse la ley; anticipa, aunque sea poco, la
libertad futura.” (P. A. Serna Carmona: 2013).
La idea de trasgresión deliberada
incita al debate sobre el sexo que se convierte en una cuestión social,
política y económica que sobrepasa lo privado y despierta el interés político,
adquiriendo en los siglos XX y XXI unos valores muy diferentes a los que tenía
en la época victoriana, llegándose a plantear en los escenarios académico,
político y social, hasta que en 1997 la sexualidad queda reconocida como un
derecho en la Declaración del XII Congreso Mundial de Sexología celebrado en
España, Valencia, donde queda establecido como “Una parte integral de la
personalidad de todo ser humano. Su desarrollo pleno depende de la satisfacción
de las necesidades humanas básicas como el deseo de contacto, intimidad
emocional, placer, ternura y amor que se construye a través de la interacción
entre el individuo y las estructuras sociales. El desarrollo pleno de la
sexualidad es esencial para el bienestar individual, interpersonal y social.
Los derechos sexuales deben ser derechos humanos universales basados en la
libertad, dignidad e igualdad para todos los seres humanos. Los derechos
sexuales deben ser reconocidos, promovidos, respetados y defendidos por todas
las sociedades con todos sus medios.” (P. A. Serna Carmona: 2013). En esta
declaración se promulgan once derechos sexuales: el derecho a la libertad
sexual, a la autonomía sexual, a la integración sexual y seguridad del cuerpo
sexual, a la privacidad sexual, a la equidad sexual, al placer sexual, a la
expresión sexual emocional, a la libre asociación sexual, a tomar decisiones
reproductivas libres y responsables, a la información basada en el conocimiento
científico, a la educación sexual comprensiva y el derecho a la atención
clínica de la salud sexual, configurándose de esta manera como categoría de
derecho con lo que la sexualidad adquiere una nueva dimensión que le plantea al
Estado la necesidad de tener que procurarse los medios necesarios que
garanticen el cumplimiento de ese nuevo derecho, pero la práctica viene a
demostrar que si ni siquiera la comprensión de los derechos sexuales
mencionados están bien interpretada en todas partes y mucho menos su aplicación
a la realidad.
Sin la intención ahora
entrar en las causas originarias y profundas que pudieran explicar esa no
correspondencia entre la teoría y la práctica de los derechos sexuales, sí se
menciona una de las más próximas e inmediatas que ha sido señalada por P.
A. Serna Carmona (2013) atribuida al hecho de que la noción de los derechos
sexuales no aparecen como derechos en sí mismos, sino como derechos de segundo
orden ligados siempre a otras categoría del derecho que sí tienen reconocida
tal categoría en sí mismo, como puede ser el derecho a la salud o la educación,
lo que a nuestro juicio partiría de la carencia efectiva de la definición del
concepto de naturaleza humana de una manera profunda que es sustituida por una
definición formal cargada de elementos ideológicos en función de los intereses
de las clases sociales dominantes, obviando interesadamente o no, el poder
indiscutible para la deformación de la realidad que contiene cualquier
planteamiento en el que dominen los elementos ideológicos, sean de “izquierdas”
o de “derechas”, y de esta manera se llegan a considerar características
naturales del individuo que en realidad no las son, pero que a pesar de no
serlas son tomadas como si lo fueran porque el uso de la costumbre ha llegado a
naturalizarlas.
Es tarea prioritaria y
urgente, a nuestro juicio, la de la denominada comunidad científica que tiene a
su cargo el establecimiento del saber oficial en la sociedad, el que proceda a
la definición rigurosa de todos aquellos conceptos sobre los que luego son
tratados en la sociedad y que tienen trascendencia real en la vida
practica, de manera que esté exenta de prejuicios ideológicos y sin tener
en cuenta previamente a qué intereses sociales podrían o no servir, tarea esta
última que le corresponde resolver y determinar democráticamente a los
diferentes grupos sociales de los que está compuesta toda sociedad, y dentro
del ámbito político que es al que le corresponde. El mismo problema de falta de
definición rigurosa de conceptos nos lo encontraremos líneas más abajo cuando
se llegue a la noción de desarrollo humano.
Citando ahora de forma
sumarísima algunas ideas del pensamiento marxista con carácter indicativo del
camino que necesariamente habrá de seguirse en las ciencias sociales si es que
se pretende resolver los problemas y no justificarlos y relacionadas con la
noción de naturaleza humana, según nuestro juicio, se mencionan las siguientes:
“En contraste con Kierkegaard
y otros Marx contempla al hombre en toda su extensión, como miembro de una
sociedad y de una clase dadas, y, al mismo tiempo, como cautivo de estas. La
plena realización de la humanidad del hombre y su emancipación de las fuerzas
sociales que le aprisionan está ligada, para Marx, al reconocimiento de estas
fuerzas y al cambio social basado en este reconocimiento.” [[ii]].
Marx diferencia entre “la
naturaleza humana en general” y “la naturaleza humana condicionada”,
distinguiendo a su vez “dos tipos de impulsos y apetitos humanos”: los
constantes e invariables, como el hambre y el instinto sexual, que sin
modificar su esencia pueden variar sus formas de realización y tendencias en
función de las culturas de las que se trate, y de los apetitos relativos, los
que no siendo integrantes de la naturaleza humana “deben su origen a ciertas
estructuras sociales y a ciertas condiciones de producción y comunicación (…),
la necesidad de dinero es, pues, la necesidad real creada por la economía
moderna y la única necesidad que esta crea (…), se convierte así (esta
necesidad) en una servidumbre ingeniosa y siempre calculadora a los instintos
humanos, depravados, antinaturales e imaginarios que en el transcurso del
tiempo y por falta de reflexión, el individuo las llega a tomar, efectivamente,
como elementos natrales de su propia naturaleza.” [[iii]].
Así, por ejemplo, en la
organización social en la que predominan las relaciones de producción capitalistas,
se producen impulsos relativos como incentivos humanos principales “el deseo de
dinero y propiedad; otras condiciones económicas pueden producir exactamente
los deseos opuestos, como el ascetismo y el desprecio por los bienes
terrenales, como sucede en muchas culturas orientales.” [[iv]].
La Organización de las Naciones
Unidas (ONU) concibe la sexualidad desde diferentes perspectivas. Una de ellas
es la consideración como problemas de salud para combatir el VIH/Sida, la
malaria y otras enfermedades; otra, su abordaje en conexión con el Informe de
Desarrollo Humano de 1995, denominada la revolución hacia la igualdad en la
condición de los sexos, en donde es considerada desde la categoría de géneros y
desde la aceptación de la igualdad entre los mismos. (P. A. Serna Carmona:
2013) e igualmente se habla de un reconocimiento a las comunidades de LGTB.
El concepto de Desarrollo Humano que aquí
se considera es el dado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) que anualmente se elabora para más de 177 países y que se interpreta
como el proceso por el que pasa una sociedad cuando en ésta hay mejoras en las
condiciones de vida de sus ciudadanos y estas mejoras no implican
necesariamente un incremento de los bienes de los que disponen, los cuales
indudablemente, les van a ayudar a satisfacer sus necesidades básicas como
pueden ser la alimentación, vivienda y transporte. Implicando también la
creación de un entono en el que se respeten los derechos humanos de todos y
cada uno de los ciudadanos residentes en el país, su derecho a la educación y a
tener una vida digna, de modo que un mayor desarrollo humano que puede
entenderse como sinónimo de un alto grado de libertad y cantidad de opciones
que se dispongan para ser o hacer lo que desee. [[v]]
El origen del concepto de
Desarrollo Humano data del año 1990 cuando “Mahbub ul Haq lanzó el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este programa no únicamente
pretendía tener en cuenta factores puramente económicos correspondientes a la
riqueza de un país, sino que, también, qué políticas aplica el Estado que estén
centradas en las personas, especialmente en cuanto a calidad de vida y
educación se refiere.” (N. Montagud Rubio. Obra citada).
Con “el Índice de Desarrollo Humano
(IDH) se tiene en cuenta diferentes factores que se consideran necesarios
(Esperanza de vida; educación y riqueza) para que las personas vivan plenamente
en el país que es ha tocado vivir (…), es un indicador nacido de la mano del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que sirve para evaluar
cómo se desarrolla una sociedad. Consiste en una medida aritmética que
sintetiza los avances e hitos de cada país que le llevan a disponer de una
mejor sociedad, analizados en base a tres dimensiones principales: esperanza de
vida, educación y riqueza económica.” (N. Montagud Rubio. O.C.).
El (IDH) se elabora anualmente para
cada país en función del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
en base a los datos anuales que recoge la ONU de cada país y para cada programa
de cada país relacionado con la esperanza de vida; años de escolarización y
renta, cuyas fuentes respectivas de información son las siguientes: UNDESA;
UNESCO, ICF Macro Demographic and Health Surveys, UNICEF y encuestas de la
Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE) y, el Banco
Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la United Nations Statistics
División. (N. Montagud Rubio. O.C.).
El principal objetivo de este
indicador es el de obtener datos objetivos sobre el nivel de vida que hay en
cada país del mundo para, de esta forma, detectar posibles carencias y dirigir
futuros programas de ayudas internacional en la resolución de las mismas. Entre
estas ayudas puede contar el ofrecer recursos monetarios para activar la
economía, además de ayudar al país en la dotación de estructuras educativas y
sanitarias para mejorar el nivel cultural y sanitario de la población.
Esta noción de desarrollo
humano tiene diferentes interpretaciones por parte de distintos autores, y en
función de la interpretación que cada uno de ellos hace se inscribe la cuestión
de la sexualidad que también es considerada de formas variadas. Así, Sen por su
parte considera el desarrollo humano desde la perspectiva de las capacidades
que cada persona tiene para satisfacer sus necesidades, intereses y deseos,
para cuyos fines utiliza los recursos y medios disponibles en el contexto en el
que vive para alcanzar de ese modo una mejor calidad de vida.
Martha Ussbaun se manifiesta en el
mismo sentido que Sen, la que en su trabajo sobre las mujeres y el desarrollo
humano: El enfoque de las capacidades, propone que las capacidades
son dimensiones importantes y específicas de la vida humana, las cuales
constituyen los instrumentos con los que cada persona puede conseguir su propia
concepción de lo valioso.
Otra óptica para definir el
desarrollo humano es la de Manfred Max Neef que propone una matriz de
necesidades y satisfactores en las que identifica las necesidades humanas que
divide según categorías existenciales como: ser, tener, hacer, estar,
sexualidad, hacer el amor y sensualidad, y según categorías axiológicas como: subsistencia,
protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y
libertad.
Con este planteamiento se establece
una manera diferente de tratar la cuestión sexual, puesto que parte del
principio de las necesidades, con lo que elude los reduccionismos biológicos o
etiológicos, y de esta manera pone en primer plano que la calidad de vida
dependerá de las posibilidades que tenga la persona de satisfacer adecuadamente
sus necesidades humanas.
Según entiende el propio Max Neef
(1986) “cualquier necesidad humana fundamental que no es adecuadamente
satisfecha revela pobreza humana. La pobreza de subsistencia (debido a la
alimentación y abrigo insuficiente); de protección (debido a sistemas de salud
ineficientes, a la violencia, la carrera armamentista, etc.); de afecto (debido
al autoritarismo, la opresión, las relaciones de explotación con el medio
natural, etc.); de entendimiento (debido a la imposición de valores extraños a
culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político, etc.) y así
sucesivamente.” (P. A. Serna Carmona: 2013. Obra citada).
Al quedar planteada la cuestión
sexual como necesidad para el desarrollo humano (desde la perspectiva que aquí
se viene considerando) implica necesariamente el planteamiento de la necesidad
de su correspondiente satisfacción como requisito imprescindible para que ese
desarrollo no se estanque y menos todavía quede interrumpido, y esta noción del
sexo es la que lleva a Krmpotic a su teoría de las necesidades mínimas (1999) que
divide en dos grupos: “las necesidades individuales y las necesidades sociales:
Las primeras hacen referencia al estado de un individuo con respecto a los
medios necesarios o útiles para su existencia y desarrollo; la utilidad está
dada por la función de preferencia la cual es subjetiva: prima entonces la
soberanía privada del consumidor y las segundas se refieren no al
individualismo, sino al estado de la sociedad en relación con tales medios
útiles para la existencia; estos medios no solo son bienes de consumo sino
también de producción”. (P. A. Serna Carmona: 2013. O. C.).
Thorstein Veblen (1857-1929),
sociólogo norteamericano realizó acertadas críticas sobe al sociedad y la
economía de su época, y tras un profundo análisis de la sociedad de consumo
llegó a la conclusión de que “el consumo de bienes no satisface las
verdaderas necesidades humanas, ni logra una plenitud de la vida, sino que
sirve para mantener el prestigio social, el status…” [[vi]]
El concepto de lo sexual como
necesidad a satisfacer Krmpotic lo equipara a un bien a conseguir dotándolo de
carácter destinado al consumo como si se tratara de una mercancía normal que
hace su recorrido habitual a través del tráfico del mercado hasta llegar a su
punto final en el que es consumido, y por ello, lógicamente, lo liga a la
producción capitalista cuyo fin primordial es la de producir bienes con valor
de cambio para el mercado como procedimiento para lograr el acrecentamiento de
los capitales invertidos. No aparecen diferencias entre un bien de uso y un
bien de cambio, si bien es cierto que todo valor de cambio tiene que poseer una
parte de bien de uso, puesto que tiene que ser útil para satisfacer una
necesidad, sea esta natural o creada artificialmente, puesto que si el bien con
valor de cambio no satisficiera ninguna necesidad (único propósito objeto bien
de uso) nadie lo querría comprar, dado que no tendría utilidad para nadie, y el
consecuencia el capitalista tampoco lo querría producir.
A nuestro juicio el planteamiento
de Krmpotic es completamente erróneo, cuyo error desde nuestra óptica, parte
del mismo momento en que sitúa en un plano de igualdad a la necesidad vital del
sexo (que él denomina necesidad mínima) con la mercancía que circula con
normalidad por el mercado capitalista, que es precisamente lo que le lleva de
forma “natural” a tenerla que relacionar con la producción como consecuencia
lógica, y ello induce a pensar como acertadamente afirma P.A. Serna Carmona
(2013) que “… se abre una puerta a todo discurso capitalista, donde se le da al
consumo un papel protagónico, no sólo en la economía sino también en las
esferas sociales y políticas”, a lo que parece oportuno añadir por nuestra
parte, que queriéndolo o no, de forma voluntaria o involuntaria, en Krmpotic
existe cuando menos una intencionalidad implícita por naturalizar el modo de
producción capitalista desde el siguiente punto de vista: si el ser humano es
algo natural y una de sus necesidades también natural se la aporta el
capitalismo, este puede ser considerado tan natural como el ser humano, lo que
supone ni más ni menos, que una aberración científica y un disparate histórico.
Cualquier intento de establecer un mínimo
de necesidades humanas sin haber establecido previamente en qué consiste la
naturaleza humana no pasa de ser un sin sentido lógico, porque cualquiera
podría establecer arbitrariamente numerosas “necesidades mínimas” para
cualquier individuo sin necesidad de atribuir necesariamente a tal pretensión
malevolencia alguna. Para ello bastará con que no sepa diferenciar lo que es
una necesidad natural de una necesidad no natural que por la costumbre él ha
naturalizado. Por ejemplo, un individuo habituado a la lectura considerará
perfecta y lógicamente como necesidad mínima necesaria para él el hecho de la
lectura, al tiempo que otro individuo a la lectura la puede considerar también
lógica y perfectamente como una absoluta e inútil pérdida de tiempo. Tampoco
parece muy acertada la atribución a las preferencias o gustos personales del
individuo para satisfacer sus necesidades mínimas como hace Krmpotic. Quien
pase hambre involuntariamente parece evidente que no ha dejado de comer por
gusto o preferencia personal.
Krmpotic confunde o no
distingue entre “necesidades mínimas” que son difíciles de determinar y
absolutamente variables respecto de unos individuos a otros, de unos lugares a
otros y de unos tiempos a otros, y necesidades vitales o naturales que son
absolutamente determinables e invariables para cada elemento de la especie
humana en cualquier circunstancia de lugar y tiempo por ser consustanciales,
inseparables, del ser humano.
Trasladar las necesidades vitales y no
las “necesidades mínimas” según Krmpotic al campo de la naturaleza humana que
es al que corresponde, como la alimentación y el sexo, supone inmediatamente
negar radicalmente al individuo la subjetividad, gusto o preferencia personal
como procedimiento para satisfacción de las mismas como afirma Krmpotic, dado
que las leyes de la naturaleza que son las mismas que actúan sobre el ser
humano se cumplen de manera imperativa, objetivamente, quiéralo así el
individuo o no. Las únicas posibilidades que pudieran caer dentro del libre
albedrio, gusto o preferencia personal del individuo respecto a sus necesidades
vitales para satisfacerlas y, dentro siempre de determinados límites, es la
forma de realizar el modo de su satisfacción. Por ejemplo, un individuo puede
elegir entre comer carne cruda o cocinada utilizando las manos y el
desgarramiento con los dientes o bien utilizando cuchillo y tenedor, pero lo
que no puede hacer por mucho que lo desee o sea su gusto personal es comer
noventa y cinco veces al día o, por el contrario, dejar de comer más allá del
tiempo que le permita su organismo seguir con vida sin comer. Respecto del sexo
con algunos matices se podría decir lo mismo: puede elegir libre y
voluntariamente la abstención de la realización del acto sexual de forma
absoluta, en cuyo caso sus facultades y potencialidades sexuales quedarían sin
desarrollar por la falta de ejercicio, y en consecuencia, su desarrollo
personal quedaría menguado. Pero lo que tampoco podría hacer por mucho que
fuera su deseo y gusto personal, sería realizar el acto sexual doscientas veces
al día.
Por desarrollo humano debería entenderse,
a nuestro juicio, la plena realización del hombre de todas las facultades y
potencialidades tanto materiales como espirituales que posee, lo que le
llevaría a convertirse en el agente principal e insustituible de todo tipo de
actividad económica, política e ideológica, es decir, autor de su propio
destino, lo que exige la desaparición de todas sus ataduras que limiten o
impidan su desarrollo integral, lo que directamente implica la extinción previa
del modo de producción capitalista que impide el pleno desarrollo integral
humano, puesto que este es considerado por el capitalismo como un objeto más,
una mercancía, con la que tiene que traficar de manera indefectible para poder
incrementar los capitales invertidos. La noción de desarrollo humano en un
mundo humanizado por el trabajo consciente, libre y voluntario, que posibilite
de forma real el desarrollo de todas las facultades y potencialidades que como
tal tiene el sujeto, según la teoría marxista.
Desde la óptica marxista
consideramos que podría darse por refutada radical y categóricamente la postura
de Krmpotic que se viene comentando, al tiempo que sirven como señal del camino
a recorrer para resolver las aparentes paradojas que muy bien señala P. A.
Serna Carmona (2013) entre el reconocimiento teórico prácticamente reconocido
en todas partes en la cuestión del sexo como derecho, y su no aplicación en la
práctica en un gran número de países.
*
[[i]] Paula Andrea
Serna Carmona. La sexualidad y el desarrollo humano: aproximación para
una posible articulación. Revista Cultural del Cuidado. Vol. 10, nº. 2,
diciembre 2013.
[[ii]] Erich
Fromm. Marx y su concepto del hombre. Fondo de Cultura Económica,
págs. 7-8, México, 1962.
[[iii]] Erich Fromm.
Obra citada, pág. 37.
[[iv]] Erich Fromm.
Obra citada, pág. 24.
[[v]] Nahum Montagud
Rubio. Índice de Desarrollo Humano (IDH): qué es y cómo se calcula.
Psicologíaymente.com
[[vi]] https://diegofirmiano.wordpress.com/2013/01/23/el-ataque-de-thorstein-veblen-a-la-cultura/
[[1]] Paula Andrea Serna Carmona. La
sexualidad y el desarrollo humano: aproximación para una posible articulación.
Revista Cultural del Cuidado. Vol. 10, nº. 2, diciembre 2013.
[[1]] Erich Fromm. Marx y su concepto del
hombre. Fondo de Cultura Económica, págs. 7-8, México, 1962.
[[1]] Erich Fromm. Obra citada, pág. 37.
[[1]] Erich Fromm. Obra citada, pág. 24.
[[1]] Nahum Montagud Rubio. Índice de
Desarrollo Humano (IDH): qué es y cómo se calcula. Psicologíaymente.com
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