La naturaleza humana desde el
punto de vista marxista
Revista El Pollo Urbano. Núm. 188
Por Manuel Sogas Cotano
“La concepción del socialismo en Marx depende de su
concepto del hombre (…). Evidentemente, el fin del socialismo es el hombre.”
[1]
Muchos sociólogos y psicólogos contemporáneos de Marx
creían que no existía una naturaleza humana como tal, sino que “el hombre, al
nacer, es como una hoja de papel en blanco, sobre la que la cultura escribe su
texto.”[2]
Marx niega esta noción de “no” naturaleza del hombre
de su tiempo, para mantener que es un ser reconocible y determinable que puede
ser reconocido no solo biológicamente, anatómicamente y fisiológicamente, sino
también psicológicamente, y con “características necesarias, constantes de
todos los individuos humanos (el trabajo, la sociabilidad,
la consciencia y la universalidad)” [3] en
cualquier circunstancia de espacio, lugar y tiempo, siendo su característica
esencial la forma en que realiza su actividad vital, que es precisamente la que
le diferencia y separa del resto de los animales.
Diferencia Marx entre “la naturaleza humana en
general” y “la naturaleza humana condicionada”, distinguiendo a la vez “dos
tipos de impulsos y apetitos humanos”: los constantes e invariables, como el
hambre y el instinto sexual, que sin modificar su esencia pueden variar sus
formas de realización y tendencias en función de las culturas de las que se
trate, y los apetitos relativos, los que no siendo integrantes de la naturaleza
humana “deben su origen a ciertas estructuras sociales y a ciertas condiciones
de producción y comunicación…, la necesidad de dinero es, pues, la necesidad
real creada por la economía moderna y la única necesidad que esta crea…, se
convierte (así esta necesidad) en una servidumbre ingeniosa y siempre
calculadora a los instintos inhumanos, depravados, antinaturales e imaginarios”
[4], que en el transcurso del tiempo y por falta de reflexión, el individuo las
llega a tomar, efectivamente, como elementos naturales de su propia naturaleza.
Así, por ejemplo, en la organización social en la que
predominan las relaciones de producción capitalistas, se producen impulsos
relativos como incentivos humanos principales “el deseo e dinero y propiedad;
otras condiciones económicas pueden producir exactamente los deseos opuestos,
como el ascetismo y el desprecio por los bienes terrenales, como sucede en
muchas culturas orientales” [5].
“En contraste con Kierkegaard y otros, Marx contempla
al hombre en toda su extensión, como miembro de una sociedad y una clase dadas
y, al mismo tiempo, como cautivo de éstas. La plena realización de la humanidad
del hombre y su emancipación de las fuerzas sociales que le aprisionan está
ligada, para Marx, al reconocimiento de estas fuerzas y al cambio social basado
en este reconocimiento.” [6].
Un planteamiento de este tipo exige necesariamente un
conocimiento previo tanto del hombre como el de la sociedad en la que vive, es
decir, de una filosofía que conduzca a esos fines, y esta filosofía en sus
aspectos fundamentales está contenida desde los inicios del marxismo en los
Manuscritos filosóficos-económicos.
Obra que escribió Marx en 1844 contando 26 años de
edad, pero que permaneció “oculta” hasta 1956 en que se publicó en lengua rusa
tras la muerte de Stalin, apareciendo publicada en Europa en lengua inglesa a
partir de 1959, fechas que marcan el inicio para la plena comprensión del
marxismo como teoría general universal del conocimiento y método efectivo para
la transformación social, que es en realidad el último objetivo, como medio, a
fin de que el hombre encuentre el camino para su plena realización como ser
libre y consciente, con lo que se sobrepasa en mucho la noción vulgar del
marxismo.
Esta sería una de las razones, pero no todas, que
podrían explicar la tergiversación del marxismo vulgar mecanicista,
determinista y economicista, que era el que se había aplicado fundamentalmente
en la URSS de la mano de Stalin.
Tras la publicación de los Manuscritos
filosófico-económicos el marxismo empieza a ser estudiados por marxistas no
comunistas, católicos en Francia y protestantes en Alemania.
“Una de las ironías peculiares de la historia es que
no hay límites para el melentendimiento y la deformación de las teorías, aun en
una época donde hay acceso ilimitado a las fuentes; no hay un ejemplo más
definitivo que lo que ha sucedido con la teoría de Karl Marx en las últimas
décadas.” [7]
“No hay mayor malentendido o malinterpretación de Marx
que aquella que se encuentra, implícita o explícitamente, en el pensamiento de
los comunistas soviéticos, los socialistas reformistas y los opositores
capitalistas del socialismo, todos los cuales suponen que Marx sólo quería el
mejoramiento económico de la clase trabajadora y que quería abolir la propiedad
privada para que el obrero pudiera poseer lo que ahora tiene el capitalista. La
verdad es que para Marx, la situación de un trabajador en una fábrica
“socialista” rusa, una fábrica británica propiedad del Estado o una fábrica
norteamericana tal como la General Motors equivaldría esencialmente a lo mismo…
El tema central de Marx es la transformación del trabajo sin sentido,
enajenado, en un trabajo productivo, libre, no el mejor pago de un trabajo
enajenado por un capitalismo privado o un capitalismo “abstracto” de
Estado.”[8]
El modo de producción capitalista que Marx critica,
contra lo formalmente establecido y tomado como verdad inamovible, absoluta, de
que es algo consustancial a la naturaleza humana no tiene nada de natural, sino
algo creado por el propio individuo como consecuencia del desarrollo histórico
de las fuerzas productivas de las que el capitalismo a sido su principal agente
impulsor, cuyo protagonismo histórico no puede ser juzgado bajo ningún tipo de
concepto moral ni en función de su maldad o bondad, sino como hecho histórico,
puesto que esto y ninguna otra cosa es. Y no solamente el capitalismo no es
consustancial a la naturaleza humana, sino que además es contrario a la
naturaleza de la misma.
Cuando Marx critica al capitalismo no lo hace tanto
por la desigualdad de ingresos que crea y fomenta entre el capitalista y el
asalariado, sino por la forma de producción, que al estar basada en la división
social del trabajo, separando el trabajo corporal y el trabajo intelectual cada
vez más, y de la propiedad privada de los medios de producción, conduce al
individuo necesariamente a la enajenación, la alienación social y personal, a
la pérdida de conciencia de sí mismo hasta convertir al asalariado en un objeto
más, en una mercancía como cualquier otra ligada al proceso de
producción P.
Sin duda son los hombres, desde que son hombres, seres
conscientes. Pero desde los comienzos de la división social del trabajo, de la
escisión y la contraposición entre el trabajo intelectual y el trabajo corporal
y a consecuencia de esta división, la consciencia empírica cotidiana de los
individuos se separa cada vez más de la evolución de las esferas sociales conjuntas
de la producción intelectual, de la evolución de la ciencia y el arte, y se
convierte en esclava de las representaciones fetichistas que deforman la
realidad, mientras, por otro lado, se producen en los planos del pensamiento
abstracto y de la consciencia social conjunta las ideologías, reflejos
deformados e invertidos de la realidad.”[9]
“Es imprescindible decir y subrayar que la alienación
es para Marx un proceso de determinada tendencia histórica, no un medio
estático, y, además, que la tendencia universalizadora de la alienación no
significa en modo alguno (…) que la alienación pueda llegar a ser nunca
absoluta y a aniquilar toda autonomía de lso individuos que componen la
sociedad. Como la evolución histórica de la alienación es al mismo tiempo el
camino necesario para la génesis histórica de la individualidad humana, el
desarrollo de la alienación es al mismo tiempo creación de los presupuestos
subjetivos necesarios de su abolición.” [10]
Estudiando la dinámica interna del funcionamiento del
modo de producción capitalista, y dadas las contradicciones que operan en su
propia dinámica de funcionamiento, se extraen datos que muestran de manera
evidente la imposibilidad material de su continuidad histórica como modo de
producción dominante, y en consecuencia su extinción, una vez alcanzado el
máximo grado de desarrollo históricamente puede alcanzar, hecho que viene a
poner de manifiesto la crisis de 2007, así como predecir el nuevo modo de
producción que históricamente está llamado a sustituirle: el modo de producción
socialista, que no constituye un fin en sí mismo, como erróneamente ha venido
presuponiendo el marxismo vulgar, sino un medio instrumental al servicio del
hombre que facilite y potencia el ejercicio práctico de su pleno desarrollo
personal, tanto material como espiritual. Pero también esos mismos datos
proporcionados por el conocimiento del funcionamiento del modo de producción
capitalista, pueden ser aplicados a la génesis y devenir histórico del mismo y
para el conocimiento de la naturaleza del hombre que es lo que hace Marx.
“La unión de la Economía y Filosofía (fundamento de
materialismo dialítico de Marx) es el primer paso ineludible para comenzar a
estudiar seriamente la sociedad moderna y este avance epistemológico, al que
cabe calificar como fundamental en todos sus restantes hallazgos, lo hace Marx
precisamente en los Manuscritos.” [11]
El objeto del modo de producción capitalista y el
espíritu que lo mueve no es la de producir objetos para satisfacer necesidades
humanas (bienes de uso) sino el acrecentamiento de los capitales invertidos,
paro lo que tiene que producir valores de cambio, esto es, objetos que poder
llevar al mercado para intercambiarlos por dinero que es lo que le permite el
crecimiento de los mismos, aunque evidentemente, los valores de cambio (las
mercancías) que produce tienen que responder a la satisfacción de una necesidad
determinada, puesto que si no fuera así nadie querría cambiar su dinero por
algo que no vale para nada, pero el fin primordial del capitalismo es
acrecentar los capitales invertidos.
En el proceso de producción P que
realiza el capitalista invierte un dinero inicial D con el que
compra una mercancía M (Instalaciones, maquinaria, materia
prima, salarios…) que somete a un proceso productivo P (que
ponen en marcha y mantienen en funcionamiento los asalariados) para
transformarla en una nueva mercancía M´ (con mayor valor que
la mercancía M) que será la que lleve el capitalista al mercado
para su venta y obtener una cierta cantidad de dinero D´ suficiente
para poderse resarcir de todos los gastos originados para obtener la mercancía
M´, y además otra parte que será la que le permita acrecentar sus
capitales.
Lo anteriormente dicho queda representado en la
siguiente expresión que representa en esencia el funcionamiento del modo de
producción capitalista:
D – M … P … M´ – D´
La diferencia entre el dinero D´ obtenido
en el mercado por la venta de la mercancía M´ y el dinero
inicial D representa la plusvalía PV obtenida por el
capitalista:
D´- D = PV
Mediante la plusvalía PV obtenida por
el capitalista este recupera todo el dinero inicial D invertido
que puede volver a reinvertir para repetir un nuevo proceso de
producción P y otra parte que le permite acrecentar y acumular sus
capitales, en tanto que al asalariado le llega lo justo para no perecer por
inanición y su reproducción a fin de poder seguir produciendo.
La forma de trabajo asalariado constituye “una
actividad constrictiva, externa, que unilateralita y deforma al individuo, esto
es, “solo la apariencia de una actividad […] El trabajador asalariado no
aparece, según lo subraya Marx en El Capital, más que como “una máquina
productora de plusvalía, y su trabajo no es por tanto, verdadero trabajo en el
sentido en que usa Marx ese concepto en los Manuscritos
económicos-filosóficos.” [12].
El esclavo y el siervo, al igual que el asalariado
también trabajan. Pero no son formas de trabajo humano, puesto que ninguno de
ellos realiza su trabajo voluntariamente, ni se apropian íntegramente del
producto de sus respectivos trabajos para satisfacer sus propias necesidades y
la de los suyos, tan sólo una mínima parte, aquella que le permite no perecer y
poder reproducirse ni deciden en qué trabajar, ni en qué producir para
satisfacer sus necesidades ni cómo ni cuánto.
“Como punto de partida sabemos que los individuos
producen en sociedad, y por consiguiente su producción es socialmente
determinada. De ahí que el cazador y el pescador aislados y dispersos, de que
hablan Smith y Ricardo, sean sencillamente producto de la imaginación (…)
Cuanto más nos remontamos en la historia más aparece el individuo, y por tanto
el productor individual, como dependiente y formando parte de un conjunto más
vasto; en primer lugar, muy naturalmente y de una tribu; más tarde de una comunidad
en sus diversas estructuras, mediante el choque y de la fusión de las tribus.”
[13]
Tanto el individuo como el animal tienen que realizar
determinadas actividades para la satisfacción de sus necesidades, pero la
actividad del animal se limita a procurarse lo necesario para la satisfacción
de sus necesidades biológicas inmediatas que son heredadas en función de la
especie a la que pertenecen, cuya herencia permanece inamovible, salvo que por
determinados circunstancias, todas ellas siempre ajenas al propio animal, le
obliguen a realizar determinados cambios para poderse adaptar a las nuevas
condiciones de vida que le han llegado impuestas desde fuera de él.
Una vez satisfechas las necesidades biológicas
inmediatas del animal, incluida la de la reproducción, cesan las actividades
realizadas para ello, y no la vuelve a ponerlas en movimiento hasta que no
vuelvan a aparecer nuevamente las necesidades vitales que las pusieron en
marcha.
Así, pues, el animal para su subsistencia y
reproducción no utiliza sino un número limitado de elementos, que son los que
directamente satisfacen sus necesidades, al igual que limitados son los
elementos que reincorpora a su propia naturaleza, no siendo libre para realizar
ninguna otra actividad que no esté directamente ligada y determinada por el
organismo del animal en función de la especie a la que pertenezca.
El hombre en tanto que animal se ve impelido
necesariamente a realizar las mismas actividades que este, pero se separa del
mismo y aumenta su diferencia con respecto de él en el momento en que empieza a
producir sus propios medios de vida, dado que estos no responden ya a la
satisfacción de las necesidades biológicas inmediatas.
Los medios que necesita el individuo para la
subsistencia se halla todos en la naturaleza. Al trabajar lo que hace es
apropiarse de ésos medios que están en la naturaleza y que no son aptos para su
consumo directo, de manera que con el trabajo lo que hace es adaptarlos para
poderlos consumir y satisfacer sus necesidades cada vez más numerosas.
El trabajo, la producción humana, origina objetos que
satisfacen necesidades humanas. Estos objetos producidos por el individuo con
su trabajo se hacen cada vez más numerosos y variados a medida que se van
desarrollando las fuerzas productivas, creadas también por el propio trabajo
humano, y como cada objeto producido responde a la satisfacción de una
necesidad, resulta por el propio desarrollo histórico que impulsa el desarrollo
de las fuerzas productivas, que las necesidades humanas crecen ilimitadamente.
El instrumento que utiliza el individuo como medio de
trabajo para producirse lo que necesita: la piedra, el palo, el cuchillo, la
lanza, el vestido, la hitación confortable, el teatro, el ferrocarril, el
automóvil, el cine, el teléfono, la televisión, el ordenador…, etc., son medios
de vida que no estaban dados en ninguna parte, pero que sin embargo el hombre
se ha procurado mediante su actividad específica, el trabajo, realizado libre y
voluntariamente, y que en el transcurso del tiempo los ha ido incorporando como
elementos vitales de vida a su naturaleza humana.
En suma. La actividad vital del hombre es ilimitada
porque ilimitada son sus necesidades frente y opuestamente a la actividad del
animal, que está limitada y determinada por su propio organismo. En su
actividad para producir objetos el hombre transforma la naturaleza al tomar de
ella necesariamente la materia bruta que transforma para adaptarla a su
consumo, y al incorporar los objetos producidos a su modo de vida los
“humaniza” al convertirlos en elementos “naturales de su propia existencia, por
lo que se puede afirmar que el hombre se crea a sí mismo al igual que crea la
sociedad en la que vive, a diferencia del animal que no sufre cambio en su
vida, excepto los que le llegan impuestos por la naturaleza contra su voluntad
que en cualquier caso son insignificantes. Por ejemplo, un animal, el perro.
Desde que es perro y hasta hoy no ha cambiado ni su naturaleza ni su forma de
vida, sigue haciendo lo que hacia y de la forma que lo hacía.
*
Manuel Sogas Cotano, Mao /30.03.2019
[1] Erich Fromm. Marx y su concepto del hombre. Pág.
69. Fondo de Cultura Económica, México, 1962.[2]
Erich Fromm. Obra citada, pág. 36.
[3] Giörgy Márkus. Marxismo y “antropología”, pág. 51.
Traducción y redacción: Manuel Sacristán. Ediciones Grijalbo, S.A., 1973,
Barcelona.
[4] Erich Fromm. Obra
citada, pág. 37.
[5 ] Erich Fromm. Obra citada, pág. 24.
[6] Erich Fromm. Marx y
su concepto del hombre. Págs. 7-8. Fondo de Cultura Económica, México, 1962.
[7] Erich Fromm. Obra citada, pág. 13.
[8] Erich Fromm. Obra
citada, págs. 53-54.
[9] Giörgy Márkus. Obra
citada, pág. 52.
[10] Giörgy Márkus.
Obra citada, págs. 60-61.
[11] Karl Marx. Manuscritos: económicos-filosóficos, pág.
15. Traducción, introducción y notas de Francisco Rubio Llorente. Alianza
Editorial, 4ª edición, Madrid, 1972.
[12] Giörgy Márkus. Obra citada, pág. 51.
[13] Carlos Marx. El
método en la economía política. Págs. 15-16. Ediciones Grijalbo, S.A.,
Barcelona, 1974.
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