La evolución de la calidad de vida en España: pobreza,
exclusión residencial y antidepresivos
Por Óscar
F. Civieta |
Rebelion / España
15/06/2023
Fuentes: La
Marea
Fuhem Educación + Ecosocial ha elaborado un estudio sobre la calidad de
vida en España, basándose en parámetros como la alimentación, la movilidad, la
vivienda, el empleo o la salud mental.
El 27% de la población española se encuentra en riesgo de pobreza o
exclusión social y la pobreza infantil afecta en España a uno de
cada tres niños menores de 16 años. Son, quizá, las dos conclusiones más
preocupantes del I Informe Ecosocial sobre Calidad de Vida en España,
elaborado por Fuhem Educación + Ecosocial, una fundación
independiente que promueve la justicia social, la profundización de la
democracia y la sostenibilidad ambiental, a través de la actividad educativa y
del trabajo en temas ecosociales.
En un mundo,
señalan, en el que “convive la ostentación más despilfarradora con la
necesidad más apremiante, no parece que podamos asumir como bueno el modo
de vida imperial, que niega a la mayoría un presente y a la humanidad su
futuro”.
Por ello,
“debemos cuestionárnoslo y preguntarnos: ¿qué cabe entender por
bienestar, calidad de vida o vida buena en el contexto de crisis ecosocial en
el que estamos?”.
Para medir la
calidad de vida, recuerdan, se ha utilizado históricamente el PIB. Sin embargo,
“éste sólo ofrece una aproximación a la medida del tamaño de una economía en
términos monetarios. En ningún caso fue diseñado para evaluar el bienestar o el
avance de una sociedad”.
Huyen de este
baremo y focalizan la investigación en algunos indicadores fundamentales, como
son, principalmente, la alimentación, la vivienda o la movilidad.
Entre los tres suponen alrededor de la mitad del consumo de los
españoles en términos de gasto.
Se gasta más en alimentación, pero se compran menos alimentos
El gasto alimentario ha
ido aumentando debido al incremento de los precios. Por lo tanto, esto no ha
supuesto un mayor volumen adquirido, sino todo lo contrario.
Las
características generales de las costumbres alimentarias (organización de las
comidas, dieta, etc.) se mantienen, aunque se está produciendo una cierta
estandarización del modo de consumo (por ejemplo, aumento de compras en
grandes superficies). Esto es muy relevante en los hogares más pobres, que
pueden permitirse una dieta menos variada y de menor calidad, incluso en
alimentos básicos.
La OCDE,
subrayan, apunta a España como uno de los Estados europeos donde la
obesidad se ha incrementado más en los últimos años (alrededor de un
7% entre 2010 y 2020). Especialmente entre aquellos colectivos que han
experimentado un empeoramiento sustancial en sus condiciones materiales y
derechos sociales.
En ese sentido,
las mujeres españolas con un nivel educativo bajo y menos recursos tienen una
probabilidad de tener sobrepeso 3,5 veces mayor que las mujeres con nivel
educativo alto. En términos de actividad económica, las personas más obesas son
las desempleadas, aquellas que no pueden trabajar o lo hacen en un ámbito
doméstico.
La obesidad,
considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la
principal epidemia no infecciosa del siglo XXI, constituye uno de los
grandes problemas sanitarios en las sociedades de abundancia alimentaria. A lo
que hay que añadir, exponen en el estudio, “los intereses de las grandes empresas de distribución,
protagonistas crecientes de las cadenas alimentarias. Éstas contribuyen a la
conformación de un entorno alimentario en el que predominan los alimentos altos
en azúcares y grasas, más rentables, fuertemente publicitados y al alcance de
todos los consumidores”.
No se apuesta por el transporte público
La movilidad y
el transporte es la partida de gasto más importante. A pesar de que la
mitad de los desplazamientos de la vida cotidiana todavía se producen a pie o
en bicicleta, cuando se trata de recorrer cierta distancia el campeón es el
coche privado. En la movilidad interior, representa el 78% de los
desplazamientos, por el 22% del transporte colectivo. Con las directas
consecuencias de esto en la calidad del aire de las ciudades.
La mayor parte del gasto en transporte está destinado al combustible y
mantenimiento del vehículo (854 euros por persona). Una
parte considerable también se gasta en la adquisición de nuevos vehículos (531
euros por persona).
Destacan en
este apartado las inversiones públicas que se han hecho para la
construcción de grandes infraestructuras (ferroviarias, autopistas, ampliación
de aeropuertos). Que se ha traducido, sostienen, “en un
sobredimensionamiento que responde más al interés privado –sobre todo del
sector de la construcción– que a las necesidades reales de la ciudadanía”.
Vivienda: hacinamiento entre los pobres y exclusión residencial
El informe FOESSA, destacan en Fuhem, apunta
a la vivienda como
el determinante social más importante para explicar los procesos de exclusión
social. Incluso tanto o más que el empleo.
Una de cada
tres personas en España vive en una vivienda tipo apartamento, mientras que el
resto lo hace en casas, adosadas o no. El grado de hacinamiento se muestra
relativamente bajo en comparación con el promedio europeo, habiéndose mantenido
estable —en torno al 5%— en la última década.
Lo que sí
resulta especialmente reseñable aquí es la importante diferencia que existe en
relación con la población en riesgo de pobreza, entre la que el
grado de hacinamiento es mayor —12,2% en el último año del periodo estudiado—.
Más de tres
cuartas partes de la vivienda se encuentra en régimen de propiedad, aunque en
los últimos años se ha producido un aumento inusual de la demanda en el mercado
del alquiler —correspondiente al 21% entre 2007 y 2019—. En el caso de
la vivienda en propiedad,
ha mostrado signos de descenso en los últimos 10 años.
Una parte
importante de ese incremento de la demanda de alquiler ha venido de la mano de
la población joven. La juventud que accedía a una vivienda en propiedad llegó a
alcanzar el 58,1% en 2007, hoy apenas supera el 25%.
La sobrecarga de gasto debido a
la vivienda, cuando es en propiedad, no llega al 9%. En el alquiler,
cuatro de cada 10 destinan el 40% de sus ingresos y una quinta parte dedica más
del 60%.
Pese a su
importancia, enfatizan, la vivienda representa una de las partidas
minoritarias del gasto público, en clara contracción desde finales de los
años noventa y, sobre todo, a partir de 2008. Este reducido gasto público en
vivienda tiene su reflejo en los bajos porcentajes de vivienda de alquiler social respecto
al total de viviendas. En 2020, se situaba en apenas el 1,1%.
Según el Observatorio
de Vivienda Asequible de la Asociación Provivienda, el
problema de la vivienda asequible afecta en España a 4,5 millones de personas,
que se encuentran en situación de exclusión residencial.
La brecha de género
La situación
del mercado laboral, lógicamente, es otro de los aspectos basilares para
calibrar la calidad de vida en un país. El análisis al respecto de Fuhem, por
ser anterior, no tiene en cuenta los efectos de la reforma laboral. Sí determina, no obstante,
una serie de rasgos que, quizá apocados, pero siguen estando presentes.
El trabajo
remunerado en España, señalan, tiene un carácter muy estacional y una estrecha
ligazón a la coyuntura de la crisis económica. Eso ha provocado un descenso en
el número de horas extraordinarias y la prevalencia de las horas no pagadas
frente a las pagadas a partir de ese momento.
La duración media de la vida laboral se viene incrementando, hasta los 35,2 años (2018), especialmente por el aumento de la vida
laboral en las mujeres, así como el crecimiento de la edad media de jubilación.
Básico para
escudriñar en la brecha de género es
el trabajo no remunerado: lo realizan principalmente mujeres (20%
del tiempo total frente al 10% de los varones). Se refleja especialmente en lo
que tiene que ver con los trabajos rutinarios del hogar (11% femenino frente al
4% masculino), los cuidados (4% frente al 2%) y las compras (2,2% frente a
1,4%).
Los trabajadores pobres
Todo lo
anterior, indican, provoca que el 27% de la población española se
encuentre en riesgo de pobreza o exclusión social. Este porcentaje se ha
incrementado un 16% desde 2008, superando el umbral de los 13 millones de
personas afectadas.
La pobreza infantil afecta en España a uno de cada tres niños menores de 16
años, siendo ya el tercer país con mayor tasa de pobreza
infantil de toda la UE.
La precariedad
laboral, resaltan, «reduce derechos e impide garantizar una vida digna para
amplios sectores de la población». En torno al 15% de la población ocupada de
España, pese a tener trabajo, se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión
social.
La desigualdad
ha aumentado considerablemente en los últimos lustros, sobre todo por la concentración del ingreso y la riqueza en los más
ricos. Entre 2012 y 2019, la participación en la renta nacional del
1% más rico se incrementó en casi cuatro puntos porcentuales, superando en 2019
en 2,7 puntos los ingresos salariales del 50% de la población con menor renta.
Salud mental: España, a la cabeza en el consumo de tranquilizantes y
antidepresivos
¿Hay calidad de vida en España? Las
cifras anteriores ponen muy en entredicho una respuesta afirmativa. Y una de
las principales consecuencias de la (mala) calidad vital es su afección en
la salud mental.
Como asevera
Fuhem en uno de los últimos apartados del estudio, el modo predominante de
producir y consumir ha puesto la vida bajo la tiranía de la eficiencia.
Las pulsiones sociales terminan por socavar la soberanía temporal, menoscabando
la autonomía y la salud de las personas.
Entre los
síntomas de esta sociedad del rendimiento se encuentran el cansancio y el
padecimiento de numerosos malestares sociales (ausencia de las condiciones
adecuadas para un buen descanso, ansiedades, depresiones, etc.).
España se encuentra entre los países con un mayor nivel de consumo de
tranquilizantes y antidepresivos. Esta
tendencia que se muestra imparable en las dos últimas décadas. El 10,7% de la
población española toma tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir (con
mayor intensidad entre las mujeres). Lo mismo ocurre con el 5,6% de la
población que ingiere antidepresivos o estimulantes.
La forma y
ritmos de vida, continúan, están afectando a los vínculos sociales, aislando y
fragilizando a las personas, de manera que está aumentando la soledad y
el aislamiento social.
Se observa una
creciente desconexión con el futuro “y su manifestación más extrema es la
evolución creciente de las tasas de suicidio en las últimas seis
décadas”.
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